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Wednesday, May 06, 2009

Los nietos:

Nietos descreídos

Voy con el nieto más pequeño a pasear por las calles de una Habana diferente y a la vez familiar. Ya no tengo un blog y mis setenta años se me notan en cada arruga del rostro y en la larga trenza blanca. Aunque esta podría ser una fantasía futurista de tonos oscuros, prefiero creer que caminamos por una ciudad renacida y próspera. Vamos a un parque para tomar el sol y trato –como todo anciano- de hablarle de mis tiempos, de aquellos años en que yo tenía la delgadez y la energía que ahora exhibe él.
El español sigue siendo la lengua materna de mi prole, pero el chico me mira como si no entendiera todo lo que le digo. Hace una mueca de duda cuando me refiero al “período especial”, la “libreta de productos racionados” o la “fidelidad ideológica”. Sus problemas son tan diferentes ¿por qué habría de comprender los que una vez yo tuve? Exhibe sin pudor varias confusiones históricas y llama a un fallecido líder con el apelativo de una cantante de salsa. Es incapaz de diferenciar entre el discurso decretando el carácter socialista de la Revolución y aquel en que se anunció el colapso de la Unión Soviética.
No me manda a callar por respeto, pero en sus ojos leo que toda mi cháchara le aburre. “La abuela está anclada en el tiempo” dirá cuando me vaya, pero frente a mí simula escuchar las desfasadas anécdotas de esa Cuba remota. No sabe este muchacho que la premonición de su existencia me permitió mantener la cordura cuarenta años atrás. Proyectarlo -con su mohín de descreimiento sentado en un parque de La Habana futura- me evitó tomar el camino del mar, de la simulación o del silencio. He llegado hasta ahí gracias a él y en lugar de decírselo, lo mareo con mis anécdotas de lo que pasó, de lo que nunca volverá a repetirse.

Tomado del blog de Yoani Sánchez.

Derecho de Dios de Gobernar:

Miércoles 6 de mayo
Tendrán que abrírseles los ojos y tendrán que ser como Dios, conociendo lo bueno y lo malo (Gén. 3:5).
Satanás convenció a Adán y Eva para que se rebelaran contra Jehová. Su rebelión fue un ataque directo contra la soberanía de Jehová. ¿Por qué puede decirse eso? Porque cuando Satanás le dijo a Eva que no moriría si comía del fruto prohibido, en realidad estaba insinuando que Jehová había mentido y que, por tanto, no era digno de confianza. Satanás también dio a entender que a Adán y Eva les iría mejor si desobedecían a Dios y se independizaban de él (Gén. 3:1-6). Es obvio que aquella rebelión fue un claro desafío al derecho que Dios tiene a gobernar. Ahora bien, ¿cómo reaccionaría Jehová? Para demostrar que tenía pleno control de la situación, juzgó de inmediato a los rebeldes y dictó sentencia contra ellos. En el caso de Adán y Eva, determinó que no merecían la vida eterna y los expulsó del jardín de Edén (Gén. 3:16-19, 22-24).