Los milagros, lamentablemente, no son episodios cotidianos a los que la humanidad esté acostumbrada, por eso se festeja con tanta intensidad y se genera un fuerte impacto social cuando se registran situaciones positivas cuya resolución sorprende por ir en contra de todo pronóstico.
Mineros de ChileA lo largo de la historia, como sabrán, se han desarrollado varios sucesos milagrosos, pero, tal vez, el primero que uno recuerda por estas horas es el que tuvo lugar en Chile a partir del pasado 5 de agosto.
Ese día, la suerte de más de treinta trabajadores y sus respectivas familias cambió. No fue el azar el responsable del inicio de un drama que, por fortuna, tuvo final feliz, sino una serie de irregularidades marcadas por la ambición empresarial y la distracción gubernamental. De todas formas, hubo que hacerle frente a ese panorama que, al principio, se presentó dramático.
Desde que se produjo el derrumbe en el interior de la mina San José hubo espacio para la desesperación, la desolación y la angustia, aunque jamás se perdió la fe. La realidad de saber que 33 mineros habían quedado sepultados a 700 metros de profundidad dolía y conducía hacia un estado de profunda consternación, pero la esperanza de hallarlos con vida era el motor que impulsaba a las autoridades a buscarlos y, a sus familiares, a esperarlos.
A esta altura, ya es historia conocida que se los encontró y, con paciencia, tecnología, ayuda internacional y esfuerzos colectivos, se logró rescatarlos de las entrañas de la Tierra.
La salida de estos trabajadores que consiguieron burlar a la muerte fue seguida con entusiasmo y expectativas por millones de personas alrededor del mundo que, por lo extraordinario del suceso, no dejan de pensar en la buena estrella de estos hombres. Claro que se los considera afortunados ahora que el peligro pasó y ya están a salvo, pero su experiencia lejos estuvo de ser dichosa.
Si bien todavía son pocos los detalles que se conocen de los días que pasaron en cautiverio, ya hay datos que permiten comprobar que los mineros, al estar expuestos a una situación anormal, desgastante y dura, se vieron obligados a buscar en su personalidad elementos que les permitieran soportar el encierro y sobrevivir a semejante contexto.
Víctor Segovia, por ejemplo, sorprendió a su círculo más cercano con una faceta que jamás había exhibido: la de escritor. Según sostuvo ante la prensa su hermano Pedro“nunca antes del accidente había mostrado interés por las letras”, pero parece que el derrumbe hizo nacer en él las ganas de expresarse por medio de la escritura, una actividad que comenzó a desarrollar valiéndose, en principio, de un lápiz gastado y un viejo cuaderno de actas.
Esas dos herramientas le permitieron a Segovia llevar un registro diario de todo lo que sucedía en el interior de la mina, aunque ninguno de sus compañeros fue autorizado a leer las frases que el trabajador plasmó sobre el papel. Ni siquiera ahora, que el aislamiento llegó a su fin, el flamante escritor permite acceder al contenido de esos tres cuadernos que Segovia completó.
En declaraciones efectuadas ante el diario “La Tercera”, el propio minero aseguró que lo que le salvó la vida “fue escribir el libro”, un material que ya ha despertado el interés de diversos sectores y hasta generó propuestas millonarias para explotar el testimonio.
Aún es demasiado pronto para pretender que el improvisado escritor resuelva qué hacer con las más de 200 hojas que redactó en letra imprenta, pero ya existen motivos suficientes para advertir que ese texto es un preciado tesoro con un futuro más que promisorio, igual que los tiempos que vienen para su creador.