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Wednesday, February 27, 2013

Libro de Marcos

Biblia en línea
TRADUCCIÓN DEL NUEVO MUNDO DE LAS SANTAS ESCRITURAS

Marcos 1:1–45

 

1[El] principio de las buenas nuevas acerca de Jesucristo:2Así como está escrito en Isaías el profeta: “(¡Mira! Envío a mi mensajero delante de tu rostro, que preparará tu camino;)3¡escuchen!, alguien clama en el desierto: ‘Preparen el camino de Jehová, hagan rectas sus veredas’”.4Juan el bautizante se presentó en el desierto, predicando bautismo [en símbolo] de arrepentimiento para perdón de pecados.5Por consiguiente, todo el territorio de Judea y todos los habitantes de Jerusalén salían a donde él, y eran bautizados por él en el río Jordán, y confesaban abiertamente sus pecados.6Ahora bien, Juan estaba vestido de pelo de camello y con un cinturón de cuero alrededor de los lomos, y comía langostas insectiles y miel silvestre.7Y predicaba, diciendo: “Después de mí viene alguien más fuerte que yo; no soy digno de agacharme y desatar las correas de sus sandalias.8Yo los he bautizado con agua, pero él los bautizará con espíritu santo”.
9En el transcurso de aquellos días Jesús vino de Nazaret de Galilea y fue bautizado en el Jordán por Juan.10E inmediatamente que subió del agua vio que los cielos se abrían, y que, como paloma, el espíritu descendía sobre él;11y de los cielos salió una voz: “Tú eres mi Hijo, el amado; yo te he aprobado”.
12E inmediatamente el espíritu lo impelió a irse al desierto.13De modo que él continuó en el desierto cuarenta días, y fue tentado por Satanás, y estaba con las bestias salvajes, pero los ángeles le ministraban.
14Ahora bien, después que Juan fue arrestado, Jesús entró en Galilea, predicando las buenas nuevas de Dios15y diciendo: “El tiempo señalado se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado. Arrepiéntanse y tengan fe en las buenas nuevas”.
16Al ir andando a lo largo del mar de Galilea, vio a Simón y a Andrés el hermano de Simón echando [sus redes] en el mar, pues eran pescadores.17De modo que Jesús les dijo: “Vengan en pos de mí, y haré que lleguen a ser pescadores de hombres”.18Y en seguida ellos abandonaron sus redes y le siguieron.19Y después de ir un poco más adelante, vio a Santiago [hijo] de Zebedeo y a Juan su hermano, de hecho, mientras estaban en su barca remendando sus redes;20y sin demora los llamó. Ellos, a su vez, dejaron a su padre Zebedeo en la barca con los asalariados y se fueron en pos de él.21Y entraron en Capernaum.
Luego que fue sábado, él entró en la sinagoga y se puso a enseñar.22Y quedaban atónitos por su modo de enseñar, porque allí estaba enseñándoles como quien tiene autoridad, y no como los escribas.23También, a la sazón había en la sinagoga de ellos un hombre bajo el poder de un espíritu inmundo, y este gritó,24diciendo: “¿Qué tenemos que ver contigo, Jesús Nazareno? ¿Viniste a destruirnos? Sé exactamente quién eres, el Santo de Dios”.25Pero Jesús lo reprendió, diciendo: “¡Calla, y sal de él!”.26Y el espíritu inmundo, después de convulsionarlo y gritar a voz en cuello, salió de él.27Pues bien, todos quedaron tan pasmados que empezaron una discusión entre sí, y dijeron: “¿Qué es esto? ¡Una nueva enseñanza! Con autoridad ordena hasta a los espíritus inmundos, y le obedecen”.28De modo que el informe acerca de él se extendió inmediatamente en toda dirección por toda la comarca de Galilea.
29E inmediatamente salieron de la sinagoga y entraron en la casa de Simón y Andrés, con Santiago y Juan.30Ahora bien, la suegra de Simón estaba acostada enferma, con fiebre, y en seguida le dijeron acerca de ella.31Y, yendo a ella, él la levantó, tomándola de la mano; y la fiebre la dejó, y ella se puso a ministrarles.
32Después de caer la tarde, cuando se había puesto el sol, empezaron a traerle todos los que se hallaban mal, y los endemoniados;33y toda la ciudad estaba reunida justamente a la puerta.34De modo que curó a muchos que se hallaban mal de diversas enfermedades, y expulsó muchos demonios, pero no dejaba hablar a los demonios, porque sabían que él era Cristo.
35Y levantándose muy de mañana, mientras todavía estaba oscuro, salió y se fue a un lugar solitario, y allí se puso a orar.36Sin embargo, fueron en busca de él Simón y los que con él estaban,37y lo hallaron, y le dijeron: “Todos te buscan”.38Pero él les dijo: “Vamos a otra parte, a las villas cercanas, para que predique también allí, porque con este propósito he salido”.39Y sí fue, predicando en las sinagogas de ellos por todas partes de Galilea, y expulsando los demonios.
40También vino a él un leproso, y le suplicó hasta de rodillas, diciéndole: “Si tan solo quieres, puedes limpiarme”.41Con esto, él se enterneció, y extendió la mano y lo tocó, y le dijo: “Quiero. Sé limpio”.42E inmediatamente la lepra desapareció de él, y quedó limpio.43Además, le dio órdenes estrictas y en seguida lo despidió,44y le dijo: “Mira que no digas nada a nadie; mas ve, muéstrate al sacerdote y ofrece a favor de tu limpieza las cosas que Moisés prescribió, para testimonio a ellos”.45Pero después de haberse ido, el hombre comenzó a proclamarlo en gran manera, y a divulgar el relato, de modo que [Jesús] ya no podía entrar abiertamente en ciudad alguna, sino que continuaba afuera en lugares solitarios. No obstante, seguían viniendo a él de todas partes.

Marcos 2:1–28

 

1Sin embargo, después de algunos días volvió a entrar en Capernaum, y corrió la noticia de que estaba en casa.2Por consiguiente, muchos se reunieron, a tal grado que ya no cabían, ni siquiera cerca de la puerta, y él se puso a hablarles la palabra.3Y vinieron unos hombres trayéndole un paralítico, llevado por cuatro.4Pero como no pudieron traerlo directamente a [Jesús] a causa de la muchedumbre, quitaron el techo por encima de donde él estaba y, habiendo cavado una abertura, bajaron la camilla en que estaba acostado el paralítico.5Y cuando Jesús vio la fe de ellos, dijo al paralítico: “Hijo, tus pecados son perdonados”.6Ahora bien, estaban allí algunos de los escribas, sentados, y razonaban en sus corazones:7“¿Por qué habla este hombre de esta manera? Blasfema. ¿Quién puede perdonar pecados sino uno solo, Dios?”.8Pero Jesús, habiendo discernido inmediatamente por su espíritu que razonaban de aquella manera dentro de sí, les dijo: “¿Por qué razonan estas cosas en sus corazones?9¿Qué es más fácil?, ¿decir al paralítico: ‘Tus pecados son perdonados’, o decir: ‘Levántate y toma tu camilla y anda’?10Pero para que sepan ustedes que el Hijo del hombre tiene autoridad para perdonar pecados sobre la tierra... —dijo al paralítico—:11Te digo: Levántate, toma tu camilla, y vete a tu casa”.12Con eso, él sí se levantó, y tomó inmediatamente su camilla y salió andando delante de todos ellos, de modo que todos ellos simplemente se embelesaron, y glorificaron a Dios, y dijeron: “Jamás hemos visto cosa semejante”.
13Salió de nuevo a la orilla del mar; y toda la muchedumbre siguió viniendo a él, y les enseñaba.14Mas al ir pasando, alcanzó a ver a Leví [hijo] de Alfeo sentado en la oficina de los impuestos, y le dijo: “Sé mi seguidor”. Y levantándose, le siguió.15Más tarde sucedió que estuvo reclinado a la mesa en casa de este, y muchos recaudadores de impuestos y pecadores estaban reclinados con Jesús y sus discípulos, porque había muchos de ellos, y le seguían.16Pero los escribas de los fariseos, cuando vieron que comía con los pecadores y recaudadores de impuestos, se pusieron a decir a sus discípulos: “¿Come él con los recaudadores de impuestos y pecadores?”.17Al oír esto, Jesús les dijo: “Los fuertes no necesitan médico, pero los que se hallan mal sí. No vine a llamar a justos, sino a pecadores”.
18Ahora bien, los discípulos de Juan y los fariseos practicaban el ayuno. De modo que vinieron y le dijeron: “¿Por qué practican el ayuno los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos, pero tus discípulos no practican el ayuno?”.19Y Jesús les dijo: “Mientras el novio está con ellos, los amigos del novio no pueden ayunar, ¿verdad? Entretanto que tienen con ellos al novio, no pueden ayunar.20Pero vendrán días en que el novio les será quitado, y entonces ayunarán en aquel día.21Nadie cose un remiendo de paño no encogido en una prenda de vestir exterior vieja; si lo hace, su plena fuerza tira de ella, lo nuevo de lo viejo, y el desgarrón se hace peor.22Además, nadie pone vino nuevo en odres viejos; si lo hace, el vino revienta los cueros, y el vino se pierde, así como también los cueros. Más bien, el vino nuevo se pone en odres nuevos”.
23Ahora bien, sucedió que él iba pasando por los sembrados de grano en día de sábado, y sus discípulos comenzaron a caminar y a arrancar las espigas.24De modo que los fariseos empezaron a decirle: “¡Mira eso! ¿Por qué están haciendo ellos en día de sábado lo que no es lícito?”.25Pero él les dijo: “¿No han leído ni siquiera una vez lo que David hizo cuando se halló en necesidad y le dio hambre, a él y a los hombres que estaban con él?26¿Que entró en la casa de Dios, en el relato acerca de Abiatar el sacerdote principal, y comió los panes de la presentación, que a nadie es lícito comer, sino a los sacerdotes, y dio algo también a los hombres que estaban con él?”.27De modo que siguió diciéndoles: “El sábado vino a existir por causa del hombre, y no el hombre por causa del sábado;28así es que el Hijo del hombre es Señor hasta del sábado”.
SANTAS ESCRITURAS

Marcos 3:1–35

 

1Una vez más entró en una sinagoga, y allí estaba un hombre con una mano seca.2De modo que lo estaban observando detenidamente para ver si curaría al hombre en sábado, para poder acusarlo.3Y él dijo al hombre que tenía la mano seca: “Levántate [y ponte] en medio”.4Entonces les dijo: “¿Es lícito en sábado hacer un hecho bueno, o hacer un hecho malo?, ¿salvar un alma, o matarla?”. Pero ellos se quedaron callados.5Y después de darles una mirada en derredor con indignación, estando él cabalmente contristado por la insensibilidad de sus corazones, dijo al hombre: “Extiende la mano”. Y la extendió, y la mano le fue restaurada.6Visto aquello, los fariseos salieron e inmediatamente se pusieron a celebrar consejo con los partidarios de Herodes contra él, para destruirlo.
7Pero Jesús, con sus discípulos, se retiró al mar; y una gran multitud de Galilea y de Judea lo siguió.8Hasta de Jerusalén y de Idumea y del otro lado del Jordán y de los alrededores de Tiro y de Sidón, una gran multitud, al oír cuántas cosas hacía, vino a él.9Y él dijo a sus discípulos que le tuvieran dispuesta de continuo una barquilla para que la muchedumbre no lo oprimiera.10Porque curó a muchos, y el resultado fue que todos los que tenían dolencias penosas caían sobre él para tocarlo.11Hasta los espíritus inmundos, siempre que lo contemplaban, se postraban delante de él y clamaban, diciendo: “Tú eres el Hijo de Dios”.12Pero muchas veces les ordenó rigurosamente que no lo dieran a conocer.
13Y ascendió a una montaña y mandó llamar a los que quiso, y ellos se fueron a donde él.14Y formó [un grupo de] doce, a quienes también dio el nombre de “apóstoles”, para que continuaran con él y para enviarlos a predicar15y a tener autoridad para expulsar los demonios.
16Y el [grupo de] doce que él formó fueron: Simón, a quien también dio el sobrenombre de Pedro,17y Santiago [hijo] de Zebedeo, y Juan el hermano de Santiago (también dio a estos el sobrenombre de Boanerges, que significa Hijos del Trueno),18y Andrés, y Felipe, y Bartolomé, y Mateo, y Tomás, y Santiago [hijo] de Alfeo, y Tadeo, y Simón el cananita19y Judas Iscariote, que más tarde lo traicionó.
Y entró en una casa.20Una vez más se juntó la muchedumbre, de modo que ellos no podían siquiera tomar una comida.21Pero cuando sus parientes oyeron esto, salieron para apoderarse de él, porque decían: “Ha perdido el juicio”.22También, los escribas que habían bajado de Jerusalén decían: “Tiene a Beelzebub, y expulsa los demonios por medio del gobernante de los demonios”.23De modo que él, después de llamarlos a sí, empezó a decirles con ilustraciones: “¿Cómo puede Satanás expulsar a Satanás?24Pues, si un reino llega a estar dividido contra sí mismo, ese reino no puede estar en pie;25y si una casa llega a estar dividida contra sí misma, esa casa no podrá estar en pie.26También, si Satanás se ha levantado contra sí mismo y ha llegado a estar dividido, no puede estar en pie, sino que tiene fin.27De hecho, nadie que ha logrado entrar en la casa de un hombre fuerte puede saquear sus bienes muebles a menos que primero ate al fuerte, y entonces saqueará su casa.28En verdad les digo que todas las cosas les serán perdonadas a los hijos de los hombres, no importa qué pecados y blasfemias cometan blasfemamente.29Sin embargo, cualquiera que blasfema contra el espíritu santo no tiene perdón jamás, sino que es culpable de pecado eterno”.30Esto, porque decían: “Tiene espíritu inmundo”.
31Entonces vinieron su madre y sus hermanos, y, como estaban parados fuera, le enviaron recado para llamarlo.32Sucedía que una muchedumbre estaba sentada alrededor de él, de modo que le dijeron: “¡Mira! Tu madre y tus hermanos [están] fuera [y] te buscan”.33Mas él, respondiendo, les dijo: “¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?”.34Y habiendo mirado alrededor a los que estaban sentados en torno de él en círculo, dijo: “Vean: ¡mi madre y mis hermanos!35Cualquiera que hace la voluntad de Dios, este es mi hermano y hermana y madre”.

Marcos 4:1–41

 

1Y de nuevo comenzó a enseñar a la orilla del mar. Y una muchedumbre muy grande se reunió cerca de él, de modo que él subió a una barca y se sentó más allá en el mar, pero toda la muchedumbre a la orilla del mar estaba en la ribera.2De modo que se puso a enseñarles muchas cosas con ilustraciones, y les decía en su enseñanza:3“Escuchen. ¡Miren! El sembrador salió a sembrar.4Y al ir sembrando, parte [de la semilla] cayó a lo largo del camino, y las aves vinieron y se la comieron.5Y otra [parte] cayó sobre el pedregal, donde, por supuesto, no tenía mucha tierra, y brotó inmediatamente por no tener profundidad de tierra.6Mas cuando salió el sol, se chamuscó, y, por no tener raíz, se marchitó.7Y otra [parte] cayó entre los espinos, y los espinos crecieron y la ahogaron, y no dio fruto.8Mas otras cayeron sobre la tierra excelente, y, creciendo y aumentando, empezaron a dar fruto, y llevaban de a treinta y de a sesenta y de a ciento por uno”.9Entonces agregó la palabra: “El que tiene oídos para escuchar, escuche”.
10Ahora bien, cuando quedó solo, los que se hallaban alrededor de él con los doce se pusieron a interrogarle acerca de las ilustraciones.11Y él procedió a decirles: “A ustedes se les ha dado el secreto sagrado del reino de Dios, mas a los de afuera todas las cosas ocurren en ilustraciones,12para que, aunque estén mirando, miren y sin embargo no vean, y, aunque estén oyendo, oigan y sin embargo no capten el sentido de ello, ni nunca se vuelvan y se les dé perdón”.13Además, les dijo: “Ustedes no saben esta ilustración, así es que ¿cómo entenderán todas las demás ilustraciones?
14”El sembrador siembra la palabra.15Estos, pues, son aquellos a lo largo del camino donde se siembra la palabra; mas luego que [la] han oído viene Satanás y se lleva la palabra que ha sido sembrada en ellos.16Y, así mismo, estos son los [que han sido] sembrados sobre los pedregales: luego que han oído la palabra, la aceptan con gozo.17Sin embargo, no tienen raíz en sí mismos, sino que continúan por un tiempo; entonces, luego que surge tribulación o persecución a causa de la palabra, se les hace tropezar.18Y hay otros que son sembrados entre los espinos; estos son los que han oído la palabra,19pero las inquietudes de este sistema de cosas y el poder engañoso de las riquezas y los deseos de las demás cosas van entrando y ahogan la palabra, y esta se hace infructífera.20Finalmente, los que han sido sembrados en la tierra excelente son los que escuchan la palabra y la reciben favorablemente y llevan fruto de a treinta y a sesenta y a ciento por uno”.
21Y siguió diciéndoles: “No se trae la lámpara para ponerla debajo de la cesta de medir, o debajo de la cama, ¿verdad? Se trae para ponerla sobre el candelero, ¿no es así?22Porque nada hay escondido salvo con el propósito de que sea expuesto; nada ha llegado a estar cuidadosamente ocultado, sino con el propósito de que venga al descubierto.23El que tiene oídos para escuchar, que escuche”.
24También les decía: “Presten atención a lo que oyen. Con la medida con que ustedes miden, se les medirá a ustedes, sí, hasta se les añadirá.25Porque al que tiene se le dará más; pero al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado”.
26Y siguió diciendo: “De esta manera el reino de Dios es como cuando un hombre echa la semilla sobre la tierra,27y duerme de noche y se levanta de día, y la semilla brota y crece alta —precisamente cómo, él no lo sabe—.28Por sí misma la tierra gradualmente fructifica: primero el tallo de hierba, luego la espiga, finalmente el grano lleno en la espiga.29Pero tan pronto como el fruto lo permite, él mete la hoz, porque ha llegado el tiempo de la siega”.
30Y siguió diciendo: “¿A qué hemos de asemejar el reino de Dios, o en qué ilustración lo presentaremos?31Como un grano de mostaza, que al tiempo que se sembró en la tierra era la más pequeña de todas las semillas que hay en la tierra...,32pero cuando se ha sembrado, sale y se hace mayor que todas las demás legumbres, y produce grandes ramas, de modo que las aves del cielo pueden hallar albergue bajo su sombra”.
33De manera que con muchas ilustraciones de ese tipo les hablaba la palabra, hasta el grado que podían escuchar.34Verdaderamente, sin ilustración no les hablaba, pero privadamente explicaba a sus discípulos todas las cosas.
35Y en aquel día, al anochecer, les dijo: “Pasemos a la otra ribera”.36Por eso, después de haber despedido ellos a la muchedumbre, lo llevaron en la barca, tal como estaba, y había con él otras barcas.37Ahora bien, estalló una grande y violenta tempestad de viento, y las olas seguían lanzándose dentro de la barca, de modo que faltaba poco para que la barca se llenara.38Pero él estaba en la popa, durmiendo sobre una almohada. De modo que lo despertaron y le dijeron: “Maestro, ¿no te importa que estemos a punto de perecer?”.39Con eso, él se despertó, y reprendió al viento y dijo al mar: “¡Silencio! ¡Calla!”. Y el viento se apaciguó, y sobrevino una gran calma.40De modo que les dijo: “¿Por qué se acobardan? ¿Todavía no tienen fe?”.41Pero ellos sintieron un temor extraordinario, y se decían unos a otros: “¿Quién, realmente, es este, porque hasta el viento y el mar le obedecen?”.

Marcos 5:1–43

 

1Ahora bien, llegaron a la otra orilla del mar, al país de los gerasenos.2E inmediatamente después que él salió de la barca, vino a su encuentro de entre las tumbas conmemorativas un hombre bajo el poder de un espíritu inmundo.3Este tenía su guarida entre las tumbas; y hasta aquel entonces absolutamente nadie podía atarlo firmemente ni siquiera con una cadena,4porque muchas veces había sido sujetado con grilletes y cadenas, mas las cadenas las había roto con estallido, y los grilletes realmente quedaban hechos pedazos; y nadie tenía fuerzas para domarlo.5Y continuamente, noche y día, aquel estaba en las tumbas y en las montañas dando gritos y cortándose con piedras.6Pero al alcanzar a ver a Jesús desde lejos, corrió y le rindió homenaje,7y, habiendo clamado en alta voz, dijo: “¿Qué tengo que ver contigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? Te pongo bajo juramento por Dios que no me atormentes”.8Porque él le había estado diciendo: “Sal del hombre, espíritu inmundo”.9Pero se puso a preguntarle: “¿Cuál es tu nombre?”. Y él le dijo: “Mi nombre es Legión, porque somos muchos”.10Y le suplicó muchas veces que no enviara a los espíritus fuera del país.
11Ahora bien, allí junto a la montaña una gran piara de cerdos estaba paciendo.12De modo que ellos le suplicaron, diciendo: “Envíanos a los cerdos, para que entremos en ellos”.13Y él se lo permitió. Con eso, los espíritus inmundos salieron, y entraron en los cerdos; y la piara se precipitó por el despeñadero en el mar, unos dos mil de ellos, y uno tras otro se ahogaron en el mar.14Pero sus porquerizos huyeron y lo informaron en la ciudad y en la región rural; y la gente vino a ver qué era lo que había acontecido.15De modo que llegaron a Jesús, y contemplaron al endemoniado sentado, vestido y en su cabal juicio, este que había tenido la legión; y tuvieron temor.16También, los que lo habían visto les contaron cómo le había ocurrido esto al endemoniado, y acerca de los cerdos.17Así que comenzaron a suplicarle que se fuera de sus distritos.
18Entonces, al entrar él en la barca, el que había estado endemoniado se puso a suplicarle que le dejara continuar con él.19Sin embargo, él no le dejó, sino que le dijo: “Vete a casa a tus parientes, e infórmales acerca de todas las cosas que Jehová ha hecho por ti, y de la misericordia que te tuvo”.20Y él se fue y comenzó a proclamar en la Decápolis todas las cosas que Jesús había hecho por él, y toda la gente se admiraba.
21Después que Jesús hubo pasado de nuevo a la ribera opuesta en la barca, se le reunió una gran muchedumbre; y él estaba a la orilla del mar.22Ahora bien, uno de los presidentes de la sinagoga, Jairo por nombre, vino, y, al verlo, cayó a sus pies23y le suplicó muchas veces, diciendo: “Mi hijita está gravísima. Sírvete venir y poner las manos sobre ella, para que recobre la salud y viva”.24Ante aquello, él se fue con él. Y le seguía una gran muchedumbre, y lo apretaba.
25Ahora bien, había una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años,26y muchos médicos le habían hecho pasar muchas penas, y ella había gastado todos sus recursos y no se había beneficiado, sino que, al contrario, había empeorado.27Cuando ella oyó las cosas acerca de Jesús, vino por detrás, entre la muchedumbre, y le tocó la prenda de vestir exterior;28porque decía: “Si toco nada más que sus prendas de vestir exteriores, recobraré la salud”.29E inmediatamente se secó la fuente de su sangre, y sintió en su cuerpo que había sido sanada de la penosa enfermedad.
30Inmediatamente, también, Jesús reconoció en sí mismo que de él había salido poder, y, volviéndose entre la muchedumbre, se puso a decir: “¿Quién tocó mis prendas de vestir exteriores?”.31Mas sus discípulos empezaron a decirle: “Ves la muchedumbre que te aprieta, y ¿dices tú: ‘¿Quién me tocó?’?”.32Sin embargo, él miraba alrededor para ver a la que había hecho esto.33Pero la mujer, atemorizada y temblando, sabiendo lo que le había pasado, vino y cayó delante de él y le dijo toda la verdad.34Él le dijo: “Hija, tu fe te ha devuelto la salud. Ve en paz, y queda sana de tu penosa enfermedad”.
35Mientras él todavía estaba hablando, vinieron algunos hombres de la casa del presidente de la sinagoga y dijeron: “¡Tu hija murió! ¿Por qué molestar ya al maestro?”.36Mas Jesús, oyendo por casualidad la palabra que se hablaba, dijo al presidente de la sinagoga: “No temas, ejerce fe solamente”.37Y no dejó que nadie siguiera con él, sino Pedro y Santiago y Juan el hermano de Santiago.
38De modo que llegaron a la casa del presidente de la sinagoga, y él contempló la ruidosa confusión y a los que lloraban y daban muchos plañidos,39y, después de entrar, les dijo: “¿Por qué causan ruidosa confusión y lloran? La niñita no ha muerto, sino que duerme”.40Ante aquello, ellos empezaron a reírse de él desdeñosamente. Pero, habiendo echado fuera a todos, él tomó consigo al padre y a la madre de la niñita y a los que estaban con él, y entró a donde estaba la niñita.41Y, tomando la mano de la niñita, le dijo: ​“Tál‧i‧tha​ ​cú‧mi”,​ que, traducido, significa: “Jovencita, te digo: ¡Levántate!”.42E inmediatamente la jovencita se levantó y echó a andar, pues tenía doce años. Y en seguida estuvieron fuera de sí con gran éxtasis.43Pero él les ordenó repetidas veces que no dejaran que nadie se enterara de esto, y dijo que le dieran a ella algo de comer.

Marcos 6:1–56

 

1Y partió de allí y entró en su propio territorio, y sus discípulos le siguieron.2Llegado el sábado, comenzó a enseñar en la sinagoga; y la mayor parte de los que estaban escuchando quedaron atónitos y dijeron: “¿De dónde consiguió este hombre estas cosas? ¿Y por qué se le habrá dado esta sabiduría a este hombre, y que tales obras poderosas sean ejecutadas por medio de sus manos?3Este es el carpintero, el hijo de María y el hermano de Santiago y de José y de Judas y de Simón, ¿no es verdad? Y sus hermanas están aquí con nosotros, ¿no es verdad?”. De modo que empezaron a tropezar a causa de él.4Pero Jesús pasó a decirles: “El profeta no carece de honra sino en su propio territorio y entre sus parientes y en su propia casa”.5De modo que no pudo hacer allí ninguna obra poderosa salvo poner las manos sobre unos cuantos enfermizos y curarlos.6De hecho, se admiró de la falta de fe de ellos. Y recorría las aldeas en circuito, enseñando.
7Entonces mandó llamar a los doce, e inició el enviarlos de dos en dos, y empezó a darles autoridad sobre los espíritus inmundos.8También, les dio órdenes de que no llevaran nada para el viaje, sino solamente un bastón; ni pan, ni alforja, ni dinero de cobre en las bolsas de sus cintos,9pero que se ataran sandalias, y no llevaran puestas dos prendas de vestir interiores.10Además, les dijo: “Dondequiera que entren en una casa, quédense allí hasta que salgan de aquel lugar.11Y dondequiera que algún lugar no los reciba ni los oiga, al salir de allí sacudan el polvo que está debajo de sus pies, para testimonio a ellos”.12De modo que ellos salieron y predicaron para que la gente se arrepintiera;13y expulsaban muchos demonios y untaban con aceite a muchos enfermizos y los curaban.
14Ahora bien, esto llegó a oídos del rey Herodes, porque el nombre de [Jesús] se hizo notorio, y la gente decía: “Juan el bautizante ha sido levantado de entre los muertos, y por eso operan en él obras poderosas”.15Pero otros decían: “Es Elías”. Y otros decían: “Es profeta como uno de los profetas”.16Pero cuando Herodes lo oyó, se puso a decir: “El Juan a quien decapité, este ha sido levantado”.17Pues Herodes mismo había enviado a arrestar a Juan y lo había atado en prisión a causa de Herodías, la esposa de Filipo su hermano, porque se había casado con ella.18Porque Juan había dicho repetidas veces a Herodes: “No te es lícito tener a la esposa de tu hermano”.19Pero Herodías le abrigaba rencor y quería matarlo, pero no podía.20Porque Herodes le tenía temor a Juan, sabiendo que era varón justo y santo; y lo tenía protegido. Y después de oírlo estaba muy indeciso en cuanto a qué hacer; sin embargo, continuaba oyéndole con gusto.
21Pero vino un día oportuno cuando Herodes, en su cumpleaños, dio una cena para sus hombres de primer rango y para los comandantes militares y para los insignes de Galilea.22Y entró la hija de la misma Herodías y danzó y agradó a Herodes y a los que con él estaban reclinados. El rey dijo a la jovencita: “Pídeme lo que quieras, y te lo daré”.23Sí, le juró: “Cualquier cosa que me pidas, te la daré, hasta la mitad de mi reino”.24Y ella salió y dijo a su madre: “¿Qué debo pedir?”. Ella dijo: “La cabeza de Juan el bautizante”.25Inmediatamente ella entró de prisa al rey e hizo su petición, diciendo: “Quiero que me des ahora mismo en una bandeja la cabeza de Juan el Bautista”.26Aunque se contristó profundamente, el rey, sin embargo, no quiso desatenderla, a causa de los juramentos y de los que estaban reclinados a la mesa.27De modo que el rey inmediatamente despachó a uno de la guardia y le mandó traer la cabeza [de Juan]. Y este se fue y lo decapitó en la prisión,28y trajo la cabeza de aquel en una bandeja, y se la dio a la jovencita, y la jovencita se la dio a su madre.29Cuando los discípulos de él lo oyeron, vinieron y tomaron el cadáver y lo pusieron en una tumba conmemorativa.
30Y los apóstoles se reunieron delante de Jesús y le informaron todas las cosas que habían hecho y enseñado.31Y él les dijo: “Vengan, ustedes mismos, en privado, a un lugar solitario, y descansen un poco”. Porque eran muchos los que venían e iban, y ellos no tenían tiempo libre siquiera para tomar una comida.32De modo que se fueron en la barca a un lugar solitario donde estuvieran solos.33Pero la gente los vio ir y muchos llegaron a saberlo, y de todas las ciudades concurrieron allá a pie, y se adelantaron a ellos.34Pues, al salir, él vio una muchedumbre grande, y se enterneció por ellos, porque eran como ovejas sin pastor. Y comenzó a enseñarles muchas cosas.
35Para entonces la hora se había hecho tarde, y sus discípulos se le acercaron y se pusieron a decirle: “El lugar es aislado, y la hora es ya muy avanzada.36Despídelos para que se vayan a la región rural y a las aldeas de alrededor y se compren algo de comer”.37Él, respondiendo, les dijo: “Denles ustedes de comer”. Entonces ellos le dijeron: “¿Nos iremos y compraremos doscientos denarios de panes y se [los] daremos a comer?”.38Les dijo: “¿Cuántos panes tienen? ¡Vayan a ver!”. Después de averiguarlo, dijeron: “Cinco, además de dos pescados”.39Y mandó que toda la gente se reclinara por compañías sobre la hierba verde.40Y se recostaron en grupos de a ciento y de a cincuenta.41Entonces, tomando los cinco panes y los dos pescados, él miró al cielo y dijo una bendición, y partió los panes e iba dándolos a los discípulos para que los pusieran delante de la gente; y dividió los dos pescados para todos.42De modo que todos comieron y quedaron satisfechos;43y recogieron los trozos: doce cestas llenas, aparte de los pescados.44Además, los que comieron de los panes fueron cinco mil varones.
45Y, sin demora, él obligó a sus discípulos a subir a la barca e ir adelante a la ribera opuesta hacia Betsaida, en tanto que él mismo despedía a la muchedumbre.46Pero después de haberse despedido de ellos, se fue a una montaña a orar.47Cuando ya había anochecido, la barca estaba en medio del mar, pero él solo en tierra.48Y cuando vio que se hallaban en un aprieto al remar, porque el viento estaba en su contra, como a la cuarta vigilia de la noche vino hacia ellos, andando sobre el mar; pero pensaba pasarlos de largo.49Al alcanzar a verlo andando sobre el mar, ellos pensaron: “¡Es un fantasma!”, y gritaron.50Porque todos lo vieron y se perturbaron. Pero él inmediatamente habló con ellos, y les dijo: “Cobren ánimo; soy yo; no tengan temor”.51Y subió a la barca con ellos, y el viento se apaciguó. Con esto, se asombraron mucho dentro de sí,52pues no habían captado el significado de los panes, sino que su corazón continuaba embotado e incapaz de entender.
53Y habiendo hecho la travesía, vinieron a Genesaret y anclaron cerca de allí.54Pero luego que salieron de la barca, la gente lo reconoció,55y corrieron por toda aquella región y comenzaron a llevar en camillas a los que se hallaban mal, a donde oían que él estaba.56Y dondequiera que entraba en aldeas, o en ciudades, o en región rural, ponían a los enfermos en las plazas de mercado, y le suplicaban que les dejara tocar siquiera el fleco de su prenda de vestir exterior. Y cuantos sí lo tocaban recobraban la salud.
ESCRITURAS

Marcos 7:1–37

 

1Ahora bien, los fariseos y algunos de los escribas que habían venido de Jerusalén se juntaron en torno de él.2Y cuando vieron a algunos de los discípulos de él tomar su comida con manos contaminadas, es decir, no lavadas3—porque los fariseos y todos los judíos no comen a menos que se laven las manos hasta el codo, teniendo firmemente asida la tradición de los hombres de otros tiempos,4y, al volver del mercado, no comen a menos que se limpien por rociadura; y hay muchas otras tradiciones que han recibido para tenerlas firmemente asidas: bautismos de copas y cántaros y vasos de cobre—;5de modo que estos fariseos y escribas le preguntaron: “¿Por qué no proceden tus discípulos conforme a la tradición de los hombres de otros tiempos, sino que toman su comida con manos contaminadas?”.6Él les dijo: “Aptamente profetizó Isaías acerca de ustedes, hipócritas, como está escrito: ‘Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está muy alejado de mí.7En vano me siguen adorando, porque enseñan como doctrinas mandatos de hombres’.8Soltando el mandamiento de Dios, ustedes tienen firmemente asida la tradición de los hombres”.
9Además, siguió diciéndoles: “Diestramente ponen ustedes a un lado el mandamiento de Dios para retener su tradición.10Por ejemplo, Moisés dijo: ‘Honra a tu padre y a tu madre’, y: ‘El que injurie a padre o a madre termine en muerte’.11Pero ustedes dicen: ‘Si un hombre le dice a su padre o a su madre: “Todo lo que tengo por lo cual pudieras sacar provecho de mí es corbán (es decir, una dádiva dedicada a Dios)”’...,12ya no le dejan hacer ni una sola cosa por su padre o su madre,13y así invalidan la palabra de Dios por la tradición suya que ustedes transmitieron. Y hacen muchas cosas parecidas a esto”.14Entonces, llamando a sí otra vez a la muchedumbre, procedió a decirles: “Escúchenme, todos ustedes, y capten el significado.15Nada hay que entre en el hombre de fuera de él que pueda contaminarlo; mas las cosas que proceden del hombre son las cosas que contaminan al hombre”.16——17Ahora bien, cuando hubo entrado en una casa, apartado de la muchedumbre, sus discípulos se pusieron a preguntarle acerca de la ilustración.18De modo que les dijo: “¿Están ustedes también faltos de percepción como ellos? ¿No se dan cuenta de que nada que de fuera entra en el hombre puede contaminarlo,19puesto que no entra en [su] corazón, sino en [sus] intestinos, y sale a la cloaca?”. Así declaró limpios todos los alimentos.20Además dijo: “Lo que procede del hombre es lo que contamina al hombre;21porque de dentro, del corazón de los hombres, proceden razonamientos perjudiciales: fornicaciones, hurtos, asesinatos,22adulterios, codicias, actos de iniquidad, engaño, conducta relajada, ojo envidioso, blasfemia, altanería, irracionalidad.23Todas estas cosas inicuas proceden de dentro y contaminan al hombre”.
24Levantándose de allí, se fue a las regiones de Tiro y Sidón. Y entró en una casa y no quería que nadie llegara a saberlo. Sin embargo, no pudo pasar inadvertido;25antes bien, inmediatamente una mujer cuya hijita tenía un espíritu inmundo oyó acerca de él, y vino y se postró a sus pies.26La mujer era griega, de nacionalidad sirofenicia; y siguió pidiéndole que expulsara de su hija al demonio.27Pero él empezó por decirle: “Primero deja que los hijos se satisfagan, porque no es correcto tomar el pan de los hijos y echarlo a los perritos”.28Pero, en respuesta, ella le dijo: “Sí, señor; sin embargo, los perritos, debajo de la mesa, comen de las migajas de los niñitos”.29Ante aquello, él le dijo: “Por haber dicho esto, ve; el demonio ha salido de tu hija”.30De modo que ella se fue a su casa y halló a la niñita acostada en la cama, y que el demonio había salido.
31Entonces, saliendo él de nuevo de las regiones de Tiro, se fue por Sidón al mar de Galilea y subió por en medio de las regiones de Decápolis.32Aquí le trajeron un hombre sordo y con un impedimento del habla, y le suplicaron que pusiera la mano sobre él.33Y él se lo llevó aparte de la muchedumbre, en privado, y puso sus dedos en los oídos del hombre y, después de escupir, le tocó la lengua.34Y con una mirada al cielo suspiró profundamente y le dijo: ​“Éffatha”,​ esto es: “Sé abierto”.35Pues bien, las facultades de oír de aquel fueron abiertas, y el impedimento de su lengua fue desatado, y empezó a hablar normalmente.36Con eso, él les ordenó que no lo dijeran a nadie; pero cuanto más les ordenaba, tanto más lo proclamaban.37De hecho, estaban atónitos de una manera sumamente extraordinaria, y decían: “Todas las cosas las ha hecho bien. Hasta a los sordos hace oír y a los mudos hablar”.
ESCRITURAS

Marcos 8:1–38

 
1En aquellos días, cuando otra vez hubo una muchedumbre grande y no tenían qué comer, mandó llamar a los discípulos y les dijo:2“Me compadezco de la muchedumbre, porque ya son tres días que han permanecido cerca de mí y no tienen qué comer;3y si los envío en ayunas a sus casas, desfallecerán en el camino. De hecho, algunos de ellos son de muy lejos”.4Pero sus discípulos le contestaron: “¿De dónde podrá alguien aquí en un lugar aislado satisfacer a estos con panes?”.5A pesar de eso, él procedió a preguntarles: “¿Cuántos panes tienen?”. Ellos dijeron: “Siete”.6Y mandó que la muchedumbre se reclinara sobre el suelo, y tomó los siete panes y, habiendo dado gracias, los partió, e iba dándolos a sus discípulos para que los sirvieran, y ellos los sirvieron a la muchedumbre.7También tenían unos cuantos pescaditos; y él, habiéndolos bendecido, les dijo que también sirvieran estos.8De modo que comieron y quedaron satisfechos, y recogieron trozos sobrantes, siete cestas de provisiones llenas.9Sin embargo, eran unos cuatro mil [hombres]. Por fin los despidió.
10E inmediatamente subió a la barca con sus discípulos y entró en las partes de Dalmanuta.11Aquí salieron los fariseos y comenzaron a disputar con él, buscando de él una señal procedente del cielo, para ponerlo a prueba.12De modo que él gimió profundamente con su espíritu, y dijo: “¿Por qué busca señal esta generación? Verdaderamente digo: No se le dará señal alguna a esta generación”.13Con eso los dejó, volvió a embarcarse, y se fue a la ribera opuesta.
14Sucedió que se les olvidó llevar panes, y, con la excepción de un pan, no tenían nada consigo en la barca.15Y él se puso a ordenarles expresamente y a decir: “Mantengan los ojos abiertos, cuídense de la levadura de los fariseos y de la levadura de Herodes”.16De modo que iban discutiendo los unos con los otros sobre el hecho de que no tenían panes.17Notándolo él, les dijo: “¿Por qué discuten sobre el no tener panes? ¿Todavía no perciben ni captan el significado? ¿Tienen su corazón embotado e incapaz de entender?18‘Aunque tienen ojos, ¿no ven?; y aunque tienen oídos, ¿no oyen?’ ¿Y no se acuerdan,19cuando partí los cinco panes para los cinco mil [hombres], cuántas cestas llenas de trozos recogieron?”. Le dijeron: “Doce”.20“Cuando partí los siete para los cuatro mil [hombres], ¿cuántas cestas de provisiones llenas de trozos recogieron?”. Y le dijeron: “Siete”.21Entonces les dijo: “¿Todavía no captan el significado?”.
22Ahora bien, arribaron a Betsaida. Aquí le trajeron un ciego, y le suplicaron que lo tocara.23Y tomando al ciego de la mano, lo sacó fuera de la aldea, y, habiendo escupido sobre los ojos de este, puso las manos sobre él y se puso a preguntarle: “¿Ves algo?”.24Y el hombre miró hacia arriba, y decía: “Veo hombres, porque observo lo que parece árboles, pero están andando”.25Entonces él volvió a poner las manos sobre los ojos del hombre, y el hombre vio con claridad, y quedó restaurado, y veía todo distintamente.26De modo que él lo envió a su casa, diciendo: “Pero no entres en la aldea”.
27Entonces Jesús y sus discípulos partieron para las aldeas de Cesarea de Filipo, y en el camino se puso a interrogar a sus discípulos, diciéndoles: “¿Quién dicen los hombres que soy?”.28Ellos le dijeron: “Juan el Bautista, y otros: Elías, y otros: Uno de los profetas”.29Y él les hizo la pregunta: “Pero ustedes, ¿quién dicen que soy?”. Respondiendo, Pedro le dijo: “Tú eres el Cristo”.30Entonces les ordenó con firmeza que no dijeran a nadie acerca de él.31También, comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre tenía que pasar por muchos sufrimientos y ser rechazado por los ancianos y los sacerdotes principales y los escribas, y ser muerto, y levantarse tres días después.32De hecho, con franqueza les hacía aquella declaración. Mas Pedro lo llevó aparte y comenzó a reprenderlo.33Él se volvió, miró a sus discípulos, y reprendió a Pedro, y dijo: “Ponte detrás de mí, Satanás, porque tú no piensas los pensamientos de Dios, sino los de los hombres”.
34Entonces llamó a sí a la muchedumbre con sus discípulos y les dijo: “Si alguien quiere venir en pos de mí, repúdiese a sí mismo y tome su madero de tormento y sígame de continuo.35Porque el que quiera salvar su alma, la perderá; mas el que pierda su alma por causa de mí y de las buenas nuevas, la salvará.36En realidad, ¿de qué provecho le es al hombre ganar todo el mundo y pagarlo con perder su alma?37¿Qué, realmente, daría el hombre en cambio por su alma?38Porque el que se avergüence de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, el Hijo del hombre también se avergonzará de él cuando llegue en la gloria de su Padre con los santos ángeles”.

Obedecer a Dios:

Capítulo 6
“Obedece, por favor, la voz de Jehová”
OBEDECER no está de moda. Muchas personas ni siquiera se plantean si está bien o mal actuar de cierto modo, sino que hacen lo que les apetece o lo que les conviene. Esta actitud se ve en los conductores que cometen infracciones, los inversores que violan las leyes financieras y los altos funcionarios que burlan las leyes que incluso ellos mismos han contribuido a implantar. En los días de Jeremías también era común lanzarse al “proceder popular”, a sabiendas de que era incorrecto y perjudicial (Jer. 8:6).
2 Nosotros sabemos que quienes desean obtener el favor del Todopoderoso no pueden sencillamente seguir el “proceder popular”. Es digno de mención que Jeremías presentase un contraste entre los que no habían “obedecido la voz de Jehová” y los que procuraban hacerlo (Jer. 3:25; 7:28; 26:13; 38:20; 43:4, 7). Cada uno de nosotros tiene que analizar de qué lado está. ¿Por qué? Porque las embestidas de Satanás contra la integridad de los siervos de Dios se han vuelto especialmente virulentas. Podemos asemejar al Diablo a una serpiente que espera silenciosa a su presa y súbitamente lanza su mortífero ataque. Nuestra determinación de obedecer la voz de Jehová nos impulsará a alejarnos del alcance de sus letales colmillos. Ahora, ¿cómo reforzar esta determinación? Los escritos de Jeremías nos ayudarán.
AQUEL A QUIEN DEBEMOS OBEDIENCIA
3 ¿Por qué merece Jehová nuestra total obediencia? Jeremías aporta una razón llamándolo “el Hacedor de la tierra por su poder, Aquel que firmemente estableció la tierra productiva por su sabiduría” (Jer. 10:12). En efecto, Jehová es el Soberano del universo, y debemos temerle por encima de todos los demás gobernantes. Él posee el derecho absoluto a esperar que cumplamos con sus sabios mandamientos, que al fin y al cabo son para nuestro beneficio (Jer. 10:6, 7).
[Ilustración de la página 69]
Beber del “agua viva” de Jehová nos impulsa a obedecer
4 Jehová no es únicamente el Gobernante Universal, sino el Sustentador de la vida, nuestra vida. A los contemporáneos de Jeremías no les quedó ninguna duda al respecto. Mientras que Egipto dependía muchísimo de las aguas del Nilo, la Tierra Prometida dependía en gran manera del agua de las lluvias estacionales, que sus habitantes almacenaban en cisternas subterráneas (Deu. 11:13-17). Solo Jehová era capaz de hacer llover y empapar el suelo para que produjera. Por otro lado, él también podía retener las tan ansiadas lluvias. De ahí que en los días de Jeremías, los desobedientes judíos sufrieran una serie de sequías devastadoras que dejaron resecos sus campos, viñas, pozos y cisternas (Jer. 3:3; 5:24; 12:4; 14:1-4, 22; 23:10).
5 Aunque los judíos estimaban mucho el agua literal, rechazaron el “agua viva” que Jehová les ofrecía en abundancia. Lo demostraron desobedeciendo deliberadamente la Ley divina y aliándose con otras naciones. Llegaron a ser como alguien que durante una sequía guarda la poca agua que tiene en una cisterna rota, así que sufrieron las consecuencias (léanse Jeremías 2:13 y 17:13). Nosotros no tenemos por qué actuar como ellos y acarrearnos la ruina. Jehová continúa regalándonos abundancia de “agua viva”, es decir, la guía de su Palabra inspirada; pero solo nos beneficiaremos de ella si la estudiamos y procuramos seguirla.
6 A medida que iba acercándose el día en que Dios le ajustaría las cuentas a Judá, la obediencia era cada vez más vital. Si algún judío quería ganarse el favor y la protección de Jehová, tenía que arrepentirse y obedecerle. El rey Sedequías, que no se había mostrado firme a la hora de hacer lo recto, se encaró con esta decisión. Cuando sus subalternos le dijeron que querían matar a Jeremías, no tuvo las agallas para oponerse. Como vimos en el capítulo anterior, el profeta sobrevivió al intento de asesinato gracias a Ébed-mélec. Luego exhortó a Sedequías: “Obedece, por favor, la voz de Jehová” (léase Jeremías 38:4-6, 20). Estaba claro: por su propio bien, el rey tenía que decidirse. ¿Obedecería a Dios?
¿Por qué fue apropiado que Jeremías repetidamente exhortara a los judíos a que obedecieran a Dios?
 
Tomado de WWW.j.w.org/es

Dios nos habla mediante Jeremías:

Capítulo 5
¿A quiénes escogemos como amigos?
¿QUÉ haríamos si nuestros colegas, vecinos o compañeros de clase nos invitaran a una fiesta de Navidad? ¿O si el patrón nos pidiera mentir o hacer algo ilícito? ¿O si las autoridades nos ordenaran realizar actividades que violaran nuestra postura neutral? Probablemente, la conciencia no nos dejaría hacerlo, aunque ello supusiera aguantar burlas o maltrato.
2 Como veremos enseguida, Jeremías se halló con frecuencia en situaciones similares. Por eso nos viene bien conocer algunos individuos y grupos con los que se relacionó durante sus años de servicio. Aunque se vio obligado a tener trato cercano con algunos que intentaron desalentarlo para que abandonara su misión, de ningún modo los incluyó en su círculo de amistades. Si nos fijamos, notaremos que él escogió como amigos a personas que lo apoyaron y lo animaron a mantenerse fiel, un ejemplo ilustrativo de la importancia de saber elegir nuestras compañías.
¿CON QUIÉNES ENTABLAMOS AMISTAD?
3 El rey Sedequías consultó a Jeremías de forma reiterada antes de la destrucción de Jerusalén. ¿Con qué fin? Con la esperanza de recibir un mensaje alentador sobre el futuro de su reino. Quería oír de boca del profeta que Judá sería librada de sus enemigos por la providencia divina. Los emisarios del rey le dijeron: “Por favor inquiere de Jehová [...], porque Nabucodorosor el rey de Babilonia está haciendo guerra contra nosotros. Tal vez Jehová haga con nosotros conforme a todas sus obras maravillosas, de manera que [Nabucodorosor] se retire” (Jer. 21:2). El monarca se negó a obedecer la orden divina de rendirse a Babilonia. Cierto biblista lo asemejó a “un paciente que vuelve una y otra vez al médico buscando alivio pero que no se toma el medicamento recetado”. ¿Y Jeremías? Bien pudo haber conquistado el favor de Sedequías regalándole los oídos; entonces, ¿por qué no cambió el mensaje, ahorrándose así muchos problemas? Porque Jehová le había mandado anunciar la caída de Jerusalén (léase Jeremías 32:1-5).
4 La situación de Jeremías y la nuestra presentan puntos en común. No podemos evitar todo trato con nuestros vecinos, compañeros de trabajo o condiscípulos. Pero ¿vamos más allá y entablamos amistad con ellos aunque no tengan interés en oír o seguir las normas de Dios? Jeremías no podía rehuir todo contacto con Sedequías, pues todavía era el rey aunque desoyera los consejos de Dios; sin embargo, no estaba obligado a aceptar su errada forma de pensar ni a congraciarse con él. Es verdad que si se hubiera plegado a sus deseos, el rey lo habría colmado de regalos y favores; pero Jeremías no cedió a la presión ni a la tentación de buscar su compañía. ¿Por qué? Porque no iba a cambiar la postura que Jehová le había dicho que adoptara. El ejemplo de Jeremías debe movernos a examinar si los amigos que elegimos nos estimulan a ser leales a Dios. Desde luego, es imposible evitar completamente el trato con quienes no sirven a Jehová, sea en el trabajo, la escuela o el vecindario (1 Cor. 5:9, 10). Ahora bien, somos conscientes de que si cultivamos su amistad, correremos el peligro de perder la amistad de Dios.
[Ilustraciones de la página 57]
¿AMIGOS DE LOS ESCÉPTICOS?
5 Sedequías no fue el único que trató de influir negativamente en Jeremías. Cierta vez, un sacerdote llamado Pasjur lo “golpeó”, quizás ordenando que le dieran 39 azotes (Jer. 20:2; Deu. 25:3). En otra ocasión, unos príncipes también lo azotaron y lo hicieron encarcelar en “la casa de los grilletes”, donde fue a parar a una mazmorra; allí pasó largos días en condiciones tan deplorables que temió por su vida (léase Jeremías 37:3, 15, 16). Un tiempo después de haber salido de la prisión, otros príncipes azuzaron a Sedequías para que lo matara acusándolo de desmoralizar a los soldados; como consecuencia, fue arrojado en una cisterna fangosa para que muriera (Jer. 38:1-4). Aunque sabemos que el profeta de Dios se salvó de aquella horrible muerte, estos incidentes ilustran que quienes más deberían haber creído sus palabras se volvieron escépticos y la emprendieron con él.
[Ilustraciones de la página 58]
6 Los enemigos de Jeremías no fueron solamente las autoridades civiles. En una ocasión, los hombres de su ciudad natal, Anatot —en otras palabras, sus propios paisanos—, amenazaron con matarlo si no dejaba de profetizar (Jer. 11:21). A pesar de sus amenazas, Jeremías prefirió la amistad de Jehová a la de sus conciudadanos. Otros fueron más allá de las palabras. Cuando Jeremías se puso en el cuello un yugo de madera e instó a los judíos a rendirse al rey de Babilonia como único medio para sobrevivir, Hananías, un falso profeta, se lo arrancó y lo rompió. Según él, Jehová había dicho: “Quebraré el yugo del rey de Babilonia”. Hananías murió en aquel mismo año, y ya sabemos quién resultó ser el profeta verdadero (Jer. 28:1-11, 17). Tras la ruina de Jerusalén predicha por Jeremías, los jefes militares, junto con Johanán, se negaron a seguir el mandato de Dios de permanecer en Judá. “Es una falsedad lo que estás hablando”, dijeron a Jeremías. “Nuestro Dios no te ha enviado, diciendo: ‘No entren en Egipto para residir allí’”. Y como si esta irreverencia fuera poco, los jefes fugitivos se llevaron a Jeremías y a Baruc a Egipto (Jer. 42:1–43:7).
¿Con qué tipo de personas tuvo que tratar Jeremías? ¿Qué aprendemos de su ejemplo?
7 Por años, Jeremías vivió rodeado de escépticos y rivales. Meditemos un momento sobre su proceder. Fácilmente pudo haber aceptado con resignación la amistad de personas que le tenían poco respeto a Dios o a Su Palabra, pues estaban en todas partes. También nosotros nos vemos en la necesidad de tratar con individuos así. Ahora bien, sea que se opongan tenazmente a nosotros y a nuestro Dios, o que parezcan agradables, ¿los elegiremos como amigos? ¿Sería sensato tener trato social con personas que no toman en serio las profecías de Dios? Si Jeremías estuviera en nuestro lugar, ¿entablaría amistad con gente que niega la verdad de la Palabra divina por su estilo de vida o que pone su confianza en los hombres? (2 Cró. 19:2.) Dios no dejó a Jeremías con dudas sobre las consecuencias de confiar en el hombre y no en él (léase Jeremías 17:5, 6). ¿Cuál es nuestro sentir a este respecto?
8 Algunos cristianos se han imaginado que pueden promocionar su negocio o hacer carrera en su empresa agasajando a clientes mundanos. Sin embargo, ¿no los expondría esto a compañías corruptas y a peligros como el habla vulgar o el exceso en la bebida? Es de entender que muchos hayan preferido sacrificar posibles ganancias o dejar de adelantar materialmente antes que andar en malas compañías. Por otro lado, puede ocurrir que el patrón o los compañeros de trabajo no tengan ningún reparo en engañar a los clientes. Los cristianos verdaderos no debemos dejarnos influir por las personas que nos rodean, aunque a veces no sea fácil decidir en este tipo de situaciones. ¡Cuánto agradecemos contar con ejemplos como el de Jeremías, quien por su modo de actuar gozó de una conciencia limpia y, lo que es más importante, de una buena relación con Dios!
9 La posición y convicciones de Jeremías lo convirtieron en el hazmerreír de sus contemporáneos (Jer. 18:18). Con todo y con eso, estuvo dispuesto a navegar contra la corriente en vez de seguir el “proceder popular” (Jer. 8:5, 6). A veces prefirió estar “absolutamente solo” antes que mal acompañado; evitó la amistad de aquellos que podrían influir en él negativamente (léanse Jeremías 9:4, 5 y 15:17). ¿Lo hacemos nosotros? Hoy prolifera la infidelidad a Dios tanto como en los días de Jeremías. Los siervos de Jehová han tenido que escoger con cuidado sus amistades desde siempre. Claro, lo anterior no quiere decir que el profeta no tuviera allegados, pues hubo algunos que lo defendieron y lo ayudaron. ¿Quiénes fueron? Saberlo nos resultará muy útil.
¿A QUIÉNES ESCOGIÓ JEREMÍAS COMO AMIGOS?
10 ¿Con quiénes trabaría amistad Jeremías? Por expresa orden de Jehová, el profeta condenó una y otra vez a los hombres malvados, falsos, injustos, violentos, indiferentes e inmorales, a los que cambiaron el culto verdadero por la idolatría, prostituyéndose en sentido espiritual. A sus conciudadanos dirigió esta exhortación: “Vuélvanse, por favor, cada uno de su camino malo, y hagan buenos sus caminos y sus tratos” (Jer. 18:11). Aun después de la destrucción de Jerusalén, Jeremías ensalzó los “hechos de bondad amorosa” de Dios, así como sus “misericordias” y su “fidelidad” (Lam. 3:22-24). Los amigos de Jeremías serían únicamente fieles siervos de Jehová (léase Jeremías 17:7).
11 No estamos completamente a oscuras sobre aquellos a quienes Jeremías escogió como amigos íntimos. Fueron varios sus aliados incondicionales: Ébed-mélec, Baruc, Seraya y los hijos de Safán. Cabe preguntarse: “¿Cómo eran estos hombres? ¿Qué relación tuvieron con Jeremías? ¿En qué sentido fueron buenos amigos suyos? ¿Y cómo contribuyeron a su fidelidad?”. Veamos las respuestas al tiempo que pensamos en nuestra propia situación.
12 Al parecer, el amigo más íntimo de Jeremías fue Baruc, hijo de Nerías. El profeta le tenía tanta confianza que le dictó las declaraciones de Jehová para que las escribiera en un rollo y las leyera, primero a oídos del pueblo y después ante los príncipes de Judá (Jer. 36:4-8, 14, 15). Baruc compartía la fe de Jeremías y su convicción de que las predicciones divinas se cumplirían. El uno y el otro atravesaron circunstancias parecidas durante los agitados últimos dieciocho años de Judá y pasaron mucho tiempo juntos en la misión espiritual que tenían en común. Ambos se enfrentaron con dificultades y tuvieron que esconderse de sus enemigos, y los dos recibieron ánimo directamente de Jehová. Se cree que Baruc, llamado en las Escrituras “el secretario”, pertenecía a una ilustre familia de escribanos de Judá. Su hermano Seraya fue un importante funcionario estatal. Al igual que Baruc, Seraya colaboró con Jeremías más tarde en la transmisión de los mensajes proféticos de Jehová (Jer. 36:32; 51:59-64). La buena disposición de estos dos hijos de Nerías para trabajar con el profeta en aquella época turbulenta debió de fortalecerlo y estimularlo mucho. Nosotros también podemos obtener fuerzas y ánimo de los fieles siervos de Jehová con los que trabajamos hombro a hombro.
¿Qué aprendemos de la elección de amigos que hizo Jeremías?
13 Otro importante aliado de Jeremías fue Ébed-mélec. Cuando los príncipes enfurecidos echaron a Jeremías en una cisterna vacía para que muriera, el hombre que tuvo la valentía de salir en su defensa fue un extranjero: Ébed-mélec el etíope, un eunuco, u oficial, del palacio. Este pidió en público al rey Sedequías, que estaba sentado a la puerta de Benjamín, autorización para sacar a Jeremías de la cisterna cenagosa. Entonces tomó consigo treinta hombres, tal vez intuyendo que los enemigos del profeta intentarían impedir el rescate por la fuerza (Jer. 38:7-13). No sabemos cuán estrecha fue la relación entre Ébed-mélec y Jeremías, pero basándonos en la amistad de ambos con Jehová, es lógico concluir que fueron buenos amigos. Aquel reconocía a este como el profeta de Jehová; por eso calificó de mala la acción de los príncipes y arriesgó su propia posición para hacer lo correcto. Así es, Ébed-mélec fue un hombre de bien, tanto que el mismo Jehová le aseguró: “De veras te libraré en [el día de la ruina de Jerusalén] [...] porque has confiado en mí” (léase Jeremías 39:15-18). ¡Qué buena carta de recomendación! ¿No es esa la clase de amigos que queremos?
[Ilustraciones de la página 63]
14 Entre los amigos de Jeremías también se cuentan tres hijos y un nieto de Safán, todos miembros de una familia de alto rango. El propio Safán había sido secretario del rey Josías. La primera vez que los enemigos de Jeremías trataron de matarlo, “resultó que la mano de Ahiqam hijo de Safán estuvo con Jeremías, para que no fuera dado en la mano del pueblo” (Jer. 26:24). Ahiqam tenía un hermano llamado Guemarías. Un hijo de este, de nombre Micaya, oyó a Baruc leer ante el pueblo los juicios de Dios y enseguida puso sobre aviso a su padre y a los príncipes que estaban con él. Preocupados por la posible reacción del rey Jehoiaquim, estos aconsejaron a Jeremías y a Baruc que se escondieran. Y cuando el soberano rechazó el mensaje divino, Guemarías estuvo entre los que le rogaron que no quemara el rollo (Jer. 36:9-25). Elasá fue otro hijo de Safán, por cuya mano Jeremías envió una carta profética a los judíos que estaban cautivos en Babilonia (Jer. 29:1-3). Tenemos, pues, a tres hijos y un nieto de Safán, todos los cuales apoyaron al profeta de Dios. ¡Cuánto los habrá apreciado Jeremías! No eran amigos porque tuvieran gustos afines en la comida, la bebida o el entretenimiento. No. Su amistad se cimentaba en algo mucho más profundo.
ESCOJAMOS BIEN LAS AMISTADES
15 La manera como Jeremías trató con sus coetáneos, fueran buenos o malos, es un ejemplo para todos. Aunque se vio presionado por el rey, los príncipes, los falsos profetas y los jefes militares para que cambiara su mensaje, se mantuvo inflexible. Su postura no le ganó el afecto de aquellos hombres, ni tampoco él lo buscaba. Desde el principio, su mejor amigo fue Jehová. Si su fidelidad a Dios conllevaba soportar la enemistad de ciertos círculos, ese era un precio que estaba muy dispuesto a pagar (léase Lamentaciones 3:52-59). Además, como ya vimos, él no era el único que estaba resuelto a servir a Jehová.
16 Ébed-mélec fue un buen amigo porque tenía fe y confianza en Jehová. Su arrojo y decisión le salvaron la vida a Jeremías. Baruc pasó por voluntad propia mucho tiempo al lado del profeta y lo ayudó a comunicar los mensajes de Jehová. En el presente, los buenos amigos que tengamos en la congregación pueden ser tan valiosos como lo fueron aquellos hombres de la antigüedad. Cameron, una precursora regular de 20 años de edad, agradece muchísimo la buena influencia que ha ejercido en ella otra precursora llamada Kara. Dice: “Con su ejemplo y sus palabras, Kara me ayudó a poner a Jehová en primer lugar en la vida”. Aunque vivía lejos, su amiga la llamaba o le escribía con frecuencia para asegurarse de que estuviera bien y para animarse mutuamente. “Conocía bien las circunstancias de mi familia —relata Cameron—. Sabía lo que estaba pasando con mi hermana y lo que sufrí después cuando se rebeló y abandonó la verdad. No me dejó sola durante todo ese trance. No sé qué hubiera hecho sin su estímulo y ayuda. Ha sido un apoyo extraordinario para mí.”
[Ilustraciones de la página 64]
17 En la congregación cristiana podemos hallar buenos amigos, sean de nuestra edad o no. Nuestros hermanos comparten nuestra fe, nuestros valores, nuestro amor a Jehová y nuestras esperanzas. También afrontan pruebas similares. Podemos trabajar con ellos en el ministerio; nos animan cuando atravesamos dificultades, y viceversa; celebran nuestros éxitos en el servicio a Jehová, y, además, son amistades que perdurarán por la eternidad (Pro. 17:17; 18:24; 27:9).
18 Lo que aprendemos de Jeremías en cuanto a la selección de amistades es obvio. Tengamos siempre presente esta innegable verdad: no podemos buscar la compañía de personas cuyas creencias son contrarias a la doctrina bíblica y, al mismo tiempo, permanecer leales a nuestras convicciones. Actuar en armonía con este principio es tan importante hoy como lo fue en tiempo de Jeremías. A fin de llevar a término su misión con la bendición de Jehová, Jeremías estuvo dispuesto a ser diferente de la mayoría de sus contemporáneos. ¿No lo estamos nosotros también? Él escogió compañeros que compartían su fe y que lo asistieron en su comisión. ¡Que todo fiel cristiano aprenda de Jeremías y elija sabiamente sus amigos! (Pro. 13:20; 22:17.)
¿Cómo imitamos el ejemplo de Jeremías al decidir quiénes serán nuestros amigos y quiénes no?
[Preguntas del estudio]
1, 2. a) ¿A qué situaciones nos enfrentamos los cristianos en lo relativo a las compañías? b) ¿Por qué nos interesa la clase de amigos que escogió Jeremías?
3. ¿Qué buscaba Sedequías de Jeremías, y cómo respondió el profeta?
4. ¿A qué decisiones nos encaramos en cuanto a hacer amistades, como, por ejemplo, en el trabajo?
5, 6. ¿Cómo intentaron silenciar algunos a Jeremías?
7. ¿A qué prueba de fidelidad a Jehová nos encaramos?
8. ¿A qué situaciones difíciles se enfrentan los hermanos donde usted vive?
9. ¿Qué peligro conlleva el deseo de ser populares?
10, 11. a) ¿Qué principios guiaron a Jeremías en la selección de amigos? b) ¿Quiénes fueron los amigos de Jeremías, y qué preguntas surgen acerca de ellos?
12. a) Como se muestra en la página 58, ¿qué tenían en común Jeremías y Baruc? b) ¿Quién fue Seraya, y qué sabemos de él?
13. Como se aprecia en la página 63, ¿de qué manera demostró Ébed-mélec ser un buen amigo de Jeremías?
14. ¿Qué sabemos de la familia de Safán y de su relación con Jeremías?
15. ¿Qué buen ejemplo nos dio Jeremías en su elección de amigos?
16, 17. a) ¿Qué ayuda podemos esperar de un buen amigo? b) Sea donde sea que vivamos, ¿dónde encontramos los mejores amigos?
18. ¿Qué nos enseña Jeremías en cuanto a la selección de amistades?
[Ilustraciones y recuadro de las páginas 54 y 55]
[Ilustraciones de las página 54 y 55]
Al leer acerca de Jeremías y Ébed-mélec, ¿estamos seguros de que en realidad existieron? El pasaje del capítulo 38 donde se mencionan obtuvo hace poco el apoyo extra de dos descubrimientos realizados en la antigua Ciudad de David.
En 2005, la arqueóloga Eilat Mazar desenterró una pequeña impresión de un sello de arcilla (abajo, izquierda) durante una excavación supervisada de un estrato que data de la época en que Jerusalén fue destruida, en 607 antes de nuestra era. El sello lleva el nombre hebreo antiguo de “Yehujal ben Schelemyáhu”, que significa “Jehucal [o Jucal] hijo de Selemías”.
Posteriormente, en un estrato similar y a unos cuantos metros de distancia, se desenterró otro sello (abajo, derecha) con el nombre “Gedalyahu ben Pashhur”, o “Guedalías hijo de Pasjur”.
Leamos ahora en Jeremías 38:1 los nombres de dos príncipes que instaron al rey Sedequías a que matara a Jeremías, plan que frustró Ébed-mélec. En efecto, estos nombres mencionados en el capítulo 38 de Jeremías corresponden a personas de la vida real.
[Ilustraciones de las página 54 y 55]
[Ilustraciones de la página 57]
[Ilustraciones de la página 58]
[Ilustraciones de la página 63]
[Ilustraciones de la página 64]
 
Tomado de WWW.j.w.org/es

Si nos han ofendido:

Miércoles 27 de febrero
Ocúpate en arreglar prestamente los asuntos con el que se queja contra ti en juicio (Mat. 5:25).
¿Qué debemos hacer si se nos ha ofendido? Mateo 18:15 nos indica cómo resolver el problema de forma pacífica: “Si tu hermano comete un pecado, ve y pon al descubierto su falta entre tú y él a solas. Si te escucha, has ganado a tu hermano”. Es cierto que en el contexto inmediato (versículos 15 a 17) se está hablando de ofensas graves. Sin embargo, el versículo 15 contiene un principio aplicable a la situación de la que hablamos: debemos abordar en privado a quien nos ha ofendido, haciéndolo con respeto y tratando de arreglar las cosas. El apóstol Pablo escribió: “Que no se ponga el sol estando ustedes en estado [de irritación], ni dejen lugar para el Diablo” (Efe. 4:26, 27). Hay que actuar sin demora para mantener la paz y evitar que se agraven las heridas. Nunca dejemos que el orgullo, la envidia o la codicia nos impidan resolver rápidamente los problemas (Sant. 4:1-6). w11 15/8 4:6, 7
 

Jehová me da fuerzas para predicar:

 
Por: Diana Margarita Cantón Martínez.

Casi con sesenta años de vida, las fuerzas empiezan a flaquear en nuestros cuerpos imperfectos, aunque programados para vida eterna.. Pero como dice Filipenses 4:13 "Para todas las cosas tengo la fuerza en virtud de aquel que me imparte poder"-Jehová-desde luego.
Padezco de gastritis, he tenido varias operaciones, el estrés continuado me ha llevado a migrañas, padezco ansiedad, depresión, trastorno postraumático, artritis, síndrome de las piernas inquietas -entre otras enfermedades más- que podría omitir en base a mi derecho a privacidad.
Me ha ayudado a combatir el desánimo y el cansancio mi amor por Jehová y mi fe en un mundo mejor, aunque no proceda de los gobiernos humanos. Por mi misma no podría tener tantas fuerzas y energías para enseñar y dar testimonio con tanto celo en mi territorio, en este blog, en mis cartas, correos electrónicos, mensajes orales y de textos telefónicos y hasta a médicos, consejeros, enfermeras, intérpretes, funcionarios públicos y legos.
La Congregación cristiana me ha ayudado con su ejemplo y la amistad sincera y desinteresada de otros hermanos ( más enfermos que yo misma) y con el apoyo en transporte para el Servicio de Predicación. Algunos se me han aparecido a veces con medicinas y se han ofrecido para compartir lo que tienen, darme de su tiempo, recursos, energías o para ofrecerme  opciones de trabajo mínimas con amigos que necesitan le cuide un niño por unas breves horas eventualmente.
Predicar a menudo ha sido un bálsamo, una compensación. Me ha dado mucha paz el sentirme útil a otros, poder mirarlos fijamente a los ojos, contemplarlos con empatía en su dolor y sufrimiento repartido, conectarme con ellos gracias al Espíritu Santo de Jehová mediante Jesucristo y vencer juntos todas las persecusiones y todos los" enemigos en casa".