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Wednesday, March 06, 2013

Atalaya de Marzo de 2013:

TEMA DE PORTADA: LA RESURRECCIÓN DE JESÚS. SU IMPORTANCIA PARA NOSOTROS

La resurrección de Jesús. ¿De veras tuvo lugar?

HERÓDOTO, historiador griego de hace dos mil quinientos años, escribió lo siguiente sobre los egipcios de su día: “En los festines que celebran los egipcios ricos, cuando terminan de comer, un hombre hace circular por la estancia, en un féretro, un cadáver de madera, pintado y tallado en una imitación perfecta y que, en total, mide aproximadamente uno o dos codos; y, al tiempo que lo muestra a cada uno de los comensales, dice: ‘Míralo y luego bebe y diviértete, pues cuando mueras serás como él’”.
Ese criterio sobre la vida y la muerte no era exclusivo de los egipcios. Hoy día también son muy comunes expresiones del tipo “come, bebe y diviértete”. Si la vida acaba al morir, ¿por qué no disfrutarla mientras podamos? ¿Por qué regirnos por elevados valores morales? Si la muerte pone fin a todo, entonces tiene sentido vivir para el presente. Eso mismo señaló el apóstol Pablo al referirse a la actitud de quienes no creían en la resurrección: “Si los muertos no han de ser levantados, ‘comamos y bebamos, porque mañana hemos de morir’” (1 Corintios 15:32).
Por supuesto, Pablo no creía que los muertos estuvieran condenados al olvido perpetuo. Estaba convencido de que podían volver a vivir, y con la posibilidad de no morir jamás. Su convicción se apoyaba en un suceso de inmensa importancia, uno cuya veracidad él consideraba incuestionable: la resurrección de Jesucristo. * De hecho, esa resurrección fue el principal factor que contribuyó a fortalecer la fe de los primeros cristianos.
Ahora bien, ¿qué importancia tiene para nosotros la resurrección de Cristo? ¿Cómo sabemos siquiera que ocurrió? Veamos los argumentos que usó Pablo cuando escribió a los cristianos que vivían en la antigua ciudad de Corinto.

SI CRISTO NO HUBIERA RESUCITADO

Algunos cristianos de la congregación de Corinto no creían en una resurrección literal, y otros tenían sus dudas. Al escribirles su primera carta, el apóstol les expuso todo lo que estaría implicado si la resurrección no fuese una realidad. Su argumento siguió esta línea: “Realmente, si no hay resurrección de los muertos, tampoco ha sido levantado Cristo. Pero si Cristo no ha sido levantado, nuestra predicación ciertamente es en vano, y nuestra fe es en vano. Además, también se nos halla falsos testigos de Dios, [... y] la fe de ustedes es inútil; todavía están en sus pecados. De hecho, también, los que se durmieron en la muerte en unión con Cristo perecieron” (1 Corintios 15:13-18).
“Se apareció a más de quinientos hermanos de una vez [...]. Después de eso se apareció a Santiago, luego a todos los apóstoles; pero último de todos también se me apareció a mí.” (1 Corintios 15:6-8)
Pablo comenzó con una declaración indiscutible: si los muertos no van a resucitar, entonces Cristo tampoco pudo haber resucitado. Y si Cristo no resucitó, entonces la predicación de las buenas nuevas sería en vano, un monumental engaño. Al fin y al cabo, la resurrección de Cristo era un elemento clave de la doctrina cristiana, inseparablemente ligado a algunas de las enseñanzas más elementales de la Biblia, como la soberanía divina, el nombre de Dios, su Reino y nuestra salvación. Si la resurrección de Jesucristo no hubiera ocurrido, el mensaje que proclamaron Pablo y los demás apóstoles no sería más que palabras vacías y sin sentido.
Si Cristo no fue levantado de entre los muertos, la fe cristiana sería en vano, inútil, basada en una mentira. Además, Pablo y los demás cristianos no solo habrían mentido sobre la resurrección de Jesús, sino también sobre Jehová Dios, quien, según ellos, lo había resucitado. Es más, la afirmación de que Cristo “murió por nuestros pecados” también habría sido falsa, pues si el propio Salvador no fue salvado de entre los muertos, tampoco podría salvar a otros (1 Corintios 15:3). Eso significaría que los cristianos que murieron, algunos de ellos como mártires, perecieron con la falsa esperanza de que resucitarían.
Pablo sacó esta conclusión: “Si solo en esta vida hemos esperado en Cristo, de todos los hombres somos los más dignos de lástima” (1 Corintios 15:19). Al igual que otros cristianos, él sufrió pérdidas, penalidades y persecución, y hasta se enfrentó a la muerte porque creía en la resurrección y en todo lo que esta haría posible. ¡Qué insensatez la suya si la resurrección no fuera más que un invento!

RAZONES PARA CREER EN LA RESURRECCIÓN

El apóstol Pablo no creía que se tratara de una mentira. Él sabía que Jesús había sido levantado de entre los muertos, y estas son las pruebas que presentó a los corintios: “Que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras; y que fue enterrado, sí, que ha sido levantado al tercer día según las Escrituras; y que se apareció a Cefas, entonces a los doce. * Después de eso se apareció a más de quinientos hermanos de una vez, de los cuales la mayoría permanece hasta ahora, pero algunos se han dormido en la muerte. Después de eso se apareció a Santiago, luego a todos los apóstoles; pero último de todos también se me apareció a mí” (1 Corintios 15:3-8).
Pablo empezó declarando con convicción que Cristo murió por nuestros pecados, fue enterrado y fue levantado de entre los muertos. ¿Por qué estaba tan seguro? Una razón era el testimonio de muchos testigos presenciales. Jesús resucitado se apareció a individuos —entre ellos el propio Pablo⁠—, a grupos pequeños y hasta a una multitud de más de quinientas personas, muchas de las cuales seguramente habían recibido con escepticismo la noticia de su resurrección (Lucas 24:1-11). La mayor parte de aquellos testigos seguían vivos en los días de Pablo y podían confirmar los hechos (1 Corintios 15:6). Es fácil descartar el testimonio de uno o dos testigos, pero no el de más de quinientos.
También cabe destacar que al mencionar que Cristo murió, fue enterrado y fue levantado, Pablo usó dos veces la expresión “según las Escrituras”. En otras palabras, las profecías mesiánicas contenidas en las Escrituras Hebreas se habían cumplido, demostrando sin lugar a dudas que Jesús era el Mesías prometido.
Aun contando con el testimonio de las Escrituras y de los testigos oculares, había quienes dudaban de la resurrección de Jesús, y aún sigue habiéndolos. Unos aseguran que los discípulos robaron el cuerpo y luego dijeron que había resucitado. Pero los discípulos no tenían ni el poder ni la influencia para burlar a los soldados romanos que hacían guardia a la entrada de la tumba. Otros defienden la teoría de que las apariciones eran simples ilusiones ópticas. Sin embargo, esa teoría no tiene base, pues las apariciones las presenciaron muchas personas y tuvieron lugar en diversas ocasiones. Además, ¿sería razonable creer que una ilusión óptica cocinaría pescado y lo serviría, como hizo en Galilea Jesús resucitado? (Juan 21: 9-14.) ¿Acaso invitaría a los presentes a palpar sus manos y sus pies? (Lucas 24:36-39.)
Todavía hay otros que argumentan que la resurrección fue un engaño inventado por los discípulos. Pero ¿qué ganaban con ello? Por dar testimonio de la resurrección tuvieron que aguantar burlas, sufrimientos y hasta la muerte. ¿Por qué iban a arriesgar tanto por defender una simple mentira? Además, empezaron a dar su testimonio en Jerusalén ante los propios ojos de sus enemigos, quienes querían aprovechar cualquier excusa para condenarlos.
La resurrección fue precisamente lo que dio a los discípulos el valor de dar testimonio de su Señor frente a cualquier tipo de persecución, por violenta que fuera. La realidad de la resurrección se convirtió en el elemento central de la fe cristiana. Los primeros cristianos no arriesgaron su vida para hablar de un sabio maestro que había sido asesinado. La arriesgaron para proclamar la resurrección de Jesús, ya que esta demostraba que él era el Cristo, el Hijo de Dios, una persona viva y poderosa que los apoyaba y los dirigía. Su resurrección implicaba que ellos también resucitarían. A decir verdad, si Jesús no hubiera resucitado, no existiría el cristianismo, y si no hubiera sido levantado de entre los muertos, puede que jamás hubiéramos oído hablar de él.
Ahora bien, ¿cómo nos beneficia a nosotros la resurrección de Cristo?