IV-
Mi nueva condición de madre me permitía asegurar que donde mis hijos estuvieran, si no me volvía loca de remate, no tendrían que culparme jamás de nada. Siempre a esa edad se piensa eso.Una trata de que así sea, pero esa Universidad es la más dura de todas, y yo nunca fui muy estudiosa formalmente de nada, ni tuve mucha sabiduría práctica tampoco.
Me puse de acuerdo con mi padre para que me acompañara en mi decision de irme para la Yuma porque ante todo, y a su manera, había tenido sus buenas actitudes conmigo. Por otro lado, su modo de vida no era ni regular y tal vez allá y a mi lado cogería otro molde. Estaba viejo y consideraba muy justo ayudarlo como hija y dejar atrás mis pensamientos negativos y los malos recuerdos de cuando me ponía a coser las medias cicotudas en el foco de la luz eléctrica por andar enamorándome antes de tiempo, o de cuando me quemaba el hocico por agarrarme con un cigarro que me dio la tía Lela, o lo peor cuando nos ponía a olernos el trasero cuando nos fajábamos los hermanos, pues "los hermanitos tienen que quererse mucho, caramba".
Insistía entonces en mi derecho a buscar la felicidad, aunque fuera alejándome de los demás seres queridos. Comprendí que en aquella sociedad no podia seguir viviendo. Nos hablaron muy claro en la Prisión de Mujeres. En Cuba solo se podían quedar los que estaban libres de manchas y nosotros éramos "la escoria". La Policía dijo que en todos los puntos había que ser ejemplares. Al resto había que exterminarlo. Cómo?. Teniéndonos toda la vida presos o marchándonos. Podia yo cambiar mi libertad por algo?. Claro que no. Mi hijo, mis hijos me necesitaban en la calle, en la casa, no encerrada. Y ese era el único futuro que avisoraba para mí en "Cubita la bella". Y cómo estaban las leyes!.Por mucho que pusiera de mi parte, ese sería mi trágico destino siempre!.
Vivía cuando aquello en un rancho que compré ilícitamente en el Reparto Maica, en las afueras de la ciudad, y del que trataron de desalojarme con el Machy, ya embarazada de nuevo, antes de la última encarcelación. Válgame otra vez la mediación de Hermana, que fue profesora de Nidia, en la Facultad. Ella era mi vecina y dirigía la Zona de los Comités de Defensa de la Revolución, y logró sensibilizarla con mi terrible situación marginal y no perdí mi hogar.
No podia vivir en casa de nadie, y ahora madre, menos. Pero cuando el niño cumplió el año, nos separaron sin misericordia alguna. Irme de la Isla era mi única opción para seguir siendo persona, humana.Solo así recuperaría a Machy, tendría la esperanza de criar y educar yo misma a todos mis retoños y cambiar mi vida.
Roberto fue siempre más problemático que yo y también se fue. Sus ideas eran quizás más absurdas que las mías, pero eso no me interesaba. No entendía nada de política. De mi marido solo me interesaba que me ayudara con los muchachos, que les diera siempre el frente, que los mantuviera, aunque finalmente tuve que romperme mucho el lomo para sacarlos adelante yo misma.
Me negaba a aceptar que iría a buscar ninguna falsa libertad, como decía la prensa y todos los medios de difusión y propaganda cubanos y que casi todos repetían a coro. No iba a buscar baratijas, no me motivaban "los artículos de consumo capitalistas", pues ni los conocía. Solo deseaba vivir en un lugar donde nadie me conociera, ni estuviera perseguida por ser diferente, para poder hacer una vida tranquila y humilde. Era la más cierta de mis verdades, debían creerme, especialmente Hermana debía creerme.
Le enviaba un fuerte y grande beso a mi madre, que siempre había sabido portarse como tal y ganarse todo mi cariño y agradecimiento. Todo lo había expresado con ternura y sinceridad. En cualquier lugar los seguiría queriendo porque los lazos familiares son eternos y poderosos, aún en las peores circunstancias.
En mayo de 1980 se fueron mi padre y mi esposo para Miami, y en Julio Roberto fue a recogernos en un barco con sus parientes de emigraciones anteriores.
A Hermana se le partió el corazón, cuando de madrugada, se le aparecieron en su casa los del Ministerio del Interior. Nos llevaban a Machy y a mi embarazada de Denia y Dalia para el Puerto de Mariel. Estábamos ahogados del catarro y con fiebre. Fuimos al papeleo de la Baja nuestra en la Oficoda en la Libreta de Abastecimiento. De lo contrario nuestra cuota alimentaria seguiría llegando a casa de Hermana y mi cuñado militar y eso sería ilegal.
Fue muy doloroso para las dos aquella despedida. Para Hermana fue vernos partir "hacia la bruma".
Para colmo se le juntó ese desastre de nuestro exilio con el divorcio del padre de sus hijos pequeños, pues Hermana no transigía en nada que considerara "de principio".
Hermana no se pudo despedir de Papi en mayo. El, que la conocía bien, creyó que lo estaba "repudiando". Pero fue casual, uno de mis sobrinos estaba ingresado en el hospital. Dos veces fue Papi y no los encontró. Supuso que lo rehuía por cumplir con la disciplina partidista y o por fanatismo. El sabía por experiencia lo que era eso, "ese perro lo mordió alguna vez" en su juventud, De modo que se acomplejó y además no tuvo tampoco tiempo para volver a aquella casa de campo alejada de su chusmita en el Rancho Grande (sin tierras que cultivar).
En el fondo, no hubo ninguna ruptura afectiva, emocional real entre ninguno de nosotros, a pesar de ser una familia compleja, desfavorable, ecléctica, poco cristiana en sentido literal, disfuncional-dicen los psiquiatras, aunque finalmente acepten que todas las familias lo son en última instancia.
Aparentemente Hermana se incomunicó con nosotros durante "doce siglos de silencio de elefantes". No contestó nuestras cartas ni aceptó nuestros modestos regalos.
Los demás reaccionaron sin ese apasionamiento ingenuo, que unos amigos de ella misma denominaron " de izquierda-izquierda" o de " ultraizquierda". Pero Hermana sentía de corazón que cumplía con su deber, tenía ese " nivel de compromiso con la Revolución", a pesar de todo lo que le hicieron a nuestro padre, a mi y a todos nuestros hermanos y otros familiares, amigos, vecinos. Hermana siempre fue muy idealista, soñadora, creída, pura, virtuosa.
Pero el común de la gente se comportó diferente. Hacían y deshacían, pero de un modo velado, prudente y hasta hipócrita. Nadie se peleó de verdad con ninguno de nosotros, los malvados.
Hermana ciertamente tampoco lo hizo, a pesar de los pesares, al menos por mucho tiempo.
Mi nueva condición de madre me permitía asegurar que donde mis hijos estuvieran, si no me volvía loca de remate, no tendrían que culparme jamás de nada. Siempre a esa edad se piensa eso.Una trata de que así sea, pero esa Universidad es la más dura de todas, y yo nunca fui muy estudiosa formalmente de nada, ni tuve mucha sabiduría práctica tampoco.
Me puse de acuerdo con mi padre para que me acompañara en mi decision de irme para la Yuma porque ante todo, y a su manera, había tenido sus buenas actitudes conmigo. Por otro lado, su modo de vida no era ni regular y tal vez allá y a mi lado cogería otro molde. Estaba viejo y consideraba muy justo ayudarlo como hija y dejar atrás mis pensamientos negativos y los malos recuerdos de cuando me ponía a coser las medias cicotudas en el foco de la luz eléctrica por andar enamorándome antes de tiempo, o de cuando me quemaba el hocico por agarrarme con un cigarro que me dio la tía Lela, o lo peor cuando nos ponía a olernos el trasero cuando nos fajábamos los hermanos, pues "los hermanitos tienen que quererse mucho, caramba".
Insistía entonces en mi derecho a buscar la felicidad, aunque fuera alejándome de los demás seres queridos. Comprendí que en aquella sociedad no podia seguir viviendo. Nos hablaron muy claro en la Prisión de Mujeres. En Cuba solo se podían quedar los que estaban libres de manchas y nosotros éramos "la escoria". La Policía dijo que en todos los puntos había que ser ejemplares. Al resto había que exterminarlo. Cómo?. Teniéndonos toda la vida presos o marchándonos. Podia yo cambiar mi libertad por algo?. Claro que no. Mi hijo, mis hijos me necesitaban en la calle, en la casa, no encerrada. Y ese era el único futuro que avisoraba para mí en "Cubita la bella". Y cómo estaban las leyes!.Por mucho que pusiera de mi parte, ese sería mi trágico destino siempre!.
Vivía cuando aquello en un rancho que compré ilícitamente en el Reparto Maica, en las afueras de la ciudad, y del que trataron de desalojarme con el Machy, ya embarazada de nuevo, antes de la última encarcelación. Válgame otra vez la mediación de Hermana, que fue profesora de Nidia, en la Facultad. Ella era mi vecina y dirigía la Zona de los Comités de Defensa de la Revolución, y logró sensibilizarla con mi terrible situación marginal y no perdí mi hogar.
No podia vivir en casa de nadie, y ahora madre, menos. Pero cuando el niño cumplió el año, nos separaron sin misericordia alguna. Irme de la Isla era mi única opción para seguir siendo persona, humana.Solo así recuperaría a Machy, tendría la esperanza de criar y educar yo misma a todos mis retoños y cambiar mi vida.
Roberto fue siempre más problemático que yo y también se fue. Sus ideas eran quizás más absurdas que las mías, pero eso no me interesaba. No entendía nada de política. De mi marido solo me interesaba que me ayudara con los muchachos, que les diera siempre el frente, que los mantuviera, aunque finalmente tuve que romperme mucho el lomo para sacarlos adelante yo misma.
Me negaba a aceptar que iría a buscar ninguna falsa libertad, como decía la prensa y todos los medios de difusión y propaganda cubanos y que casi todos repetían a coro. No iba a buscar baratijas, no me motivaban "los artículos de consumo capitalistas", pues ni los conocía. Solo deseaba vivir en un lugar donde nadie me conociera, ni estuviera perseguida por ser diferente, para poder hacer una vida tranquila y humilde. Era la más cierta de mis verdades, debían creerme, especialmente Hermana debía creerme.
Le enviaba un fuerte y grande beso a mi madre, que siempre había sabido portarse como tal y ganarse todo mi cariño y agradecimiento. Todo lo había expresado con ternura y sinceridad. En cualquier lugar los seguiría queriendo porque los lazos familiares son eternos y poderosos, aún en las peores circunstancias.
En mayo de 1980 se fueron mi padre y mi esposo para Miami, y en Julio Roberto fue a recogernos en un barco con sus parientes de emigraciones anteriores.
A Hermana se le partió el corazón, cuando de madrugada, se le aparecieron en su casa los del Ministerio del Interior. Nos llevaban a Machy y a mi embarazada de Denia y Dalia para el Puerto de Mariel. Estábamos ahogados del catarro y con fiebre. Fuimos al papeleo de la Baja nuestra en la Oficoda en la Libreta de Abastecimiento. De lo contrario nuestra cuota alimentaria seguiría llegando a casa de Hermana y mi cuñado militar y eso sería ilegal.
Fue muy doloroso para las dos aquella despedida. Para Hermana fue vernos partir "hacia la bruma".
Para colmo se le juntó ese desastre de nuestro exilio con el divorcio del padre de sus hijos pequeños, pues Hermana no transigía en nada que considerara "de principio".
Hermana no se pudo despedir de Papi en mayo. El, que la conocía bien, creyó que lo estaba "repudiando". Pero fue casual, uno de mis sobrinos estaba ingresado en el hospital. Dos veces fue Papi y no los encontró. Supuso que lo rehuía por cumplir con la disciplina partidista y o por fanatismo. El sabía por experiencia lo que era eso, "ese perro lo mordió alguna vez" en su juventud, De modo que se acomplejó y además no tuvo tampoco tiempo para volver a aquella casa de campo alejada de su chusmita en el Rancho Grande (sin tierras que cultivar).
En el fondo, no hubo ninguna ruptura afectiva, emocional real entre ninguno de nosotros, a pesar de ser una familia compleja, desfavorable, ecléctica, poco cristiana en sentido literal, disfuncional-dicen los psiquiatras, aunque finalmente acepten que todas las familias lo son en última instancia.
Aparentemente Hermana se incomunicó con nosotros durante "doce siglos de silencio de elefantes". No contestó nuestras cartas ni aceptó nuestros modestos regalos.
Los demás reaccionaron sin ese apasionamiento ingenuo, que unos amigos de ella misma denominaron " de izquierda-izquierda" o de " ultraizquierda". Pero Hermana sentía de corazón que cumplía con su deber, tenía ese " nivel de compromiso con la Revolución", a pesar de todo lo que le hicieron a nuestro padre, a mi y a todos nuestros hermanos y otros familiares, amigos, vecinos. Hermana siempre fue muy idealista, soñadora, creída, pura, virtuosa.
Pero el común de la gente se comportó diferente. Hacían y deshacían, pero de un modo velado, prudente y hasta hipócrita. Nadie se peleó de verdad con ninguno de nosotros, los malvados.