Translate a otros idiomas

Wednesday, April 17, 2013

Sobreviviremos como Jeremias?

Capítulo 8
¿Sobreviviremos, como Jeremías?
TRAS instar Josué a los israelitas a elegir a quién servirían, les aseguró: “En cuanto a mí y a mi casa, nosotros serviremos a Jehová” (Jos. 24:15). Josué estaba decidido a ser leal a Dios y confiaba en que los suyos también lo serían. Años después, ante la inminente destrucción de Jerusalén, Jeremías le dijo a Sedequías que si se rendía a los caldeos, ‘él mismo y su casa seguirían viviendo’ (Jer. 38:17). El rey tomó una mala decisión, la cual repercutió no solo en sí mismo, sino también en sus esposas e hijos. A estos últimos los asesinaron ante sus ojos, y él fue cegado y llevado cautivo a Babilonia (Jer. 38:18-23; 39:6, 7).
2 En ambos ejemplos se menciona tanto a la persona implicada como a su familia. Esto es lógico, porque si bien cada adulto era responsable ante Dios, la mayoría de los israelitas se casaba y formaba una familia. La familia era importante para ellos, y también lo es para nosotros. Así lo percibimos en nuestra lectura bíblica y en lo que estudiamos en las reuniones sobre el matrimonio, la crianza de los hijos y el respeto en el hogar (1 Cor. 7:36-39; 1 Tim. 5:8).
UN MANDATO POCO COMÚN
3 Jeremías fue uno de los supervivientes de la destrucción de Jerusalén, aunque sus circunstancias personales eran diferentes a las de la mayoría (Jer. 21:9; 40:1-4). Dios le había mandado que no se casara ni tuviera hijos y que se abstuviera de ciertas actividades normales de la vida judía (léase Jeremías 16:1-4).
4 En la época y cultura del profeta, lo común era casarse y tener hijos. Y así lo hacían casi todos los judíos, con lo que se mantenían las herencias territoriales dentro de la tribu y la familia (Deu. 7:14).* ¿Por qué no podría hacerlo Jeremías? En vista de lo que se avecinaba, Dios le ordenó que no participara en las ocasiones de duelo o de alegría. No había de consolar a los dolientes ni comer con ellos tras el funeral, ni disfrutar del júbilo de las bodas. Tanto los festines fúnebres como los alegres banquetes de bodas estaban a punto de terminar para siempre (Jer. 7:33; 16:5-9). Con su conducta, Jeremías respaldó sus palabras y destacó la gravedad del venidero juicio. Al tiempo llegó la calamidad. ¿Podemos imaginarnos cómo se sintieron entonces quienes cayeron en el canibalismo o quienes vieron a sus seres queridos convertirse en simple carroña? (Léase Jeremías 14:16; Lam. 2:20.) Así que no había razón para compadecerse de Jeremías porque fuera soltero. Aunque los dieciocho meses de sitio segaron la vida de familias enteras, él no tuvo una esposa o hijos que llorar.
5 Ahora bien, ¿es aplicable a los cristianos el pasaje de Jeremías 16:5-9? No, pues se nos exhorta a “consolar a los que se hallan en cualquier clase de tribulación” y a “regoci[jarnos] con los que se regocijan” (2 Cor. 1:4; Rom. 12:15). El propio Jesús asistió a una boda y contribuyó a la alegría de la fiesta. No obstante, lo que le aguarda a este malvado mundo es muy grave, y quizás los cristianos hasta pasemos penurias y privaciones. Jesús subrayó la necesidad de aguantar y mantenerse fieles a toda costa, como nuestros hermanos del siglo primero que huyeron de Judea. Por eso, permanecer soltero, casarse o tener hijos son asuntos que merecen seria reflexión (léase Mateo 24:17, 18).
[Ilustración de la página 94]
6 ¿Qué relevancia tiene el mandato que Dios le dio a Jeremías de no casarse ni tener hijos? En la congregación hay cristianos fieles que son solteros o que están casados pero no tienen hijos. ¿Qué pueden aprender de Jeremías? ¿Y por qué deben prestar atención a este aspecto de la vida del profeta incluso los matrimonios con hijos?
7 Recordemos primero que Jeremías no había de engendrar hijos. ¿Y los cristianos? Jesús no mandó a sus seguidores que se abstuvieran de criar una familia; aun así, es notable que pronunciara un “¡ay!” por las mujeres embarazadas o las que estuvieran amamantando cuando llegara la tribulación sobre Jerusalén entre los años 66 y 70 de nuestra era. Dadas las circunstancias, sería una época especialmente difícil para ellas (Mat. 24:19). Nosotros nos acercamos a una tribulación mayor, lo cual debería hacer pensar seriamente a las parejas cristianas que dudan entre tener o no tener hijos. ¿No es cierto que cada vez es más difícil bregar con estos tiempos críticos? Además, los matrimonios admiten que cuesta mucho criar a los hijos en el camino de la vida. Aunque cada pareja debe decidir si tendrá hijos o no, vale la pena analizar el caso de Jeremías. Pero ¿y el mandato divino de que ni siquiera se casara?
¿Qué mandato poco común recibió Jeremías, y qué motivo de reflexión nos proporciona?
APRENDAMOS DE LA SOLTERÍA DE JEREMÍAS
8 Al pedirle a Jeremías que no se casara, Dios no estableció una norma para todos sus siervos. El matrimonio es bueno. Jehová mismo lo fundó a fin de poblar la Tierra y como un medio de gran deleite y satisfacción (Pro. 5:18). Sin embargo, a lo largo de la historia no todos sus siervos se han casado. En la época de Jeremías, de seguro había eunucos entre el pueblo de Dios, además de viudas y viudos.* Así que el profeta no era el único que no tenía cónyuge. Desde luego, contaba con razones para mantenerse soltero, tal como algunos cristianos de hoy.
9 Muchos cristianos contraen matrimonio, pero no todos. Jesús no se casó, y dijo que algunos discípulos tendrían el don de “hacer lugar para” la soltería en su mente y corazón. Animó a cuantos pudieran a seguir su ejemplo (léase Mateo 19:11, 12). Así que no deberíamos bromear con el estado civil de los que desean quedarse solteros en pro del servicio a Dios, sino encomiarlos. Por supuesto, algunos permanecen solteros temporalmente debido a diversas circunstancias. Por ejemplo, quizás no han encontrado a un cónyuge cristiano adecuado con el cual unirse en matrimonio y están decididos a sostener la norma divina de casarse “solo en el Señor”, una decisión que merece nuestro aplauso (1 Cor. 7:39). Y, claro, algunos son viudos o viudas, por lo que están solos.* Ninguno de ellos debe olvidar jamás que Jehová y Jesús siempre los tienen presentes (Jer. 22:3; léase 1 Corintios 7:8, 9).
10 En vista de lo anterior, Jeremías podía recurrir a Dios mientras se mantuviera soltero. ¿Cómo? Recordemos que el profeta se deleitaba en la palabra de Jehová, la cual le resultó una fuente de fortaleza y consuelo durante los años en que desempeñó su comisión divina. Aparte de eso, hizo lo posible por evitar la compañía de quienes pudieran ridiculizarlo por ser soltero; de hecho, prefirió ‘sentarse absolutamente solo’ antes que alternar con aquellos individuos (léase Jeremías 15:17).
11 Numerosos cristianos solteros, tanto hombres como mujeres de todas las edades, siguen el modelo de Jeremías, y sus experiencias demuestran que es muy útil estar inmerso en el servicio a Dios, es decir, participar de lleno en las actividades espirituales. Por ejemplo, una Testigo de una congregación china señala: “El precursorado le da rumbo a mi vida. Ser soltera me permite llevar una vida ocupada y plena, lo cual me ayuda a evitar el sentimiento de soledad. Al final del día estoy satisfecha porque veo que mi ministerio beneficia de verdad a la gente, y eso me hace muy feliz”. Una precursora de 38 años opina: “El secreto de la felicidad consiste en disfrutar de los aspectos positivos de cualquier situación en que te encuentres”. Y una hermana soltera del sur de Europa admitió con franqueza: “Tal vez mi vida no sea exactamente como yo esperaba que fuera, pero soy feliz y seguiré siéndolo”.
[Ilustración de la página 97]
12 ¿Es posible que Jeremías pensara que su vida no era como la había planeado? Quizás. Pero puede que también viera que lo mismo les sucede a quienes se casan y tienen hijos. Una precursora española explica: “Conozco matrimonios que son felices y otros que no lo son. Esta realidad me convence de que mi felicidad no depende de que me case o no”. Sin duda alguna, la experiencia de Jeremías —una entre miles— demuestra que los solteros pueden disfrutar de una vida satisfaciente y feliz. Otro caso que lo corrobora es el del apóstol Pablo, quien escribió: “Digo a los no casados y a las viudas: les es bueno permanecer así como yo” (1 Cor. 7:8). Probablemente Pablo era viudo; de cualquier modo, no estaba casado mientras fue misionero (1 Cor. 9:5). ¿No es lógico pensar que su estado civil contribuyó a que se entregara tan de lleno a su servicio? Así es, pudo “atender constantemente al Señor sin distracción”, lo que se tradujo en grandes beneficios (1 Cor. 7:35).
13 Pablo también escribió por inspiración: “Los que [se casen] tendrán tribulación en la carne”. Y luego añadió esta profunda verdad: “Si alguno está resuelto en su corazón [...] [a] guardar su propia virginidad, hará bien. Por consiguiente, también el que da su virginidad en matrimonio hace bien, pero el que no la da en matrimonio hará mejor” (1 Cor. 7:28, 37, 38). Jeremías nunca leyó estas palabras, pero lo que hizo con su vida demuestra que la soltería no es un estorbo para ser dichoso en el servicio a Dios. Todo lo contrario: resulta de gran ayuda para llevar una vida con sentido, centrada en la adoración pura. El rey Sedequías, que era casado, no atendió el consejo del profeta y murió; en cambio, Jeremías, que era soltero, obró de tal manera que sobrevivió.
¿Qué podemos aprender del hecho de que Jeremías permaneciera soltero durante muchos años?
RECONFORTEMOS Y SEAMOS RECONFORTADOS
14 Como ya se ha dicho, la mayoría de los hombres y mujeres del tiempo de Jeremías se casaban y formaban sus familias. Y lo mismo cabe decir de los contemporáneos de Pablo. Es razonable pensar que, en general, los cristianos con familia no tenían la posibilidad de mudarse al extranjero para participar en el ministerio como Pablo, pero había mucho que hacer en sus localidades, lo que incluía apoyar a los solteros. Recordemos que cuando Pablo llegó a Corinto, Áquila y Priscila lo acogieron en su casa y trabajaron con él en el mismo oficio. Pero la cosa no quedó ahí; la amistad que le brindaron a Pablo seguramente resultó muy enriquecedora. Imaginemos los buenos ratos que pasarían compartiendo una comida o las ocasiones en las que pudieron animarse mutuamente. ¿Tuvo Jeremías compañeros así? Aunque aprovechó su soltería para servir a Dios, no era un ermitaño, ni mucho menos. Es muy probable que disfrutara de la reconfortante compañía de las familias de siervos devotos de Dios, como Baruc y Ébed-mélec (Rom. 16:3; léase Hechos 18:1-3).
[Ilustración de la página 100]
15 Los cristianos solteros de la actualidad también se benefician de la afectuosa compañía que les brindan las familias que imitan a la de Áquila. Y la nuestra, ¿ofrece ese tipo de compañía a quienes no están casados? Cierta hermana confesó: “He dejado el mundo y no quiero volver a él. Pero sigo necesitando cariño y afecto. Le pido a Jehová que nos dé a los solteros más alimento espiritual y ánimo. No somos invisibles, y no todos estamos deseosos de casarnos. Sin embargo, en cierto sentido parece que estamos solos. Es verdad que podemos recurrir a Jehová, pero cuando necesitamos calor humano, ¿podemos recurrir a nuestra familia espiritual?”. Miles de solteros pueden responder con un sincero “sí”, pues gozan de buen compañerismo en la congregación. Su círculo de amigos no se reduce a Testigos de su misma edad. Como son muy sociables, disfrutan de la amistad que les dan tanto los jóvenes como los mayores.
16 Si lo planeamos, podemos ser una fuente de ánimo para los solteros al incluirlos de vez en cuando en las actividades de la familia, como en la Noche de Adoración en Familia. Invitar a un hermano soltero a comer puede significar mucho más que simplemente compartir un plato de buena comida. ¿Y si quedáramos para salir al ministerio del campo juntos? O ¿qué tal si le pedimos que venga con nosotros a trabajar en el mantenimiento del Salón del Reino o incluso de compras alguna vez? Hay familias que han invitado a un viudo, una viuda o un precursor soltero a que viaje con ellos a la asamblea o a un lugar de vacaciones. Tal compañerismo ha sido muy reconfortante para todos.
17 Otro aspecto que les concierne a los hermanos solteros es el cuidado de los padres envejecidos. En los tiempos de Jesús, algunos judíos prominentes evitaban con astucia atender a sus padres. Afirmaban que los deberes religiosos que ellos mismos se habían impuesto tenían prioridad sobre las obligaciones impuestas por Dios en cuanto al cuidado de sus progenitores (Mar. 7:9-13). No debería ser así en el caso de las familias cristianas (1 Tim. 5:3-8).
18 Pero ¿qué ocurre cuando los padres mayores tienen varios hijos cristianos? Si uno de ellos no está casado, ¿se convierte ineludiblemente en su cuidador principal? Una hermana japonesa escribió: “Me gustaría casarme, pero no puedo porque debo cuidar de mis padres. Tengo la plena confianza de que Jehová comprende la presión que supone atender a los padres y el dolor de corazón que sentimos los solteros”. ¿Podría ser que ella tuviera hermanos y hermanas casados que hubieran decidido, sin consultarle, que debía encargarse de atender a los padres? En casos como estos, cabe señalar que Jeremías tuvo hermanos que no lo trataron con justicia (léase Jeremías 12:6).
19 Jehová comprende a los solteros y se compadece de los que atraviesan tiempos difíciles (Sal. 103:11-14). De todas maneras, los padres envejecidos o enfermos son los progenitores de todos sus hijos, no solo de los solteros. Puede que algunos estén casados y tengan familia; pero esto no rompe los lazos afectivos naturales con sus padres ni los exime de cumplir con su deber cristiano de ayudar cuando hace falta. Pensemos en Jesús que, aun cuando estaba a punto de morir en el madero, reconoció su deber y no se desentendió del cuidado de su madre (Juan 19:25-27). La Biblia no da normas detalladas sobre cómo organizar la atención de los padres mayores o enfermos; tampoco dice en ninguna parte que los hijos no casados sean automáticamente más responsables que los demás. En este tema tan delicado, los familiares han de llegar a un acuerdo manifestando buen juicio y consideración mutua, sin olvidar el ejemplo que Jesús dejó al ocuparse de su madre.
20 Bajo inspiración, Jeremías predijo que habría compañerismo y hermandad dentro del pueblo de Jehová (Jer. 31:34). Nosotros ya disfrutamos en la congregación de una sobresaliente camaradería que incluye, por supuesto, a los hermanos y hermanas no casados. No cabe la menor duda de que todos deseamos intercambiar estímulo con ellos y ver que permanecen en el camino de la vida.
Con relación a los hermanos no casados, ¿qué otros pasos podría dar usted para reconfortar y ser reconfortado?
[Notas]
En las Escrituras Hebreas no hay palabra para “soltero”.
Isaías se dirigió proféticamente a los eunucos literales de su día, quienes tenían una participación limitada en la adoración. Profetizó que mediante su obediencia se ganarían “algo mejor que hijos e hijas”: Dios les daría en Su casa “un nombre hasta tiempo indefinido” (Isa. 56:4, 5).
Otros puede que vivan solos porque su cónyuge, posiblemente un no creyente, se separó u obtuvo un divorcio legal.
[Preguntas del estudio]
 1, 2. ¿Por qué es lógico que nos interesemos tanto en los individuos como en las familias?
 3, 4. ¿De qué manera difería la situación de la mayoría de la de Jeremías, y cómo lo benefició?
 5. ¿Qué relación tienen con los cristianos las instrucciones recogidas en Jeremías 16:5-9?
 6. ¿Quiénes pueden beneficiarse de reflexionar en el mandato de Dios a Jeremías?
 7. ¿Por qué es motivo de reflexión el que Jeremías no tuviera hijos?
 8. ¿Por qué decimos que no es preciso estar casado para agradar a Dios?
 9. ¿Qué consejo inspirado sobre el matrimonio deberíamos tomar a pecho?
10, 11. a) ¿Qué ayudó a Jeremías a ser feliz en su soltería? b) ¿Cómo confirman las experiencias de nuestros hermanos que se puede disfrutar de una vida plena sin estar casado?
12, 13. a) ¿Cuál es un punto de vista realista sobre la soltería y el matrimonio? b) ¿Qué destacan la vida y consejos de Pablo sobre la soltería?
14. ¿Qué resalta la relación de la familia de Áquila con Pablo?
15. ¿Cómo pueden apoyar las familias cristianas a los no casados?
16. ¿Qué cosas sencillas podemos hacer para apoyar a los no casados de nuestra congregación?
17-19. a) ¿Por qué se necesita equilibrio al organizar el cuidado de los padres mayores o enfermos? b) ¿Qué nos enseña el hecho de que Jesús se ocupara de su madre?
20. ¿Cómo se siente al ver la hermandad que reina en la congregación?
[Ilustración de la página 94]
[Ilustración de la página 97]
[Recuadro de la página 98]
  “Valoro sobremanera los momentos de soledad. Puedo comunicarme con Jehová en oración y disfrutar de la meditación y el estudio personal sin distracciones. [...] La soltería ha contribuido mucho a mi gozo.” (Babette)
[Ilustración de la página 100]
 
Tomado de WWW.j.w.org/es