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Thursday, April 18, 2013

Zurbano y el racismo:

lunes, 15 de abril de 2013

Tomado de Segunda cita, blog de Silvio Rodriguez.

Roberto Zurbano responde: Mañana será tarde


Por Roberto Zurbano

Si una izquierda conservadora dentro y fuera de Cuba considera que un negro cubano revolucionario no debe hacer críticas a la Revolución, no ha entendido el papel que han jugado los negros dentro de esta y tampoco qué es un verdadero proceso revolucionario. En la base, en el corazón, en el fondo y en las orillas de este proceso los negros hemos sido buena parte del sostén. Nos asiste tanto el derecho moral a criticarla como el deber de defenderla, porque es aún insuficiente lo que hemos logrado frente a lo que hemos hecho y merecemos. Renunciar a esa crítica es renunciar a mejorar la Revolución y sentirla más nuestra.

Combatir el racismo es una de las grandes tareas del siglo XXI. Este flagelo no surgió en un país en particular, sino en un contexto mundial en el que fueron involucradas varias naciones y culturas marcadas por el afán colonial de repartirse el mundo y establecer jerarquías económicas y políticas que hoy sobreviven. El racismo contemporáneo es también un fenómeno globalizado y la lucha contra este va más allá de cualquier frontera. Renunciar al debate internacional es reducir su impacto a viejos conceptos nacionalistas y no tener en cuenta el proceso de intercambio desigual generado por el turismo, las nuevas tecnologías de la información, las migraciones y las transnacionales de la cultura. Es un debate sobre la persistencia del racismo en Cuba, sobre los modos paternalistas y sofisticados con que ese tipo de humillación se reproduce o renueva y, especialmente, sobre cómo reconocerlos y enfrentarlos en un nuevo contexto.

Es bien conocido que The New York Times no es un diario de izquierda, aunque se declare contra el bloqueo y sea el soporte donde se dio a conocer a la opinión norteamericana el caso de Los Cinco. Publicar en el NYT no fue un acto de ingenuidad, sino un riesgo asumido con toda responsabilidad. Decidí publicar allí, donde escasean las firmas cubanas de la Isla, y no en el Granma ni en El Nuevo Herald, por razones diversas, pero conocidas. Acepté la propuesta con la intención de colocar el debate más allá de los insuficientes espacios académicos y culturales a los que asisto hace 15 años. Un periódico es otra cosa: puede alcanzar, informar, desinformar y convocar, en breve tiempo, a decenas de miles de personas.

El original fue aceptado, con propuestas de cambios. Durante el proceso de negociación editorial se agregaron y rechazaron textos que fueron discutidos por vía electrónica, durante una semana de trabajo. Dos colegas compartieron conmigo estas revisiones, ambos con excelente dominio del inglés. El texto final, enviado en la tarde del viernes 22, nos satisfizo a todos. El título aprobado por mí “Para los negros en Cuba, la Revolución no ha terminado”, aunque no fue el original (“El país que viene y mi Cuba negra”) me resultaba afortunado, pues esta idea se esboza en varios momentos del texto. Desafortunadamente, el título que apareció, “Para los negros en Cuba, la Revolución no ha comenzado”, sin mi aprobación, borró toda posibilidad de identificar a los negros cubanos con la Revolución.

Este cambio constituye una violación ética y legal a mi texto, al tiempo que prejuicio casi toda la lectura. De inmediato redacté una nota advirtiendo los cambios, enviada en la mañana del martes 26 de marzo, (el lunes hubo apagón) a colegas y amigos que se encargaron de circularlo. La responsabilidad del NYT con sus lectores fue subvertir el titulo, evitando que leyeran desde mi propio emplazamiento. Esta manipulación es una lección ejemplarizante para mí, ojalá sirva a otros para que no renuncien a publicar allí y sepan aprovechar mejor ese espacio. También exijo del NYT una excusa más profesional y ética que los subterfugios que ha manejado hasta hoy.

En la primera semana hubo una reacción en mi contra. Luego, Silvio Rodríguez exclamó sin asomo poético: “le estamos cayendo en pandilla”, y se preguntaba: “¿cuál puede ser ahora mismo la suerte del propio Zurbano? ¿Dónde está el compañero?”. Lo cito porque me llamó compañero y eso marca una posición ética ante otros “compañeros de lucha” que, precipitadamente, me proscribieron en La Jiribilla, órgano digital de donde, en la tarde del lunes primero de abril, recibí una simple llamada informativa minutos antes que colgaran los primeros artículos, sin posibilidad de colocar NINGÚN texto mío. No cuestiono esas ni otras opiniones, solo anoté que algunos de sus autores son personas con quienes he avanzado un tramo de la lucha antirracista en Cuba, o sea, me han leído, conocen mis opiniones e intervenciones públicas sobre el tema y hemos compartido realidades, eventos, críticas y esperanzas colectivas, presentes también en mi texto del NYT.

Como otros de mi autoría, este fue escrito para fomentar un debate sobre el presente y dejar atrás esa retórica sobre el pasado que obliga siempre a mostrar lo que se ha hecho y no a decir lo que aún falta. Por la cantidad de palabras requeridas no quise revisar la Historia, sino husmear en el futuro; aún así, hago un repaso histórico y reconozco ganancias recientes (imposible enumerarlas todas). De las opiniones provocadas por el texto, los argumentos más útiles serán aquellos que mejor contribuyan al debate antirracista y se identifiquen con las personas que sufren este tipo de discriminación.

He trabajado por esta causa, por convicción, no por vanidad. Mientras tanto, mis libros se aplazan, pues el activismo social, es difícil de ejercer; requiere tiempo e infinita energía, pero es la manera en que nuestras ideas se materializan y se acercan a las personas que uno respeta y acompaña. Es una elección que obliga a conocer mejor el país, sus cimas y sus sótanos, su cotidianidad y sus emergencias; e impulsa a recorrer la isla junto a las razones y necesidades de la gente que, ante el racismo y otros males, buscan urgente solución.

En la Casa de las Américas, donde trabajo hace más de siete años, intenté insertar las problemáticas raciales en el programa cultural de esa institución, en la conciencia de algunos compañeros y en el modo de posicionar a la Casa ante un fenómeno continental apenas abordado antes: los movimientos negros en América Latina y el Caribe. Confieso que muchas veces pude separar mi condición de activista de mi posición institucional, pero la visión radical que configura a la primera no siempre permitió superar la crisis de verme como un ente dual; aún así creí posible reconciliar ambos estatus.

Lamento haber involucrado a la Casa de las Américas con opiniones que, bien sé, no expresan la posición de la institución. Sin embargo, este tipo de “inconformidad” es recurrente en otras personas, dentro y fuera de la isla, con cargos institucionales. ¿Puede la condición intelectual aceptar esta dualidad entre responsabilidad cívica y responsabilidad institucional? ¿Podría definirse un pacto o un diálogo entre institución y activismo? ¿Cuál es el lugar del activismo social en Cuba? ¿Cuáles son los espacios y límites del debate y del pensamiento crítico?

Por otra parte, fuera de Cuba suele afirmarse que dentro de la isla rige un solo pensamiento. Lo cierto es que hay varios modos de explicar y evaluar nuestras realidades, dentro y fuera de las instituciones. Sin embargo, no voy a negar que hay fuerzas conservadoras cuyo afán es uniformar el pensamiento y, ante nuevos conflictos, activan los viejos métodos de los setenta.

Sin embargo, Cuba es un país que va cambiando y abriendo sus respuestas ante esta y otras problemáticas. No son los años setenta, ni los noventa, pues muchas ideas se debaten y publican; los problemas se abordan desde variados enfoques, a veces encontrados. Dogmas, extremismos, oportunismos y viejos esquemas no han desaparecido, pero hay un espacio –quizás pequeño aún– para la crítica, el disenso y el diálogo que vale la pena seguir construyendo. La sociedad civil cubana es menos frágil que hace diez años atrás; pueden reconocerse sus preocupaciones y debates en un espacio emergente y heterogéneo de personas, organizaciones y medios alternativos que abordan el presente y el futuro del país.

Todavía muchos autores, en medio oficiales y alternativos, siguen centrando sus críticas en mi persona, mas insisto en promover el debate sobre el futuro de los negros en Cuba y la necesidad de una batalla frontal contra el racismo; que no debe ser una batalla retórica, ni un nuevo repaso histórico, sino una avalancha de propuestas y acciones puntuales.

Esta lucha no se reduce a una guetificación de nuestros derechos, sino que busca el camino hacia la igualdad y la plenitud ciudadanas, aun incompletas. Otros tipos de activismos en Cuba tienen su espacio de legitimación, el de los negros aun está en formación. La política debe dialogar con las diversas realidades y grupos que configuran la nación. Nuestro grupo social tiene su propia historia, sus demandas específicas, sus propios incentivos y modos de participar en la construcción de una sociedad mejor.

No debe obstruirse el debate, sino trabajar para que esta lucha crezca, dentro y fuera de Cuba. Aun equivocándome, lo intentaré cada mañana. Sigo en la pelea sin manifiestos, ni campañas, ni mea culpa, ni golpes de pecho. Sólo se requieren compañeros de todos los colores, comprometidos y críticos, prestos a discutir con argumentos y propuestas, listos para aprender de la gente que sufre cualquier tipo de discriminación y dispuestos a equivocarse, levantarse y continuar la batalla.

Creo en la crítica y asumo las que me corresponden, por duras que sean, más allá de las recriminaciones de derecha o de la izquierda conservadora. Pido a ambas no embullarse demasiado, pues anuncio: NO HAY UN “CASO” ZURBANO, sino un intelectual negro revolucionario, con la necesaria conciencia racial, que decidió trabajar en Cuba desde la literatura, la música, las comunidades, las instituciones culturales, los medios y el activismo social, dentro de organizaciones antirracistas como Color Cubano o la Cofradía de la Negritud, por el respeto y la emancipación de la población negra cubana que se siente excluida de varios espacios y cuya identificación con la Revolución es innegable. Me resulta difícil mentir sobre esta realidad. Muchos de ellos son familiares, vecinos, amigos, colegas y otros que ni siquiera conozco, a quienes pregunto y escucho. Sé cómo viven y piensan y, también, merecen un futuro mejor. Ese futuro se decide hoy, mañana será tarde.

Roberto Zurbano Torres,

Desde el Callejón de Hamel, Centro Habana, 14 de abril del 2013.

Tomado de: http://www.cubainformacion.tv/index.php/la-columna/229-sandra-alvarez/49398-roberto-zurbano-reponde-manana-sera-tarde 

Concierto de Silvio Rodriguez:

Noticias

Silvio Rodríguez en concierto: una noche estrellada y mucho para dar


13 de abril del 2013

Por: Alessandro Solís Lerici
Fuente: La Nación
Foto: Silvio Rodríguez

La música tiene caminos infinitos: anoche, miles de costarricenses se aposaron en Tibás para escuchar canciones que nacieron en el contexto cubano –del que tantas lecturas diferentes se puede hacer y que guarda complejas diferencias con el costarricense– y que mágicamente se volvieron declaraciones universales de amor, paz y compasión.
23 años pasaron desde la última vez que el artista visitó Costa Rica. Tres presentaciones dio en aquel momento, un recuerdo que quedó muy bien almacenado en el encéfalo de los románticos de una o dos generaciones, que heredaron ese ímpetu por la obra de Silvio Rodríguez a miles de jóvenes que hasta ayer pudieron vivir un concierto suyo, en carne y hueso.
Departieron, entonces, miles de micromundos. Miles de personas que vivieron situaciones diferentes, que sufrieron (o sufren) la decepción de distintos regímenes, que se debatieron ideologías y que no necesariamente están de acuerdo entre sí mismos. Gente desemejante, cuyos pocos puntos en común coinciden con aquellas frases universales y con el tren musical que Silvio protagoniza desde las cuerdas de su guitarra acústica.
Para qué los ojos cuando los oídos reciben toda la información que se debe procesar. Para qué millones de luces elaboradas y fuegos artificiales que podrían desconcentrar al receptor del mensaje original. Para qué tanto despliegue espectacular cuando la música dice todo lo que se necesita saber.
A las 9:31 p. m., las luces del estadio Saprissa reposaron y todos los ojos se enfocaron en el escenario. “Vamos a ver a Silvio”, comentaban algunos, extasiados, emocionados y todavía un poco incrédulos.
Sin ningún tipo de charla introductoria, Silvio Rodríguez posó sobre el entarimado luego de una introducción a dos guitarras y un bajo. Con sombrero blanco y una barba canosa, el cubano entró al escenario, se cambió los anteojos y empezó a cantar Segunda cita.
Parte de su álbum del mismo nombre, lanzado en el 2010, Segunda cita fue la primera ocasión en la que el artista se salió del protocolo e interpretó canciones no tan conocidas en nuestro país.
Niurka González, su cónyuge, figuró desde ese momento, en la flauta y el clarinete, sentada a su lado y formando parte de su banda de apoyo, respaldada por pequeñas luces azules, que le hacían segundas a las estrellas del viernes.
“Buenas noches, tanto tiempo”, fueron sus primeras palabras, con el labio medio majado. “Viva Cuba, viva Costa Rica, viva Venezuela, viva Bolivia, viva Ecuador, viva Puerto Rico”, exclamó, indudablemente recibiendo el aplauso masivo del público costarricense.
Días y flores fue el segundo tema de la velada, antes de San Petersburgo, una canción que, según contó, nació en un avión de La Habana a México, que hizo escala en Cancún y que vio a Silvio compartir con Gabriel García Márquez.
De regreso a los inicios del legendario cantautor, El mayor fue la más coreada de esa primera parte del concierto. El tema pertenece a aquel famoso disco debut de Silvio, Días y flores, publicado en 1975.
Nunca cedió el público a ese educador actor de recibir el arte en la cara, de procesar el momento preciado que se vivía y simplemente demostrar un respeto profundo por un maestro de esa índole.
No muchos se levantaban de su asiento, y algunos más bien aprovechaban la posición para disimular un poco la montaña rusa de emociones que tonadas como Canción del elegido los hacía sentir.
“Lo hermoso nos cuesta la vida”, le coreaba el estadio completo a Silvio, en medio de esa fulminante balada en pro de la paz.
Al cierre de esta edición, el concierto apenas había avanzado hacia las seis canciones, de un total de aproximadamente 15 que habían prometido las productoras Evenpro y Ariel Rivas Entertainment.

Silvio en Bolivia:


Silvio Rodríguez hace vibrar a Bolivia tras 30 años de ausencia


16 de abril del 2013

Fuente: AFP
Foto: Silvio Rodríguez

El cantautor cubano Silvio Rodríguez, ícono de la canción revolucionaria latinoamericana, emocionó con una rutilante actuación en su retorno a Bolivia tras 30 años de ausencia y se declaró "incondicional" de la causa marítima boliviana.
Rodríguez brindó un espectáculo memorable la noche del lunes en el estadio Ramón Aguilera de Santa Cruz, 900 km al este de La Paz, ante unos 25.000 asistentes emocionados, entre ellos el presidente boliviano, Evo Morales.
Bolivia "en mí tiene un incondicional de esa causa de la salida al mar", que hace un siglo reclama a Chile, dijo Rodríguez antes del recital de dos horas, destacó el martes la prensa local.
El máximo representante de la Nueva Trova Cubana, sombrero blanco caribe, camisa oscura y pantalones a tono, se dijo "muy contento de estar aquí, después de tantos años".
Un escenario adornado con bloques de sal del Salar de Uyuni, el mayor desierto salino del mundo, y máscaras de la etnia amazónica moxeña, le dio un marco excepcional al regreso del cantante, con más años, lentes y una frondosa barba blanca.
Rodríguez inició su actuación con el oportuno tema Segunda cita y embelesó al auditorio con clásicos como En el claro de luna, Días y flores, Unicornio y Playa Girón, además de recitar poemas y contar anécdotas.
Seguidor de Morales y de su proceso, Silvio dedicó al presidente boliviano El Necio, la canción que escribió inspirado en Fidel Castro y en sí mismo, a mediados de los 90.

Sobre Silvio Rodriguez.


Silvio dio más que una canción en Bolivia


16 de abril del 2013

Fuente: El Deber
Foto: Jorge Gutiérrez

Mientras cantaba aparecieron ángeles, unicornios, fusiles, serpientes y una constelación de historias hechas de miel y de sal. Con su sombrero de ala corta y su guitarra de sonido latinoamericano, Silvio Rodríguez inició su recital a las 21:10, con el tema Segunda cita. “(Estoy) Muy contento de estar aquí después de tanto tiempo, de veras lo hacemos con mucho cariño”, dijo antes de entonar Días y flores.
Antes, a las 20:40, el dúo boliviano Negro y Blanco comenzó el espectáculo, después de una presentación en tarima hecha por Pablo Groux, ministro de Culturas, con Píntame Bolivia, Mil hermanos, Vamos todavía, Cueca Bolivia, entre otras canciones, que sirvieron como preámbulo de la velada.
La luna menguante cubrió a las cerca de 15.000 personas en el estadio Tahuichi, que esperaron al cubano desde las 17:00.
Después de una obertura de sus músicos, el cantautor entró a escena en medio de una ovación, en la que flamearon algunas banderas de Venezuela, Cuba, Bolivia y una wiphala, además de trapos con la imagen del Che Guevara y la hoz y el martillo (símbolo de la ex-Unión Soviética).
El cantautor entregó poemas y anécdotas, como la que precedió a San Petersburgo. Un tema que nació después de un encuentro entre Gabriel García Márquez y el trovador en un vuelo de Cuba a México. “Él me contó algunas historias que se le ocurrían como canciones”, explicó el artista.
Carta a Violeta Parra, El Mayor, Canción del elegido, En el claro de la luna, Virgen de occidente, Quien fuera y Mujeres se escucharon con un sonido impecable, a tono con la maestría del Trío Trovarroco, y de la flautista Niurka González, esposa del cantautor.
En el primer intermedio, cuando Silvio bajó del escenario, sus músicos ejecutaron Chan Chan, de Compay Segundo, una pieza emblemática del folclore cubano. Rodríguez volvió con De la ausencia y de ti, El Escaramujo y una seguidilla de sus temas más populares, como Te doy una canción, Unicornio y La gota de rocío, que tocó solo acompañado de su guitarra.
“Esta canción se la voy a dedicar al presidente”, dijo señalando a Evo, antes de despachar El necio, provocando aplausos y rechiflas de distintos sectores. En el epílogo, y con el público entregado a sus pies, interpretó a modo de bises Sueño con serpientes, Ojalá y Pequeña serenata diurna. Silvio agradeció a los presentes con una reverencia y un espectáculo de fuegos artificiales iluminó la noche por ocho minutos. Dos horas y media, el rencuentro, después de 30 años, estaba consumado.

Sobre Sonia y Ramon:

     Tomado de Baracutey Cubano.                    

Juan González Febles desde Cuba sobre los encarcelados Sonia Garro y su esposo, Ramón Muños: Con los pobres de mi tierra




Tomado de http://www.infiernodepalo.com/

Con los pobres de mi tierra

Por  Juan González Febles
04/10/2013

Sonia Garro y su esposo, Ramón Muños  (Cocorio para allegados) permanecen encarcelados sin proceso judicial por más de una año. Se trata de una flagrante violación de las (inexistentes) garantías procesales en Cuba y de parte del inútil legajo compuesto por los pactos rubricados por el régimen militar cubano, en términos de tratos y procedimientos con personas bajo custodia oficial.

Escucho decir que están en “un limbo”, pero ningún cubano lo está. En Cuba uno está mejor o peor de acuerdo con la cámara del infierno de que se trate. Cuba es la más hermosa sucursal del infierno que ojos humanos han visto, con salud pública y educación gratuitas.

Lo curioso de todo es que desde hace un tiempo, vivimos en medio de una temporada heroica. Así, unos se han liado a trompones con la policía, mientras otros retaron a duelo al propio diablo en persona. Hay elementos para la epopeya y hasta para el Cantar de Gesta. Desde huelgas de hambre sobrehumanas, hasta predecibles progresiones que se quedarán como hitos del espectáculo político contemporáneo.

(Sonia Garro y su esposo, Ramón Muños)

En medio de tanta maravilla, uno se pregunta, ¿pero qué han hecho Sonia y Cocorio? ¿Qué les hace más peligrosos entre tantos héroes? ¿Cómo es posible tanto ensañamiento? Hasta donde sé, Cocorio dio tres o cuatro planazos sobre la azotea de su casa, mientras Sonia tampoco sobresale de ese nivel como para colocarse a la altura de nuestros héroes de gesta contemporáneos.

No coincido con los que afirman que ser negro es como un defecto físico, cuando se es opositor. Solo se les trata con más rigor que a los opositores blancos por aquello de que no han agradecido a la revolución haberles cortado el rabo y obligado a descender de los árboles. Tal y como suelen decir nuestros amados represores cada vez que tienen la oportunidad, que es como decir: tener un negro cerca.
La otra cara de la moneda es la poca promoción (nacional e internacional) que han alcanzado Sonia y Cocorio en su largo viacrucis. Es como si a nadie le interesara, o para decirlo con mayor exactitud, solo se trata de que haya cosas más importantes

Para no ser exactamente fiel al verso del apóstol y además, como las proporciones planetarias me parecen demasiado pretenciosas, trataré de ser local. Entonces, comenzaré por decir que con los pobres de mi tierra quiero la suerte echar. A diferencia del apóstol, no hay nada en la sierra que me complazca más que el mar.

Invito a lo largo y ancho del mundo, a todos los que como yo, transiten por una dimensión humana y no heroica, a unir esfuerzos para el apoyo a Sonia y Cocorio. Tres planazos sobre una azotea, unos pocos gritos y el lanzamiento de un televisor, no dan para más, entre tanto héroe reconocido y galardonado. ¡Dejen el abuso!

j.gonzalez.febles@gmail.com

Corea y Estados Unidos:


Sobre Yoani Sanchez:


Incendios y Explosiones:


Alan Gross:


Sobre Venezuela:


Sobre Rosa Maria Paya:

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Videos; Jaime Bayly entrevista a Rosa Maria Payá, hija del asesinado líder opositor cubano Oswaldo Payá Sardiñas, Premio Sajarov 2002 del Parlamento Europeo


Rosa María Payá: Acerca de mí

Blog: Rosa Maria Payá - MCL
Abril de 2013

Nací en La Habana en 1989, justo antes de la caída del Muro de Berlín, que agudizó las estrecheces en Cuba. Dependíamos de la Unión Soviética y sus suministros se cortaron: se inauguró el Período Especial. Tuve una infancia dura, pero mis padres, Ofelia Acevedo y Oswaldo Payá, fundador del Movimiento Cristiano de Liberación y quien murió en un accidente automovilístico hace siete meses, hicieron lo imposible porque mis dos hermanos y yo no resintiéramos las carencias. Éramos chicos, había cosas que no veíamos. En los años 90 se inauguró una ola de desnutrición en La Habana y se programaron semanalmente apagones de electricidad. Los años críticos fueron entre el 93 y el 98 -yo no cumplía mis diez años- pero, dos decenios después, siento que las cosas casi no han mejorado. En ese tiempo el gobierno prohibió la entrada a los hoteles a todos los cubanos y el transporte público empeoró: La Habana se llenó de bicicletas. Yo miro fotos y veo a mis papás muy delgados porque debían hacer 40 kilómetros en bicicleta cada día para ir a trabajar. A pesar de todo, me acuerdo de haber sido feliz con mis hermanos. Crecimos con el privilegio de saber que podíamos pensar por nuestra cuenta, lo aprendimos desde niños. Por eso, en la escuela tuvimos discusiones con los profesores desde temprano y con ellos caíamos en conflicto, no así con nuestros compañeros. Nuestro papá nos decía: ustedes digan lo que piensen y después hablen conmigo. Años después supimos que nuestra escuela era visitada por la seguridad del Estado. Hasta hoy en Cuba es rara la primaria o secundaria donde enseñen a pensar.

Yo nací siendo la hija de un disidente. En 1990 mi padre acababa de fundar el Movimiento de Liberación Cristiana y éramos una familia con valores cristianos, centrados en el ser humano y en la compasión por el prójimo. Representaban un abierto desafío en la isla. Crecimos con valores que nunca estuvieron exentos de cuestionamientos y se volvieron, por eso, polémicos y apasionantes. Ese tipo de libertad era raro y, como niños, nos abrió las puertas a un pensamiento complejo. Yo tenía poco más de doce años el día en que supimos que mi padre había obtenido el premio Sájarov 2002, que otorga el Parlamento Europeo a los defensores de los derechos humanos en el mundo. Caímos en la euforia, muchas personas lo paraban en la calle para felicitarlo. Después de eso, fue nominado al Premio Nobel de la Paz cinco veces: en 2002, 2003, 2008, 2010 y 2011. Su defensa del Evangelio nos marcó. Hoy reconozco que a veces mi fe flaquea porque he visto el mal de cerca, pero si no tuviera fe, mi lucha por los derechos, que sigue los valores de mi padre, sería mucho más amarga.

A los cinco o seis años jugábamos en las calles del barrio con nuestros amigos, así es la vida en La Habana. Por el clima y por la carencia de lugares de entretención, los niños juegan en la calle y los adolescentes se reúnen en los parques y explanadas. En mi infancia nadie tenía juguetes nuevos. Crecí con muñecas usadas y mis amigos, con camiones y bloques de madera dados de baja. A lo lejos nos llegaban juegos más modernos que nos convertían en especiales, porque nadie en el barrio tenía algo parecido. Eran regalos de la familia; mi padre tiene seis hermanos y de ellos, cuatro vivían fuera de Cuba. Ellos no pueden entrar a su país, ni cuando mi abuela murió pudieron venir. Una vez, cuando mi hermano de siete años, que estaba muy enfermo, viajó a Estados Unidos, regresó con una pistola de juguete con flechas de agua y se armó una revolución infantil en la cuadra. A mí me trajo una cocina de juguete, no las conocía. Era raro que yo tuviera un vestido nuevo, pero en ese viaje me trajeron uno y nunca se me olvidó. Nos vestíamos con ropa que nuestros tíos nos mandaban desde Estados Unidos y España y, si no hubiera sido por su ayuda, no habríamos subsistido. Hasta hoy sólo conozco a algunos de mis parientes que viven fuera. Pero la separación familiar no es exclusividad de los Payá: la mayor parte de las familias cubanas la sufren o la han padecido. La escisión ha dejado huellas en todos. Recuerdo que, de niña, soñaba con irme de Cuba. Yo creía que afuera las golosinas no se acababan nunca y había juguetes más lindos, vestidos más nuevos. Tenía siete años y quería irme, pero nací en una familia que nunca quiso abandonar su tierra. En los últimos tiempos he pensado que si hubiésemos emigrado mi papá no estaría muerto hoy. Murió en julio de 2012 en un accidente automovilístico, pero en nuestra familia no creemos que la tragedia haya sido accidental. Llevaba mucho tiempo recibiendo amenazas por su compromiso de resistencia política. Mi padre entregó su vida defendiendo los derechos de todos los cubanos a vivir en la tierra que nacimos, que es, a fin de cuentas, el mejor de los hogares que podemos fundar. Hoy quiero vivir en Cuba, porque sé que afuera me sentiré siempre extranjera y dividida.

VIVIR EN CUBA HOY

Con mi madre y mis dos hermanos, Oswaldo, 25, y Reinaldo, 21, vivimos en uno de los barrios más antiguos, poblados y humildes de La Habana. Somos muy normales, con el privilegio de tener un padre excepcional que, a los 17 años, terminó su preuniversitario en las noches mientras en el día picaba piedras en las canteras de trabajo forzado, el castigo que le impusieron por ir a la iglesia. Nunca nos hemos quejado de carencias materiales porque hay algunos viviendo peor, especialmente en las zonas rurales. Compramos en los mismos mercados desabastecidos que todos. Un sueldo promedio en La Habana fluctúa entre 15 y 20 dólares mensuales, pero una botella de aceite cuesta dos. Un kilo de detergente, tres dólares y un trapero, un dólar. En mi casa vivimos sólo de la pensión que mi mamá recibe por la muerte de nuestro padre y la ayuda de nuestros familiares que viven fuera.

Mi mamá es ingeniera, y yo, licenciada en Física. Mi hermano menor es estudiante. Estudié Ciencias después de descartar Derecho, porque las ciencias me parecieron más difíciles de manipular. Así, las frases de Lenin aparecieron también en los prólogos de mis libros, pero aprendí las mismas ecuaciones diferenciales que enseñan en Berkeley. No tengo trabajo, porque el gobierno aprovechó que me trasladaba desde el Instituto de Astronomía hacia un instituto de investigaciones de la Universidad de La Habana y presionó para que me negaran la entrada. Me encantan las ciencias, pero también las humanidades y, en un futuro, quisiera dedicarles tiempo. Estudiar me hace feliz. Lamento no haber podido ir a Chile, el diplomado en gestión pública y teoría política de la Universidad Miguel de Cervantes me interesa porque es ambicioso. Los chilenos son un pueblo que respeto y admiro y los cubanos podemos aprender de su proceso de reconciliación. Pero no pude viajar. Son los costos de vivir y luchar en Cuba.

En mi familia tenemos un coche Volkswagen del año 64 y nos consideramos muy afortunados. Un auto es un bien prohibitivo en la isla, salvo por los cientos de Ford u Oldsmobile de los años 50 que circulan y que son contaminantes. Yo me muevo en guagua (micro) o en taxi cubano, la carrera vale entre 5 centavos y medio dólar. El transporte público, si bien ha mejorado desde mi infancia, es malo: en las horas pico es difícil tomar guagua y los horarios de las paradas no se cumplen. Pero los jóvenes le damos la pelea a las carencias. El pueblo cubano es, por esencia, gregario y alegre, y en eso ayuda el clima. A los jóvenes nos encanta juntarnos en las noches a conversar, fumar, cantar, reírnos o simplemente a estar, a gastar el tiempo. Me encanta salir con mis amigas, aunque tengo muy poco tiempo desde que murió mi padre. En La Habana hay algunos pubs y discotecas, pero casi no las frecuentamos porque son poco variadas y muy caras. Los jóvenes cultivamos nuestra propia manera de divertirnos, una manera simple, sin dinero. Cada noche nos reunimos alrededor del malecón y en la Calle G, una importante avenida cuyo separador central es un amplio parque. Allí se junta la juventud, hay alegría cuando uno comparte con los amigos. Los cubanos somos el modelo de lo que la imaginación combinada con la falta de opciones puede conseguir. Así los jóvenes nos hemos tomado zonas de la ciudad. Pero también sabemos que para sentarnos en un café, vestirnos con ilusión o conversar en un bar, las oportunidades en mi país son muy pocas o están fuera de nuestro alcance. Alguna vez fuimos con mi familia de vacaciones a Varadero y alojamos en la iglesia del pueblo, porque conocemos a los sacerdotes. Mi único viaje excepcional fue en 2008, cuando fui a Polonia invitada por un grupo de jóvenes católicos, estuve tres días en Roma y algunos en Madrid para ver a mi familia.

Es cierto que la educación y la salud en Cuba son públicas, pero ¿cambiarían los estudiantes chilenos su derecho a voto, su libertad de expresión, su libertad de empresa y su derecho a salir y entrar del país libremente por una educación superior gratuita? No lo creo. En la salud pública tampoco hay milagros: cuando un cirujano debe salir a operar en bicicleta y al mismo tiempo está construyendo con sus propias manos una casa para su familia, y el salario no le alcanza, los pacientes terminan pagando las consecuencias, por muy buena voluntad que tenga ese doctor.

Para los jóvenes cubanos es muy frustrante vivir en un lugar desconectado, como en un tiempo diferente al tiempo del planeta. Hay prohibición de tener internet en las casas, quienes lo tienen han recibido un permiso especial del gobierno, o bien infringen la ley. La comunicación por redes está censurada: hay muchas páginas a las cuales es imposible acceder y en las universidades y centros de trabajo el acceso a internet está vigilado y censurado. Por eso, el Movimiento Cristiano de Liberación, del cual soy rostro desde que murió mi padre, y otras organizaciones de oposición promueven hoy el Proyecto Heredia, un proyecto de ley que exige, entre otras cosas, el derecho al acceso libre de internet, correo electrónico, telefonía, televisión satelital y por cable.

YO CREO EN LOS DERECHOS DE TODOS

Mi lucha es cívica. Es por los derechos de todos los cubanos, una cuestión humana antes que política. El mensaje del Movimiento Cristiano de Liberación, que es el mío, nace del diálogo con la gente. Nuestras propuestas cuentan con el apoyo de miles de ciudadanos, pero existen muchos que no están de acuerdo y está bien que no lo estén: la variedad es fuente de riqueza y nosotros luchamos porque todos puedan expresarse. El ideal de liberación que defendemos no es exclusivamente económico y social, abarca todas las dimensiones humanas.

Vivimos en una isla, no en una nave espacial. Los cubanos somos seres humanos y, por décadas, no hemos podido salir y entrar de nuestro territorio con libertad. Y tampoco podremos ahora con esta reciente reforma migratoria, porque en la práctica continúa reservando al gobierno la facultad de decidir quién viaja y quién no. Es verdad que amplía los plazos de residencia en el extranjero para los cubanos y aumenta el número de los viajeros, pero traslada la dificultad a la emisión del pasaporte. Aún habrá cubanos cautivos, personas segregadas. Los médicos, los profesionales, los jóvenes en edad del servicio militar, otros. Para ellos no habrá pasaporte. No avanzaremos en Cuba mientras todos los cubanos no podamos salir y entrar libremente. Es un derecho humano y por él yo lucho. En la isla hay muchas mujeres involucradas en la lucha por los derechos y otras muchas que sufren su carencia. Ellas y más de 25 mil ciudadanos hemos firmado nuestro apoyo al Proyecto Varela, que postula consagrar en leyes nuestro derecho a la libertad de expresión, de prensa y de asociación, inexistentes en este país. La cantidad de firmantes es un importante éxito porque en Cuba impera la cultura del miedo. Estamos más allá de las ideologías: nuestras peticiones son universales, no son de derecha ni de izquierda.

Yo pienso que los esfuerzos que se hacen en la isla tienen eco afuera. Este año hemos sabido que parlamentarios uruguayos y también los de Noruega están nominando oficialmente al Movimiento Cristiano de Liberación al Premio Nobel de la Paz. Mi padre, Oswaldo Payá, fue postulado cinco veces antes de morir y siempre dijo que era más justo que la nominación recayera sobre el movimiento que fundó. Recibir este honor sería un gran reconocimiento a la causa por la libertad y la defensa de los derechos humanos. El Nobel ayudaría, pero nuestra liberación es un problema que tenemos que resolver nosotros mismos en Cuba, con las herramientas del esfuerzo personal y, sobre todo, de la determinación.
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Jaime Bayly entrevista a Rosa Maria Payá, hija de Oswaldo Payá

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