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Saturday, April 27, 2013

Manténganse en el Amor de Dios:

CAPÍTULO 9
“Huyan de la fornicación”
“Amortigüen, por lo tanto, los miembros de su cuerpo [...] en cuanto a fornicación, inmundicia, apetito sexual, deseo perjudicial y codicia, que es idolatría.” (COLOSENSES 3:5.)
EL PESCADOR acude a su lugar preferido en busca de cierta clase de pez. Selecciona detenidamente la carnada, o cebo, y lanza el hilo al agua. Al rato, viendo que la línea se tensa y la caña se dobla, enrolla el carrete y saca su captura. Todo sonriente, se felicita por haber elegido el señuelo adecuado.
2 Pues bien, en el año 1473 antes de nuestra era, hubo un hombre que también eligió con cuidado un cebo, pero no para peces. Se llamaba Balaam, y su objetivo era que mordiera el anzuelo el pueblo de Dios, que tenía su campamento en las llanuras de Moab, justo en la frontera con la Tierra Prometida. Aunque pretendía ser profeta de Jehová, no era más que un codicioso farsante al que habían contratado para maldecir a los israelitas. Se sentía frustrado, pues Jehová no solo se lo había impedido, sino que le había obligado a bendecirlos. Pero Balaam, pensando en la paga, no se dio por vencido. Razonó que, si conseguía que cometieran un pecado grave, Dios mismo terminaría maldiciéndolos. ¿Qué señuelo utilizaría? Las atractivas jóvenes de Moab (Números 22:1-7; 31:15, 16; Revelación 2:14).
3 ¿Qué tal funcionó la trampa? Bastante bien, pues miles cedieron a la tentación y “[tuvieron] relaciones inmorales con las hijas de Moab”. Hasta llegaron a dar culto a los dioses moabitas, entre ellos el Baal de Peor, repugnante dios de la fertilidad o, en resumidas cuentas, del sexo. Como castigo, 24.000 hombres perdieron la vida a las puertas de la Tierra Prometida. ¡Qué tragedia! (Números 25:1-9.)
4 ¿Qué había contribuido a ese terrible desenlace? La condición de corazón de muchos israelitas. Desarrollaron malas actitudes por haberse ido alejando de Jehová, sin recordar todo lo que él había hecho por ellos: liberarlos de Egipto, alimentarlos en el desierto y conducirlos sanos y salvos hasta la Tierra Prometida (Hebreos 3:12). El apóstol Pablo tuvo presente esa catástrofe cuando escribió: “Ni practiquemos fornicación, como algunos de ellos cometieron fornicación, de modo que cayeron, veintitrés mil de ellos en un [solo] día” (1 Corintios 10:8).*
5 Los siervos de Dios de la actualidad nos encontramos en una situación muy semejante a la que se describe en Números. Para empezar, nos hallamos a las puertas de una Tierra Prometida, solo que muchísimo mayor (1 Corintios 10:11). Nos enfrentamos a un mundo cuya obsesión por el sexo es como la de los moabitas, pero a mayor escala. Además, el lazo principal en que cayeron los israelitas, la inmoralidad, es el mismo que atrapa todos los años a miles de cristianos (2 Corintios 2:11). Y a imitación de Zimrí, quien tuvo la desfachatez de pasearse con una madianita por el campamento de Israel e introducirla en su propia tienda, algunos han sido una influencia corruptora en la congregación cristiana (Números 25:6, 14; Judas 4).
6 Preguntémonos: “¿Me veo yo en las ‘llanuras de Moab’ actuales? ¿Diviso en el horizonte el premio tan esperado, el nuevo mundo?”. Si así es, hagamos todo lo posible por mantenernos en el amor de Dios obedeciendo el mandato: “Huyan de la fornicación” (1 Corintios 6:18).
¿QUÉ ES LA FORNICACIÓN?
7 En la Biblia, el término fornicación (en griego pornéia) designa todas las clases de relaciones sexuales ilícitas, es decir, las que tienen lugar fuera del marco de un matrimonio válido a los ojos de Dios. Abarca tanto el adulterio como los actos sexuales entre un hombre y una mujer solteros, o con una persona dedicada a la prostitución. Practicar el coito oral o anal con alguien con quien no se está casado, o manipularle los genitales, también es fornicación. Y la situación no cambia si en los actos antes indicados interviene alguien del mismo sexo o incluso un animal.*
8 Las Escrituras son muy claras: quienes practican la fornicación no recibirán la vida eterna (1 Corintios 6:9; Revelación 22:15). Aun hoy, van a cosechar muchos problemas. Para empezar, no pueden permanecer en la congregación. En muchos casos no solo pierden la tranquilidad de conciencia, la dignidad personal y la confianza de los demás, sino que se enfrentan a discusiones matrimoniales, embarazos no deseados, enfermedades venéreas e incluso la muerte (Gálatas 6:7, 8). ¿Valdrá la pena emprender un camino de tanto sufrimiento? Lamentablemente, muchos no piensan en las consecuencias al dar los primeros pasos, uno de los cuales suele ser la pornografía.
LA PORNOGRAFÍA: PRIMER PASO A LA FORNICACIÓN
9 En muchos países, la pornografía aparece por todos lados: en los puestos de revistas, las canciones, los programas de televisión y en millones de páginas de Internet.* ¿Se trata de picardía inofensiva, como dicen algunos? De ningún modo. Quienes recurren a ella pueden hundirse en el vicio de la masturbación y alimentar “apetitos sexuales vergonzosos”. En último término, pudieran volverse adictos al sexo, abrigar deseos pervertidos, sufrir discordias maritales, e incluso llegar al divorcio (Romanos 1:24-27; Efesios 4:19).* Según una autoridad en la materia, la adicción al sexo es como el cáncer: “No deja de crecer y de extenderse, rara vez retrocede, y es muy difícil tratarla y erradicarla”.
10 Hay que tener muy presentes las palabras de Santiago 1:14, 15: “Cada uno es probado al ser provocado y cautivado por su propio deseo. Entonces el deseo, cuando se ha hecho fecundo, da a luz el pecado; a su vez, el pecado, cuando se ha realizado, produce la muerte”. Para evitar que esto suceda, ¿qué debemos hacer cuando nos vengan malos deseos? Tomar medidas inmediatas y sacárnoslos de la mente. Por ejemplo, si nos encontramos con imágenes eróticas, ¿qué haremos? Rápidamente, apartar la mirada, apagar la computadora, cambiar de canal de televisión... Lo que sea, con tal de impedir que los deseos inmorales nos consuman y acaben dominándonos (Mateo 5:29, 30).
11 Jehová nos conoce mucho mejor que nosotros mismos. Con buenas razones, nos pide: “Amortigüen, por lo tanto, los miembros de su cuerpo [...] en cuanto a fornicación, inmundicia, apetito sexual, deseo perjudicial y codicia, que es idolatría” (Colosenses 3:5). Ciertamente, no es fácil alcanzar ese grado de control. Pero contamos con la ayuda de nuestro paciente y amoroso Padre celestial (Salmo 68:19). Por eso, cada vez que nos asalten malos deseos, acudamos sin dilación a él, rogándole que nos dé “poder [...] más allá de lo normal”, y esforcémonos por desviar nuestro pensamiento hacia otros asuntos (2 Corintios 4:7; 1 Corintios 9:27; véase el recuadro “¿Cómo puedo librarme de un vicio?”, en la página 104).
12 El sabio Salomón nos exhorta: “Más que todo [...], salvaguarda tu corazón, porque procedentes de él son las fuentes de la vida” (Proverbios 4:23). ¿Qué es el “corazón” que debemos proteger? La persona interior, lo que somos realmente a los ojos de Dios. Y es justo eso, lo que Jehová ve en el “corazón” —y no la apariencia que proyectamos—, lo que va a determinar si recibiremos la vida eterna. Así de sencillo, y así de serio. A fin de proteger el corazón, imitemos al fiel Job, quien hizo con sus ojos el compromiso solemne de nunca mirar indecentemente a ninguna mujer (Job 31:1). Como el salmista, oremos a Dios: “Haz que mis ojos pasen adelante para que no vean lo que es inútil” (Salmo 119:37).
LA MALA DECISIÓN DE DINA
13 Como vimos en el capítulo 3, las amistades ejercen una gran influencia, sea para bien o para mal (Proverbios 13:20; 1 Corintios 15:33). Así lo muestra el ejemplo de Dina, hija del patriarca Jacob (Génesis 34:1). Aunque había recibido una buena crianza, cometió la imprudencia de buscar amigas entre las jóvenes de Canaán, pueblo que, como Moab, era famoso por su inmoralidad (Levítico 18:6-25). Por eso, ¿qué pensaría cualquier hombre de la zona al ver a Dina? Que era una presa fácil para ellos. Y Siquem, “el más honorable de toda la casa de su padre”, no fue la excepción (Génesis 34:18, 19).
14 Con el tiempo, Dina conoció a Siquem. Probablemente, ella no pretendía tener relaciones sexuales. Pero Siquem sí. Un día, al sentirse excitado, actuó como lo hubieran hecho la mayoría de los cananeos: sin importarle que la joven se resistiera, “la tomó” y “la violó”. Más tarde “se enamoró” de ella, pero eso no cambió en nada el abuso cometido (Génesis 34:1-4). Y Dina no fue la única perjudicada, pues su mala elección de compañías desencadenó una serie de sucesos que sumió a toda su familia en el dolor y el descrédito (Génesis 34:7, 25-31; Gálatas 6:7, 8).
15 Puede que Dina extrajera una importante lección, pero a las malas. Ahora bien, nosotros no tenemos que aprender así. Amamos a Jehová, y por eso hacemos caso de sus consejos, entre ellos, el de “[andar] con personas sabias” (Proverbios 13:20a). Si obedecemos siempre a Dios, llegaremos a comprender cuál es el buen camino, “el derrotero [...] de lo que es bueno”, y nos ahorraremos muchos problemas (Proverbios 2:6-9; Salmo 1:1-3).
16 En efecto, Dios ofrece sabiduría a todos los que la desean. Pero para conseguirla, hay que orar y estudiar la Biblia y las publicaciones del esclavo fiel (Mateo 24:45; Santiago 1:5). Además, es preciso ser humildes y aceptar los consejos de las Escrituras (2 Reyes 22:18, 19). Para ilustrar este punto, pensemos en lo siguiente. Seguramente todos reconocemos que el corazón es traicionero y desesperado (Jeremías 17:9). Pero a la hora de la verdad, cuando tenemos que recibir consejos directos y ayuda amorosa, ¿somos humildes y los aceptamos, o dejamos que el corazón nos engañe?
17 Imaginemos la siguiente situación: un padre no permite que su hija salga con un joven cristiano, a menos que vayan acompañados. Ella replica: “Pero, papá, ¿es que no confías en mí? ¡No vamos a hacer nada malo!”. Sin duda, la joven ama a Jehová y tiene las mejores intenciones, pero ¿diríamos que “anda con [verdadera] sabiduría” y está “[huyendo] de la fornicación”? ¿O pensaríamos que imprudentemente “confía en su propio corazón”? (Proverbios 28:26.) Y seguro nos vienen a la mente otros principios que ayudarían al padre a razonar con su hija sobre este asunto (véanse Proverbios 22:3; Mateo 6:13; 26:41).
JOSÉ HUYÓ DE LA FORNICACIÓN
18 Contamos con el excelente ejemplo de un joven que amaba a Dios y supo huir de la fornicación. Se trata de José, hermano de Dina por parte de padre (Génesis 30:20-24). De pequeño, había visto los terribles resultados de la imprudencia de su hermana. Sin duda, esos recuerdos, así como el firme deseo de mantenerse en el amor de Dios, lo protegieron años después, cuando era esclavo en Egipto y la esposa de su amo intentaba “día tras día” seducirlo. Siendo un esclavo, no podía renunciar a su cargo e irse. No tenía más remedio que armarse de valor y afrontar con sabiduría la situación. Y así lo hizo, negándose vez tras vez a acceder a los deseos de aquella mujer y, finalmente, huyendo de su presencia (Génesis 39:7-12).
19 Reflexionemos por un momento: ¿habría logrado mantenerse firme si se hubiera pasado los días pensando en la señora, o entregándose con la imaginación a fantasías sexuales? Difícilmente. Además de negarse a abrigar pensamientos impuros, José daba gran valor a su relación con Jehová. Así lo indicó cuando dijo a la mujer de Potifar: “Mi amo [...] no ha retenido de mí cosa alguna salvo a ti, porque eres su esposa. Así es que, ¿cómo podría yo cometer esta gran maldad y realmente pecar contra Dios?” (Génesis 39:8, 9).
20 ¡Qué contento tuvo que sentirse Jehová al ver que José, pese a vivir lejos de su familia, seguía fiel día tras día! (Proverbios 27:11.) Más tarde, José fue encarcelado, pero Jehová se encargó de que saliera en libertad y se convirtiera en primer ministro y administrador de víveres de todo Egipto (Génesis 41:39-49). Su experiencia confirma las palabras de Salmo 97:10: “Oh amadores de Jehová, odien lo que es malo. Él está guardando las almas de los que le son leales; de la mano de los inicuos los libra”.
21 Como José, miles de cristianos obedecen hoy el mandato: “Odien lo que es malo, y amen lo que es bueno” (Amós 5:15). Por ejemplo, un joven africano cuenta que una compañera de estudios tuvo la desvergüenza de ofrecerle favores sexuales si le daba las respuestas durante un examen de matemáticas. “Me negué de plano —explica—. Al mantenerme fiel a mis principios, no perdí mi dignidad, que para mí vale más que todo el oro del mundo.” Es cierto que uno pudiera “disfrutar temporalmente del pecado”, pero, por lo general, esas alegrías pasajeras no traen más que disgustos (Hebreos 11:25). Además, no tienen ni punto de comparación con la felicidad eterna que conseguiremos obedeciendo a Jehová (Proverbios 10:22).
AYUDA DEL PADRE DE MISERICORDIA
22 Como todos somos imperfectos, tenemos que luchar para reprimir nuestros malos deseos y hacer lo que Dios nos pide (Romanos 7:21-25). Jehová lo sabe, pues “se acuerda de que somos polvo” (Salmo 103:14). Pero ¿y si llegamos a cometer un pecado grave? ¿Ya no hay remedio? De ningún modo. Es cierto que pudiéramos cosechar amargos frutos, como le ocurrió al rey David. No obstante, Dios siempre está “listo para perdonar[nos]” si nos arrepentimos y “conf[esamos] abiertamente [los] pecados” (Salmo 86:5; Santiago 5:16; Proverbios 28:13).
23 Además, en la congregación contamos con una amorosa ayuda de Jehová: “dádivas en [la forma de] hombres”, pastores maduros que están listos para darnos asistencia y quieren hacerlo (Efesios 4:8, 12; Santiago 5:14, 15). Si hemos pecado, nos ayudarán a fortalecer nuestra relación con Dios y a dar un paso que contribuirá a que no reincidamos. ¿Cuál? “Adqui[rir] corazón.” (Proverbios 15:32.) ¿Cómo aplicamos este consejo?
¿CÓMO SE “ADQUIERE CORAZÓN”?
24 La Biblia habla, por un lado, del hombre “falto de corazón”, y por otro, del que “adquiere corazón” (Proverbios 7:7). ¿Quién es el individuo “falto de corazón”? El que carece de discernimiento y buen juicio, sea por inmadurez espiritual o por falta de experiencia en el servicio a Dios. Por eso, es más propenso a cometer pecados graves, como el joven del que habla Proverbios 7:6-23. ¿Y quién es el hombre que “adquiere corazón”? El que se preocupa por el estado de su persona interior, y por ello estudia regularmente la Palabra de Dios con la ayuda de la oración. Al grado que se lo permite la imperfección, lucha por que sus pensamientos, deseos, emociones y metas complazcan a Jehová. Así muestra que “ama su propia alma” —es decir, que se está haciendo bien a sí mismo— y que quiere “hallar el bien” (Proverbios 19:8).
25 Conviene que nos preguntemos: “¿Estoy seguro de que las normas de Dios son las mejores, y de que si las sigo conseguiré la mayor felicidad que existe?” (Salmo 19:7-10; Isaías 48:17, 18). Si tuviéramos la más mínima duda, ¿qué podemos hacer? Meditar en las consecuencias que tendría desatender las leyes de Dios. También es preciso que “guste[mos] y vea[mos] que Jehová es bueno”, viviendo la verdad y llenando la mente de ideas sanas, de pensamientos verdaderos, justos, castos, amables y virtuosos (Salmo 34:8; Filipenses 4:8, 9). Cuanto más nos esforcemos, más aumentará nuestro amor por Dios y por las cosas que el ama, y más odio sentiremos por todo lo que él odia. Recordemos a José. No era un superhombre, pero logró “[huir] de la fornicación”. ¿Por qué? Porque permitió que Jehová lo moldeara a lo largo de los años y le fortaleciera el corazón. Y lo mismo tenemos que hacer nosotros (Isaías 64:8).
26 No olvidemos que los genitales no son simples juguetes o instrumentos de placer. Son el medio que Jehová ha dado a los casados para que puedan reproducirse y disfrutar de relaciones íntimas (Proverbios 5:18). En los próximos dos capítulos examinaremos cómo ve Dios el matrimonio.
[Notas]
Por lo visto, el libro de Números combina la cantidad de “cabezas del pueblo” ejecutados por los jueces —probablemente unos mil— con la cifra de los que murieron a manos de Jehová (Números 25:4, 5).
La sección “Preguntas de los lectores” de La Atalaya del 15 de julio de 2006, editada por los testigos de Jehová, explica qué está implicado en la inmundicia y la conducta relajada.
Con el término pornografía nos referimos a la representación (con imágenes, textos o voces) de escenas eróticas destinadas a excitar. Puede ir desde la foto de una persona en pose lasciva hasta la exhibición de los actos más aberrantes entre dos o más individuos.
El tema de la masturbación se analiza en el apéndice, págs. 218, 219.
[Preguntas del estudio]
 1, 2. ¿Qué planes hizo Balaam para perjudicar al pueblo de Jehová?
 3. ¿Hasta qué punto funcionó la trampa de Balaam?
 4. ¿Por qué cayeron en la inmoralidad miles de israelitas?
 5, 6. ¿Cómo nos ayuda el relato del pecado de Israel en las llanuras de Moab?
 7, 8. ¿Qué abarca en la Biblia la fornicación, y de qué forma cosechan lo que han sembrado las personas que la practican?
 9. ¿Es la pornografía inofensiva, como dicen algunos? Explique su respuesta.
10. ¿Cómo podemos aplicar el principio de Santiago 1:14, 15? (Véase también el recuadro de la pág. 101.)
11. Cuando nos asalten malos deseos, ¿cómo demostraremos confianza en Jehová?
12. ¿Qué es el “corazón”, y por qué tenemos que protegerlo?
13. ¿Quién era Dina, y por qué fue imprudente su selección de amistades?
14. ¿Qué trágicos resultados tuvo la mala decisión de Dina?
15, 16. ¿Cómo conseguimos la verdadera sabiduría? (Véase el recuadro de la pág. 109.)
17. ¿A qué situación pueden enfrentarse un padre y su hija, y cómo podría él razonar con ella?
18, 19. ¿A qué tentación se enfrentó José, y cómo manejó la situación?
20. ¿De qué se encargó Jehová en el caso de José?
21. ¿Cómo demostró un joven africano que era fiel a sus principios?
22, 23. a) ¿Por qué decimos que la situación de quien ha cometido un pecado grave no es irremediable? b) ¿De qué ayuda dispone quien ha pecado?
24, 25. a) ¿De qué manera demostró el joven de Proverbios 7:6-23 que era “falto de corazón”? b) ¿Cómo se “adquiere corazón”?
26. ¿Qué importante tema examinaremos a continuación?
[Recuadro de la página 101]
SACANDO FUERZAS PARA MANTENERSE PURO
  “En la adolescencia caí en un círculo vicioso: veía pornografía y me masturbaba —explica un hombre joven—. Mis compañeros de estudios opinaban que eso era de lo más normal. Sin embargo, a mí me manchó la conciencia y me arrastró a una vida inmoral. Con el tiempo comprendí que era un esclavo de mis deseos. Pero logré superar esos vicios con la ayuda de Jehová y la congregación. Ahora no me junto con cualquiera; ya sé muy bien cuánto influyen en uno las compañías. Pienso que, para no volver a las andadas, es fundamental ser muy constante en la oración y el estudio de la Biblia. Ya no vivo esclavo a los deseos de la carne y tengo el privilegio de ser precursor regular.”
[Ilustración y recuadro de la página 104]
¿CÓMO PUEDO LIBRARME DE UN VICIO?
Principio: “Oh amadores de Jehová, odien lo que es malo” (Salmo 97:10).
Preguntas para meditar
▪ ¿Evito las situaciones que despiertan en mí malos pensamientos? (Mateo 5:27, 28.)
▪ ¿Reflexiono en las consecuencias de dejarse llevar por los malos deseos? (Proverbios 22:3.)
▪ ¿Qué pasos concretos estoy decidido a dar para librarme del vicio? (Mateo 5:29, 30.)
▪ ¿Estoy dispuesto a hablar de mi problema con mi padre, mi madre o algún hermano espiritual maduro? (Proverbios 1:8, 9; Gálatas 6:1, 2.)
▪ ¿Cómo demostraré que confío en que Jehová me dará fuerzas y sabiduría para vencer? (Proverbios 3:5, 6; Santiago 1:5.)
[Recuadro de la página 109]
TEXTOS PARA MEDITAR
“Oh amadores de Jehová, odien lo que es malo.” (Salmo 97:10.)
“Todo el que sigue mirando a una mujer a fin de tener una pasión por ella ya ha cometido adulterio con ella en su corazón.” (Mateo 5:28.)
“El que practica la fornicación peca contra su propio cuerpo.” (1 Corintios 6:18.)
“Aporreo mi cuerpo y lo conduzco como a esclavo, para que, después de haber predicado a otros, yo mismo no llegue a ser desaprobado de algún modo.” (1 Corintios 9:27.)
“Cualquier cosa que el hombre esté sembrando, esto también segará; porque el que esté sembrando con miras a su carne, segará de su carne la corrupción; pero el que esté sembrando con miras al espíritu, segará del espíritu vida eterna.” (Gálatas 6:7, 8.)
“Amortigüen, por lo tanto, los miembros de su cuerpo [...] en cuanto a fornicación, inmundicia [y] apetito sexual.” (Colosenses 3:5.)
“Cada uno de ustedes sepa tomar posesión de su propio vaso en santificación y honra, no en codicioso apetito sexual.” (1 Tesalonicenses 4:4, 5.)
[Ilustración de la página 98]
Vista de las llanuras de Moab
[Ilustración de la página 103]
Es prudente limitar el uso de Internet a una zona pública del hogar
 
Tomado de WWW.jw.org/es