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Saturday, July 18, 2015

Foto enviada desde Cuba por mi primera maestra de la Biblia:

 

Precursoras cubanas. La Congregación del Reparto Hermanos Cruz en Pinar del Río, Cuba.


Escuela de Precursores #2 2015:




































Escuela #1. En Pasco, WA Estado 2007.



AGUANTE
El verbo griego hy·po·mé·nō, que significa literalmente “permanecer o quedarse bajo”, se ha traducido ‘permanecer atrás’ en Lucas 2:43 y Hechos 17:14. Asimismo, llegó a tener el sentido de “quedarse en un lugar sin abandonarlo; perseverar; permanecer firme”, y por lo tanto también se traduce ‘aguantar’. (Mt 24:13.) El nombre hy·po·mo·nḗ por lo general denota “aguante” valeroso, firme y paciente, un aguante que no pierde la esperanza aun a pesar de obstáculos, persecución, pruebas o tribulaciones.
Por qué es necesario. Es posible que los cristianos tengan que encararse a la indiferencia de otros, al oprobio, a ser representados falsamente, a hostilidad intensa, al odio de familiares allegados, maltrato, encarcelamiento e incluso a la muerte. (Mt 5:10-12; 10:16-22; 24:9, 10, 39; Mr 13:9, 12, 13; Rev 13:10.) Esto exige aguante, ya que sin esta cualidad esencial es imposible llegar a obtener la vida eterna. (Ro 2:7; Heb 10:36; Rev 14:12.) Esto se debe a que lo importante no es lo bien que una persona haya comenzado su discipulado cristiano, sino cómo lo termina. Jesucristo se expresó al respecto del siguiente modo: “El que haya aguantado hasta el fin es el que será salvo”. (Mt 24:13.) “Mediante el aguante de parte de ustedes adquirirán sus almas.” (Lu 21:19.)
Las personas que aceptan con rapidez “la palabra de Dios”, pero solo de modo superficial, carecen de aguante. Se rinden pronto si tienen que aguantar tribulación o persecución, de modo que pierden la aprobación y la bendición de Dios. Por el contrario, los que cultivan aprecio profundo por “la palabra de Dios” aguantan con firmeza. “Llevan fruto con aguante”, y aun cuando tengan que soportar dificultades, sufrimiento o desánimo, continúan proclamando con fidelidad el mensaje de Dios. (Lu 8:11, 13, 15.)
Cómo se mantiene. El meditar en el excelente ejemplo que han puesto los siervos de Dios —como los profetas de tiempos precristianos, Job, los apóstoles Pablo y Juan y muchos otros— y observar el resultado de su fidelidad, puede ser un estímulo para continuar aguantando en tiempos de tribulación. (2Co 6:3-10; 12:12; 2Te 1:4; 2Ti 3:10-12; Snt 5:10, 11; Rev 1:9.) Sobre todo debe tenerse presente en todo momento el aguante perfecto de Jesucristo. (Heb 12:2, 3; 1Pe 2:19-24.)
También es importante no perder de vista la esperanza cristiana de vida eterna sin pecado, una esperanza que ni siquiera la muerte a manos de los perseguidores nos puede arrebatar. (Ro 5:4, 5; 1Te 1:3; Rev 2:10.) Todo el sufrimiento que se haya tenido que soportar en el presente parecerá insignificante cuando se compare con el cumplimiento de esa magnífica esperanza. (Ro 8:18-25.) Desde la perspectiva que proporciona la eternidad, cualquier sufrimiento, por intenso que parezca en el momento, resulta ‘momentáneo y liviano’. (2Co 4:16-18.) El recordar la naturaleza transitoria de las pruebas y adherirse a la esperanza cristiana puede evitar que se deje lugar a la desesperación o a la infidelidad a Jehová Dios.
El aguante cristiano no depende de la fortaleza personal. Es el Altísimo quien sostiene y fortalece a sus siervos por medio de su espíritu y el consuelo de las Escrituras. Jehová “suministra aguante” a los que confían plenamente en Él, y por eso es apropiado que los cristianos oren pidiéndole ayuda, incluida la sabiduría necesaria para hacer frente a una prueba en concreto. (Ro 15:4, 5; Snt 1:5.) Jehová nunca permitirá que nadie se vea sometido a una prueba que le sea imposible soportar. Si una persona acude a Él por ayuda y no pierde la fe, sino que confía por completo en Él, el Todopoderoso le proporcionará una salida que le permitirá aguantar. (1Co 10:13; 2Co 4:9.)
No existe límite alguno a la fortaleza que los cristianos pueden obtener mientras sufren tribulación. El apóstol Pablo oró por los colosenses para que fuesen “hechos poderosos con todo poder al alcance de la gloriosa potencia de [Dios] para que aguanten plenamente y sean sufridos con gozo”. (Col 1:11.) Un ejemplo de cómo actúa esta “gloriosa potencia” es la resurrección de Jesucristo para ser ensalzado a la derecha del Padre. (Ef 1:19-21.)
Jehová Dios y su Hijo desean que todos los cristianos se mantengan fieles. Esta afirmación se desprende del estímulo que Jesucristo dio con relación al aguante a las congregaciones cristianas de Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardis, Filadelfia y Laodicea. (Rev 2:1-3, 8-10, 12, 13, 18, 19; 3:4, 5, 7, 10, 11, 14, 19-21.)
Actitud apropiada hacia las pruebas. Los cristianos no deben temer las pruebas y tribulaciones, pues saben que su futuro eterno depende de su aguante y que pueden confiar en la ayuda divina. Tampoco han de resentirse por ellas ni quejarse, amargarse o compadecerse de sí mismos. El apóstol Pablo instó: “Alborocémonos estando en tribulaciones, puesto que sabemos que la tribulación produce aguante”. (Ro 5:3.) Las pruebas que se sobrellevan con paciencia y firmeza gracias a la ayuda divina muestran que un cristiano posee la cualidad necesaria del aguante, algo que no había manera de saber o probar con certeza antes del comienzo de la tribulación.
El aguante tendrá “completa su obra” si se deja que la prueba siga su curso sin que se quebranten los principios bíblicos con objeto de ponerle fin en seguida. Entonces la fe se habrá probado y refinado, y su poder sustentador se habrá puesto de manifiesto. Puede que también hayan quedado expuestas ciertas debilidades, de modo que el cristiano podrá apreciarlas y efectuar los cambios necesarios. Las pruebas que se aguantan con fidelidad moldean a una persona y pueden lograr que sea más paciente, compasiva, bondadosa y amorosa en el trato con sus semejantes. Por eso, al dejar que “el aguante tenga completa su obra”, la persona no tendrá “deficiencia en nada” de lo que Jehová busca en sus siervos aprobados. (Snt 1:2-4.)
Tomado de Perspicacia...
INCIENSO
Compuesto de resinas aromáticas y bálsamos que arden lentamente esparciendo un aroma fragante. Las palabras hebreas qetó·reth y qetoh·ráh se derivan de la raíz qa·tár, que significa “hacer humo de sacrificio”. El sustantivo correspondiente en las Escrituras Griegas Cristianas es thy·mí·a·ma.
El incienso sagrado prescrito para usarse en el tabernáculo del desierto se componía de materiales costosos contribuidos por la congregación. (Éx 25:1, 2, 6; 35:4, 5, 8, 27-29.) Cuando Jehová le dio a Moisés la fórmula divina para esta mezcla de cuatro componentes, le dijo: “Tómate perfumes: gotas de estacte y uña olorosa y gálbano perfumado y olíbano puro. Debe haber la misma porción de cada uno. Y tienes que hacer de ello un incienso, una mezcla de especias, obra de ungüentario, sazonado con sal, puro, cosa santa. Y tienes que machacar parte de él hasta convertirlo en polvo fino y tienes que poner parte de él delante del Testimonio en la tienda de reunión, donde me presentaré a ti. Debe serles santísimo”. Luego, para grabar en ellos la exclusividad y santidad del incienso, Jehová añadió: “Cualquiera que haga uno semejante a él para disfrutar de su olor tiene que ser cortado de su pueblo”. (Éx 30:34-38; 37:29.)
En una época posterior, los judíos rabínicos añadieron otros ingredientes al incienso del templo. Josefo registra que este incienso se componía de trece perfumes o especias aromáticas. (La Guerra de los Judíos, libro V, cap. V, sec. 5.) Según Maimónides, algunos de esos ingredientes adicionales eran: el ámbar, la casia, la canela, la mirra, el azafrán y el nardo.
En el extremo occidental del compartimiento Santo del tabernáculo, al lado de la cortina que lo separaba del Santísimo, estaba situado el “altar del incienso”. (Éx 30:1; 37:25; 40:5, 26, 27.) También había un altar de incienso similar en el templo de Salomón. (1Cr 28:18; 2Cr 2:4.) Sobre esos altares se quemaba el incienso sagrado todas las mañanas y todas las tardes. (Éx 30:7, 8; 2Cr 13:11.) Una vez al año, en el Día de Expiación, se llevaban brasas del altar en un incensario o braserillo, junto con dos puñados de incienso, dentro del Santísimo, donde se hacía humear el incienso delante del propiciatorio del arca del testimonio. (Le 16:12, 13.)
El sumo sacerdote Aarón fue el primero en ofrecer el incienso sobre el altar. (Éx 30:7.) Sin embargo, su hijo Eleazar recibió la superintendencia del incienso y otros utensilios del tabernáculo. (Nú 4:16.) Parece que el quemar el incienso no estaba restringido al sumo sacerdote, excepto en el Día de Expiación, pues se dice que el sacerdote Zacarías (padre de Juan el Bautista) estaba efectuando este servicio. (Lu 1:8-11.) Poco después de empezar el servicio del tabernáculo, Jehová dio muerte a Nadab y Abihú —hijos de Aarón— por tratar de ofrecer incienso con “fuego ilegítimo”. (Le 10:1, 2; compárese con Éx 30:9; véase ABIHÚ.) Posteriormente, Coré y 250 hombres —todos levitas, pero no de la línea sacerdotal— se rebelaron contra el sacerdocio aarónico. A modo de prueba, Moisés les dio instrucciones de que tomasen braserillos y quemasen incienso a la entrada del tabernáculo, de manera que Jehová pudiese indicar si los aceptaba como sus sacerdotes. El grupo pereció durante el acto, mientras tenían en sus manos los braserillos. (Nú 16:6, 7, 16-18, 35-40.) De la misma manera, el rey Uzías fue herido con lepra cuando tuvo la osadía de quemar incienso en el templo. (2Cr 26:16-21.)
Con el transcurso del tiempo, la nación de Israel se hizo tan negligente en la adoración prescrita por Jehová que cerraron el templo y quemaron incienso en otros altares. (2Cr 29:7; 30:14.) Aún peor, quemaron incienso a otros dioses, delante de los cuales se prostituyeron, y profanaron de otras maneras el incienso santo, todo lo cual era detestable a los ojos de Jehová. (Eze 8:10, 11; 16:17, 18; 23:36, 41; Isa 1:13.)
Significado. Puesto que el pacto de la Ley era una sombra de cosas mejores por venir (Heb 10:1), parece que la acción de quemar incienso prescrita en ese pacto representó las oraciones gratas a Dios que le ofrecen sus siervos fieles. El salmista dijo: “Que mi oración esté preparada como incienso delante de ti [Jehová]”. (Sl 141:2.) Asimismo, el libro de Revelación, de un notable contenido simbólico, habla de los que estaban alrededor del trono celestial de Dios con “tazones de oro que estaban llenos de incienso, y el incienso significa las oraciones de los santos”. En el mismo libro también se registra: “Se le dio [a un ángel] una gran cantidad de incienso para que lo ofreciera con las oraciones de todos los santos sobre el altar de oro que estaba delante del trono”. (Rev 5:8; 8:3, 4.) En varios aspectos, el quemar incienso fue un símbolo apropiado de las oraciones de los santos ‘ofrecidas’ (Heb 5:7) noche y día (1Te 3:10), y que satisfacen a Jehová. (Pr 15:8.)
El incienso, por supuesto, no podía hacer que las oraciones de los adoradores falsos fuesen aceptables a Dios. (Pr 28:9; Mr 12:40.) Por otra parte, las oraciones de un justo son eficaces. (Snt 5:16.) Por consiguiente, cuando se declaró una plaga procedente de Dios, Aarón rápidamente “puso el incienso y empezó a hacer expiación por el pueblo”. (Nú 16:46-48.)
Los cristianos no quemaron incienso. En algunas religiones de la cristiandad, así como en los templos budistas, aún se quema incienso en la actualidad, pero las Escrituras no ofrecen base alguna que justifique la pervivencia de esa práctica entre los verdaderos cristianos. No hay indicios de que hubiese incensarios en las iglesias durante los primeros cuatro siglos de nuestra era, y no se tienen pruebas manifiestas del uso de incienso en los servicios religiosos hasta la época de Gregorio Magno (postrimerías del siglo VI). Es evidente que este hecho se debió a que, con la llegada de Cristo y el fin del pacto de la Ley y sus normas, clavadas en sentido figurado al madero de tormento (Col 2:14), se deja de quemar incienso como parte de la adoración a Dios, particularmente, después de la desaparición del templo y del sacerdocio aarónico. No se dio autorización a la congregación cristiana para usar incienso, y los primeros cristianos, al igual que los judíos, nunca ofrecieron incienso con fines religiosos.
Los primeros cristianos también se negaron a quemar incienso en honor del emperador, aun a riesgo de perder la vida. Daniel P. Mannix dijo en su obra Those About to Die (1958, pág. 137): “Muy pocos cristianos se retractaron, aunque se solía tener en la arena del estadio un altar con una llama encendida para facilitarles la ofrenda. Todo lo que el prisionero tenía que hacer era arrojar una pizca de incienso en él y se le daba un Certificado de Sacrificio, con lo que quedaba en libertad. Además, se le explicaba bien que no se trataba de un acto de culto al emperador, sino un reconocimiento de su naturaleza divina como cabeza del Estado romano. Aun así, casi ningún cristiano se valió de este medio para escapar del martirio”.
Tertuliano (siglos II y III E.C.) dijo que los cristianos ni siquiera intervenían en el comercio de incienso. (Sobre la idolatría, cap. XI.) No obstante, este no es el caso de los mercaderes de incienso mencionados en Revelación, que negocian con Babilonia la Grande. (Rev 18:11, 13.)
Tomado de Perspicacia.
ENIGMA
Dicho de sentido encubierto difícil de entender o interpretar. La palabra hebrea para enigma también puede traducirse ‘dicho ambiguo’ o ‘pregunta que causa perplejidad’. (Compárese con Da 8:23, nota; 2Cr 9:1.) Los enigmas contrastan con el habla clara y fácil de entender. (Nú 12:8.) A veces este término se utiliza como sinónimo de “expresión proverbial”, porque un enigma muy bien puede ser una declaración llena de significado pero expuesta en un lenguaje oscuro. (Sl 49:4.) La formulación de un enigma a menudo se basa en una analogía oscura pero exacta, y su solución requiere una mente despierta que tenga facilidad para relacionar los términos; por esta razón la Biblia dice que los enigmas son propios de personas sabias y que tan solo un hombre de entendimiento puede desentrañarlos. (Pr 1:5, 6.)
La Biblia contiene enigmas que tienen que ver con los propósitos de Jehová. (Sl 78:2-4.) Hay declaraciones que en un principio tal vez dejen perplejo al lector; quizás sean oscuras intencionalmente, presentando comparaciones llenas de significado, pero escritas sin la pretensión de que las entendiesen las personas que vivían cuando se escribieron. Por ejemplo, en Zacarías 3:8 Jehová se refiere de manera profética a “mi siervo Brote”, pero no explica que este sea un brote o prole del linaje real de David, ni que en realidad el “Brote” sea el propio Hijo de Dios que entonces estaba en los cielos y que nacería de una virgen descendiente del rey David. Y en Revelación 13:18 se dice que “el número de la bestia salvaje” es “seiscientos sesenta y seis”, pero el pasaje no explica el significado de ese número.
A veces los enigmas se utilizaban para despertar el interés y hacer el mensaje más vívido, no para desconcertar a los oyentes. Este fue el caso del enigma relativo a las dos águilas y a la vid que el profeta Ezequiel propuso a la casa de Israel. (Eze 17:1-8.) Inmediatamente después de presentar el enigma, Jehová le mandó a Ezequiel que preguntase al pueblo si lo habían entendido y que luego lo explicara.
En algunas ocasiones eran los hombres quienes proponían los enigmas con el fin de que otras personas los adivinasen. Solían hacerlo en verso, como en el caso del enigma que Sansón planteó a los filisteos. (Jue 14:12-18.) Utilizó a propósito comparaciones de difícil comprensión cuando dijo: “Del que come salió algo de comer, y del fuerte salió algo dulce”. Este enigma se basaba en una experiencia que él mismo había tenido poco antes, cuando raspó miel del cadáver de un león, donde un enjambre de abejas la había depositado. (Jue 14:8, 9.)
Tomado de Perspicacia.

Gozo:

GOZO
Sentimiento de alegría o placer que se experimenta al poseer o esperar algún bien; felicidad; júbilo. Las palabras hebreas y griegas que se usan en la Biblia para referirse a gozo, júbilo, regocijo y alegría, expresan diversos matices y grados de gozo. Los verbos empleados denotan tanto los sentimientos internos como la manifestación externa de gozo, y pueden tener gran variedad de significados, como “estar gozoso; regocijarse; gritar de alegría; saltar de alegría”, entre otros.
Jehová Dios y Jesucristo. A Jehová se le llama el “Dios feliz”. (1Ti 1:11.) Su creación y Su trabajo le producen gozo a Él y a sus criaturas. Jehová se regocija en sus obras. (Sl 104:31.) De igual manera, desea que sus criaturas disfruten de las obras que Él hace para provecho de ellas y que disfruten de su propio trabajo. (Ec 5:19.) Ya que es la Fuente de todas las cosas buenas (Snt 1:17), el llegar a conocerle es lo que más regocija a todas las criaturas inteligentes, tanto humanos como ángeles. (Jer 9:23, 24.) Por eso el rey David dijo: “Sea placentera mi meditación acerca de él. Yo, por mi parte, me regocijaré en Jehová”. (Sl 104:34.) También se expresó en canción: “Y el justo se regocijará en Jehová y verdaderamente se refugiará en él; y todos los rectos de corazón se jactarán”. (Sl 64:10.) Y el apóstol Pablo animó a los cristianos a derivar gozo en todo momento de su conocimiento de Jehová y de Sus tratos con ellos cuando escribió: “Siempre regocíjense en el Señor [Jehová, en varias versiones]. Una vez más diré: ¡Regocíjense!”. (Flp 4:4.)
Jesucristo, el más cercano a Jehová, es quien lo conoce mejor (Mt 11:27), y puede darlo a conocer a sus seguidores. (Jn 1:18.) Por lo tanto, está gozoso, y se le llama “el feliz y único Potentado”. (1Ti 6:14, 15.) Debido al amor que tiene a su Padre, está ansioso de hacer siempre las cosas que le agradan. (Jn 8:29.) Por consiguiente, cuando se le presentó la misión de venir a la Tierra, sufrir y morir con el fin de vindicar el nombre de Jehová, “por el gozo que fue puesto delante de él aguantó un madero de tormento, despreciando la vergüenza”. (Heb 12:2.) También sentía un gran amor por la humanidad y se deleitaba en ella. Por eso, las Escrituras, que lo personifican en su existencia prehumana como la sabiduría, ponen en su boca las palabras: “Entonces llegué a estar [al] lado [de Jehová] como un obrero maestro, y llegué a ser aquella con quien él estuvo especialmente encariñado día a día, y estuve alegre delante de él todo el tiempo, pues estuve alegre por el terreno productivo de su tierra, y las cosas que fueron el objeto de mi cariño estuvieron con los hijos de los hombres”. (Pr 8:30, 31.)
Jesús deseaba que sus seguidores disfrutaran del mismo gozo. Por eso, les dijo: “Estas cosas les he hablado, para que mi gozo esté en ustedes y su gozo se haga pleno”. Los ángeles también se regocijaron cuando se creó la Tierra. (Jn 15:11; 17:13; Job 38:4-7.) Asimismo, ven el derrotero del pueblo de Dios y se alegran de su proceder fiel. Especialmente se regocijan cuando una persona se vuelve de sus caminos pecaminosos y se adhiere a la adoración pura y al servicio a Dios. (Lu 15:7, 10.)
Cómo alegrar el corazón de Jehová. Los siervos de Jehová pueden alegrar Su corazón siéndole fieles y leales. Satanás el Diablo ha desafiado constantemente la legitimidad de la soberanía de Dios y la integridad de todos los que le sirven. (Job 1:9-11; 2:4, 5; Rev 12:10.) A ellos les aplican las palabras: “Sé sabio, hijo mío, y regocija mi corazón, para que pueda responder al que me está desafiando con escarnio”. (Pr 27:11.) En la Tierra, el pueblo de Jehová también puede hacer que Dios se regocije apegándose a un proceder de fidelidad y lealtad. (Isa 65:19; Sof 3:17.)
Un fruto del espíritu. Como Jehová es la Fuente del gozo y desea que su pueblo esté gozoso, el gozo es un fruto de su espíritu santo. En Gálatas 5:22, 23 aparece inmediatamente después del amor. Asimismo, el apóstol escribió a los cristianos de Tesalónica: “Ustedes llegaron a ser imitadores de nosotros y del Señor, puesto que aceptaron la palabra bajo mucha tribulación con gozo de espíritu santo”. (1Te 1:6.) De igual manera, en sus consejos a los cristianos de Roma, Pablo dijo que el reino de Dios “significa justicia y paz y gozo con espíritu santo”. (Ro 14:17.)
El gozo verdadero es una cualidad del corazón, y puede beneficiar a todo el cuerpo. El sabio escritor de Proverbios dice que “un corazón gozoso tiene buen efecto en el semblante” y “un corazón que está gozoso hace bien como sanador [o: “hace bien al cuerpo”]”. (Pr 15:13; 17:22, nota.)
El gozo en el servicio de Dios. Lo que Jehová pide de sus siervos no es gravoso. (1Jn 5:3.) Él desea que le sirvan con gozo. Su pueblo Israel tenía que disfrutar de las fiestas periódicas que Él les había estipulado, y debían regocijarse en otros aspectos de su vida y de su adoración a Dios. (Le 23:40; Dt 12:7, 12, 18.) Tenían que hablar de Dios de manera gozosa. (Sl 20:5; 51:14; 59:16.) El que no sirvieran con gozo significaba que algo iba mal en su corazón y que no apreciaban la bondad amorosa de Jehová. Por lo tanto, les advirtió lo que sucedería si se hacían desobedientes y no sentían gozo al servirle: “Y todas estas invocaciones de mal ciertamente vendrán sobre ti [...] porque no escuchaste la voz de Jehová tu Dios ni guardaste sus mandamientos y sus estatutos [...]. Y estas tienen que continuar sobre ti y tu prole [...] debido al hecho de que no serviste a Jehová tu Dios con regocijo y gozo de corazón por la abundancia de todo”. (Dt 28:45-47.)
Igualmente el cristiano debería disfrutar de su servicio a Dios. En caso contrario, significaría que su aprecio de corazón es deficiente. (Sl 100:2.) “El gozo de Jehová es su plaza fuerte”, dijo uno de los siervos fieles de Dios. (Ne 8:10.) Las buenas nuevas que proclama el cristiano fueron anunciadas por el ángel de Dios como “buenas nuevas de un gran gozo que todo el pueblo tendrá”. (Lu 2:10.) El llevar el nombre de Jehová como sus testigos y el conocer la verdad según se halla en la Biblia ciertamente debería ser motivo de gozo. Jeremías dijo al respecto: “Tu palabra llega a ser para mí el alborozo y el regocijo de mi corazón; porque tu nombre ha sido llamado sobre mí, oh Jehová Dios de los ejércitos”. (Jer 15:16.)
Por otra parte, las rectas y justas decisiones judiciales de Jehová puestas en vigor en la congregación cristiana y en la vida de los cristianos son una causa de gozo, especialmente en un tiempo en que el mundo ha despreciado la rectitud y la justicia. (Sl 48:11.) La maravillosa esperanza que tienen es asimismo una razón de peso para tener gozo. (“Regocíjense en la esperanza”; Ro 12:12; Pr 10:28.) Su salvación es una base para tener gozo. (Sl 13:5.) Además, está el gozo que siente el siervo de Dios por causa de aquellos a quienes ayuda a conocer y servir a Jehová. (Flp 4:1; 1Te 2:19.) El reunirse y el trabajar junto con el pueblo de Dios es uno de los mayores gozos. (Sl 106:4, 5; 122:1.)
La persecución, motivo de gozo. Para el cristiano que protege su corazón, incluso la persecución, que no es en sí misma motivo de gozo, debería aceptarse gozosamente, pues el aguantarla con integridad es una victoria. Dios ayuda al que es fiel. (Col 1:11.) Además, la persecución demuestra que se tiene la aprobación de Dios. Jesús dijo que cuando el cristiano experimentara persecución y vituperio, debería “[saltar] de gozo”. (Mt 5:11, 12; Snt 1:2-4; 1Pe 4:13, 14.)
Otras fuentes de gozo provistas por Dios. Jehová ha provisto muchas otras cosas de las que la humanidad puede disfrutar de día en día. Algunas de estas son: el matrimonio (Dt 24:5; Pr 5:18), el tener un hijo justo y sabio (Pr 23:24, 25), el alimento (Ec 10:19; Hch 14:17), el vino (Sl 104:14, 15; Ec 10:19) y sus numerosas obras creativas. (Snt 1:17; 1Ti 6:17.)
El gozo falso que no perdura. Jesús habló de algunos que escucharían la verdad y la recibirían con gozo, pero sin obtener el verdadero sentido de ella. Esas personas no cultivan la palabra que se ha implantado en su corazón, por lo que en seguida pierden el gozo, pues tropiezan cuando surge tribulación o persecución por causa de la palabra. (Mt 13:20, 21.) El gozo basado en el materialismo es un gozo falso, engañoso y de poca duración. Además, el que se regocija por la calamidad de otro, aunque sea la de alguien que le odia, debe rendir cuentas a Jehová por su pecado. (Job 31:25-30; Pr 17:5; 24:17, 18.) Si un joven cree que el dar lugar a “los deseos que acompañan a la juventud” trae gozo, demuestra ser insensato. (2Ti 2:22; Ec 11:9, 10.) De manera similar, el amar las diversiones acarrea malos resultados. (Pr 21:17; Ec 7:4.) Incluso el cristiano que se alboroza al compararse con otros está equivocado. Más bien, debería probar lo que es su propia obra y así tendría motivo para “alborozarse respecto de sí mismo solo”. (Gál 6:4.)
Gozo eterno. Jehová prometió restaurar a su pueblo Israel después de su cautiverio en Babilonia. Les llevó de regreso a Jerusalén en 537 a. E.C. y ellos se regocijaron en gran manera cuando se colocó el fundamento del templo. (Isa 35:10; 51:11; 65:17-19; Esd 3:10-13.) Pero la profecía de Isaías (65:17) tiene un cumplimiento mayor en la instauración de “un nuevo cielo y una nueva tierra” que hará que toda la humanidad tenga gozo para siempre bajo la “Nueva Jerusalén”. (Rev 21:1-3.)
La iniquidad, la enfermedad y la muerte impiden que en la actualidad las personas tengan un gozo pleno. Pero en armonía con la regla bíblica: “El rey sabio dispersa a los inicuos”, Jesucristo, en calidad de rey, pondrá fin a todos los enemigos de Dios y de la justicia. (Pr 20:26; 1Co 15:25, 26.) De esta manera desaparecerán todos los obstáculos que impiden que se disfrute de un gozo completo, pues incluso “la muerte no será más, ni existirá ya más lamento ni clamor ni dolor”. (Rev 21:4.) El sentir pesar por los que han muerto habrá terminado por completo; habrá sido erradicado por medio de la resurrección de los muertos. Este conocimiento consuela a los cristianos incluso en la actualidad, y por esta causa no se “[apesadumbran] [...] como lo hacen también los demás que no tienen esperanza”. (1Te 4:13, 14; Jn 5:28, 29.)
Tomado de Perspicacia, Volumen 1.