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Tuesday, April 22, 2014

García Márquez y Vargas Llosa:

Tomado de CUBANET:

Lo que calló García Márquez lo dijo Vargas Llosa

Dos premios Nobel de literatura, dos posturas cívicas ante las dictaduras
lunes, abril 21, 2014 | Julio Cesar Álvarez
LA HABANA, Cuba, abril -El Nobel colombiano de literatura, Gabriel García Márquez, apoyó incondicionalmente al régimen de Fidel Castro, a diferencia del Nobel peruano, Mario Vargas Llosa, quien denunció sistemáticamente y sin dobleces a todas las dictaduras.
Se conocieron en Venezuela, en 1967, durante la entrega a Mario Vargas Llosa del Premio Rómulo Gallegos. Ese mismo año, Márquez publicaba Cien años de soledad. Ésta sería el núcleo de la tesis doctoral de Llosa, “García Márquez: Historia de un deicidio”, con la que se doctoró en la Universidad Complutense (1971)
“Todos saben de mi amistad personal con Fidel Castro y que yo apoyo a la revolución cubana”, dijo García Márquez en una entrevista en el año 1992.
“Es el hombre más tierno que he conocido”, dijo en otra ocasión refiriéndose al ex presidente cubano.
Mientras el Nobel colombiano degustaba con Fidel Castro un suculento venado asado en un cayo del archipiélago cubano, miles de presos políticos sufrían el hambre y el maltrato en las prisiones de la isla.
Fue de los escritores que, como Mario Benedetti, denunciaron la falta de libertad y los desmanes de las dictaduras de derecha latinoamericanas contra sus ciudadanos, pero no denunciaron las mismas faltas de libertades y la persecución en las dictaduras de izquierda, como las de Cuba.
“Como si no hubieran pasado escritores por las cárceles de la isla y no hubiera decenas de intelectuales de ese país en el exilio”, así diría en una ocasión el escritor peruano Mario Vargas Llosa, refiriéndose a los escritores que consideraban como buena a la dictadura cubana.
Las enemistad entre ambos fue aumentando con motivo de sus crecientes diferencias ideológicas. En 2007, Vargas Llosa aceptó publicar un texto elogioso sobre Cien años de soledad en una nueva edición de dicha obra
Vargas Llosa se preguntaba cómo un poeta como Neruda, por ejemplo, pudo haber escrito poemas en loor de Stalin, sin que lo turbase en lo más mínimo los crímenes del déspota soviético.
Nuestro Nobel peruano creía que para los escritores latinoamericanos no bastaba con los aportes literarios, sino que también era importante en ellos el comportamiento político, por lo que cuestionaba la actitud de los escritores que habían abdicado de la facultad de pensar políticamente, de opinar, de criticar y se habían entregado a repetir los dictados del Gobierno a los cuales servían.
Para él esos escritores no cumplieron su función cívica de la misma manera que la artística. Les reprochaba que se hubieran puesto al servicio incondicional de un partido o un régimen abdicando del primer deber de un intelectual: ser libre.
Lo apenaba el absolutismo ideológico que sufrían escritores latinoamericanos para quienes encarcelar y exiliar era menos grave en los países socialistas que en los capitalistas, y de quienes no recuerda haber leído nunca una sola palabra de admonición o protesta por ningún abuso contra los derechos humanos cometidos en aquellos países.
Gabriel García Márquez deleitó a los cubanos con su literatura, pero les negó el realismo mágico de su pluma a los que sufrieron persecución y cárcel por oponerse “al hombre más tierno que él había conocido”.
El realismo mágico del sufrimiento y de las largas condena cumplidas por los prisioneros políticos cubanos en las cárceles hubiera sido para él una fuente repleta de hechos e historias para cuestionar y criticar al régimen que decidió servir.
Lo que García Márquez calló de Cuba lo dijo Vargas Llosa.