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Wednesday, January 16, 2013

Dios nos habla mediante Jeremías:

Capítulo 4




Evitemos los engaños de un corazón traicionero



SUPONGA que una mañana temprano, cuando todavía está en la cama, siente un dolor agudo en el pecho y le falta el aire. “¿Será un ataque al corazón?”, piensa. Reconoce que restarle importancia a los síntomas no servirá de mucho y que convendría tomar medidas urgentes. Así que llama una ambulancia para que lo lleve al hospital. Es posible que el médico le haga un electrocardiograma a fin de establecer un diagnóstico y administrarle el tratamiento adecuado, pues sabe que actuar con prontitud puede salvarle la vida.



2 ¿Cómo está nuestro corazón simbólico? Tal vez sea difícil saberlo. De hecho, la Biblia asegura: “El corazón es más traicionero que cualquier otra cosa, y es desesperado. ¿Quién puede conocerlo?” (Jer. 17:9). El corazón puede engañarnos, haciéndonos pensar que no existe ningún problema espiritual aunque los demás sí perciban síntomas peligrosos y estén preocupados. ¿Por qué podría engañarnos? Porque nuestras tendencias pecaminosas nos juegan malas pasadas, y Satanás y su mundo pretenden enmascarar nuestro verdadero estado de salud espiritual. Con el objeto de examinar nuestro corazón, veamos cómo actuaron Jeremías y sus contemporáneos.



3 La mayoría de los judíos había demostrado que su corazón espiritual no funcionaba bien. Sin ningún tipo de remordimiento habían cambiado al único Dios verdadero por dioses cananeos. Por eso, Jehová los desafió diciendo: “¿Dónde están tus dioses que has hecho para ti? Que se levanten, si pueden salvarte en el tiempo de tu calamidad. Porque tantos como el número de tus ciudades han llegado a ser tus dioses” (Jer. 2:28). Por supuesto, uno puede estar convencido de que no adora a dioses falsos. Sin embargo, cierto diccionario define así la palabra dios: “Persona o cosa a la que se tributa especial consideración o veneración”. Para mucha gente, el empleo, la salud, la familia e incluso su mascota son lo primordial en la vida; otros dan especial atención a los deportes, las celebridades, la tecnología, los viajes o las tradiciones. Por todas estas cosas, infinidad de ellos sacrifican su relación con el Creador. ¿Podría influir en nosotros el ambiente que nos rodea, tal como les sucedió a los judíos?



EL CORAZÓN TRAICIONERO PUEDE ENGAÑARNOS



4 Cabe destacar el contexto en que Jeremías califica de desesperado al corazón. Muchos judíos iban diciendo: “¿Dónde está la palabra de Jehová? Que entre, por favor” (Jer. 17:15). Pero ¿fueron sinceros? Veamos. Este capítulo empieza así: “El pecado de Judá está escrito con un estilo de hierro. Con punta de diamante está grabado en la tabla de su corazón”. El problema fundamental de aquellos judíos era que cifraban su confianza en el hombre, en su brazo de carne, y alejaban su corazón de Jehová. No obstante, había una minoría que confiaba en Dios y esperaba su guía y bendición (Jer. 17:1, 5, 7).



5 La mayoría de los judíos dejó ver lo que había en su interior por su reacción a las instrucciones de Dios (léase Jeremías 17:21, 22). Por ejemplo, el sábado les ofrecía la oportunidad de descansar de las labores cotidianas y participar en actividades espirituales; por eso, no debían negociar ni hacer ninguna diligencia durante ese día. Ahora bien, sus actos revelaron el estado de su corazón. “No escucharon ni inclinaron su oído, y procedieron a endurecer su cerviz para no oír y para no recibir disciplina.” Aunque conocían la ley de Dios, la interpretaban a su manera y hacían lo que les parecía (Jer. 17:23; Isa. 58:13).



6 Hoy no estamos bajo la ley del sábado, pero la reacción de los judíos, que indicó el estado de su corazón, encierra una advertencia (Col. 2:16). Para hacer la voluntad de Dios, ya hemos dejado a un lado nuestros objetivos egoístas o mundanos, pues sabemos lo inútil que sería tratar de servir a Dios según nuestra conveniencia. Y seguramente conocemos a muchos hermanos que han dedicado su vida a hacer la voluntad divina y les ha resultado muy satisfaciente y agradable. Entonces, ¿cómo pudiéramos dejarnos engañar?



7 Un cristiano podría creer erróneamente que su corazón nunca lo va a traicionar, como les ocurrió a muchos contemporáneos de Jeremías. Imaginemos que alguien pensara: “No puedo perder el empleo; tengo una familia que mantener”, lo cual es muy comprensible. Pero ¿y si ese razonamiento lo llevara a este otro: “Tengo que ampliar mis conocimientos para conseguir o mantener un buen trabajo”? Como esta reflexión también parece lógica, podría acabar diciendo: “Los tiempos han cambiado, y para sobrevivir necesito un título universitario”. ¿Vemos con qué facilidad pudiera uno comenzar a restarle importancia a las sabias recomendaciones del esclavo fiel y discreto sobre la educación suplementaria y empezar a perderse reuniones? Algunos cristianos se han dejado moldear por la forma de pensar del mundo sobre este asunto (Efe. 2:2, 3). Con razón la Biblia nos exhorta: “No permitáis que el mundo a vuestro alrededor os meta dentro de su molde” (Romanos 12:2, Comentario Bíblico Beacon).*



8 Es cierto que algunos cristianos del siglo primero eran ricos y hasta prominentes en el mundo. Lo mismo puede decirse de algunos cristianos actuales. ¿Cómo deberían estos ver sus logros, y qué opinión deberíamos tener de ellos? Jehová nos da la respuesta mediante Jeremías (léase Jeremías 9:23, 24). En vez de presumir de sus éxitos, la persona sensata reconoce que el conocimiento del Soberano Universal es de máximo valor (1 Cor. 1:31). Ahora bien, ¿qué significa tener perspicacia y conocimiento de Jehová? La gente del tiempo de Jeremías sabía cuál era el nombre de Dios y lo que él había hecho para salvar a sus antepasados en el mar Rojo, al entrar en la Tierra Prometida, en el tiempo de los jueces y durante la dominación de los reyes fieles. Sin embargo, en realidad no conocían a Jehová ni tenían genuina fe en él. Aun así, decían: “He permanecido inocente. De seguro su cólera se ha vuelto de contra mí” (Jer. 2:35).



¿Por qué es importante reconocer que nuestro corazón es traicionero? ¿Cómo podemos escudriñarlo y saber el diagnóstico de Aquel que examina los corazones?



CÓMO NOS MOLDEA JEHOVÁ



9 Los judíos a quienes Jeremías dirigió los mensajes divinos necesitaban un cambio de corazón, o actitud, algo que era posible, ya que Dios prometió a quienes volvieran del exilio: “Les daré un corazón para que me conozcan, que yo soy Jehová; y tendrán que llegar a ser mi pueblo, y yo mismo llegaré a ser su Dios, porque se volverán a mí” (Jer. 24:7). En la actualidad también es posible un cambio así; es más, la mayoría de nosotros puede mejorar su “salud cardíaca”. Para ello son esenciales tres cosas: estudiar la Palabra de Dios a fondo, comprender cómo obra Dios en nuestra propia vida y aplicar lo que hemos aprendido sobre él. A diferencia de los contemporáneos del profeta, nosotros debemos desear que Jehová nos sondee el corazón. También podemos hacer nuestro propio examen valiéndonos de la Biblia y reflexionando en lo que Jehová ha hecho en nuestro beneficio (Sal. 17:3). ¡Así es como debemos actuar!



10 Satanás trata de meter a todo el mundo en el mismo molde; en cambio, Jehová nos moldea de manera individual. El caso de Jeremías lo ejemplifica. Un día, Dios le dijo que fuera a la casa de un alfarero. El artesano estaba trabajando en el torno. Cuando la vasija que estaba en sus manos se estropeó, sencillamente volvió a empezar y la transformó en otra (léase Jeremías 18:1-4). ¿Por qué se le mandó a Jeremías que fuera allí, y qué aprendemos de su experiencia?



11 Jehová quiso mostrar a Jeremías y a Israel que Él tiene la autoridad para moldear a pueblos y naciones. ¿Cómo trabaja Dios el barro? Contrario a los alfareros humanos, Jehová no comete errores ni destruye caprichosamente la obra de sus manos. Es la respuesta individual lo que determina qué hace con cada quien (léase Jeremías 18:6-10).



12 Entonces, ¿cómo nos moldea Dios hoy día? Ante todo, mediante la Biblia. El grado al que estemos dispuestos a aceptar los consejos de su Palabra revelará la clase de persona que somos y si permitiremos o no que nos moldee. Tomemos como botón de muestra al rey Jehoiaquim y veamos cómo podrían haber sido moldeados los judíos en asuntos diarios. La ley decretaba: “No debes defraudar a un jornalero”; sin embargo, el rey hizo caso omiso y se construyó “una casa espaciosa” aprovechándose de sus súbditos (Deu. 24:14; Jer. 22:13, 14, 17). Dios envió a sus profetas en un intento de moldear al rey, pero este siguió la inclinación de su corazón engañoso y dijo: “No obedeceré”. Continuó en el derrotero que había emprendido en su juventud, de modo que Dios sentenció que “con el entierro de un asno ser[ía] enterrado” y que sería arrastrado y echado fuera de Jerusalén (Jer. 22:19, 21). Sería muy insensato que nosotros respondiéramos: “¡Yo soy así y no voy a cambiar!”. En la actualidad, Dios no envía profetas como Jeremías, pero no nos deja sin guía. La clase del esclavo fiel y discreto nos ayuda a percibir y aplicar los principios bíblicos, principios que quizás toquen aspectos cotidianos, como nuestra manera de arreglarnos o la música y el baile en las bodas y en otras reuniones sociales. La pregunta es: ¿nos dejaremos moldear por la Palabra de Dios?



13 Veamos otro ejemplo. Los babilonios colocaron en el trono de Judá a un rey vasallo: Sedequías. En contra del consejo que Dios le dio por boca de Jeremías, este se rebeló (Jer. 27:8, 12). Así que los ejércitos babilonios sitiaron Jerusalén. El rey y sus príncipes pensaron que debían hacer algo para cumplir con la Ley y congraciarse con Dios. Como sabía que a los esclavos hebreos había que liberarlos al séptimo año, Sedequías pactó su liberación con el pueblo (Éxo. 21:2; Jer. 34:14). ¡Qué casualidad! De repente pareció recomendable que el pueblo dejara libres a sus esclavos, justo cuando sus enemigos rodeaban Jerusalén (léase Jeremías 34:8-10).



14 Posteriormente, los ejércitos egipcios acudieron en socorro de la ciudad, lo que hizo que los caldeos se retiraran (Jer. 37:5). ¿Qué hicieron ahora quienes habían dado libertad a sus esclavos? Los obligaron a volver a su estado de servidumbre (Jer. 34:11). Es significativo que cuando se vieron en peligro, los judíos obedecieron las leyes divinas, como si eso compensara su mala conducta anterior; pero cuando el peligro desapareció, volvieron a las andadas. Aunque fingieron captar el espíritu de la Ley, sus actos revelaron que no deseaban sujetarse a la Palabra de Dios ni dejarse moldear.



¿Qué lección práctica extraemos del relato del alfarero? ¿Cómo nos moldea Jehová hoy?



DEJEMOS QUE JEHOVÁ NOS MOLDEE



15 Gracias a la congregación mundial de Jehová aprendemos principios bíblicos que regulan la conducta humana. Pongamos un caso. Sabemos cómo debemos reaccionar si un hermano nos ofende (Efe. 4:32). Y admitimos que el consejo bíblico es certero y sabio. No obstante, ¿qué tipo de barro demostraremos ser? ¿Nos dejaremos moldear por Jehová? Si nuestro corazón es maleable, haremos cambios para mejorar; el Gran Alfarero nos convertirá en una vasija más apta para su propósito (léanse Romanos 9:20, 21 y 2 Timoteo 2:20, 21). En vez de manifestar una actitud como la de Jehoiaquim o la de los dueños de esclavos del tiempo de Sedequías, debemos dejar que Jehová nos moldee para un fin noble.



16 Jeremías también fue moldeado por Dios. ¿Cuál fue su actitud? Él admitió: “No pertenece al hombre que está andando siquiera dirigir su paso”. Además suplicó: “Corrígeme, oh Jehová” (Jer. 10:23, 24). Joven, ¿imitarás a Jeremías? Probablemente tengas que tomar muchas decisiones en el futuro. Hay quienes prefieren dirigir sus propios pasos, pero ¿y tú? ¿Buscarás la guía divina? ¿Admitirás humildemente, como Jeremías, que el ser humano es incapaz de dirigir bien su vida? Recuerda: si te pones en manos de Dios, él te moldeará.



17 Para cumplir bien con su comisión, Jeremías debía obedecer las directrices de Dios. Si hubiéramos estado en su lugar, ¿las habríamos obedecido nosotros? En un momento dado, Jehová le mandó que consiguiera un cinto de lino y se lo pusiera. Luego le ordenó viajar hasta el río Éufrates. Si consultamos un mapa, veremos que hay unos 500 kilómetros (300 millas) de distancia. Una vez allí, Jeremías tenía que esconderlo en la hendidura de un peñasco y volver a Jerusalén. Más adelante, Dios le pidió que regresara por el cinto (léase Jeremías 13:1-9). En total, Jeremías recorrió casi 2.000 kilómetros (1.200 millas). A algunos críticos bíblicos les parece increíble que fuera hasta tan lejos y caminara durante meses (Esd. 7:9).* Pero eso fue lo que Dios le mandó y eso fue lo que hizo Jeremías.



18 Imaginémonos al profeta marchando por las montañas de Judea camino del Éufrates y luego, dependiendo de la ruta que tomara, internándose en el desierto. ¡Y todo eso para esconder un cinto de lino! Su larga ausencia debió de despertar la curiosidad de sus vecinos. A la vuelta, no traía el cinto. Después, Dios le dijo que volviera a hacer el largo viaje y recuperara el cinturón, que ahora estaba podrido y ya ‘no servía para nada’. ¿No habría sido razonable pensar que aquello era una pérdida de tiempo y un esfuerzo inútil? Sin embargo, como Jeremías se había dejado moldear por Dios, no pensó así. En lugar de quejarse, obedeció sin rechistar.



19 No fue sino hasta el segundo viaje que Jehová explicó a Jeremías que su actuación serviría de telón de fondo para pregonar un contundente mensaje: “Esta gente mala, que está rehusando obedecer mis palabras, que está andando en la terquedad de su corazón y que sigue andando tras otros dioses a fin de servirles e inclinarse ante ellos, también llegará a ser justamente como este cinto que no sirve para nada” (Jer. 13:10). ¡Qué manera tan impactante de enseñar! La devota obediencia del profeta en algo que a simple vista parecía trivial fue importante en los intentos de Jehová por llegar al corazón de la gente (Jer. 13:11).



20 Los cristianos de la actualidad no tenemos que caminar centenares de kilómetros para impartir una lección divina. Pero ¿puede ser que nuestra forma de vida llame tanto la atención a nuestros vecinos o conocidos que hasta nos critiquen? Quizás tenga que ver con la manera de arreglarnos, el tipo de estudios que elegimos, nuestra profesión o hasta la opinión que tenemos sobre las bebidas alcohólicas. ¿Estaremos tan decididos a seguir las instrucciones divinas como Jeremías? Si dejamos que Dios moldee nuestro corazón, puede que se nos presenten ocasiones para dar un buen testimonio. De todos modos, nos beneficiará para siempre obedecer las directrices de Jehová recogidas en su Palabra y aceptar la guía que nos llega mediante el esclavo fiel. En conclusión, podemos evitar los engaños de un corazón traicionero y ser como Jeremías. Por lo tanto, no dudemos en dejarnos moldear por Dios; permitámosle que nos convierta en vasos honorables y nos use para la eternidad.



¿Por qué es vital luchar contra las presiones del Diablo, de nuestro corazón imperfecto y del mundo?



[Notas]



La NET Bible (2005) traduce este versículo: “No sean conformados a este mundo actual”. Una nota a pie de página añade: “Es significativo que el proceso de ser ‘conformados’ a este mundo se conciba como pasivo, lo que da a entender que tiene lugar, en parte, subconscientemente. Al mismo tiempo, [...] puede que el sujeto posea cierta consciencia de lo que esté ocurriendo. Lo más probable es que se trate tanto de un proceso consciente como subconsciente”.



Algunos creen que Jeremías no fue al Éufrates, sino a una aldea cercana. ¿La razón? “El único objeto de esta crítica es ahorrarle al profeta los dos supuestos viajes desde Jerusalén hasta el Éufrates”, responde un especialista.