Translate a otros idiomas

Tuesday, September 16, 2014

Leyes, Justicia, Derecho:

CAPÍTULO 13
“La ley de Jehová es perfecta”
LA LEY es un pozo sin fondo, [...] todo lo devora.” Esta aseveración apareció en un libro de 1712 que deploraba la existencia de un régimen jurídico cuyos procesos llegaban a demorarse años en los tribunales, lo que conducía a la bancarrota a quienes demandaban justicia. Hoy, los sistemas legales y judiciales de muchas naciones son tan intrincados y se ven plagados de tantos abusos, prejuicios e incongruencias, que la ley ha caído en el descrédito general.
2 En contraposición, fijémonos en unas palabras redactadas hace unos dos mil setecientos años: “¡Cómo amo tu ley, sí!” (Salmo 119:97). ¿Por qué eran tan intensos los sentimientos del escritor? Porque la legislación que elogiaba no emanaba de un gobierno civil, sino de Jehová Dios. Si estudiamos sus disposiciones, compartiremos cada día con más convicción el pensar del salmista y, además, entenderemos mejor a la mayor mente judicial del universo.
El Legislador Supremo
3 “Uno solo hay que es legislador y juez”, dice la Biblia (Santiago 4:12). En efecto, Jehová es el único y verdadero Legislador. Hasta los movimientos de los cuerpos siderales se rigen por “las leyes de los cielos” (Job 38:33, Biblia de América). Las miríadas de santos ángeles siguen igualmente los preceptos divinos, pues son ministros del Supremo que le sirven dentro de un orden jerárquico (Salmo 104:4; Hebreos 1:7, 14).
4 Jehová también ha legislado para el ser humano. Toda persona está dotada de una conciencia, la cual es un reflejo del sentido divino de la justicia y una especie de ley interna que le facilita discernir el bien del mal (Romanos 2:14). Dado que a nuestros primeros padres se les bendijo con una conciencia perfecta, solo necesitaban unos pocos preceptos (Génesis 2:15-17). En cambio, el hombre imperfecto precisa de más leyes para que lo orienten en el cumplimiento de la voluntad de Dios. Patriarcas como Noé, Abrahán y Jacob recibieron disposiciones divinas y las transmitieron a sus familias (Génesis 6:22; 9:3-6; 18:19; 26:4, 5). Jehová hizo que él mismo llegara a ser Legislador de un modo sin precedentes al transmitir mediante Moisés a la nación de Israel un código, el cual nos permite entender más a fondo Su sentido de la justicia.
Las líneas generales de la Ley mosaica
5 Aunque muchos creen que la Ley mosaica era una colección de preceptos voluminosa y enmarañada, no es así, ni mucho menos. Contenía algo más de seiscientas disposiciones, cifra que pudiera parecer elevada, pero que no lo es tanto en comparación con otros códigos, como el federal de Estados Unidos, que a finales del siglo XX comprendía más de ciento cincuenta mil páginas y que cada dos años incorpora unas seiscientas leyes más. De modo que, atendiendo solo al volumen, las legislaciones humanas dejan pequeña a la Ley mosaica. Pese a ello, esta gobernaba aspectos de la vida de los israelitas que el derecho moderno ni siquiera se plantea. Notemos lo singular que era este código examinando sus líneas generales.
6 La Ley mosaica exaltaba la soberanía de Jehová. En este particular, ningún código la iguala. Su mayor mandato estipulaba: “Escucha, oh Israel: Jehová nuestro Dios es un solo Jehová. Y tienes que amar a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu fuerza vital”. ¿De qué manera probaban los siervos del Altísimo que lo amaban? Sirviéndole y acatando su soberanía (Deuteronomio 6:4, 5; 11:13).
7 El israelita demostraba que aceptaba la soberanía de Jehová al someterse a las autoridades constituidas. Entre los representantes del poder divino se contaban los padres, los principales, los jueces, los sacerdotes y, con el tiempo, el rey. Dios consideraba toda rebelión contra ellos como una sublevación contra su propia persona. Por otro lado, las autoridades se exponían a sufrir su cólera si daban a su pueblo un trato injusto o arrogante (Éxodo 20:12; 22:28; Deuteronomio 1:16, 17; 17:8-20; 19:16, 17). De modo que ambas partes tenían la obligación de respetar la soberanía divina.
8 La Ley respaldaba la norma de santidad de Jehová. Contenía las palabras santo y santidad más de doscientas ochenta veces y ayudó al pueblo de Dios a distinguir entre limpio e inmundo, entre puro e impuro, ya que mencionaba unas setenta causas de contaminación ceremonial. Sus disposiciones incidían en la higiene corporal, en la dieta y hasta en la eliminación de residuos. Aunque tales preceptos conllevaban enormes beneficios para la salud,* cumplían un cometido más elevado: mantenían al pueblo en el favor de Jehová, dado que lo separaban de las prácticas pecaminosas de las naciones corruptas de su entorno. Veamos un ejemplo.
9 Las prescripciones del pacto de la Ley indicaban que las relaciones sexuales y el parto, aunque tuvieran lugar dentro del matrimonio, ocasionaban impureza temporal (Levítico 12:2-4; 15:16-18). Tales disposiciones no rebajaban estas limpias dádivas divinas (Génesis 1:28; 2:18-25). Por el contrario, respaldaban la santidad de Jehová al mantener inmaculados a sus adoradores. Cabe destacar que las naciones vecinas de Israel solían incluir en el culto actos eróticos y ritos de la fertilidad. En la religión cananea, sin ir más lejos, se prostituían hombres y mujeres, lo que llevó a que se generalizara la más espantosa degradación. La Ley, en cambio, establecía que la adoración de Jehová estuviera completamente libre de elementos sexuales.* Pero había otros beneficios.
10 Aquellos preceptos recalcaron una enseñanza fundamental.* Pensemos: ¿cómo se transmite la mancha del pecado adánico de una generación a otra? ¿No es mediante las relaciones sexuales y el parto? (Romanos 5:12.) Así pues, la Ley de Jehová recordó a su pueblo la constante realidad del pecado. En efecto, todos nacemos pecadores y necesitamos que se nos perdone y redima para poder acercarnos al Dios santo (Salmo 51:5).
11 La Ley respaldaba la justicia perfecta de Jehová. Invocaba el principio de equivalencia, o correspondencia, en la administración de la justicia. De ahí que dijera: “Alma será por alma, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie” (Deuteronomio 19:21). Por consiguiente, al juzgar los delitos, el castigo que se imponía tenía que ser proporcional a su gravedad. Este aspecto de la justicia divina se manifiesta por toda la Ley, y aun hoy resulta esencial para comprender el sacrificio redentor de Cristo, como veremos en el capítulo 14 (1 Timoteo 2:5, 6).
12 La Ley también incluía salvaguardas contra las deformaciones de la justicia. Examinemos algunos ejemplos. Se precisaba un mínimo de dos testigos para que una acusación tuviera validez. El perjurio se castigaba con penas severas (Deuteronomio 19:15, 18, 19). La corrupción y el soborno eran objeto de prohibiciones estrictas (Éxodo 23:8; Deuteronomio 27:25). Incluso en los negocios, el pueblo de Dios debía guiarse por las elevadas normas de justicia de Jehová (Levítico 19:35, 36; Deuteronomio 23:19, 20). Este noble y equitativo código fue una gran bendición para Israel.
Leyes que destacan la misericordia y la equidad al juzgar
13 ¿Era la Ley mosaica un código rígido e implacable? De ningún modo. El rey David escribió por inspiración divina: “La ley de Jehová es perfecta” (Salmo 19:7). Como bien sabía él, fomentaba la misericordia y la equidad. ¿De qué manera?
14 En la actualidad, hay países donde se diría que el sistema legal trata con mayor indulgencia al delincuente que a la víctima. Por citar un caso: el ladrón tal vez pase una temporada en la cárcel, mientras que el afectado, que quizás continúe privado de sus bienes, tiene que seguir pagando los impuestos que sufragan el hospedaje y la alimentación de tales malhechores. En el antiguo Israel, sin embargo, no existían centros penitenciarios como los actuales. Las reglas relativas a la severidad de los castigos eran muy estrictas (Deuteronomio 25:1-3). El autor del robo tenía que compensar al propietario por lo que le había sustraído y, además, hacerle un pago adicional. ¿Cuánto? Era variable. Por lo visto, los jueces disponían de cierta libertad para evaluar varios factores, como el arrepentimiento del pecador. Este hecho tal vez explique que la compensación impuesta al ladrón según Levítico 6:1-7 sea mucho menor que la que estipula Éxodo 22:7.
15 La Ley manifestaba misericordia al reconocer que no toda ofensa era deliberada. Por ejemplo, quien cometía un homicidio involuntario no tenía que pagar alma por alma, siempre que cumpliera con la debida exigencia de huir a una de las ciudades de refugio repartidas por todo Israel. Una vez que jueces capacitados examinaban su causa, el homicida estaba obligado a residir en dicha localidad hasta la muerte del sumo sacerdote, y entonces quedaba libre para irse a vivir a donde estimara oportuno. Esta disposición le permitía beneficiarse de la misericordia divina y al mismo tiempo hacía hincapié en el gran valor de la vida humana (Números 15:30, 31; 35:12-25).
16 La Ley salvaguardaba los derechos individuales. Veamos cómo protegía al ciudadano que había incurrido en una deuda. Al acreedor se le prohibía entrar en casa de este y tomar en prenda alguna propiedad como garantía de la devolución. Más bien, debía quedarse fuera y permitir que él le trajera la prenda, respetando así la inviolabilidad de su domicilio. Si la prenda en cuestión era el manto del deudor, tenía que devolvérselo al atardecer, pues probablemente lo necesitara para abrigarse de noche (Deuteronomio 24:10-14).
17 La Ley regulaba hasta los conflictos bélicos. No autorizaba al pueblo de Dios a combatir para saciar su sed de poder o conquista, sino para actuar como agentes suyos en “las Guerras de Jehová” (Números 21:14). En muchos casos, los israelitas tenían que ofrecer al enemigo la rendición. Si este rechazaba sus condiciones, podían asediarlo, pero de acuerdo con las disposiciones divinas. A diferencia de muchos soldados a lo largo de la historia, los combatientes israelitas no tenían permitido violar a las mujeres o realizar matanzas indiscriminadas. Incluso debían respetar el medio ambiente y no talar los árboles frutales del enemigo,* restricciones inexistentes en el caso de otros ejércitos (Deuteronomio 20:10-15, 19, 20; 21:10-13).
18 ¿Le repugna el hecho de que en algunos países se adiestre para la milicia a los niños? En el antiguo Israel no se reclutaban varones menores de 20 años (Números 1:2, 3). Hasta los adultos quedaban exentos si los dominaba el miedo. Además, al recién casado se le dispensaba del peligroso servicio un año completo, lo que tal vez le permitiera ver el nacimiento de su heredero. Así, explicaba la Ley, tenía la oportunidad de “regocijar” a su esposa (Deuteronomio 20:5, 6, 8; 24:5).
19 La Ley también protegía a las mujeres, los niños y las familias, y dictaba medidas orientadas a su cuidado. Ordenaba que el padre y la madre brindaran a los hijos atención y educación espiritual constantes (Deuteronomio 6:6, 7). Proscribía todo tipo de incesto, so pena de muerte (Levítico, capítulo 18). Asimismo prohibía el adulterio, que tantas veces acaba con las familias, así como con su seguridad y dignidad. También se ocupaba de las viudas y los huérfanos, y condenaba con los términos más enérgicos su maltrato (Éxodo 20:14; 22:22-24).
20 En este particular, algunos tal vez pregunten: “¿Por qué permitía la Ley la poligamia?” (Deuteronomio 21:15-17). Es preciso analizar preceptos como este en el contexto de su época. Quienes juzgan la Ley mosaica desde la óptica de los tiempos y las culturas actuales están condenados a malinterpretarla (Proverbios 18:13). La norma divina, expuesta ya en Edén, disponía que el matrimonio fuera una unión duradera entre un solo hombre y una sola mujer (Génesis 2:18, 20-24). Sin embargo, para el tiempo en que Jehová entregó la Ley a Israel, la poligamia y otros usos llevaban siglos arraigados. Él sabía muy bien que aquel “pueblo de dura cerviz” desobedecería con frecuencia aun los mandamientos más esenciales, como las prohibiciones de la idolatría (Éxodo 32:9). Por consiguiente, actuó con sabiduría al no elegir aquella época como el momento para reformar todas sus costumbres maritales. Tengamos presente, no obstante, que Dios no instituyó la poligamia. Lo que sí hizo fue valerse de la Ley mosaica para regularla entre su pueblo y prevenir así algunos abusos.
21 De igual modo, la Ley mosaica permitía que el hombre se divorciara de su esposa por una serie de causas graves bastante amplia (Deuteronomio 24:1-4). Jesús señaló que se trataba de una concesión divina “en vista de la dureza del corazón” del pueblo judío. Sin embargo, tales concesiones fueron temporales. Cristo restituyó para sus seguidores la norma matrimonial que Jehová había establecido al principio (Mateo 19:8).
La Ley fomentaba el amor
22 ¿Nos imaginamos un régimen jurídico que promueva hoy el amor? Pues eso era sobre todo los demás, lo que hacía la Ley mosaica. Solo en el libro de Deuteronomio aparecen más de veinte veces las palabras amor y amar en sus diversas formas. El segundo mandamiento más importante de la Ley era este: “Tienes que amar a tu prójimo como a ti mismo” (Levítico 19:18; Mateo 22:37-40). Los siervos de Dios no solo debían amarse unos a otros, sino también al residente forastero que vivía entre ellos, conscientes de que en otro tiempo también ellos habían residido en el extranjero. Debían tratar con amor al pobre y al afligido, ayudándoles materialmente y rehusando aprovecharse de su triste situación. Hasta recibieron órdenes de ser bondadosos y considerados con las bestias de carga (Éxodo 23:6; Levítico 19:14, 33, 34; Deuteronomio 22:4, 10; 24:17, 18).
23 ¿Qué otra nación ha sido bendecida con un código así? No es de extrañar que el salmista escribiera: “¡Cómo amo tu ley, sí!”. Su amor, sin embargo, no era un mero sentimiento. Lo movía a la acción, ya que procuraba obedecer dicha ley y vivir según sus preceptos. Más adelante añadió: “Todo el día ella es mi interés intenso” (Salmo 119:11, 97). En efecto, solía dedicar tiempo a estudiar las disposiciones del Padre celestial. No cabe duda de que al hacerlo sentía cada vez más cariño por ellas, así como por el Legislador, Jehová. Sigamos estudiando la ley divina, pues puede ayudarnos a sentirnos cada vez más cerca del Gran Legislador y Dios de la justicia.
[Notas]
Por ejemplo, las disposiciones que exigían enterrar las heces humanas, mantener en cuarentena a los enfermos y lavarse después de tocar un cadáver se adelantaron por muchos siglos a su época (Levítico 13:4-8; Números 19:11-13, 17-19; Deuteronomio 23:13, 14).
Mientras que en los santuarios cananeos había cámaras dedicadas a los actos carnales, la Ley mosaica hasta prohibía el acceso al templo a quienes se hallaban en estado de inmundicia. Dado que las relaciones sexuales conllevaban impureza temporal, nadie tenía la opción legítima de convertirlas en parte del culto de la casa de Jehová.
Un objetivo primordial de la Ley era enseñar. De hecho, el término hebreo para “ley” (toh·ráh) significa “instrucción” (Diccionario del Judaísmo).
La Ley planteaba esta significativa pregunta: “¿Acaso es el árbol del campo un hombre, para que lo sities?” (Deuteronomio 20:19). Filón, docto judío del siglo primero, se refirió a este precepto y explicó que a los ojos de Dios “es absurdo que la cólera contra los hombres se descargue sobre cosas que ningún mal han causado”.
Preguntas para meditar
Levítico 19:9, 10; Deuteronomio 24:19 ¿Qué sentimientos nos inspira el Dios que estableció tales disposiciones?
Salmo 19:7-14 ¿Qué opinaba David de “la ley de Jehová”, y cuánto valor debemos conceder a los preceptos divinos?
Miqueas 6:6-8 ¿Cómo nos ayuda este pasaje a ver que no debemos considerar una carga los mandamientos de Jehová?
Mateo 23:23-39 ¿De qué manera demostraron los fariseos que no entendían el espíritu de la Ley, y qué advertencia nos da este hecho?
[Preguntas del estudio]
 1, 2. ¿Por qué menosprecian muchos ciudadanos la ley, y qué podemos sentir por las leyes de Dios?
 3, 4. ¿Cómo ha resultado ser Jehová un Legislador?
 5. ¿Era la Ley mosaica una colección de preceptos voluminosa y enmarañada, y por qué contesta usted así?
 6, 7. a) ¿Qué distingue a la Ley mosaica de los demás códigos, y cuál es su mayor mandato? b) ¿Cómo demostraba el israelita que aceptaba la soberanía de Jehová?
 8. ¿Cómo respaldaba la Ley la norma de santidad de Jehová?
 9, 10. ¿Qué preceptos sobre las relaciones sexuales y el parto contenía el pacto de la Ley, y qué beneficios ofrecían?
11, 12. a) ¿Qué importantísimo principio de la justicia invocaba la Ley? b) ¿Qué salvaguardas contra las deformaciones de la justicia contenía la Ley?
13, 14. ¿Cómo fomentaba la Ley el trato equitativo del ladrón y su víctima?
15. ¿Cómo garantizaba la Ley la misericordia y la justicia en el caso de los homicidas involuntarios?
16. ¿Cómo salvaguardaba la Ley algunos derechos individuales?
17, 18. ¿Qué diferencia había entre Israel y otras naciones en materia de guerra, y por qué?
19. ¿Qué medidas orientadas a la protección de las mujeres, los niños, las familias, las viudas y los huérfanos contenía la Ley?
20, 21. a) ¿Por qué permitió la Ley mosaica la poligamia entre los israelitas? b) En cuestiones de divorcio, ¿por qué difería la Ley de la norma que Jesús restituyó más tarde?
22. ¿De qué maneras fomentó la Ley mosaica el amor, y hacia quiénes?
23. ¿Qué se sintió impulsado a hacer el escritor del Salmo 119, y qué resolución podemos adoptar?
[Ilustración a toda plana de la página 132]
 
Tomado del Sitio Oficial de los Testigos de Jehová, del Libro Acerquémonos a Jehová.