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Wednesday, April 10, 2013

Libro de Jeremias:

Capítulo 7
“Saturaré al alma cansada”
EL NUEVO mundo.” Al oír esas palabras, ¿acuden a nuestra mente imágenes de las bendiciones materiales predichas en la Biblia? Un cuerpo perfecto, alimento nutritivo en abundancia, animales mansos, vivienda segura... Hasta podemos citar pasajes que respaldan tales expectativas. Sin embargo, no olvidemos esta otra bendición: la salud espiritual y emocional. Sin ella, todos los demás deleites pronto se esfumarían.
2 Cuando Dios predijo mediante Jeremías el retorno de los judíos cautivos en Babilonia, destacó lo que sentiría su pueblo: “Te engalanarás con tus panderetas y realmente saldrás en la danza de los que están riéndose” (léanse Jeremías 30:18, 19 y 31:4, 12-14). Y añadió estas motivadoras palabras: “Saturaré al alma cansada, y ciertamente llenaré a toda alma que languidece”. La Nueva Biblia de los Hispanos vierte así la promesa divina: “Porque Yo he de satisfacer al alma cansada y he de saciar a toda alma atribulada” (Jer. 31:25).
3 ¡Qué magnífica esperanza! Jehová dijo que saturaría, o satisfaría plenamente, a quien estuviera cansado y sin fuerzas. Y él cumple lo que promete. Los escritos de Jeremías nos dan la confianza de que nosotros también veremos saciadas nuestras necesidades. Es más, nos muestran cómo cobrar ánimo y ver las cosas con optimismo aun ahora. También nos enseñan formas prácticas de animar a otros, ayudándoles a satisfacer sus almas cansadas.
4 Aquella promesa fue una fuente de ánimo para Jeremías, y puede serlo igualmente para nosotros. ¿En qué sentido? Recordemos que en el capítulo 1 de esta obra comentamos que Jeremías, tal como Elías, era un “hombre de sentimientos semejantes a los nuestros” (Sant. 5:17). Siendo esto así, veamos algunas razones por las que a veces el profeta pudo desalentarse o hasta deprimirse un poco. Al mismo tiempo, pensemos en cómo nos hubiéramos sentido nosotros y por qué ciertas situaciones podrían deprimirnos (Rom. 15:4).
5 El desánimo de Jeremías pudo provenir en parte de Anatot, ciudad levita que lo vio nacer, situada a unos cuantos kilómetros al noreste de Jerusalén. Allí tendría conocidos y hasta parientes. Mas como dijo Jesús, un profeta no tiene honra en su propia tierra, y ese fue el caso de Jeremías (Juan 4:44). Sus paisanos no solo fueron indiferentes e irrespetuosos con él, pues Dios dijo que ‘los hombres de Anatot anduvieron buscando su alma’. De hecho, dijeron amenazantes: “No debes profetizar en el nombre de Jehová, para que no mueras a mano de nosotros”. ¡Los mismos que debían estar de su lado —sus paisanos y, posiblemente, sus parientes— tramaban contra su vida! (Jer. 1:1; 11:21.)
[Ilustración de la página 83]
6 Si nos hallamos bajo la presión de vecinos, condiscípulos, compañeros de trabajo o hasta familiares, nos animará saber qué hizo Jehová a favor de Jeremías. “Voy a dirigir mi atención a” los hombres de Anatot, sentenció (léase Jeremías 11:22, 23). Sin duda, saber que Dios tomaría cartas en el asunto contribuyó a que el profeta superara el desánimo que pudiera haberlo invadido. La “atención” de Dios significaría que vendría una “calamidad sobre los hombres de Anatot”, y así fue. Nosotros podemos sentirnos tranquilos sabiendo que Jehová presta atención a todas las cosas y actúa al debido tiempo (Sal. 11:4; 66:7). Si persistimos en nuestra adhesión a las enseñanzas de la Biblia y en hacer lo que es correcto, ayudaremos incluso a algunos de nuestros enemigos a que se salven de la calamidad que de otro modo les sobrevendría (1 Tim. 4:16).
¿Cómo indica el libro de Jeremías que Dios se interesa por los sentimientos de su pueblo, y qué efecto tuvo este hecho en el profeta?
ACCIONES QUE PODRÍAN DESALENTAR
7 Jeremías no solo soportó amenazas de parte de la gente de su pueblo. En cierta ocasión, un sacerdote prominente de Jerusalén llamado Pasjur* lo oyó pronunciar una profecía divina. Acto seguido, “Pasjur golpeó a Jeremías el profeta y lo puso en el cepo” (Jer. 20:1, 2). Al parecer, no se trató de una bofetada nada más; algunos creen que Pasjur lo hizo flagelar con hasta 40 azotes (Deu. 25:3). Al tiempo que padecía dolor físico, la gente lo escarnecía, lo insultaba y hasta lo escupía. Pero las cosas no pararon ahí: Pasjur lo mandó poner en el cepo toda la noche. La palabra hebrea utilizada aquí parece indicar que el cuerpo del reo quedaba torcido y doblado. En efecto, Jeremías fue obligado cruelmente a pasar la noche aprisionado en aquel artefacto de madera.
8 ¿Cómo afectó a Jeremías el maltrato que recibió? Dijo a Dios: “Vine a ser objeto de risa todo el día” (Jer. 20:3-7). Hasta se le pasó por la cabeza dejar de hablar en el nombre divino, pero sabemos que fue incapaz. El mensaje que se le había encargado era “como un fuego ardiente, encerrado en [sus] huesos”, y tuvo que hablar en representación de Jehová (léase Jeremías 20:8, 9).
[Ilustración de las páginas 84 y 85]
9 Este pasaje puede sernos provechoso cuando afrontamos la burla humillante de conocidos —como familiares, vecinos, compañeros de trabajo o condiscípulos—, o cuando sufrimos maltrato físico a causa de la adoración verdadera. No nos sorprendamos si a veces nos desanimamos por esto. Jeremías, como humano imperfecto que era, no fue inmune a tal sentimiento. ¿Y acaso no somos nosotros tan humanos como él? Sin embargo, recordemos que con el apoyo divino, Jeremías recobró el gozo y la confianza. Su desánimo no fue permanente, ni tampoco tiene que serlo en nuestro caso (2 Cor. 4:16-18).
10 En ocasiones, el estado de ánimo de Jeremías cambió, incluso de manera apreciable. ¿Experimentamos nosotros también cambios de humor parecidos, alternando entre el optimismo y el abatimiento? Con respecto al primer estado, notemos las palabras de Jeremías 20:12, 13 (léase). Después del sufrimiento que le causó Pasjur, se regocijó de ser como uno de los pobres a quienes Dios libra “de la mano de los malhechores”. Cuando se nos libra de algún mal o nos suceden cosas buenas en la vida o en el servicio cristiano, nos sentimos alborozados, deseosos de cantar a Jehová. Este es un sentimiento muy agradable (Hech. 16:25, 26).
[Ilustración de la página 86]
11 Ahora bien, debido a la imperfección, nuestro estado de ánimo puede mudar, como le pasó a Jeremías. Tras exclamar: “¡Canten a Jehová!”, le entró la desesperación y a lo mejor hasta lloró (léase Jeremías 20:14-16). Tan profundo era su abatimiento que se preguntó por qué había nacido. En medio de su aflicción deseó que el hombre que dio la noticia de su nacimiento hubiera corrido la trágica suerte de Sodoma y Gomorra. Pero he aquí un elemento clave: ¿Se quedó sumido en la desesperación? ¿Se rindió y se entregó en brazos del desánimo? No; más bien, combatió el desaliento y se sobrepuso. Así lo confirma el relato que él presenta a continuación. El rey Sedequías envió al príncipe Pasjur para que le preguntara a Jeremías sobre el asedio de los babilonios a Jerusalén. Jeremías estuvo a la altura de las circunstancias: sin amilanarse, declaró el juicio de Jehová y reveló en qué terminaría el sitio (Jer. 21:1-7). Está claro que continuaba activo en su misión profética.
12 Algunos siervos de Dios experimentan cambios en su estado de ánimo. Dichos cambios pueden obedecer a causas físicas, como alteraciones hormonales o un desequilibrio químico. En tales casos, será un médico quien mejor pueda recomendar un tratamiento (Luc. 5:31). Pero, por lo general, la euforia o la tristeza que a veces nos embarga no es ni extremada ni anormal. La mayoría de los sentimientos negativos forman parte de la vida humana imperfecta y pueden deberse al cansancio, la pérdida de un ser querido, etc. Al atravesar una situación así, recordemos que aunque Jeremías experimentó cambios de humor, conservó el favor divino. Quizás sea necesario alterar la rutina para descansar más o darnos tiempo para reponernos de una pérdida dolorosa. De todos modos, es de vital importancia que no faltemos a las reuniones cristianas y que participemos con regularidad en las demás actividades teocráticas, dos factores esenciales para conservar el gozo y el equilibrio en el servicio a Dios (Mat. 5:3; Rom. 12:10-12).
13 La experiencia de Jeremías es muy consoladora para todos, sea que el desaliento nos invada de manera aislada o recurrente. Como vimos, el profeta anduvo a veces muy alicaído, mas no por eso se alejó del Dios a quien amaba y servía fielmente. Cuando sus rivales le pagaron el bien con el mal, acudió a Jehová y confió en él (Jer. 18:19, 20, 23). Resolvámonos a imitar a Jeremías (Lam. 3:55-57).
Si a veces nos sentimos decaídos o tristes, ¿cómo podemos aplicar lo que nos enseña el libro de Jeremías?
¿ALENTAREMOS A LAS ALMAS CANSADAS?
14 Hacemos bien en observar de dónde obtuvo ánimo Jeremías y cómo él, a su vez, alentó a las ‘almas cansadas’ (Jer. 31:25). El profeta recibió ánimo especialmente de Jehová. Imaginemos cuánto nos hubiera fortalecido oír a Jehová diciéndonos: “En cuanto a mí, aquí he hecho de ti hoy una ciudad fortificada [...]. Y de seguro pelearán contra ti, pero no prevalecerán contra ti, porque: ‘Yo estoy contigo —es la expresión de Jehová— para librarte’” (Jer. 1:18, 19). Con razón, Jeremías llamó a Jehová “mi fuerza y mi plaza fuerte, y mi lugar adonde huir en el día de angustia” (Jer. 16:19).
15 Es digno de mención el hecho de que Jehová dijo a Jeremías: “Yo estoy contigo”. ¿Nos dan estas palabras una idea de qué decir cuando un conocido nuestro precisa ánimo? Una cosa es saber que un hermano en la fe o un familiar lo necesita, y otra muy diferente proporcionárselo de manera efectiva. En muchos casos, lo mejor es hacer lo que hizo Dios con Jeremías: estar al lado del abatido y, en el momento oportuno, decirle algo breve en vez de soltar un torrente de palabras, pues unas frases bien escogidas surten mayor efecto. Para confortar y edificar a otros, no hace falta ser elocuente; basta con unas palabras sencillas que evidencien interés, preocupación y afecto cristiano. Expresiones de este tipo hacen mucho bien (léase Proverbios 25:11).
16 Jeremías imploró: “Oh Jehová, acuérdate de mí y dirígeme tu atención”. ¿Qué pasó después? El profeta relata: “Fueron halladas tus palabras, y procedí a comerlas; y tu palabra llega a ser para mí el alborozo y el regocijo de mi corazón” (Jer. 15:15, 16). De igual modo, la persona a quien queremos animar necesita atención y cariño. Lógicamente, lo que le digamos no estará al nivel de las palabras de Jehová, aunque sí podemos tomar prestadas algunas de ellas. Las expresiones sinceras basadas en la Biblia ciertamente regocijarán el corazón del afligido (léase Jeremías 17:7, 8).
17 Debe destacarse el hecho de que además de recibir ánimo de parte de Dios, Jeremías animó a otros. ¿De qué modo? Una vez, el rey Sedequías le manifestó su temor a causa de los judíos que se habían aliado con los caldeos. El profeta lo alentó con sus palabras y le aseguró que si obedecía a Jehová, le iría bien (Jer. 38:19, 20). En otra ocasión, cuando Jerusalén cayó, el jefe militar Johanán pensó llevarse a Egipto a los pocos judíos que quedaron en la tierra, pero consultó primero a Jeremías. El profeta lo escuchó y luego oró. Al cabo de varios días, le transmitió la animadora respuesta de Jehová de que quienes acataran la orden divina de permanecer en el país serían protegidos (Jer. 42:1-12). En ambos casos, Jeremías escuchó atentamente antes de hablar. Escuchar es fundamental para animar a otros. Dejemos que el afligido nos abra su corazón. Prestemos atención a sus preocupaciones y temores. Cuando sea pertinente, digamos unas palabras estimulantes. No necesitamos una revelación divina para animar a quien se siente decaído. Podemos incluir pensamientos positivos tomados de la Palabra de Dios, pensamientos que apunten a lo que nos aguarda en el futuro (Jer. 31:7-14).
[Ilustración de la página 91]
18 Ni Sedequías ni Johanán aceptaron el mensaje alentador de Jeremías. Tampoco hoy todo el mundo escucha el nuestro. Pero no dejemos que eso nos desaliente. Hubo quienes sí se beneficiaron del ánimo que les dio Jeremías, y seguramente hoy sucederá lo mismo. Pensemos en los recabitas, un grupo de quenitas vinculados a los judíos por muchos años. Entre los mandatos que les impuso su padre Jehonadab figuraba el de no beber vino, ya que eran extranjeros. Cuando los babilonios atacaron Jerusalén, Jeremías metió a los recabitas en uno de los comedores del templo y puso vino delante de ellos por orden divina. A diferencia de los desobedientes israelitas, ellos mostraron respeto a su antepasado y, sumisamente, se negaron a beber (Jer. 35:3-10). Jeremías les expresó lo complacido que estaba Jehová con ellos y les comunicó Su promesa para el futuro (léase Jeremías 35:14, 17-19). Sigamos este mismo modelo al ofrecer ánimo: elogiemos sinceramente a otros siempre que sea posible.
19 Jeremías actuó del mismo modo con Ébed-mélec, etíope que servía como oficial de la corte del rey Sedequías. Cuando los príncipes judíos arrojaron injustamente a Jeremías en una cisterna cenagosa para que muriera allí, Ébed-mélec intercedió ante el rey Sedequías y obtuvo autorización para salvarlo. Este extranjero rescató al profeta a riesgo de encontrarse con oposición violenta (Jer. 38:7-13). Sabiendo que se había ganado la antipatía de los príncipes, es probable que se preocupara por su futuro. Jeremías no se quedó mudo, esperando que Ébed-mélec superara por sí mismo sus temores, sino que lo animó con la promesa de Jehová de que lo bendeciría más adelante (Jer. 39:15-18).
20 Verdaderamente, al leer el libro de Jeremías hallamos magníficos ejemplos de cómo seguir la exhortación del apóstol Pablo a sus hermanos de Tesalónica: “Sigan consolándose unos a otros y edificándose unos a otros [...]. La bondad inmerecida de nuestro Señor Jesucristo esté con ustedes” (1 Tes. 5:11, 28).
¿Qué lecciones de Jeremías piensa aprovechar para animar a las almas cansadas?
[Nota]
Durante el reinado de Sedequías hubo otro Pasjur, a quien se nombra entre los príncipes que instaron al rey a matar a Jeremías (Jer. 38:1-5).
[Preguntas del estudio]
 1. ¿De qué bendición en particular ansía usted gozar en el nuevo mundo?
 2, 3. ¿Qué bendición especial nos aguarda, según los escritos de Jeremías?
 4. ¿Por qué es fácil ponerse en el lugar de Jeremías?
 5. ¿Qué situación pudo haber desanimado a Jeremías?
 6. Cuando nos hallemos bajo presión por parte de compañeros de trabajo u otras personas, ¿de qué utilidad nos será la experiencia de Jeremías con “los hombres de Anatot”?
 7, 8. ¿Qué tipo de maltrato soportó Jeremías, y cómo lo afectó?
 9. ¿Por qué es provechoso reflexionar sobre la experiencia de Jeremías?
10. ¿Qué revela la Biblia sobre el estado de ánimo de Jeremías?
11. Si nuestro estado de ánimo muda con frecuencia, ¿qué debemos recordar acerca de Jeremías?
12, 13. ¿Qué podemos hacer si sufrimos de marcados cambios en nuestro estado de ánimo?
14. ¿De quién, en particular, recibió ánimo Jeremías?
15, 16. ¿Qué ideas para animar a otros aprendemos de la manera como Jehová animó a Jeremías?
17. ¿Qué importante lección extraemos de la manera como Jeremías trató con Sedequías y Johanán?
18, 19. ¿Cómo nos sirven de modelo para animar a otros los pasajes sobre los recabitas y Ébed-mélec?
20. ¿Qué deberíamos hacer por nuestros hermanos, sean jóvenes o mayores?
[Ilustración de la página 83]
[Ilustración de las páginas 84 y 85]
[Ilustración de la página 86]
¿Cómo pueden afectarnos la persecución o la burla?
[Ilustración de la página 91]
 
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