El pan suyo de cada día
POR: Diana Margarita Cantón
En las azules paredes de la panadería del reparto Hermanos Cruz, en esta ciudad de Pinar del Río, rezan dos frases como para que las lean los que están en la fila del pan: "La calidad es el respeto al pueblo" y "La revolución no se lleva en los labios para vivir de ella, se lleva en el corazón para morir por ella".
Faltaría agregar la del Apóstol: "Es admirable el que da su vida por servir a una gran idea, es abominable el que se vale de una gran idea para servir a sus esperanzas personales de gloria o de poder, aunque por ella exponga la vida. El dar la vida sólo constituye un derecho cuando se la da desinteresadamente".
Pero volviendo a la panadería de Hermanos Cruz, hay una tendencia en ese establecimiento a que los usuarios tengan de dar tres y cuatro viajes a él para poder adquirir ese alimento tan necesario sobre todo a niños, ancianos y enfermos.
A veces son las nueve y hasta las diez de la noche y aún no se ha podido comprar el panecito regulado por la cuota estatal de alimentos, debido a frecuentes roturas, apagones (cortes del servicio eléctrico, por orden estatal), u otras causas.
Téngase en cuenta que son las personas de más bajos ingresos las que acuden a la panadería, pues no pueden pagar el caro y también deficiente servicio de entrega a domicilio -en el que además está presente el robo en especie- y, como es lógico, mucho menos pueden comprar el carísimo pan de los comercios dolarizados.
Hay personas que, por cansancio, renuncian a su cuota de pan. Eso conviene a los empleados de ese servicio del Estado socialista, para ellos a su vez "resolverle" el alimento a familiares y amigos o para revender el producto y así "compensar" los bajos salarios que devengan.
Al día siguiente, si alguien reclama su pan subvencionado de cinco centavos, porque dio varios viajes y no había o se acabó, o el carro no lo pudo traer de otra panadería por falta de petróleo... entonces, le dicen tranquilamente que lo perdió porque lo vendieron muy tarde en la noche, aunque por segmentos, y que ellos no tienen la culpa. En fin, que ni el pan de cada día es nuestro.
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