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Sunday, September 13, 2009

Nuestro "arte de enseñar":


Prestemos atención a nuestro “arte de enseñar”
“Predica la palabra, [...] censura, corrige, exhorta, con toda gran paciencia y arte de enseñar.” (2 TIM. 4:2.)
A PESAR de los maravillosos actos de curación que ejecutó durante su ministerio en la Tierra, Jesús no era conocido principalmente como un realizador de milagros o curaciones, sino como maestro (Mar. 12:19; 13:1). Para él, lo más importante era declarar las buenas nuevas del Reino de Dios, y lo mismo se puede decir de sus seguidores hoy día. Los cristianos hemos recibido la comisión de seguir haciendo discípulos, y para ello les enseñamos a observar todas las cosas que Jesús mandó (Mat. 28:19, 20).
2 A fin de cumplir nuestra comisión de hacer discípulos, nos esforzamos cada día por mejorar la calidad de nuestra enseñanza. El apóstol Pablo subrayó la importancia de ser un buen maestro cuando escribió lo siguiente a Timoteo, uno de sus compañeros de predicación: “Presta constante atención a ti mismo y a tu enseñanza. Persiste en estas cosas, pues haciendo esto te salvarás a ti mismo y también a los que te escuchan” (1 Tim. 4:16). Al hablar de enseñanza, Pablo no se refería al simple hecho de llenar la mente del estudiante de información. El ministro cristiano competente logra llegar al corazón de las personas y motivarlas a hacer cambios en su vida, y eso es todo un arte. En vista de lo anterior, ¿cómo podemos cultivar el “arte de enseñar” al difundir las buenas nuevas del Reino de Dios? (2 Tim. 4:2.)
Cultivemos el “arte de enseñar”
3 Un arte es una habilidad que se desarrolla por medio del estudio, la observación o la práctica. Pues bien, si queremos llegar a ser maestros eficaces de las buenas nuevas, no podemos pasar por alto ninguno de estos tres factores. Hemos de estudiar, después de haber orado, para comprender bien el tema en cuestión (léase Salmo 119:27, 34). Hemos de observar cómo enseñan los ministros experimentados a fin de imitar los métodos que emplean. Y hemos de esforzarnos por poner en práctica lo que aprendemos para pulir nuestras habilidades (Luc. 6:40; 1 Tim. 4:13-15).
4 Jehová es nuestro Magnífico Instructor y, mediante la parte visible de su organización, instruye a sus siervos terrestres para que sepan cómo cumplir su comisión de predicar (Isa. 30:20, 21). Por ejemplo, las congregaciones celebran semanalmente la Escuela del Ministerio Teocrático, la cual ha sido concebida para ayudar a los matriculados a convertirse en proclamadores eficaces del Reino de Dios. El principal libro de texto de dicha escuela es la Biblia. La Palabra inspirada de Dios no solo nos indica qué debemos enseñar, sino qué métodos de enseñanza son más efectivos. La Escuela del Ministerio Teocrático nos recuerda vez tras vez que para ser mejores maestros tenemos que basar nuestra enseñanza en la Biblia, utilizar hábilmente las preguntas, enseñar con sencillez e interesarnos sinceramente en los demás. A continuación analizaremos cada uno de estos puntos. Veremos, además, cómo llegar al corazón de nuestros estudiantes.
Basemos nuestra enseñanza en la Palabra de Dios
5 Jesús, el maestro más grande que ha pisado la Tierra, siempre basó sus enseñanzas en las Escrituras (Mat. 21:13; Juan 6:45; 8:17). En vez de enseñar sus propias ideas, habló en nombre de Aquel que lo había enviado (Juan 7:16-18). Y ese es el ejemplo que imitamos. De modo que todo lo que digamos al predicar de casa en casa o al dirigir estudios bíblicos debe centrarse en la Palabra de Dios (2 Tim. 3:16, 17). Ningún razonamiento nuestro —por agudo que sea— podrá jamás igualar la efectividad y el poder de las Escrituras inspiradas. No olvidemos que la Biblia tiene gran autoridad. Por tanto, sin importar el asunto que estemos tratando, la mejor manera de ayudar al estudiante a comprenderlo es pedirle que lea lo que dicen las Escrituras (léase Hebreos 4:12).
6 Desde luego, lo anterior no significa que el maestro cristiano no necesite prepararse para dirigir un estudio bíblico. Al contrario, debe elegir de antemano y con mucho cuidado los versículos que él mismo o su estudiante leerán directamente de la Biblia. Por lo general, es mejor leer los que constituyen la base de nuestras creencias. También hay que asegurarse de que el estudiante capte el sentido de cada uno de los textos que lee (1 Cor. 14:8, 9).
Utilicemos hábilmente las preguntas
7 El uso hábil de preguntas estimula el pensamiento y contribuye a que el maestro llegue al corazón del estudiante. Por ejemplo, en vez de explicar los textos bíblicos al estudiante, planteemos preguntas para que los explique él mismo. En algunas ocasiones bastará con una sola pregunta, pero en otras será necesario plantearle varias para guiarlo a la conclusión acertada. Al hacer que el estudiante participe más activamente en el proceso de aprendizaje, lograremos que comprenda las razones que hay para llegar a determinadas conclusiones y, además, que las acepte por convicción propia (Mat. 17:24-26; Luc. 10:36, 37).
8 Nuestras publicaciones emplean el sistema de preguntas y respuestas. Sin duda, la mayoría de las personas que estudian la Biblia con nosotros encontrarán enseguida la respuesta a las preguntas de cada párrafo. No obstante, el maestro perspicaz no se conforma con recibir la respuesta correcta. Tal vez el estudiante pueda explicar lo que la Biblia enseña sobre la fornicación, por ejemplo (1 Cor. 6:18). Pero planteándole preguntas con tacto, el maestro será capaz de averiguar lo que en verdad opina sobre este asunto. Entre otras cosas, pudiera preguntarle: “¿Por qué condena la Biblia las relaciones sexuales fuera del matrimonio? ¿Qué piensa usted de esta prohibición divina? ¿Cree que sirve de algo obedecer las normas morales de Dios?”. Es muy probable que las respuestas del estudiante revelen lo que hay en su corazón (léase Mateo 16:13-17).
Enseñemos con sencillez
9 La mayoría de las verdades bíblicas son relativamente sencillas. Ahora bien, puede que nuestros estudiantes estén confundidos por culpa de las doctrinas de la religión falsa. Nuestra labor como maestros consiste en hacer que la Biblia les resulte fácil de comprender. Los maestros capaces transmiten la información de manera sencilla, clara y precisa, y de esta forma evitan complicar la verdad innecesariamente. De modo que no hace falta que añadamos detalles que no vienen al caso ni que comentemos todo aspecto de los textos que leemos. Más bien, destaquemos solo lo que sea indispensable para dejar claro el asunto en cuestión. A medida que la persona progrese en su estudio, irá comprendiendo verdades bíblicas cada vez más profundas (Heb. 5:13, 14).
10 ¿Cuánta información se ha de analizar en cada sesión de estudio? No hay una respuesta única, pues las aptitudes y circunstancias del maestro y del estudiante son distintas en cada caso. Sea como sea, recordemos que nuestro objetivo es ayudar al estudiante a desarrollar una fe sólida. Por lo tanto, debemos darle suficiente tiempo para leer, comprender y aceptar las verdades de la Palabra de Dios. No analicemos más párrafos de los que la persona pueda asimilar, pero tampoco permitamos que el estudio se estanque. Una vez que el estudiante haya comprendido una idea, pasemos a la siguiente (Col. 2:6, 7).
11 El apóstol Pablo predicaba el mensaje de las buenas nuevas con sencillez. Aunque era muy instruido, evitaba el lenguaje elevado (léase 1 Corintios 2:1, 2). La sencillez de las verdades bíblicas atrae y satisface a la gente sincera; no hay que ser un intelectual para comprenderlas (Mat. 11:25; Hech. 4:13; 1 Cor. 1:26, 27).
Ayudemos al estudiante a ver el valor de lo que está aprendiendo
12 Para que nuestra labor de enseñanza sea productiva, tenemos que llegar al corazón. El estudiante debe comprender que lo que está aprendiendo es aplicable a él y puede beneficiarle. Debe entender que si sigue los consejos de las Escrituras, su vida mejorará (Isa. 48:17, 18).
13 Imaginemos que estamos analizando Hebreos 10:24, 25, donde se anima a los cristianos a reunirse a fin de fortalecerse espiritualmente y disfrutar del amor y el cariño de los hermanos. Si el estudiante no asiste todavía a las reuniones, podríamos explicarle brevemente cómo se llevan a cabo y qué temas se analizan. También podríamos mencionarle que las reuniones forman parte de nuestra adoración y que todos nos beneficiamos cuando asistimos a ellas. Luego invitémoslo a acompañarnos. Claro, lo que debe mover al estudiante a seguir los mandatos de la Biblia es su deseo de obedecer a Jehová, no el de complacer a la persona con quien estudia (Gál. 6:4, 5).
14 Uno de los principales beneficios que los estudiantes obtendrán al aprender lo que dice la Biblia y aplicar sus principios es que conocerán cómo es Jehová realmente y llegarán a amarlo (Isa. 42:8). Jehová es un Padre amoroso y el Creador y Dueño del universo. Además, a quienes lo aman y le sirven, él les da a conocer más detalles de su personalidad y de lo que puede hacer (léase Éxodo 34:6, 7). Poco antes de que Moisés sacara a los israelitas de Egipto, Jehová se identificó a sí mismo con la expresión: “Yo resultaré ser lo que resultaré ser” (Éxo. 3:13-15). Con estas palabras, Jehová dio a entender que llegaría a ser todo lo que fuera necesario a fin de llevar a cabo sus propósitos con respecto a su pueblo escogido. De este modo los israelitas llegaron a conocer a Jehová en su papel de Salvador, Guerrero, Proveedor y Cumplidor de promesas, así como en otras funciones (Éxo. 15:2, 3; 16:2-5; Jos. 23:14).
15 Tal vez nuestros estudiantes no experimenten personalmente una intervención divina tan espectacular como la que vivió Moisés. De cualquier manera, cuando su fe y su aprecio los motiven a poner en práctica lo que están aprendiendo, verán la necesidad de pedirle a Jehová que les dé valor, sabiduría y guía. Y al ver cómo él les responde, llegarán a conocerlo en su papel de Protector, Proveedor generoso y Consejero sabio y confiable (Sal. 55:22; 63:7; Pro. 3:5, 6).
Mostremos interés sincero
16 Si usted no es tan buen maestro como quisiera, no se desanime. Jehová y Jesús son quienes supervisan la labor educativa que se lleva a cabo hoy día por todo el mundo (Hech. 1:7, 8; Rev. 14:6). Ellos bendecirán nuestros esfuerzos, de modo que nuestras palabras surtan el efecto deseado en las personas de buen corazón (Juan 6:44). El amor y el interés sincero de un maestro por su estudiante compensarán con creces cualquier carencia de habilidades naturales. El apóstol Pablo comprendía la importancia de amar a quienes enseñaba, y así lo demostró en su manera de actuar (léase 1 Tesalonicenses 2:7, 8).
17 Nosotros también podemos demostrar que nos interesamos sinceramente en cada uno de nuestros estudiantes. ¿Cómo? Dedicando tiempo a conocerlos mejor. Al hablar con ellos de los principios bíblicos, lo más seguro es que nos vayamos familiarizando con sus circunstancias. Quizás notemos que en algunos aspectos de su vida ya están aplicando lo que han aprendido, mientras que en otros todavía necesitan hacer cambios. Si les explicamos cómo pueden poner en práctica los principios bíblicos, les mostraremos amor y los ayudaremos a convertirse en auténticos discípulos de Cristo.
18 Lo más importante es orar con el estudiante y pedir por él en la oración. A la persona debe quedarle claro que nuestro objetivo es ayudarla a conocer íntimamente a su Creador, acercarse a él y seguir su beneficiosa guía (léase Salmo 25:4, 5). Si le pedimos a Jehová que bendiga los esfuerzos del estudiante por poner en práctica lo que está aprendiendo, este verá que es fundamental ser ‘hacedor de la palabra’ (Sant. 1:22). Además, al escuchar nuestras oraciones sinceras, aprenderá a orar. ¡Y cuánto nos alegra ayudar a los estudiantes de la Biblia a desarrollar una relación personal con Dios!
19 Es muy animador saber que hay más de seis millones y medio de Testigos esforzándose por cultivar el “arte de enseñar”, todos con el objetivo de ayudar a las personas sinceras a observar las cosas que Jesús ha mandado. Ahora bien, ¿qué resultados se han obtenido gracias a la predicación? Contestaremos esta pregunta en el siguiente artículo.
¿Recuerda usted?
• ¿Por qué es necesario que los cristianos cultivemos el “arte de enseñar”?
• ¿Qué métodos nos harán mejores maestros?
• ¿Qué compensará cualquier carencia de habilidades naturales que tengamos?
[Preguntas del estudio]
1. ¿Qué comisión dio Jesús a sus discípulos, y qué ejemplo les dejó?
2. ¿Qué debemos hacer a fin de cumplir nuestra comisión de predicar?
3, 4. a) ¿Cómo cultivamos el “arte de enseñar”? b) ¿Cómo nos ayuda la Escuela del Ministerio Teocrático a ser mejores maestros?
5. ¿Cuál debe ser la base de nuestra enseñanza, y por qué?
6. ¿Qué debe hacer el maestro para que su estudiante comprenda la información que están analizando?
7. ¿Por qué es el uso de preguntas un eficaz método de enseñanza?
8. ¿Cómo podemos averiguar lo que hay en el corazón de nuestros estudiantes?
9. ¿Qué debemos tener presente al enseñar las verdades bíblicas?
10. ¿Qué factores determinarán cuánta información se ha de analizar en cada sesión de estudio?
11. ¿Qué lección aprendemos de la forma en que enseñaba el apóstol Pablo?
12, 13. ¿Qué impulsará al estudiante a poner en práctica lo que aprende? Ponga un ejemplo.
14, 15. a) ¿Qué puede aprender el estudiante acerca de Jehová? b) ¿Cómo le beneficiará al estudiante conocer la personalidad de Dios?
16. ¿Por qué no es la habilidad natural lo más importante para ser un buen maestro?
17. ¿Cómo podemos demostrar interés sincero en cada uno de nuestros estudiantes?
18. ¿Por qué es importante orar con el estudiante y pedir por él en la oración?
19. ¿Qué pregunta responderemos en el siguiente artículo?
[Ilustración de la página 9]
¿Se ha matriculado usted en la Escuela del Ministerio Teocrático?
[Ilustración de la página 10]
¿Por qué es importante pedir al estudiante que lea directamente de la Biblia?
[Ilustración de la página 12]
Ore con su estudiante y pida por él en la oración.

Responden al Mensaje:


Los que están “correctamente dispuestos para vida eterna” responden al mensaje
“Todos los que estaban correctamente dispuestos para vida eterna se hicieron creyentes.” (HECH. 13:48.)
EL LIBRO bíblico de Hechos contiene el emocionante relato de cómo los primeros cristianos respondieron a la profecía de Jesús de que las buenas nuevas del Reino se predicarían por toda la Tierra habitada (Mat. 24:14). Predicadores entusiastas abrieron el camino, y muchos siguieron sus pasos. A raíz de la celosa labor que los discípulos de Jesús efectuaron en Jerusalén, miles de personas, incluida “una gran muchedumbre de sacerdotes”, se unieron a la congregación cristiana del siglo primero (Hech. 2:41; 4:4; 6:7).
2 Los misioneros de aquel entonces ayudaron a muchas personas más a abrazar el cristianismo. Por ejemplo, Felipe fue a Samaria y allí encontró muchedumbres dispuestas a escucharlo (Hech. 8:5-8). Pablo viajó largas distancias con diversos compañeros para llevar el mensaje cristiano a Chipre, ciertas regiones de Asia Menor, Macedonia, Grecia e Italia, y el resultado fue que multitudes de judíos y de griegos se hicieron creyentes en varias de las ciudades donde predicó (Hech. 14:1; 16:5; 17:4). Tito cumplió con una asignación de servicio en Creta (Tito 1:5). Pedro dio testimonio en Babilonia, y para cuando escribió su primera carta (entre los años 62 y 64), la obra cristiana ya estaba difundida por el Ponto, Galacia, Capadocia, el distrito de Asia y Bitinia (1 Ped. 1:1; 5:13). ¡Qué tiempos tan emocionantes! Aquellos cristianos del siglo primero predicaron con tanto celo que sus enemigos dijeron que habían “trastornado la tierra habitada” (Hech. 17:6; 28:22).
3 La congregación cristiana también ha experimentado un crecimiento considerable en nuestros tiempos. ¿No le anima leer el informe anual de los testigos de Jehová y ver los resultados obtenidos a nivel mundial? ¿No le emociona saber que los proclamadores del Reino dirigieron más de seis millones de estudios bíblicos en el año de servicio 2007? Además, el año pasado hubo unos diez millones de personas que no son testigos de Jehová, pero que se interesaron en las buenas nuevas lo suficiente como para asistir a la Conmemoración. Esto indica que todavía queda mucho por hacer.
4 Hoy, al igual que en el siglo primero, “todos los que [están] correctamente dispuestos para vida eterna” responden al mensaje de la verdad (Hech. 13:48). Jehová atrae a tales personas a su organización (léase Ageo 2:7). Ahora bien, para cooperar plenamente con esta obra de recolección, ¿qué actitud hemos de tener?
Prediquemos con imparcialidad
5 Los cristianos del siglo primero sabían que “Dios no es parcial, sino que, en toda nación, el que le teme y obra justicia le es acepto” (Hech. 10:34, 35). Cualquier persona puede disfrutar de una buena relación con Jehová siempre y cuando ejerza fe en el sacrificio redentor de Jesús (Juan 3:16, 36). En efecto, la voluntad divina es que “hombres de toda clase se salven y lleguen a un conocimiento exacto de la verdad” (1 Tim. 2:3, 4).
6 No estaría bien que los proclamadores de las buenas nuevas prejuzgáramos a la gente por su raza, apariencia, religión, posición social o cualquier otra razón. Pensemos en lo siguiente: ¿verdad que estamos agradecidos de que la persona que nos habló por primera vez de las verdades bíblicas no se dejara llevar por ningún prejuicio? Así pues, ¿por qué negarle a la gente la oportunidad de escuchar un mensaje que pudiera salvarle la vida? (Léase Mateo 7:12.)
7 Jehová ha nombrado Juez a Jesús, de modo que ninguno de nosotros tiene el derecho de juzgar a nadie. Los seres humanos basamos nuestros juicios en la ‘apariencia de las cosas a nuestros ojos’ y en ‘lo que oyen nuestros oídos’, mientras que Jesús puede leer los pensamientos y ver lo que hay en lo más hondo del corazón (Isa. 11:1-5; 2 Tim. 4:1).
8 Personas de toda clase se han convertido en siervos de Jehová. Un ejemplo destacado es el de Saulo de Tarso, quien llegó a ser conocido como el apóstol Pablo. Saulo era un fariseo que perseguía sin piedad a los cristianos porque creía sinceramente que estaban equivocados (Gál. 1:13). Desde el punto de vista humano debía de parecer casi imposible que se hiciera cristiano. Pero Jesús vio algo bueno en su corazón y lo escogió para una comisión especial. Con el tiempo, Saulo llegó a ser uno de los miembros más activos y celosos de la congregación cristiana del siglo primero.
9 ¿Qué aprendemos del caso del apóstol Pablo? Es posible que en nuestro territorio haya ciertos grupos de personas que parezcan hostiles al mensaje. Pues bien, aunque nosotros dudemos que alguno de sus integrantes llegue a abrazar el cristianismo, intentemos siempre razonar con ellos. A veces acaba escuchando el mensaje quien menos nos imaginamos. Recordemos que nuestra comisión es seguir predicando a todos “sin cesar” (léase Hechos 5:42).
Las bendiciones de predicar “sin cesar”
10 Es bien sabido que las apariencias engañan. Tomemos como ejemplo a Ignacio, que empezó a estudiar la Biblia con los testigos de Jehová mientras estaba preso en un país sudamericano. Ignacio era un hombre violento a quien todo el mundo temía. De hecho, los reclusos que fabricaban artículos para venderlos a sus compañeros acudían a él para que cobrara las deudas pendientes. Pero conforme progresaba en el estudio y aplicaba lo que aprendía, fue cambiando, y pasó de ser una persona violenta y abusiva a ser una persona pacífica. Ya nadie le pide que cobre las deudas. Ignacio está muy contento de que las verdades bíblicas y el espíritu de Dios hayan transformado su personalidad. También está agradecido de que los hermanos que hicieron el esfuerzo de enseñarle no se dejaran llevar por los prejuicios.
11 Una de las razones por las que visitamos vez tras vez a las personas es que tanto su actitud como sus circunstancias pueden cambiar. Es posible que, después de nuestra última visita, algunas de ellas hayan contraído una enfermedad grave, se hayan quedado sin trabajo o hayan perdido a un ser querido (léase Eclesiastés 9:11). O quizás ciertos sucesos mundiales las hayan impulsado a pensar seriamente en su futuro. Cualquiera de esas cosas puede hacer que respondan positivamente al mensaje, aunque antes hubieran sido indiferentes o incluso se hubieran opuesto a él. Por lo tanto, no nos retraigamos de dar a conocer las buenas nuevas en toda ocasión oportuna.
12 El ser humano tiende a encasillar y prejuzgar a los demás. Jehová, en cambio, se fija en las personas individualmente y ve las buenas cualidades que cada una puede desarrollar (léase 1 Samuel 16:7). Tratemos de imitarlo en nuestro ministerio. Hay muchas experiencias que demuestran que cuando tenemos una actitud positiva hacia toda persona a quien predicamos, obtenemos buenos resultados.
13 Una precursora llamada Sandra estaba predicando de casa en casa en una isla del Caribe cuando se encontró con Ruth. Ruth siempre participaba con entusiasmo en los carnavales y, de hecho, en dos ocasiones había sido coronada reina nacional del carnaval. En vista del gran interés que Ruth mostró en el mensaje, Sandra quedó en volver para darle clases bíblicas. La hermana recuerda: “La primera vez que entré en la sala de su casa, vi de inmediato un retrato grande de ella vestida de carnaval de pies a cabeza, así como todos los trofeos que había ganado. Di por sentado que alguien tan popular y tan entregado a ese tipo de celebraciones perdería enseguida el interés por la verdad, así que dejé de visitarla”.
14 Algún tiempo después, Ruth se presentó en el Salón del Reino y, una vez finalizada la reunión, le preguntó a Sandra: “¿Por qué dejaste de visitarme?”. Sandra se disculpó y quedó en reanudar el estudio. Ruth progresó rápidamente. Retiró sus fotos de carnaval, empezó a participar en todas las actividades de la congregación y finalmente dedicó su vida a Jehová. Y Sandra, por supuesto, reconoció que su reacción inicial estuvo mal.
15 También ha habido muchos publicadores que han tenido buenos resultados al predicar a familiares no creyentes, aunque pareciera improbable que respondieran al mensaje. Joyce, de Estados Unidos, es un buen ejemplo de ello. Esta hermana tiene un cuñado que había estado preso varias veces desde su adolescencia. “La gente decía que era un caso perdido porque traficaba con drogas, robaba y hacía muchas otras cosas malas —nos cuenta ella—. Pero aun así, yo siempre le hablaba de las verdades bíblicas. No dejé de hacerlo durante treinta y siete años.” La paciencia y tesón de Joyce se vieron recompensados cuando su cuñado finalmente empezó a estudiar la Biblia con los testigos de Jehová y efectuó cambios drásticos en su vida. Hace poco se bautizó a la edad de 50 años en una asamblea de distrito de California. Joyce dice: “Su bautismo me hizo llorar de alegría. ¡Qué contenta estoy de no haber perdido las esperanzas de que cambiara!”.
16 Puede que a veces dudemos en hablar de las verdades bíblicas con algún familiar por el tipo de vida que lleva. Pero Joyce no dejó que eso la desanimara de predicarle a su cuñado. Después de todo, ¿cómo puede uno saber lo que hay en el corazón de la otra persona? Tal vez esté buscando la verdad con toda sinceridad. Así pues, no la privemos de la oportunidad de encontrarla (léase Proverbios 3:27).
Un manual bíblico muy eficaz
17 Los informes que llegan de todo el globo indican que el manual bíblico ¿Qué enseña realmente la Biblia? está ayudando a muchas personas de buen corazón. Una precursora de Estados Unidos llamada Penni empezó varios estudios con esta publicación. Dos de los estudiantes eran personas mayores que practicaban fielmente su religión, por lo que Penni no estaba segura de cómo reaccionarían a las verdades bíblicas que contiene el libro Enseña. Sin embargo, tal como ella escribe, “la información está expuesta de forma tan clara, lógica y concisa que enseguida entendieron que lo que estaban aprendiendo era la verdad y lo aceptaron sin ningún tipo de problemas”.
18 Pat es una publicadora de Gran Bretaña que comenzó a dar clases bíblicas a una refugiada asiática. Antes de verse obligada a huir de su país, esta mujer vivió sucesos terribles: los soldados rebeldes se llevaron a su esposo y a sus hijos, y nunca más los volvió a ver; su casa fue incendiada; su vida se vio en peligro, y fue violada por un grupo de hombres. Después de todo aquello, sentía que ya no tenía razón para vivir y varias veces pensó en suicidarse. No obstante, el estudio de la Biblia le dio esperanza. “El libro Enseña, con sus explicaciones y ejemplos tan sencillos, tuvo un gran impacto en ella”, escribe Pat. La estudiante progresó rápidamente, reunió los requisitos para ser publicadora no bautizada y expresó su deseo de bautizarse en la siguiente asamblea. ¡Qué gran satisfacción sentimos al ayudar a la gente sincera a abrigar la esperanza que ofrecen las Escrituras!
“No desistamos de hacer lo que es excelente”
19 Nuestra comisión de predicar y hacer discípulos es cada día más urgente. Todos los años responden al mensaje miles de hombres y mujeres que están “correctamente dispuestos para vida eterna”. Pero “el gran día de Jehová está cerca”, lo que significa que quienes aún están en la oscuridad espiritual “van trastabillando a la matanza” (Sof. 1:14; Pro. 24:11).
20 Todavía podemos ayudar a estas personas. Pero para ello es fundamental que imitemos a los cristianos del siglo primero, que “continuaban sin cesar enseñando y declarando las buenas nuevas acerca del Cristo, Jesús” (Hech. 5:42). Por consiguiente, sigamos su ejemplo: continuemos predicando pese a las adversidades, prestemos atención a nuestro “arte de enseñar” y demos testimonio a todo tipo de personas con imparcialidad. “No desistamos de hacer lo que es excelente”, pues si perseveramos, tendremos la aprobación de Dios y cosecharemos muchas bendiciones (2 Tim. 4:2; léase Gálatas 6:9).
[Nota]
Se han cambiado algunos nombres.
¿Qué contestaría?
• ¿Quiénes están respondiendo a las buenas nuevas?
• ¿Por qué nos esforzamos por no prejuzgar a las personas a quienes predicamos?
• ¿Qué resultados se están obteniendo con el libro Enseña?
[Preguntas del estudio]
1, 2. ¿Cómo respondieron los primeros cristianos a la profecía de Jesús de que las buenas nuevas se predicarían en toda la Tierra?
3. ¿Qué resultados están obteniendo los proclamadores del Reino en la predicación, y cómo se siente usted al saberlo?
4. ¿Quiénes están respondiendo al mensaje del Reino?
5. ¿Qué clase de personas pueden obtener el favor divino?
6. ¿Qué debemos evitar los predicadores del Reino, y por qué?
7. ¿Por qué no debemos juzgar a las personas a quienes predicamos?
8, 9. a) ¿Qué clase de persona era Saulo antes de hacerse cristiano? b) ¿Qué aprendemos del caso del apóstol Pablo?
10. Aunque alguien nos resulte intimidante, ¿por qué no debemos retraernos de predicarle? Relate experiencias locales.
11. ¿Por qué visitamos vez tras vez a la gente?
12. ¿Qué actitud debemos tener hacia la gente a quien predicamos, y por qué?
13, 14. a) ¿Por qué dejó de visitar una precursora a cierta mujer? b) ¿Qué aprendemos de esta experiencia?
15, 16. a) ¿Qué resultado obtuvo una publicadora al predicarle a un familiar? b) ¿Por qué no debemos permitir que el tipo de vida que lleva un familiar nos desanime de predicarle?
17, 18. a) ¿Qué indican los informes procedentes de todo el globo sobre lo valioso que es el libro Enseña? b) ¿Qué buenas experiencias ha tenido usted con el libro?
19. ¿Por qué es tan urgente que prediquemos?
20. ¿Qué debemos estar resueltos a hacer?
[Ilustraciones de la página 13]
Miles de personas sinceras están respondiendo al mensaje
[Ilustraciones de la página 15]
¿Qué aprendemos de los cambios que hizo el apóstol Pablo?
[Ilustración de la página 16]
Los proclamadores de las buenas nuevas no prejuzgan a la gente.