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Saturday, January 12, 2013

Novela de Ficción "La Violación"


De: Diana Margarita Cantón Martínez.

Capitulo 5 El Villano:

“De qué astucias se valió El Villano, el extraño, Satanás disfrazado de serpiente o Angel de la Aurora para que cayera en sus redes celestiales aquella virgencita tan cándida y prejuiciada?, aquella niña que todavía era?. Aunque Miguel de las Estrellas después me dijo:

“ Los niños no son tan inocentes nada, lo que aún no están tan enajenados por la realidad como para que les dañen tanto las cosas, pero las captan, las perciben, las comprenden más que lo que suponemos”.

Por supuesto que Juan de los Cielos me dijo que estaba divorciado de alguien ( lo que probó espontáneamente con un Certificado que me entregó voluntariamente, antes de que se armara el lío que no esperaba entonces; yo estaba muy confiada, aún Nilda no me había contado nada). Después misteriosamente aquel documento legal se traspapeló y se perdió definitivamente. No le di importancia alguna. En ese tiempo para mí no era importante el matrimonio, aunque sí el Amor.Por qué desconfiar además de alguien que me cayó atrás cinco meses y andaba baracutey en La Habana viviendo en un albergue?.

En Julio Juana se encargaría de aclararme que era cierto que se habían divorciado, pero que siguieron teniendo sexo cuando él iba a Pinar del Río y hasta se volvieron a legalizar por segunda vez. Ese certificado de segundas nupcias nunca llegué a verlo ni a pedirlo-por supuesto.

Juan me ocultó que su mujer estaba embarazada de nuevo de él y que se seguían acostando de vez en cuando. La verdad la empecé a descubrir yo misma antes de salir de vacaciones de verano. Un día se apareció ella con la barriga a la boca por el ISE. Ese martes no apareció él en Línea y G a asesorarse-como de costumbre- ni a darle el frente a la situación. Se quedó el muy cobarde por casa de unos parientes con los que paró con ella esos días en La Habana Vieja.

Me di cuenta de que era Juana porque efectivamente la había visto algunas pocas veces en la Secundaria en que había estudiado y sobre todo por las conversaciones que sostuvo con sus amigos y conocidos casi delante de mi en la Institución y después en la cola de la Cafetería El Potín o El Carmelo-ni me acuerdo ya bien-de la Calle Línea donde merendamos dulces y helados al mediodía en mesas separadas. En la espera para sentarnos marcamos con algunas personas de por medio entre ella y yo. La pobre niña Tamara venía en camino y nacería anormal a los pocos días de aquel infeliz desencuentro que sí me hizo ya dudar de Juan.Ese incidente precipitó la ruptura de algo que fue tan bonito, y que he dejado para narrarlo al final.Tengan paciencia!.

Mi primer amante significativo fumaba mucho; ya la nicotina manchaba sus dientes con rigor. Casi no tenía ropa que ponerse:

“ Me robaron el maletín en La Terminal de Omnibus en un descuido cuando viajaba a Pinar. Incluso perdí hasta las fotografías de Camilito!.”

Juan se ponía unos pantalones carmelitas de tela de caki ( de uniforme de alumnos becados) adaptados a su esbeltez y flaquencia constitucional y apenas una camisa blanca, otra verdecita tierna ( de mangas cortas con bordaditos en las mangas) y para las fiestas una de listas blancas y rojas muy linda y otra azul prucia de mangas largas. Los zapatos eran botas rusas ( las mismas para marchar, dar clases, cortar caña, defender la Patria, producir). No recuerdo que entonces tuviera otros atuendos!.

Años después escuché comentarios desagradables sobre él en una Escuela en el Campo:

“Juan es un Don Juan. A mi también me enamoró, pero no me gustó no solo por su cabeza de yunque, sino porque parecía una vara de tumbar gatos”.

“Yo también lo planché. A todas les hace un cuento. Ni que fuera tan precioso.”-agregaba Oichi Machete. Los muchachos la apodaron así por sus facciones japonesas y por los sables que sacaba. Era un lazo de cuero en las reunions, las cortes militares…En las guardias de albergue los inhundaba para que los limpiaran bien, vaceaba las gavetas privadas para que las organizaran “como debía ser”, enrollaba los colchones y sacaba debajo de ellos: machetes, cuchillos, naranjas y una vez hasta un preservativo de una alumna de 10mo Grado. Aquello fue penoso en aquel tiempo ( la llamaron a contar y todo por eso y ni sé en lo que paró el asunto). Pero con Oichi-eso sí-adquirí buenas habilidades para llegar a ser después una Buena Subdirectora de Albergues!. Ya había algunos alumnos que se quejaban por estas “violaciones de la privacidad” y de los Derechos Humanos-aunque el término se acuñó y se hizo famoso después. Hasta hippies habían en las escuelas y pintaban en sus sombreros de campo el símbolo de Amor y Paz, que la mayoría desconocíamos.

Esos desprecios hacia mi Juan de los Cielos los escuché ya por el 72 o el 73-cuando me moría de soledad e inestabilidad amorosa, después de los desgarramientos del fracaso del Primer Gran Amor. El propio Juan me enseñó para mi sorpresa que “ se puede amar de verdad varias veces en la vida”.

Juan, mi Don Juan, antes de llevarme al Cielo, a los Cielos unas cuantas veces; se arrastró cauteloso por la Tierra, reptó lentamente, comió polvo para seducirme con aquello de que:

“Eres la reina de mi vida….Sé que tú serás la reina de mi vida…sé que tú serás la reina de mi Amor” ( Canción de moda ).

A su compás calificábamos los exámenes de los alumnos al final del primer Semestre. (Era enero o principios de febrero de 1970).Habíamos profesores de varias escuelas de la Región Becas y hacíamos el trabajo de conjunto o de equipo o de mesa, especializándonos por preguntas, cuyas respuestas aproximadas se definían muy bien en las claves de calificaciones.

A veces Juan me tocaba-como por casualidad-con el pie por debajo de la mesa. Hacía muchos chistes, era muy alegre y simpático; irradiaba melodía y felicidad.Nunca más me sentí así, a ese grado.Tenían la radio puesta y para nada perturbaba la Historia ni la Pedagogía ni la Didáctica.

Compartía sus habitaciones Juan en aquel apartamento-albergue con sus amigos de Biología y Matemáticas. Uno tenía ya fama de mujeriego y abandonó una linda muchacha de Guantánamo para encontrar la horma de su zapato casándose con alguien de Mayarí, que tenía un apartamento en Santos Suárez, pero convivía conmigo en el albergue de 3ra y 32 en Miramar.El otro hombre era un pobre desdichado al que lo dejaba el AMOR DE SU VIDA y lloraba y sufría hasta que se empató con la hermana del Director que llegó por lo menos a Vice Ministro de Cultura, cosa que les vino de perilla cuando llegó el llamado “Período Especial”.Ya ni saludaron más nunca a Juan. En ese tiempo anterior el Director botó de la Escuela a un alumno que se hizo famoso por trovar-según él “por leer un libro de Marxismo”en la escuela. Parece que ya-desde entonces-el Marxismo era subversivo en la Cuba Socialista. Y si es mentira, el mentiroso es él, que me lo contó con alguien de testigo.No habló con rencor, incluso dijo:


“Un día le voy a preguntar por qué lo hizo?. Jamás lo he entendido.”


Juan era el Capitán de esa tropa comunista y de otra más extensa que incluía otros amigos, profesores y alumnos de su escuela.Vivían La Dulce Vita en La Mejor Escuela de Becas. Las tías les guardaban la mejor y mayor cantidad de comida posible,los malcriaban bastante!. Les limpiaban el albergue al que llegaban a deshoras o no llegaban algunas noches, sin que nadie les cerrara el portón del pasillo ni las puertas, cerca de la Rotonda de 60-como sí le hacían a las mujeres.

La comida no era en realidad tan buena entonces en ninguna parte-que se supiera-ni en las casas de nadie-se suponía por la media. Pero la de mi escuela era poca e incomible hasta para los perros. Acabamos almorzando y comiendo punto fijo casi en la Pizzería de La Copa. Allí coincidíamos todos los amigos de esa época bella en los ratos de hocio. Nos marcábamos unos a otros en las extensas colas o líneas de espera. Las pizzas y los espaguetis los acompañábamos con cervezas y o vino vermouth. Todo era bastante barato y el dinero todavía tenía valor.Los platos fuertes eran a un peso y veinte centavos y la cerveza a sesenta centavos y el vino como a cinco pesos la botella y a un peso el vaso, en la única moneda existente en el país.

Mi sueldo de profesora emergente era de ciento veintidos pesos y cuarenta y cinco centavos. Enviaba cien para mi casa en Pinar y con lo que me quedaba pasaba modestamente el mes. No había tampoco mucho que comprar y mis padres me buscaban lo esencial. Yo no era nada exigente con las cosas materiales. Todavía soy así. Jamás pedía nada. Todo me apenaba. Hasta rechazaba las cosas a veces porque éramos tan pobres y tenía más hermanos. Entonces había verguenza y muchos valores humanos. Aunque no todos eran como yo. Había ya de todo, pero la gente no andaba atrás de marcas y esas cosas. El país no se había dolarizado. No había Turismo Internacional. Y los pocos que se drogaban lo hacían a escondidas en los clubes con meprobamato ligado con alcohol o cerveza, escuchando los discos en Inglés que se pasaban envueltos en periódicos porque eso era “diversionismo ideológico”. Todavía yo no siento ese gran placer estético al escuchar ni a los Beatles que eran la locura de varios de mi Generación. Todavía yo rechazo involuntariamente el Inglés llevando veinte años en “las entrañas del Monstruo”?...


-Doctor Nadium, lo espera Dianelys.

-Sí, gracias, enseguida estoy con la Señora.