Translate a otros idiomas

Wednesday, July 29, 2009

Jesús, nuestro Libertador:

La última noche que Israel pasó en Egipto, un ángel recibió la comisión de matar a todos los primogénitos que encontrara a su paso por el país, de modo que los hijos de los israelitas coprrían grave peligro. Mediante Moisés, Jehová le informó a su pueblo que la única manera de salvarlos era tomando la sangre del cordero de Pascua y rociándola en el marco de la puerta de sus casas( Exodo 12:1-13, 21-23).Los israelitas cumplieron esas instrucciones y salvaron a sus hijos. Después, cuando salieron del país, se vieron en graves aprietos, pues quedaron atrapados entre el mar Rojo y el ejército egipcio, que venía en su persecusión. De nuevo, Jehová salvó a su pueblo mediante Moisés, quien milagrosamente partió en dos las aguas del mar(Exodo 14:13, 21).
Aunque estos actos de salvación fueron extraordinarios, no son nada comparados con el acto de liberación que Jehová realizó mediante su Hijo. Jesús es el medio por el cual los seres humanos obedientes han sido liberados de la esclavitud del pecado( Rom 5:12, 18). Y esa "liberación será eterna"(Heb 9:11,12). De hecho, su propio nombre, Jesús, significa "Jehová Es Salvación". Cristo, nuestro Salvador, no solo nos ha liberado del peso de los errores del pasado, sino que también ha abierto la puerta para que podamos disfrutar de un futuro mejor. Al liberarnos de la esclavitud del pecado, Jesús nos salva de la cólera divina y nos permite tener una amistad estrecha con Dios( Mat 1:21).
La liberación del pecado se traducirá en liberación de la enfermedad y la muerte, que son el triste resultado del pecado. Cuando Jesús aseguró a Jairo( cuya hija de 12 años había muerto):"No temas, solo muestra fe, y ella será salva"(Luc 8:41,42,49,50. ), y fiel a su palabra, resucitó a la niña, fue inmensa la alegría que sintieron sus padres. Podemos entonces imaginar lo que sentiremos cuando "todos los que están en las tumbas conmemorativas" escuchen la voz de Jesús y vuelvan a la vida (Juan 5:28-29). No cabe duda, Jesús es nuestro Libertador y Salvador (Hech 5:31, Tit 1:4, Rev 7:10).
Podemos ayudar a la gente a beneficiarse de los actos de liberación de Jesús; predicando y enseñando (Isa 61:1-3). Meditemos en el papel de Jesús, el Moisés Mayor, en el cumplimiento del propósito divino; así se fortalecerá nuestra confianza en que nos libertará cuando destruya a este mundo malvado (Mat 25:31-34, 41, 46; Rev 7:9, 14).
Jesús realizó actos extraordinarios que Moisés jamás hubiera podido realizar; por eso lo llamamos el Moisés Mayor. Sus profecías y su labor mediadora han beneficiado a toda la humanidad, y la liberación que hemos obtenido gracias a él no durará unos pocos años; será eterna.
Ahora bien, hay otros siervos de Dios de la antiguedad que pueden enseñarnos mucho sobre él: Veremos por qué podemos llamar a Jesús el David y el Salomón ( Mayores).

Cristo: nuestro Mediador:

Tanto Moisés como Jesús fueron mediadores.
El Mediador actúa de intermediario o enlace entre dos partes.
Cuando Jehová estableció el pacto de la Ley, utilizó a Moisés como mediador entre él y los israelitas. Si éstos obedecían las leyes de Dios, él los vería como una propiedad muy especial, como su congregación(Exodo 19:3-8). Este pacto estuvo vigente desde el año 1513 antes de nuestra era hasta el siglo primero de nuestra era.
En el año 33 de nuestra era, Jehová hizo un pacto con una nueva nación," el Israel de Dios", que llegó a convertirse en la congregación mundial de cristianos ungidos( Gálatas 6:16). El pacto anterior-cuyo mediador era Moisés-incluía leyes escritas por Dios en tablas de piedra. No obstante, el nuevo pacto-cuyo mediador es Jesús-es muy superior, pues sus leyes han sido escritas por Dios en los corazones(1 Tim 2:5 y Heb 8:10). Ahora," el Israel de Dios" es la propiedad especial de Dios, pues sí ha producido fruto, el fruto del Reino mesiánico(Mat 21:43). Aunque los miembros de esta nación espiritual son quienes forman parte del nuevo pacto, no son los únicos beneficiarios; también hay incontables multitudes, incluidos millones de personas que ahora duermen en la muerte, que recibirán bendiciones eternas gracias a ese pacto inigualable.

Cuando nos deprimamos:

Miércoles 29 de julio
He llegado a aborrecer esta vida mía (Gén. 27:46).
Cuando los problemas nos deprimen, necesitamos más que nunca el ánimo y las fuerzas que Dios da. Pensemos en Isaac y Rebeca. Cuando su hijo Esaú se casó con dos mujeres hititas, estas “fueron una fuente de amargura de espíritu” para ellos (Gén. 26:34, 35). Isaac tomó cartas en el asunto y envió a Jacob lejos a buscar esposa entre los siervos de Dios. Jehová les dio a Isaac y Rebeca la sabiduría, la entereza y las fuerzas para continuar fieles. Y lo mismo hará por nosotros si se lo pedimos (Sal. 118:5). Siglos después, una niña israelita que servía en la casa del comandante del ejército sirio, Naamán, se armó de valor para hablar a su ama y decirle que si Naamán iba a Israel, el profeta de Jehová lo curaría. El hombre fue a Israel y se curó milagrosamente (2 Rey. 5:1-3). Esta niña es un ejemplo animador para los jóvenes que le piden valor a Jehová para predicar a profesores, compañeros y demás personas.