V-
En septiembre de 1980 mi madre recibió mi primera carta desde Miami, "La Ciudad del Sol". Las comunicaciones estaban complicadas. Me inquietaba el ánimo, la salud de todos mis parientes en Cuba.
Le conté sobre la inolvidable noche del 27 de Julio en que salimos definitivamente del país. Teníamos el virus el Machy y yo. Ya mi barriga era grande. La despedida fue triste y desagradable, sobre todo con Hermana. Con lágrimas en los ojos me alertó de que si me iba, probablemente ni me escribiría ni me llamaría más nunca, se haría la idea de que me había muerto, como Leonel.
Al llegar al primer papeleo con mi hijo, ahogado también con la gripe, comencé a percatarme de lo descabellada que resultaba aquella empresa, pues con el apuro, la tensión y la sorpresa, salí de casa de mi suegra en la calle Galiano sin los preparativos para el niño como pomos de agua, leche, medicinas....
Había recién salido de la cárcel en el Kilómetro 8 de la Carretera a Luis Lazo. Tenía cosas en el Rancho, otras en el Maica, otras en el Kilómetro 5 de la Carretera a San Juan y Martinez, otras en el Centro de la ciudad....Vivía sin estabilidad. Y todo se presentó muy rápido y loco. "Ahora o nunca". "Vives o mueres". Así lo sentí.
Pasamos 16 días en la Playa del Mosquito, albergados en unas casitas de campaña, en unas condiciones que había que estar de verdad decididos para no arrepentirse. Fue terrible la desesperación, los trabajos, las angustias. Pero Machy, como siempre, como si estuviera de fiesta. A veces se ponía un poco nostálgico, al parecer recordando a la abuela, los tíos y el resto de la familia, a los que se había apegado más en los últimos cinco meses. Trataba de entretenerlo para que no los extrañara.
En septiembre de 1980 mi madre recibió mi primera carta desde Miami, "La Ciudad del Sol". Las comunicaciones estaban complicadas. Me inquietaba el ánimo, la salud de todos mis parientes en Cuba.
Le conté sobre la inolvidable noche del 27 de Julio en que salimos definitivamente del país. Teníamos el virus el Machy y yo. Ya mi barriga era grande. La despedida fue triste y desagradable, sobre todo con Hermana. Con lágrimas en los ojos me alertó de que si me iba, probablemente ni me escribiría ni me llamaría más nunca, se haría la idea de que me había muerto, como Leonel.
Al llegar al primer papeleo con mi hijo, ahogado también con la gripe, comencé a percatarme de lo descabellada que resultaba aquella empresa, pues con el apuro, la tensión y la sorpresa, salí de casa de mi suegra en la calle Galiano sin los preparativos para el niño como pomos de agua, leche, medicinas....
Había recién salido de la cárcel en el Kilómetro 8 de la Carretera a Luis Lazo. Tenía cosas en el Rancho, otras en el Maica, otras en el Kilómetro 5 de la Carretera a San Juan y Martinez, otras en el Centro de la ciudad....Vivía sin estabilidad. Y todo se presentó muy rápido y loco. "Ahora o nunca". "Vives o mueres". Así lo sentí.
Pasamos 16 días en la Playa del Mosquito, albergados en unas casitas de campaña, en unas condiciones que había que estar de verdad decididos para no arrepentirse. Fue terrible la desesperación, los trabajos, las angustias. Pero Machy, como siempre, como si estuviera de fiesta. A veces se ponía un poco nostálgico, al parecer recordando a la abuela, los tíos y el resto de la familia, a los que se había apegado más en los últimos cinco meses. Trataba de entretenerlo para que no los extrañara.
El 11 de agosto al fin nos llevaron para el Puerto del Mariel, desde donde el viaje si fue directo; nos estaban esperando los diferentes barcos. Me encontré con Roberto, mi marido, tan rubio él; ya parecía un Americano. Me dio una risa verlo!. A las tres de la madrugada zarpamos. El ciclón estaba reciente. Todo fue triste, amargo. Aseguraba a mi madre:"Tiene que existir un Dios muy grande en el cielo". Yo abrazaba el niño y solo pensaba en él y en tantas cosas parecidas, hasta que al fin comenzó a aclarar, y con el nuevo día, todo tomaba un color diferente.
Llegamos a Cayo Hueso como a la una de la tarde. Hicimos todos los papeles. Hubo también sus percances, pero quiso Dios que todo terminara también con orden y tranquilidad.
Fuimos para la casa de Eliza, la tía de Roberto. Ella se portó muy amable, especialmente con el Machy. No tenía quejas. Lo encontraban muy gracioso y estaban todos allí encantados. Nos ayudaron en lo que pudieron. Sabíamos que estábamos comenzando, que nos esperaba una lucha enorme y larga.
Encontramos en Estados Unidos más grandezas de las que nos habíamos imaginado, pero eso sí, había que trabajar duro y no perder tiempo. Eramos unos pobres diablos que no teníamos ni dónde caernos muertos; pero pronto al jamón le cogimos asco y el niño se sentía feliz, tenía comida, leche, frutas, ropas, zapatos, juguetes...De nada carecía. Qué más podía pedir?.
Aún estábamos en trámites de trabajo, vivienda...Enviaríamos algunas fotos de recuerdo. Lo único que me entristecía el alma era saber la distancia que nos separaba de nuestros familiares, pero no perdía la esperanza de que algún día no lejano nos reuniéramos de nuevo. Y enviaba besos, abrazos, cariños, mil amores a todos, aunque sus ideales fueran distintos. La sangre no entiende las ideas y finalmente los hombres tampoco.
Todavía no había localizado a mi padre Miguel en Miami. Esto es muy grande, y no era fácil. Recordaba mucho a Hermana, tan sincera, de las que no abundan. Yo diría que única. Por eso me daba tanta pena haber escogido un camino que sabía perfectamente que para ella era vergonzoso. Estaba segura de que un día comprendería que era la única solución a nuestros problemas.
Le decía a mi padrastro Juan que "El Congo" ( su nieto postizo, El Machy) le mandaba mil besitos. Juan se portó como un padre con el niño cuando volví a caer presa, aunque yo misma no cabía en mi casa de familia, desde pequeña, sobre todo porque me gustaba hacer mi soberana voluntad. Juan y yo teníamos ideas bien diferentes: él era hasta Presidente del Comité de Defensa de la Revolución y yo creo que daba informes secretos a los del G2, aunque a veces pienso que eran números y listas de juego de la bolita clandestina o váyase a ver si trabajos de brujería. Siempre en él todo era misterioso, calmado, ceremonioso,enigmático y con olores no de incienso, sino de Tabaco quemándose y o masticado.Pero se ganó el corazón de Machy.
Mi hijo le mandaba a su abuela Fermina un beso especial de chocolate!.
Reescrito por Diana Margarita Cantón Martinez el 20 de Noviembre de 2014.