Translate a otros idiomas

Wednesday, June 26, 2013

Imparcialidad de Dios:

LEER EN

LA ATALAYA JUNIO DE 2013

PUBLICADO EN
ACÉRQUESE A DIOS

“Dios no es parcial”

¿Alguna vez lo han discriminado? ¿Le han negado una solicitud o un servicio, o lo han menospreciado por el color de su piel, su origen étnico o su nivel social? Si así es, le tenemos buenas noticias: aunque esas humillaciones son comunes entre los seres humanos, Dios no nos trata así. El apóstol Pedro dijo con total convicción: “Dios no es parcial”. (Lea Hechos 10:34, 35.)
Pedro pronunció estas palabras en casa de un hombre llamado Cornelio. El detalle llama la atención, pues Pedro era judío y Cornelio no. En aquella época, los judíos consideraban impuros a quienes no eran de su raza y evitaban toda relación con ellos. Entonces, ¿por qué estaba el apóstol allí? En pocas palabras, por instrucciones de Jehová. Pedro acababa de recibir una visión en la que se le había dicho: “Deja tú de llamar contaminadas las cosas que Dios ha limpiado”. Y sin él saberlo, Cornelio había recibido el día anterior una visión en la que un ángel le ordenaba que lo mandara llamar (Hechos 10:1-15). El apóstol comprendió que Dios mismo había organizado esa reunión.
“Con certeza percibo que Dios no es parcial”, dijo Pedro (Hechos 10:34). La palabra griega que se traduce “parcial” significa literalmente “uno que acepta una cara” (Nueva Concordancia Strong Exhaustiva). Cierto biblista explica así el uso de este término: “Se refiere al juez que mira la cara de un hombre y la acepta como base suficiente para dictar sentencia. Lo único que juzga es si le agradó o no el hombre, sin examinar el caso”. Dios no es así, no favorece a nadie por su raza, nacionalidad, nivel social ni otros factores externos.
Por el contrario, Jehová mira el corazón (1 Samuel 16:7; Proverbios 21:2). Pedro dijo: “En toda nación, el que le teme y obra justicia le es acepto” (Hechos 10:35). Temer a Dios quiere decir respetarlo y confiar en él, evitar todo lo que le desagrada. Obrar justicia significa hacer de buena gana lo que es justo a su vista. A él le agradan las personas que hacen lo correcto movidas por un corazón lleno de admiración y reverencia (Deuteronomio 10:12, 13).
Cuando Jehová nos mira desde el cielo, solo ve una raza: la raza humana
Si alguna vez ha sufrido discriminación, de seguro las palabras de Pedro le darán ánimo. Jehová atrae a gente de toda nación para que le sirva (Juan 6:44; Hechos 17:26, 27). Él escucha y responde las oraciones de quienes lo adoran, sin importar su raza, nacionalidad o nivel social (1 Reyes 8:41-43). Podemos estar seguros de que cuando él nos mira desde el cielo, solo ve una raza: la raza humana. ¿No despierta eso su deseo de aprender más sobre Jehová, el Dios que no es parcial?
Lectura bíblica recomendada para este mes:
Juan 17-21 a Hechos 1-10

Los prejuicios:

LA ATALAYA JUNIO DE 2013

PUBLICADO EN

¿Cuándo desaparecerán los prejuicios?

“TENGO un sueño.” Estas palabras fueron pronunciadas el 28 de agosto de 1963 por Martin Luther King, hijo —defensor estadounidense de los derechos civiles—, en su más famoso discurso. Él repitió esa cautivadora frase varias veces para expresar su esperanza de que algún día la gente se viera libre de los prejuicios raciales. Aunque su público se encontraba en Estados Unidos, personas de todo el mundo han hecho suya la esencia de ese sueño.
Martin Luther King, hijo, dando su discurso sobre los derechos civiles
Tres meses después de aquel discurso, el 20 de noviembre de 1963, más de cien países adoptaron la Declaración de las Naciones Unidas sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación Racial, y en las décadas siguientes se adoptaron otras iniciativas internacionales. Hoy, cincuenta años después, tenemos que preguntarnos: ¿cuál ha sido el resultado de tan loables esfuerzos?
El 21 de marzo de 2012, Ban Ki-moon, Secretario General de la ONU, declaró: “Existen muchos tratados e instrumentos valiosos, además de un marco mundial amplio, para prevenir y erradicar el racismo, la discriminación racial, la xenofobia y otras formas conexas de intolerancia. No obstante, el racismo sigue causando sufrimientos a millones de personas en todo el mundo”.
E incluso en los países donde se ha avanzado en la lucha contra el prejuicio racial y de otros tipos, cabe preguntarse: ¿realmente se han eliminado de la gente estos sentimientos tan arraigados, o solo se ha evitado que los exterioricen? Hay quienes piensan que dichos avances solo ayudan a evitar la discriminación, pero no pueden eliminar el prejuicio. ¿Por qué? Porque la discriminación es un acto que la ley puede castigar, mientras que el prejuicio es interno: está relacionado con los pensamientos y los sentimientos. Y eso no es fácil de regular.
Para eliminar el prejuicio, no basta con evitar la discriminación; hay que transformar también los pensamientos y sentimientos hacia los miembros de otros grupos. ¿Será eso posible? Y si lo es, ¿cómo se logrará? Al analizar tres casos de la vida real, veremos no solo que la gente puede cambiar, sino también lo que ha ayudado a muchos a hacerlo.

LA BIBLIA LES AYUDÓ A VENCER EL PREJUICIO

“Ahora vivo libre de las cadenas del prejuicio.” (Linda)
Linda: Nací en Sudáfrica y soy blanca. Para mí, los miembros de otras razas eran inferiores, ignorantes y poco confiables; los veía solo como sirvientes de los blancos. Vivía esclava de los prejuicios sin siquiera darme cuenta. No obstante, mi actitud cambió cuando comencé a estudiar la Biblia. Aprendí que “Dios no es parcial” y que lo que hay en el corazón es más importante que el color de la piel o el idioma que uno habla (Hechos 10:34, 35; Proverbios 17:3). En Filipenses 2:3 aprendí que para vencer los prejuicios, tengo que considerar que los demás son superiores a mí. Este y otros principios bíblicos me han enseñado a interesarme en el prójimo sin importar su color de piel. Ahora vivo libre de las cadenas del prejuicio.
“Comprendí cómo ve Dios a las personas.” (Michael)
Michael: Soy de Australia. Crecí en una zona mayoritariamente blanca, lo cual creó en mí fuertes prejuicios en contra de los asiáticos, sobre todo los chinos. Si iba en mi auto y veía uno, bajaba la ventanilla y le gritaba cosas como: “¡Vete a tu país, asiático!”. Con el tiempo comencé a estudiar la Biblia y comprendí cómo ve Dios a las personas. Él las ama sin importar su origen o apariencia. Eso me llegó al corazón y transformó mi odio en amor. Es increíble el cambio tan radical que he experimentado. Ahora disfruto la compañía de gente de todo país y cultura, lo cual ha ampliado mis horizontes y me ha hecho muy feliz.
“Seguir los principios bíblicos me ha dado paz mental y felicidad.” (Sandra)
Sandra: Mi madre era de Umunede, pueblo del estado de Delta, en Nigeria, y la familia de mi padre era del estado de Edo, donde se habla esán. Debido a estas diferencias, mi madre sufrió el fuerte prejuicio de la familia de mi padre hasta el día de su muerte. Así que juré que jamás tendría tratos con nadie que hablara esán ni me casaría con nadie de Edo. Sin embargo, el estudio de la Biblia cambió mi manera de ver las cosas. Si la Biblia dice que Dios es imparcial y que acepta a todo el que le teme, ¿quién soy yo para odiar a la gente por su tribu o su idioma? Corregí mi actitud y me reconcilié con la familia de mi padre. Seguir los principios bíblicos me ha dado paz mental y felicidad. También me ha ayudado a llevarme bien con los demás sin importar su origen, raza o idioma. ¡Y al final me casé con un hombre de Edo que habla esán!
¿Por qué ha logrado la Biblia ayudar a estas y muchas otras personas a superar odios y prejuicios tan arraigados? Porque es la Palabra de Dios. La Biblia tiene el poder de modificar lo que una persona piensa y siente sobre los demás. Pero además enseña qué otra cosa se necesita para eliminar todos los prejuicios.

EL REINO DE DIOS ACABARÁ CON TODOS LOS PREJUICIOS

Aunque la Palabra de Dios puede ayudarnos a controlar y eliminar sentimientos negativos, hay otros dos problemas que resolver antes de que el prejuicio desaparezca por completo. El primero tiene que ver con el pecado y la imperfección. La Biblia declara sin rodeos: “No hay hombre que no peque” (1 Reyes 8:46). Por eso tenemos la misma lucha interna que el apóstol Pablo, quien escribió: “Cuando deseo hacer lo que es correcto, lo que es malo está presente conmigo” (Romanos 7:21). Esa es la razón por la que de vez en cuando surgen en nuestro corazón imperfecto “razonamientos perjudiciales”, los cuales son el combustible del prejuicio (Marcos 7:21).
El segundo problema es la influencia del Diablo. La Biblia lo llama homicida y dice que “está extraviando a toda la tierra” (Revelación [Apocalipsis] 12:9; Juan 8:44). Eso explica por qué está tan extendido el prejuicio y por qué parece imposible eliminar el fanatismo, la discriminación, el genocidio y otros tipos de intolerancia racial, religiosa y social.
Por tanto, para que el prejuicio desaparezca por completo, antes tienen que desaparecer el pecado y la imperfección, así como la influencia del Diablo. La Biblia muestra que eso es precisamente lo que sucederá gracias al Reino de Dios.
Jesucristo enseñó a sus discípulos a orar a Dios con estas palabras: “Venga tu reino. Efectúese tu voluntad, como en el cielo, también sobre la tierra” (Mateo 6:10). El Reino de Dios eliminará la intolerancia, los prejuicios y demás injusticias.
Cuando venga el Reino de Dios y tome las riendas de nuestro planeta, el Diablo será atado, es decir, no se le permitirá “[extraviar] más a las naciones” (Revelación 20:2, 3). Entonces habrá una “nueva tierra”, o sociedad humana, en la que “la justicia habrá de morar” (2 Pedro 3:13). *
Los miembros de esa nueva sociedad humana justa serán liberados del pecado y llegarán a ser perfectos (Romanos 8:21). Los súbditos del Reino de Dios “no harán ningún daño ni causarán ninguna ruina”. ¿Por qué? “Porque la tierra ciertamente estará llena del conocimiento de Jehová.” (Isaías 11:9.) La humanidad aprenderá los caminos de Jehová e imitará su afectuosa personalidad. Ese será, sin duda alguna, el fin de todos los prejuicios, pues “con Dios no hay parcialidad” (Romanos 2:11).

Footnotes

^ párr. 17 Para más información sobre el Reino de Dios y lo que hará dentro de poco, vea los capítulos 3, 8 y 9 del libro ¿Qué enseña realmente la Biblia?, editado por los testigos de Jehová.
 

El prejuicio: un problema mundial:

LA ATALAYA JUNIO DE 2013

PUBLICADO EN
TEMA DE PORTADA: ¿CUÁNDO DESAPARECERÁN LOS PREJUICIOS?

El prejuicio, un problema mundial

JONATHAN, un estadounidense de padres coreanos, fue víctima del prejuicio racial cuando era niño. Al crecer, buscó un lugar en el que la gente no lo discriminara por sus rasgos faciales ni su raza. Estudió medicina y se mudó a un pueblo del norte de Alaska (Estados Unidos), donde el aspecto de muchos de sus pacientes era parecido al suyo. Creía que en la frialdad del Ártico encontraría refugio de la frialdad aún más intensa del prejuicio.
Lamentablemente, su esperanza se vino abajo mientras atendía a una joven de 25 años que se encontraba en coma. Cuando ella despertó y vio el rostro de Jonathan, le soltó una palabrota. ¿Por qué? Porque odiaba a los coreanos. Este doloroso incidente le hizo ver a Jonathan que todo su afán por huir de la discriminación había sido totalmente en vano.
La historia de Jonathan subraya una triste realidad: el prejuicio existe hasta en el rincón más apartado del planeta. Parece que donde hay gente, hay prejuicio.
A pesar de lo extendido que está el prejuicio entre la gente, la mayoría lo ve mal. ¡Qué contradicción! ¿Cómo es posible que algo tan rechazado sea a la vez tan común? Está claro que muchos de los que condenan los prejuicios no se dan cuenta de que ellos mismos los tienen. ¿Podría ser ese su caso?

TODOS TENEMOS PREJUICIOS

Al ser humano no le es fácil descubrir si en el fondo abriga ciertos prejuicios. ¿Por qué? La Biblia lo explica: “No hay nada más engañoso que el corazón” (Jeremías 17:9, La Palabra de Dios para Todos). En efecto, podríamos engañarnos pensando que somos tolerantes con todo tipo de personas o convencernos de que tenemos razones válidas para mirar con desconfianza a ciertos colectivos.
¿Cómo se sentiría en una situación como esta?
Para ilustrar lo difícil que es descubrir si uno tiene prejuicios, imagine la siguiente escena: usted va caminando de noche por una calle solitaria y oscura. De pronto ve dos jóvenes desconocidos que vienen de frente. Se ven corpulentos y uno parece llevar algo en la mano.
¿Pensaría que corre peligro? Quizás la experiencia le haya enseñado a ser cauteloso, pero, ¿hay razón válida para creer que estos dos jóvenes en concreto son peligrosos? Vayamos más allá: ¿a qué raza o grupo étnico se imagina que pertenecen? Su respuesta a esta pregunta puede ser muy reveladora. Puede demostrar que, de algún modo, el prejuicio ha echado raíces en su corazón.
Si somos honrados con nosotros mismos, tenemos que admitir que, muy en el fondo, todos tenemos algún tipo de prejuicio más o menos arraigado. La Biblia habla de un tipo de prejuicio muy común. En ella leemos: “El hombre juzga según las apariencias” (1 Samuel 16:7, La Biblia, mensaje vivo). Así es, todos tendemos a hacer eso, a veces con terribles resultados. ¿Lograremos eliminar el prejuicio de nuestras vidas? ¿Podrá el mundo librarse de él algún día?
 

Los gastos:

LEER EN

¡DESPERTAD! JUNIO DE 2013

PUBLICADO EN

Cómo controlar los gastos

Además de la presión del marketing, nuestros propios sentimientos y hábitos también pueden contribuir a que gastemos demasiado. Veamos seis sugerencias que nos ayudarán a controlar los gastos.
  1. Resista las compras por impulso. ¿Le emociona ir de compras y encontrar una gran oferta? Si así es, tal vez acabe comprando por impulso. Para resistir esta tendencia, cálmese y piense bien en las consecuencias de comprar y mantener el artículo que desea. Trate de recordar otras compras impulsivas de las que luego se lamentó y deje pasar un tiempo antes de tomar su decisión.
  2. No vaya de compras para animarse. Ir de compras puede levantarle el ánimo temporalmente. Pero una vez que pasan los efectos, puede que sienta aún más necesidad de gastar para animarse. En esas situaciones recurra a buenos amigos o realice algún tipo de actividad física, como dar un paseo.
  3. No vaya de compras para entretenerse. Los grandes centros comerciales han convertido las compras en una forma de diversión. Aunque a veces uno vaya a las tiendas o navegue por Internet simplemente para distraerse, hay que recordar que el mundo comercial está diseñado para avivar el deseo de comprar. Vaya de compras solo cuando busque algo en particular, y céntrese en eso.
  4. Escoja bien sus amistades. El estilo de vida y las conversaciones de los amigos influyen mucho en nuestros deseos. Si está gastando demasiado para ser como ellos, escoja amigos que no den tanta importancia al dinero y a las cosas materiales.
  5. Use con cuidado las tarjetas de crédito. Con ellas es más fácil comprar sin pensar en las consecuencias. Pague por completo los saldos todos los meses. Averigüe cuáles son las tasas de interés y los cargos de sus tarjetas, y busque otras que sean menos costosas. Tenga cuidado con las tarjetas premium, pues le ofrecen beneficios que usted tal vez no necesite y tienen intereses más altos. Para las compras grandes es mejor no usar la tarjeta, sino ahorrar y pagar al contado.
  6. Conozca bien su situación económica. Es más fácil que uno gaste demasiado cuando no está al tanto de las entradas y salidas de dinero. Mantenga al día sus registros. Elabore un presupuesto mensual realista basado en sus ingresos y sus gastos pasados. Vigile lo que gasta y compárelo con el presupuesto. Pídale a algún amigo de confianza que le explique las cuestiones financieras que no conoce.

Las compras en demasia:

DESPERTAD! JUNIO DE 2013
PUBLICADO EN
TEMA DE PORTADA: ¿ESTAMOS COMPRANDO DEMASIADO?

¿Por qué compramos?

En una encuesta internacional hecha pública en 2012, la mitad de los encuestados admitieron haber comprado cosas que no necesitaban, y dos terceras partes respondieron que les preocupaba el consumismo de la sociedad actual. Lamentablemente, muchos consumidores han caído en la trampa de endeudarse cada vez más. Los entendidos señalan que el consumismo, lejos de producir satisfacción, crea tensión e infelicidad. Entonces, ¿por qué compramos tanto?
ESTAMOS siendo bombardeados sin piedad por la mercadotecnia. ¿Con qué objetivo? Convertir los deseos en necesidades. Los mercadólogos saben que las emociones influyen mucho en el consumidor. De ahí que tanto la publicidad como los establecimientos estén diseñados para despertar las emociones.
El libro Why People Buy Things They Don’t Need (Por qué compramos cosas que no necesitamos) dice: “Al planear una compra, el consumidor suele crearse elaboradas fantasías sobre la búsqueda del artículo y lo que sentirá cuando lo encuentre y lo posea”. Según algunos entendidos, hay quienes llegan a sentir tal entusiasmo al comprar que experimentan una subida de adrenalina. El mercadólogo Jim Pooler explica: “Si el vendedor percibe dicho entusiasmo, puede aprovecharse del estado emocional del comprador y de sus debilitadas defensas”.
¿Qué podemos hacer para no caer víctimas de la astucia de los mercadólogos? Pongamos a un lado las emociones y comparemos las promesas publicitarias con la realidad.

PROMESA: “Mejore su calidad de vida”

Valiéndose del deseo natural de una vida mejor, los publicistas quieren hacernos creer que podemos ver cumplidos todos nuestros deseos —salud, seguridad, alivio de la tensión y mejores relaciones con los demás— haciendo buenas compras.

REALIDAD:

Cuantas más posesiones tenemos, menor es nuestra calidad de vida. Necesitamos más tiempo y dinero para cuidar lo que tenemos, la presión de las deudas nos crea más estrés y el tiempo para la familia y los amigos se reduce.
Cuantas más posesiones tenemos, menor es nuestra calidad de vida
Principio: “Hasta cuando uno tiene en abundancia, su vida no resulta de las cosas que posee” (Lucas 12:15).

PROMESA: “Obtenga prestigio”

Pocas personas admitirían que compran para impresionar. No obstante, Jim Pooler señala: “Una razón importante por la que la gente compra es para competir con amigos, vecinos, compañeros de trabajo y familiares”. De ahí que los anuncios suelan presentar a personas ricas y exitosas disfrutando de los artículos que ofrecen. El mensaje que tratan de transmitir es: “Ese podría ser usted”.

REALIDAD:

Si medimos nuestra valía comparando nuestras posesiones con las de otros, nunca nos sentiremos satisfechos. Tan pronto como consigamos algo, desearemos algo más.
Principio: “Un simple amador de la plata no estará satisfecho con plata” (Eclesiastés 5:10).

PROMESA: “Defina su identidad”

El libro Shiny Objects (Objetos deslumbrantes) explica: “Una manera común de reflejar quiénes somos (o queremos ser) es usando y exhibiendo nuestros bienes”. Los mercadólogos lo saben y por eso tratan de vincular ciertas marcas —particularmente las de lujo— con unos valores y estilos de vida concretos.
¿Qué tipo de persona se considera usted? ¿Qué imagen quiere proyectar? ¿La de alguien elegante? ¿Atlético, tal vez? Lo que le prometen los publicistas es que si compra una determinada marca, lo conseguirá.

REALIDAD:

Ningún artículo que compremos puede cambiar quiénes somos ni aportarnos cualidades dignas de admirar, como la honradez y la lealtad.
Principio: “Que su belleza no venga de [...] joyas de oro o ropa fina. Su belleza debe venir del corazón, del interior de su ser” (1 Pedro 3:3, 4, La Palabra de Dios para Todos).
 

Libro de Jeremias:

Capítulo 11
“Pastores de acuerdo con mi corazón”
HIROYASU era un niño japonés a quien su mamá le compró un carnero y una oveja. Como la oveja procreaba anualmente dos crías, el rebaño fue aumentando. Para cuando el niño cumplió 12 años, ya había doce o trece animales. “Una mañana temprano, mientras estaba todavía en la cama, oí balar las ovejas —recuerda él—. No salí enseguida. Cuando por fin lo hice, vi una jauría de perros salvajes que huían, dejando a mis corderitos todos destripados. Desesperado, busqué a la madre. La encontré en un charco de sangre todavía respirando. Solo se salvó el carnero. Quedé con el corazón destrozado. Debí haber salido tan pronto como oí los balidos. El rebaño se hallaba indefenso ante el ataque de los perros.”
2 En tiempos bíblicos, casi todo el mundo estaba familiarizado con el oficio de pastor. La función del pastor era apacentar al rebaño, asegurarse de que comiera bien, protegerlo de los depredadores y buscar a los extraviados (1 Sam. 17:34-36). También llevaba a la manada a descansar en lugares sosegados, asistía a las madres en el parto y cuidaba de los corderitos. Muchos escritores bíblicos, entre ellos Jeremías, emplearon metafóricamente la imagen del pastor para representar al hombre que tiene por misión cuidar de la gente, o bien como su gobernante, o como su superintendente espiritual.
3 Podría ser que uno viera a los ancianos de la congregación como pastores solo cuando visitan a los hermanos para ayudarlos y darles ánimo. No obstante, Jeremías aplicó los términos pastor y pastorear a todo aspecto de la relación entre los dirigentes de Judá y el pueblo. A menudo, Dios condenó a los príncipes, profetas y sacerdotes por ser malos pastores, pues no procuraban el bienestar de la gente común (Jer. 2:8). Maltrataban, descarriaban y desatendían a las “ovejas” mientras velaban egoístamente por sus propios intereses. La espiritualidad del pueblo de Dios se hallaba en un estado deplorable. Jehová anunció males para estos falsos pastores y prometió dar a su pueblo pastores cariñosos y considerados que de veras lo protegieran (léanse Jeremías 3:15 y 23:1-4).
4 La promesa divina tuvo un importante cumplimiento en el Pastor Principal de las ovejas de Jehová, a saber, Jesús, quien vino a ser Cabeza de la congregación cristiana. Él se llamó a sí mismo “el pastor excelente”, pues mostró genuina compasión por aquellos que tenía a su cargo (Juan 10:11-15). Actualmente, Jehová cuida de su rebaño en la Tierra mediante subpastores, tanto hermanos ungidos de la clase del esclavo fiel y discreto como ancianos diligentes de la “gran muchedumbre” (Rev. 7:9). Todos ellos procuran manifestar el espíritu de entrega de Jesucristo y, como él, alimentan y aman a la congregación. ¡Ay de cualquiera que descuide a sus hermanos, que sea tirano o que los trate con dureza o arrogancia! (Mat. 20:25-27; 1 Ped. 5:2, 3.) ¿Qué busca Jehová en los pastores cristianos? ¿Qué nos enseñan los escritos de Jeremías sobre las actitudes y los motivos con que los ancianos deben llevar a cabo su labor? Analicemos su papel de ayudantes y protectores, el de maestros dentro y fuera de la congregación y el de jueces.
CUIDAN Y PROTEGEN
5 El apóstol Pedro llamó a Jehová el “pastor y superintendente de [nuestras] almas” (1 Ped. 2:25). ¿Cómo ve Dios a sus “ovejas”? Hallamos la respuesta retrocediendo a la época de Jeremías. Tras censurar a los malos pastores por haber dispersado y desatendido al rebaño, Jehová dijo que juntaría a sus ovejas y las haría volver a sus pastos. También prometió levantarles buenos pastores, ‘que realmente las pastorearían’ y las defenderían de enemigos voraces (Jer. 23:3, 4). En efecto, las ovejas eran muy valiosas para Jehová, y lo siguen siendo, pues ha pagado un altísimo precio por su bienestar eterno (1 Ped. 1:18, 19).
[Ilustración de la página 130]
6 Como si de pastores literales se tratara, los superintendentes no pueden descuidar a la congregación. Ancianos, ¿están ustedes alerta a cualquier señal de sufrimiento de parte de sus hermanos y están listos para acudir en su auxilio sin demora? El sabio rey Salomón escribió: “Debes conocer positivamente la apariencia de tu rebaño. Fija tu corazón en tus hatos” (Pro. 27:23). Aunque estas palabras hacen hincapié en la laboriosidad del pastor literal, en principio pueden aplicarse al cuidado que los pastores espirituales dispensan a la congregación. Es oportuno, pues, que los ancianos se pregunten: “¿Estoy combatiendo de manera consciente cualquier tendencia que tenga a dominar a los demás?”. El mismo hecho de que Pedro dijera “enseñoreándose de los que son la herencia de Dios” indica que es perfectamente posible que un anciano se comporte de esta manera. ¿Qué pueden hacer, entonces, los ancianos para que “el rebaño se eche”, según la descripción que se encuentra en Jeremías 33:12? (Léase.) Los padres y las madres sin cónyuge, las viudas, las familias con padrastros o madrastras, los viejos y los jóvenes están entre quienes precisan atención y asistencia especiales.
7 Al igual que un pastor va en busca de las ovejas extraviadas, el anciano a veces tiene que ir a buscar y ayudar a los que por una u otra razón se han descarriado del rebaño. Para ello necesita vestirse de un espíritu de sacrificio y humildad. Debe, con paciencia, dedicar tiempo a atender las necesidades de los hermanos que tiene a su cargo. Ancianos, pregúntense con franqueza: “¿Hasta qué grado me esfuerzo yo por animar y fortalecer en lugar de condenar o criticar? ¿Quiero sinceramente mejorar?”. En ocasiones se requieren esfuerzos reiterados para ayudar a alguien a ver las cosas desde el punto de vista de Dios. Si un hermano vacila en aceptar un consejo de las Escrituras (no una mera opinión personal), recordemos el ejemplo del Supremo Pastor y Superintendente, Jehová, quien ‘siguió hablando’ y tratando de asistir a su pueblo rebelde (Jer. 25:3-6). Hoy, la mayoría de los siervos de Dios no practican cosas malas; de todos modos, siempre que sea necesario dar un consejo, los ancianos deben darlo a imitación de Jehová.
8 Mientras aún había esperanzas de que sus paisanos se volvieran a Jehová, Jeremías oró en su favor. Dijo a Dios: “Acuérdate de cómo estuve de pie delante de ti para hablar lo bueno hasta acerca de ellos, para volver de contra ellos tu furia” (Jer. 18:20). De esto se desprende que el profeta buscaba lo bueno en sus hermanos y no les imputaba malos motivos. Los superintendentes deben adoptar esa misma actitud hasta que se haga evidente que un hermano se ha propuesto en su corazón hacer lo que es malo y no va a cambiar. Un paso positivo es elogiar a los hermanos por el bien que están logrando y orar por ellos y con ellos (Mat. 25:21).
¿Qué prometió Jehová mediante Jeremías con relación a los pastores espirituales? ¿Cómo cuidan y protegen al rebaño los superintendentes cristianos?
“ELLOS CIERTAMENTE LOS APACENTARÁN”
9 De acuerdo con Jeremías 3:15, los pastores cristianos tienen que ‘apacentar a las ovejas con conocimiento y perspicacia’; en otras palabras, tienen que saber enseñar (1 Tim. 3:2; 5:17). Jehová prometió a su pueblo que eso, precisamente, es lo que harían los buenos pastores, e instó a los judíos a aceptar las amonestaciones de su profeta Jeremías (léase Jeremías 6:8). Las ovejas deben alimentarse bien para estar sanas. De modo similar, para gozar de salud espiritual, el pueblo de Dios necesita nutrirse de las Escrituras y seguir su guía.
10 En lo que respecta a su papel de maestros, los ancianos tienen un doble deber: tanto ayudar a los que ya son cristianos verdaderos como ayudar a los que todavía no lo son. En cuanto al segundo deber, recordemos que una de las principales razones por las que existe la congregación cristiana es la predicación de las buenas nuevas del Reino de Dios. Por eso, los ancianos deben ser evangelizadores celosos (Jer. 1:7-10). Así cumplirán con su responsabilidad ante Dios por un lado, y por otro, les darán el ejemplo a los hermanos. Ancianos, ¿no han notado que predicar a menudo con diferentes hermanos y hermanas les permite ayudarlos a refinar sus métodos de enseñanza, al tiempo que refinan los suyos propios? Además, cuando ustedes se ponen a la cabeza de la predicación, imparten a los hermanos el ánimo que necesitan, lo que contribuye al progreso de toda la congregación.
11 La enseñanza de los ancianos debe fundarse en la Biblia para que sea alimento espiritual sano. Por tal motivo, el anciano que desee ser un maestro eficaz ha de ser un estudiante aplicado de la Palabra de Dios. Este hecho contrasta con la razón por la cual Jeremías tachó de ineficaces a los dirigentes de su pueblo: “Los pastores se han portado irrazonablemente, y no han buscado siquiera a Jehová. Por eso no han obrado con perspicacia, y todos sus animales apacentados han sido esparcidos” (Jer. 10:21). Quienes se suponía que fueran maestros no seguían los principios de las Escrituras ni buscaban a Dios; por eso, era imposible que obraran con verdadera sabiduría. Jeremías denunció en términos todavía más severos a los supuestos profetas (léase Jeremías 14:14, 15).
12 En contraposición con aquellos falsos pastores, los superintendentes cristianos estudian y copian el ejemplo de Jesús. Solo así pueden ser pastores sabios. Tal vez sea difícil apartar tiempo para estudiar con regularidad debido a las múltiples obligaciones que absorben su tiempo y atención. Pero si usted es anciano, pregúntese: “¿Estoy totalmente convencido de que mi enseñanza será beneficiosa y veraz y reflejará conocimiento y perspicacia únicamente si se basa en la Palabra de Dios y la guía del esclavo fiel y discreto?”. Si reconoce que ya no estudia tanto como antes, ¿qué piensa hacer para seguir distinguiéndose de los falsos pastores del tiempo de Jeremías?
[Ilustración de la página 135]
13 Un elemento que contribuyó a que Jeremías fuera un excelente maestro fue el uso de ejemplos. Claro, en su caso, el instructor fue Jehová. De haber estado nosotros allí, ¡qué difícil hubiera sido olvidar la vez que Jeremías rompió en pedazos una vasija de barro diciendo que así haría pedazos Jehová a Jerusalén y sus habitantes! (Jer. 19:1, 10, 11.) En otra ocasión, él hizo un yugo y se lo puso al cuello para indicar que su pueblo sufriría la cruel opresión de Babilonia (Jeremías, capítulos 27 y 28). Dios no manda hoy a los ancianos que acompañen su enseñanza con ilustraciones tan gráficas; sin embargo, ¿no es cierto que agradecemos cuando entretejen su enseñanza con ejemplos y experiencias adecuadas? Los ejemplos e imágenes bien pensados y oportunos son tanto impactantes como motivadores.
14 ¡Cuánto valoramos la enseñanza de los pastores cristianos! Consciente de que su pueblo necesitaba sanación espiritual, Jeremías preguntó: “¿No hay bálsamo en Galaad? ¿O no hay sanador allí?” (Jer. 8:22). Por supuesto que había bálsamo literal en Galaad, región israelita situada al oriente del Jordán. Este aceite aromático de origen vegetal era conocido por sus virtudes medicinales y solía aplicarse como remedio en las llagas o heridas. Lo que no había era curación espiritual. ¿Por qué? Jeremías observó: “Los profetas mismos realmente profetizan en falsedad; y en cuanto a los sacerdotes, van sojuzgando conforme a sus poderes. Y mi propio pueblo así lo ha amado” (Jer. 5:31). ¿Cuál es la situación actual? ¿Hay “bálsamo en Galaad”? ¡Claro que sí! Lo hallamos en nuestras congregaciones. Podemos comparar el bálsamo vivificador al consuelo que nos brindan los pastores cristianos cuando amorosamente nos señalan principios bíblicos, nos animan y oran por nosotros y con nosotros (Sant. 5:14, 15).
¿Qué aspectos de la enseñanza de los ancianos de su congregación agradece usted especialmente? ¿Qué hace que la enseñanza de ellos sea eficaz?
“ESTO ES LO QUE HA DICHO JEHOVÁ”
15 Imagine la alegría del pastor que ve recompensadas sus largas jornadas de laborioso trabajo con el nacimiento de corderos sanos. No obstante, él sabe que para que se desarrollen completamente tiene que atenderlos. Debe proporcionarles alimento nutritivo. Como los corderos nacen con colas largas que pueden arrastrar por el estiércol y el barro, se las corta —con mucho cuidado para no causarles dolor innecesario— y así los mantiene limpios y saludables. Del mismo modo, los pastores espirituales atienden con amor a las ovejas, los miembros de su congregación (Juan 21:16, 17). A los ancianos también les da mucho gusto ver que las personas interesadas dan pasos para hacerse cristianos verdaderos. Su deseo es que todas las ovejas —tanto jóvenes como adultas— estén saludables, bien nutridas; por eso les prodigan cuidados constantes y les prestan la ayuda necesaria. Su trabajo incluye recordarles las cosas “que ha dicho Jehová”, es decir, las enseñanzas de las Escrituras (Jer. 2:2, 5; 7:5-7; 10:2; Tito 1:9).
16 Jeremías tuvo que armarse de valor para anunciar el mensaje de Dios. Los superintendentes también tienen que ser valientes, sobre todo a la hora de hablar con los hermanos a fin de protegerlos. Puede ser, por ejemplo, que un pastor espiritual vea conveniente intervenir en una situación en particular para evitar que un “corderito recién nacido” o una “oveja adulta” se ensucien con el mundo de Satanás. Quizás la persona que corre peligro no esté buscando consejos; aun así, ¿puede el pastor concienzudo cruzarse de brazos mientras ve a un miembro de su rebaño meterse en líos? ¡Por supuesto que no! Tampoco tratará el asunto con ligereza, pretendiendo que todo está bien, cuando obviamente la realidad es otra y su hermano se arriesga a perder la paz con Jehová (Jer. 8:11).
17 Si una oveja incauta es inducida a alejarse del rebaño, el pastor vigilante se apresurará a encarrilarla de nuevo (léase Jeremías 50:6, 7). A veces, el superintendente tendrá que razonar con firmeza y amor con los que se exponen al peligro. Por ejemplo, quizás observe que una pareja comprometida para casarse va sin acompañante a lugares donde la pasión puede dominarlos. Como pastor amoroso y comprensivo que es, los ayudará a evitar estas circunstancias comprometedoras. Guardándose de lanzar acusaciones, les señalará el riesgo que corren de hacer algo que Jehová odie. Como Jeremías, los ancianos fieles condenan lo que Dios condena. En este aspecto son como Jehová, quien instó bondadosamente a su pueblo mediante su profeta: “No hagan, por favor, esta clase de cosa detestable que he odiado” (Jer. 5:7; 25:4, 5; 35:15; 44:4). ¿Apreciamos de verdad el interés por el rebaño que muestran los pastores afectuosos?
18 Desde luego, no todos aquellos a quienes Jeremías aconsejó lo escucharon; pero hubo algunos que sí. Uno de ellos fue Baruc, su amigo y secretario. Cuando necesitó un consejo firme, Jeremías no se retuvo de dárselo (Jer. 45:5). ¿Con qué resultados? Baruc conservó el favor de Dios y sobrevivió a la destrucción de Jerusalén. Hoy día, los esfuerzos que hacen los ancianos por ayudar a sus hermanos también tienen un efecto muy positivo. Esto los impulsa a seguir ‘aplicándose a la exhortación y la enseñanza’ que llevan a la salvación (1 Tim. 4:13, 16).
DISCIPLINA AL “GRADO DEBIDO”
[Ilustración de la página 138]
19 Otro papel que cumplen los superintendentes es el de jueces espirituales. En ocasiones excepcionales, los ancianos tienen que tratar con pecadores obstinados con la esperanza de moverlos al arrepentimiento. Jehová exhortó a los malhechores —con bondad, pero sin rodeos— a que dejaran sus malos caminos (Jer. 4:14). Si un miembro de la congregación rehúsa abandonar su mal proceder, los superintendentes toman medidas para proteger al rebaño de una posible influencia corruptora. Siguiendo las normas de las Escrituras, expulsan al malhechor. Jehová espera que los ancianos defiendan la justicia en tales circunstancias. El buen rey Josías fue un claro ejemplo al respecto, pues “defendió la reclamación legal del afligido y del pobre”. Imitó el amor de Dios por la justicia. Por eso, Jehová pudo preguntar con respecto a la forma de obrar de Josías: “¿No era ese un caso de conocerme?”. A Josías “le fue bien” porque practicó el derecho y la justicia. ¿No se siente usted más seguro cuando los ancianos imitan el ejemplo de Josías? (Jer. 22:11, 15, 16.)
20 Podemos tener la completa certeza de que Jehová disciplina a los malhechores al “grado debido” (Jer. 46:28). Por consiguiente, dependiendo de las circunstancias y la actitud del pecador, los ancianos tendrán que aconsejarlo, exhortarlo o censurarlo. Y si no se arrepiente, será necesario expulsarlo. En tal caso, los ancianos no oran en público por la persona expulsada que se obstina en el pecado; no sirve de nada (Jer. 7:9, 16).* Pero sí imitarán a Dios mostrándole cómo recobrar el favor divino (léase Jeremías 33:6-8). Si bien la expulsión puede ser dolorosa, no nos cabe duda de que las normas de Dios son rectas y justas, y los beneficios de aplicarlas son inmejorables (Lam. 1:18).
21 Si los pastores cristianos conocen y aplican las inspiradas normas divinas, el rebaño estará bien alimentado, saludable y protegido (Sal. 23:1-6). Los ejemplos de actitudes y motivos (tanto buenos como malos) que expone Jeremías les serán de gran utilidad en el cumplimiento de su importante tarea de cuidar a las ovejas de Dios. Preguntémonos: “¿Seguiré mostrando gratitud por la forma en que Jehová enseña, guía y protege a su pueblo, a saber, mediante pastores que apacientan al rebaño ‘con conocimiento y perspicacia’?” (Jer. 3:15; 23:4).
¿Qué circunstancias exigen que los ancianos actúen con valentía? ¿Qué espera Jehová de los ancianos que hacen de jueces?
[Nota]
[Preguntas del estudio]
1, 2. a) ¿Qué puede pasar si se deja desprotegido un rebaño? b) ¿En qué consistía el oficio de pastor en tiempos bíblicos?
3. ¿A qué se refirió Jeremías con los términos pastor y pastorear?
4. ¿Quiénes tienen a su cargo el rebaño de Dios, y con qué actitud llevan a cabo su labor?
5-7. a) ¿Qué trato espera Jehová que se dé a sus ovejas, y por qué? b) ¿Cómo demuestran los ancianos verdadero amor por sus hermanos, incluidos los que se han extraviado?
8. ¿Cómo pueden los pastores espirituales imitar a Jeremías?
9, 10. ¿Por qué hay que ser un buen maestro para ser un buen pastor (anciano de congregación)?
11, 12. ¿A qué debe prestar atención el anciano que quiera ser un buen pastor?
13. ¿Qué hizo que Jeremías fuera tan buen maestro, y qué pueden aprender de él los pastores cristianos?
14. a) ¿Por qué aludió Jeremías al “bálsamo en Galaad”? b) ¿De qué manera promueven los ancianos la salud espiritual de sus hermanos?
15, 16. ¿Por qué necesitan atención tanto el rebaño literal como el espiritual?
17. ¿Cuándo debe un anciano prestar atención especial a una oveja en particular, y cómo lo hará?
18. ¿Qué resultados animadores producen los esfuerzos de los pastores espirituales?
19, 20. ¿Qué responsabilidad tienen los ancianos al tratar con los malhechores?
21. ¿En qué condiciones debe encontrarse el rebaño de Dios, y cómo podemos contribuir a ello?
[Ilustración de la página 130]
[Ilustración de la página 135]
[Ilustración de la página 138]

Libro de Jeremias:

Capítulo 10
¿Nos preguntamos a diario “dónde está Jehová”?
JEREMÍAS está sumido en el llanto. Tanto las circunstancias presentes de su pueblo como las predicciones que ha recibido de Dios para el futuro le desgarran el corazón. Desea que su cabeza sea como un manantial y sus ojos como una fuente para no dejar de llorar. No le faltan razones por las cuales lamentar el estado de la nación (Jer. 9:1-3; léase Jeremías 8:20, 21). Como el pueblo sigue rechazando la Ley de Dios y no obedece su voz, le sobrevendrá la calamidad (Jer. 6:19; 9:13).
2 A los judíos, a quienes les gustaba oír de boca de sus dirigentes religiosos que todo iba bien, no les interesaba en realidad lo que Jehová opinaba de su conducta (Jer. 5:31; 6:14). Eran semejantes a un enfermo que solo quiere que el médico le diga palabras tranquilizadoras y pase por alto los síntomas graves. Si nosotros estuviésemos muy enfermos, ¿no desearíamos obtener un diagnóstico exacto y recibir el tratamiento oportuno? Espiritualmente hablando, los contemporáneos de Jeremías debieron haber buscado una evaluación honrada de su salud espiritual. Debieron haberse preguntado: “¿Dónde está Jehová?” (Jer. 2:6, 8).
3 Preguntarse “dónde está Jehová” habría supuesto buscar la guía divina a la hora de tomar decisiones tanto importantes como triviales. Aquellos judíos no lo hicieron. Pero después de la desolación de Jerusalén y su retorno del exilio en Babilonia, tendrían que ‘buscar a Jehová’; entonces lo hallarían y llegarían a conocer sus caminos (léase Jeremías 29:13, 14). ¿Cómo podrían buscarlo? Una forma sería solicitando su guía mediante oraciones sinceras. Así lo hizo el rey David, quien rogó a Dios: “Hazme conocer tus propios caminos, oh Jehová; enséñame tus propias sendas” (Sal. 25:4). Fijémonos ahora en la invitación que el Oidor de la oración extendió mediante Jeremías en el décimo año de Sedequías: “Llámame, y yo te responderé y prontamente te informaré de cosas grandes e incomprensibles que no has conocido” (Jer. 33:3). Si el rey y la nación renegada llamaban a Dios, él les revelaría cosas “incomprensibles” para ellos: la destrucción de Jerusalén y su reconstrucción tras yacer setenta años desolada.
4 Una segunda forma en que los judíos podrían buscar a Jehová sería estudiando su manera de tratarlos a lo largo de la historia. De este modo recordarían qué le agradaba y qué provocaba su cólera. Poseían los escritos de Moisés y varios relatos históricos inspirados, así como los anales de los reyes de Israel y Judá. Reflexionar en todo ello y escuchar a los profetas verdaderos les ayudaría a encontrar la respuesta a la pregunta: “¿Dónde está Jehová?”.
5 Y en tercer lugar, podrían buscar a Jehová aprovechando sus experiencias personales y las de los demás. No es que tuvieran que aprenderlo todo por el método de ensayo y error, pero sí les beneficiaría analizar sus propios actos del pasado y lo que pensaba Jehová al respecto. Siendo observadores, comprenderían lo que Dios opinaba de su conducta (Pro. 17:10).
[Ilustración de la página 116]
6 Apliquemos esta lección a nuestra realidad. ¿Nos preguntamos constantemente “dónde está Jehová” antes de tomar una decisión y elegir una manera de proceder? Si reconocemos que algunas veces no hemos sido tan juiciosos como deberíamos, no cedamos al desánimo. Hasta el fiel patriarca Job tuvo su propia lucha y, al encontrarse bajo presión, solo pensó en sí mismo. De hecho, Elihú tuvo que recordarle que todos tenemos esa misma tendencia: “Nadie ha dicho: ‘¿Dónde está Dios mi Magnífico Hacedor [...]?’” (Job 35:10). Por ello lo instó diciendo: “Muéstrate atento a las maravillosas obras de Dios” (Job 37:14). Job debía observar las maravillas de Jehová tanto en la creación como en sus tratos con los seres humanos. Por experiencia propia, Job llegó a comprender los caminos de Dios. Tras superar su prueba y ver cómo había manejado Jehová la situación, dijo: “Hablé, pero no entendía cosas demasiado maravillosas para mí, las cuales no conozco. De oídas he sabido de ti, pero ahora mi propio ojo de veras te ve” (Job 42:3, 5).
7 En cuanto a Jeremías, siguió buscando a Jehová y lo encontró. A diferencia de sus paisanos, no dejó de preguntarse durante decenios de servicio fiel “dónde está Jehová”. Basándonos en su ejemplo, veremos a continuación cómo podemos buscar y hallar a Jehová mediante la oración, el estudio y las experiencias personales (1 Cró. 28:9).
¿Qué implica preguntarse “dónde está Jehová”? ¿De qué maneras podrían haberse preguntado esto los contemporáneos de Jeremías?
JEREMÍAS RECURRIÓ A JEHOVÁ EN ORACIÓN
8 Durante los años que sirvió de vocero ante la nación de Judá, Jeremías buscó a Jehová con oraciones sentidas. Recurrió a él por apoyo cuando tuvo que proclamar mensajes impopulares, cuando creyó que no podía seguir más y cuando no entendió las razones por las cuales ocurrían ciertas cosas. Jehová le respondió y le dio instrucciones sobre cómo proceder. Estudiemos algunos ejemplos.
9 En una ocasión, cuando Jeremías tuvo que proclamar un mensaje de denunciación, sintió que todo el mundo lo estaba maldiciendo. De modo que le pidió a Dios que se acordase de él. En su oración, recogida en Jeremías 15:15, 16, nos dice qué sentimientos despertó en él la respuesta divina (léase). Jeremías expresó su angustia; sin embargo, cuando halló las palabras de Dios y las puso en su boca, por así decirlo, se llenó de gozo. Jehová lo ayudó a valorar el privilegio de portar su nombre y proclamar su mensaje. Así, Jeremías vio claramente dónde estaba Jehová en esta situación. ¿Qué aprendemos nosotros?
10 En otra ocasión, después que lo golpeó el sacerdote Pasjur, hijo de Imer, Jeremías dijo que ya no volvería a hablar en el nombre de Jehová. ¿De qué manera respondió Dios a la vehemente expresión de Jeremías? (Léase Jeremías 20:8, 9.) La Biblia no nos dice que Dios habló con el profeta desde el cielo. Pero su palabra llegó a ser como un fuego encerrado en los huesos de Jeremías, y este no pudo más que proclamarla. En realidad, lo que lo impulsó a seguir con la comisión divina fue expresarse con toda sinceridad ante Dios y dejarse llevar por lo que sabía que era Su voluntad.
11 A Jeremías lo desconcertaba ver la prosperidad de los inicuos, y se lo hizo saber a Jehová (léase Jeremías 12:1, 3). Aunque no pretendía cuestionar en absoluto la justicia divina, buscaba una respuesta a su queja. Su franqueza dejó ver el estrecho lazo que los unía, muy parecido al que une a un niño con su amado padre. Lo que pasaba era que Jeremías no entendía por qué muchos judíos triunfaban a pesar de su maldad. ¿Obtuvo una respuesta satisfactoria? Sí, Jehová le aseguró que desarraigaría a los malvados (Jer. 12:14). Ver cómo Jehová se encargaba de los asuntos que le planteaba en oración tuvo que afianzar la confianza de Jeremías en la justicia divina. En consecuencia, es muy probable que las oraciones a su Dios y Padre fueran cada vez más frecuentes y francas.
12 En el ocaso del reinado de Sedequías, cuando los babilonios sitiaron Jerusalén, Jeremías dijo que Jehová es Aquel “cuyos ojos están abiertos sobre todos los caminos de los hijos de los hombres, a fin de dar a cada uno conforme a sus caminos y conforme al fruto de sus tratos” (Jer. 32:19). Estas palabras indican que el profeta entendió cuál es la postura de Jehová en materia de justicia: el Altísimo observa lo que hace cada uno de sus siervos y escucha sus sinceras súplicas, y, a su vez, sus siervos ven más y más testimonios de que Él da “a cada uno conforme a sus caminos y conforme al fruto de sus tratos”.
13 Probablemente no tengamos ninguna duda sobre la justicia de Dios y el sabio modo como él lleva y llevará a cabo su voluntad. Aun así, podemos beneficiarnos mucho si reflexionamos en las experiencias de Jeremías y le contamos a Jehová nuestros temores o preocupaciones. Expresarnos con la misma franqueza que el profeta nos ayudará a reforzar nuestra confianza en Dios y en que su voluntad sin falta se realizará. Incluso si de momento no entendemos completamente el desenvolvimiento de algunos sucesos o la razón por la que el propósito de Dios se desarrolla a cierto ritmo, podemos expresarle en oración nuestra total confianza en que nada escapa a su control. Jehová hará su voluntad a la manera y al ritmo que él considere convenientes. Eso está garantizado, y no tenemos ningún motivo para dudarlo. Continuaremos preguntando “dónde está Jehová”, pues no dejaremos de orar para comprender su voluntad y ver testimonios del cumplimiento de su propósito (Job 36:5-7, 26).
A la hora de buscar a Jehová en oración, ¿qué nos garantizan las experiencias de Jeremías?
JEREMÍAS ALIMENTÓ SU CORAZÓN CON CONOCIMIENTO
14 Jeremías estaba muy al tanto de que necesitaba el ‘conocimiento de Dios’ para responder a la pregunta: “¿Dónde está Jehová?” (Jer. 9:24). Es claro que investigó la historia del pueblo de Dios mientras componía los libros conocidos como 1 y 2 de Reyes, pues aludió concretamente a “el libro de los asuntos de Salomón”, “el libro de los asuntos de los días de los reyes de Israel” y “el libro de los asuntos de los días de los reyes de Judá” (1 Rey. 11:41; 14:19; 15:7). Por consiguiente, llegó a entender cómo había manejado Jehová varias situaciones, qué le complacía y cuál era su parecer sobre las decisiones del pueblo. En aquel entonces también disponía de escritos inspirados, como los de Moisés, Josué, Samuel, David y Salomón. Indudablemente, Jeremías conocía bien a los profetas de antaño y a sus contemporáneos. ¿Cómo lo benefició su estudio?
15 Jeremías escribió el relato acerca de Jezabel, la malvada consorte del rey Acab de Samaria, en el que Elías profetizó que los perros se la comerían en la parcela de Jezreel (1 Rey. 21:23). Sabemos que, en cumplimiento de esta profecía, unos catorce años después Jezabel fue echada por una ventana, hollada por las caballerías de Jehú y devorada por los perros (2 Rey. 9:31-37). Estudiar la profecía de Elías y los detalles de su cumplimiento tiene que haber fortalecido la fe de Jeremías en la palabra de Dios. De hecho, tras su perseverante labor profética se escondía una fe alimentada por el estudio de las obras de Jehová.
16 Pensemos en otro ejemplo. ¿Qué hizo que Jeremías —pese a la persecución— siguiera advirtiendo a reyes malvados como Jehoiaquim y Sedequías? Una razón fundamental fue que Jehová lo hizo como “una ciudad fortificada y una columna de hierro y muros de cobre” ante los reyes de Judá (Jer. 1:18, 19). Pero no hay que olvidar que Jeremías estudió a fondo los reinados de los anteriores soberanos de Judá e Israel. Tomó buena nota de que Manasés había edificado “altares a todo el ejército de los cielos en dos patios de la casa de Jehová”, había sacrificado a su propio hijo en el fuego y había derramado muchísima sangre inocente (2 Rey. 21:1-7, 16; léase Jeremías 15:4). Además, sabía que cuando Manasés se humilló y siguió orando a Jehová, “Él se dejó rogar” y restauró al rey en el trono (léase 2 Crónicas 33:12, 13).
17 En sus escritos, Jeremías no menciona la misericordia que Jehová le demostró a Manasés. Pero este rey había muerto solo unos quince años antes de su nombramiento como profeta, por lo que él debió de saber qué sucedió cuando el monarca se arrepintió de sus malvados actos anteriores. Conocer la deplorable conducta de Manasés y el resultado de su arrepentimiento debió de grabar en Jeremías la importancia de seguir instando a reyes como Sedequías a buscar la misericordia y la bondad inmerecida de Jehová. Incluso un rey famoso por su idolatría y derramamiento de sangre era capaz de arrepentirse y obtener el perdón. Si hubiéramos estado en el lugar de Jeremías, ¿nos habría animado el caso de Manasés a perseverar en nuestra comisión durante el gobierno de otros reyes malvados?
APRENDAMOS DE LA EXPERIENCIA
18 Durante su vida de profeta, Jeremías aprendió observando cómo actuaron sus contemporáneos en determinadas situaciones. Uno de ellos fue Uriya. Durante el reinado de Jehoiaquim, este profetizó contra Jerusalén y Judá; sin embargo, por temor al rey huyó a Egipto. El monarca mandó a sus hombres que se lo trajeran y se le diera muerte (Jer. 26:20-23). ¿Aprendió Jeremías de lo que le sucedió a Uriya? El hecho de que siguiera advirtiendo a los judíos de la inminente calamidad —incluso en la zona del templo— demuestra que sí. Jeremías no perdió el valor, y Jehová nunca lo abandonó. Dios debió de motivar a Ahiqam, hijo de Safán, para que lo protegiera (Jer. 26:24).
[Ilustración de la página 123]
19 Jeremías también aprendió de sus vivencias personales mientras Jehová lo usó para advertir al pueblo. En el cuarto año de Jehoiaquim, Jehová le mandó escribir todas las palabras que le había hablado desde los días de Josías hasta ese momento. ¿Con qué objetivo? Animar a los judíos a que se volvieran de su mal camino y así pudieran recibir el perdón (léase Jeremías 36:1-3). Jeremías, quien madrugaba para proclamar los mensajes de Dios, hasta les rogó que dejaran sus prácticas detestables (Jer. 44:4). Por experiencia propia, Jeremías entendió que Dios había enviado a los profetas movido por la compasión. ¿No habrá engendrado esto en él una compasión semejante? (2 Cró. 36:15.) Ahora comprendemos por qué dijo lo siguiente al sobrevivir a la destrucción de Jerusalén: “Son los hechos de bondad amorosa de Jehová el que no nos hayamos acabado, porque sus misericordias ciertamente no terminan. Son nuevas cada mañana” (Lam. 3:22, 23).
¿Cómo debió de influir en Jeremías haber estudiado la relación de Dios con su pueblo y haber meditado en sus propias experiencias y en las de otros? ¿Qué aprendemos nosotros de ello?
¿NOS PREGUNTAMOS DIARIAMENTE “DÓNDE ESTÁ JEHOVÁ”?
20 Todos los días tomamos decisiones. ¿Nos esforzamos por que encajen con la voluntad de Dios, es decir, nos preguntamos “dónde está Jehová”? (Jer. 2:6-8.) Contrario a los judíos de su época, Jeremías siempre recurrió al Todopoderoso para saber qué camino tomar. Imitarlo buscando a diario la opinión de Jehová es definitivamente la mejor opción a la hora de decidir.
21 La decisión que uno vaya a tomar no tiene por qué ser crucial ni histórica. Por ejemplo, tal vez se trate de salir al ministerio del campo el día que usted ha elegido. Quizás al levantarse vea un cielo encapotado y gris que invita a quedarse en casa; quizás el territorio donde se va a predicar se ha abarcado repetidas veces, o quizás recuerde que algunos vecinos lo han rechazado con fingida cortesía o con evidente rudeza. En ese momento, ¿no convendría buscar a Jehová en oración? Hacerlo le ayudará a reflexionar en la belleza del mensaje y a sentir más profundamente que la voluntad de Dios es que lo divulgue. Entonces, percibirá que la palabra de Jehová es una fuente de gozo y felicidad, como resultó ser para Jeremías (Jer. 15:16, 20). Si durante el ministerio encuentra a alguien que es muy rudo o que incluso lo amenaza, no deje de expresarle a Dios cómo se siente. No olvide que él puede concederle espíritu santo para que dé una respuesta adecuada y para que el deseo de comunicar el mensaje divino supere cualquier sentimiento negativo (Luc. 12:11, 12).
22 No obstante, conviene saber que algunas oraciones pueden ser estorbadas u obstruidas (léase Lamentaciones 3:44). Jehová no escuchó las plegarias de los judíos rebeldes porque ‘apartaron su oído de él’ y persistieron en su proceder desaforado (Pro. 28:9). La lección debió de quedarle clara a Jeremías, tal como debería quedarnos clara a nosotros: si alguien no obra en armonía con sus oraciones, desagradará a Dios y puede que sus oraciones no sean escuchadas. De más está decir que todos queremos evitar esto cueste lo que cueste.
23 Además de pedir sinceramente la guía de Jehová, tenemos que seguir con nuestro estudio personal, algo imprescindible para conocer su voluntad. En esto le llevamos ventaja a Jeremías, ya que contamos con la Biblia completa. Como el profeta, que hizo una seria investigación para componer su relato histórico inspirado, podemos profundizar en la Palabra de Dios y buscar su guía preguntándonos “dónde está Jehová”. Cuando nos esforzamos por conocer su voluntad, demostramos que confiamos en él y, por tanto, ‘llegaremos a ser como árboles plantados junto a las aguas, que envían sus raíces al mismísimo lado de la corriente de agua’ (léase Jeremías 17:5-8).
[Ilustración de la página 125]
24 Durante nuestra lectura meditativa de las Santas Escrituras, procuremos ver lo que Jehová espera de nosotros en determinadas situaciones. Busquemos los principios que deseemos recordar y poner en práctica. Si se trata de relatos históricos, mandamientos y principios divinos y dichos de sabiduría, pensemos cómo deben influir en nuestras decisiones diarias. Si buscamos su ayuda, Dios puede mediante su Palabra escrita capacitarnos para manejar incluso situaciones complejas. En efecto, podremos ver con la Biblia “cosas grandes e incomprensibles que no h[emos] conocido” ni comprendido antes (Jer. 33:3).
25 Asimismo, puede sernos útil reflexionar sobre las experiencias propias y ajenas. Por ejemplo, ha habido cristianos que han dejado de confiar en Jehová, como le pasó a Uriya (2 Tim. 4:10). Debemos aprender de sus errores y evitar su desastroso final. Meditemos a menudo en la bondad amorosa con que Jehová nos ha tratado, así como Jeremías agradeció la compasión y la misericordia divinas. Por desesperada que sea la situación, jamás pensemos que el Altísimo se ha olvidado de nosotros. Él siempre nos cuidará, como hizo con Jeremías.
26 Al reflexionar en la manera como ayuda Jehová a sus siervos hoy, nos daremos cuenta de que utiliza diversos medios para guiarnos todos los días. Aki, una hermana joven de Japón, creía que era indigna de llamarse cristiana. Un día, mientras predicaba con la esposa del superintendente de circuito, le dijo: “Creo que Jehová va a vomitarme de su boca, pero me estoy agarrando de sus labios, pidiéndole que me dé un poco más de tiempo”. La hermana, mirándola a los ojos, le respondió: “¡Nunca me has parecido una cristiana tibia!”. Más tarde, Aki reflexionó en este comentario alentador. La realidad es que no tenía ninguna razón para pensar que Jehová alguna vez la había considerado tibia. Aki oró a Jehová: “Envíame adonde quieras. Haré lo que tú desees que haga”. Poco después, visitó otro país donde había un grupito de hermanos de lengua japonesa que necesitaba a alguien que supiera el idioma y pudiera quedarse para apoyarlos. Casualmente, Aki había nacido en aquel país, lo que le facilitaría los trámites en caso de trasladarse. Pero ¿dónde viviría? Una hermana cuya hija se había mudado del hogar le ofreció una habitación. “Era como si las piezas de un rompecabezas fueran todas encajando; Jehová me estaba allanando el camino”, comentó Aki.
27 Numerosos hermanos pueden mencionar momentos en los que personalmente sintieron la guía de Dios, quizás mientras leían la Biblia o realizaban su estudio personal. Y tal vez a usted le haya pasado algo semejante. Pues bien, eso debe fortalecer su lazo con Jehová y motivarlo a orarle incluso con mayor frecuencia y fervor. Estamos seguros de que mientras sigamos preguntándonos “dónde está Jehová”, él nos enseñará el camino (Isa. 30:21).
¿Qué implica para usted preguntarse “dónde está Jehová”? ¿De qué maneras puede buscar la guía divina?
[Preguntas del estudio]
1, 2. a) ¿Cuál era el estado espiritual de los contemporáneos de Jeremías? b) ¿Cómo debieron haber actuado ante su enfermedad?
3. a) ¿Cómo pudieron haberse contestado los judíos la pregunta de “dónde está Jehová”? b) ¿Cuál sería una forma de buscar a Jehová?
4, 5. ¿De qué otros modos podrían los judíos haber buscado a Jehová?
6. ¿Cómo nos anima el ejemplo de Job?
7. ¿Qué vamos a estudiar a continuación, según se muestra en la página 116?
8. ¿En qué circunstancias oró Jeremías a Dios?
9. a) ¿Cómo se expresó el profeta en Jeremías 15:15, 16, y cómo respondió Jehová? b) ¿Por qué es importante expresarle a Dios cómo nos sentimos?
10. ¿Cómo respondió Jehová cuando Jeremías dijo que no volvería a hablar más en su nombre?
11, 12. ¿Cómo se le contestó a Jeremías la cuestión que planteó sobre la aparente prosperidad de los inicuos?
13. ¿Por qué confiamos en que Dios llevará a cabo su voluntad?
14. ¿Cómo sabemos que Jeremías investigó la historia del pueblo de Dios?
15. ¿De qué le sirvió a Jeremías estudiar la profecía de Elías?
16, 17. ¿Por qué pudo perseverar Jeremías en su comisión de advertir a los reyes malvados de su día?
18. ¿Qué pudo aprender Jeremías de lo que le pasó a Uriya, y cómo lo sabemos?
19. ¿Qué aprendió Jeremías de la persistencia de Jehová en enviar profetas a su pueblo?
20. ¿Cómo podemos imitar la forma en que Jeremías buscó a Jehová?
21. ¿Qué tipo de oración puede ayudarnos en aspectos relacionados con el ministerio, como cuando alguien nos responde bruscamente?
22. ¿Por qué podrían ser obstruidas algunas oraciones?
23, 24. a) ¿Qué es esencial si queremos conocer la voluntad de Jehová? b) ¿Cómo podemos hacer más beneficioso el estudio personal?
25, 26. ¿Por qué nos beneficia reflexionar sobre las experiencias?
27. ¿Por qué debemos preguntarnos “dónde está Jehová” antes de actuar?
[Ilustración de la página 116]
[Ilustración de la página 123]
[Ilustración de la página 125]