Quijotescos mis sueños, quijotescas mis ideas. Género masculino los primeros,
femenino las segundas, jamás podré decir que he sido un Quijote porque se pensará en masculino y yo nunca renunciaré a mi naturaleza femenina aunque tenga más de Quijote que de Dulcinea.
El Quijote, uno de los primeros libros que conocí a mis escasos 12 años y con el cual me deleité como nunca lo he hecho con ningún otro.
Si comenzara a relatar mis peripecias desde niña, los haría imaginar a un Quijote desconocido: El Quijote Niño, igual de flaco y desgarbado y haciendo cosas que a muchos otros niños de su edad no se les ocurriría; luego al Quijote Adolescente, soñando diariamente con princesas, mientras esperaba ansioso que asomase su barba, se desarrollasen sus músculos, se acentuase su voz y sintiese por fin en su piel lo que ya sentía en su interior; y por último nuestro conocido y ya maduro Don Quijote, repleto de experiencias o mejor, sueños interrumpidos.
Si, yo, El Quijote Femenino, imaginando la sorpresa de todos ustedes si les contase con lujo de detalles tantas tonterías cometidas, tantos impulsos contenidos, tantos pensamientos locos (aunque preferiría llamarlos diferentes), y tantos sufrimientos, ocasionados, paradójicamente, por mis
“cuerdas” acciones.
Si, soy yo un Quijote Femenino… Escondí monedas de plata y enterré muñecas de trapo. Despojé de sus frutos a mi más queridos árboles mientras soñaba con fortunas que para los adultos eran sólo centavos… Vestí con las más hermosas galas a inmóviles muñecas de yeso creyéndome la modista de Madame Pompadour… Cargué pesados terneros sintiéndome boy el de Tarzán o la mujer maravilla. Manché mis tiernos dedos con tinta china durante noches de insomnio, para mostrar a mi padre que era capaz de copiar fielmente a caricaturistas famosos. Dicté clase de escritura a mis compañeritos de clase cuando cursaba tercero de primaria y luego, mientras realizaba mis estudios de secretariado dicté mecanografía y taquigrafía también a mis compañeras porque yo habia logrado terminar esas materias en mi tiempo libre. Nunca supe si ellas me admiraban por eso o les molestaba el que yo fuera eximida de esas clases; sin embargo y en cualquier descuido de la maestra ignoraba la disciplina, me comportaba como toda adolescente y escribía la letra de las últimas canciones de moda, en la parte de atrás del enorme tablero para que las copiaran
cuando la maestra se retirara del salón.
Tomé clases de guitarra, de dibujo, de natación, de tenis… siempre soñando con ser la mejor y siempre retirándome antes de terminar el curso porque la vida me enviaba a una batalla diferente.
Viví horas increíbles al lado de mis queridos padres. Ellos las llamaban vicisitudes pero yo las llamaba aventuras porque mis ojos escrutadores y mi mente inquieta no sólo veían el problema y adivinaba su sufrimiento; también creía saber la solución y conocer la meta. En todo veía cosas bellas, aún en momentos en que nuestra vida corrió peligro.
Salí de casa para enfrentarme a las calles sin tener aún 17 años: conseguí empleo de secretaria y fui reconocida en la empresa por incansable –siempre me ha molestado estar sin hacer nada-, también por inocente y dedicada, hasta ganarme el apodo de “Inocencia Moreno”. ¡Que lástima haberlos perdido ambos: inocencia y apodo! aunque gracias a esa perdida he logrado sobrevivir a las realidades e inclemencias del tiempo y de la vida.
Salí de mi país para enfrentarme al mundo a los 20 años. Llegué a New York y fui yo quien retó a la ciudad antes que ésta lo hiciera conmigo. Allí me enamoré pero no quise luchar con las armas del amor, así que bajé la guardia y me retiré vencida. A esta batalla le sucedieron muchas pero no habiendo conocido otras armas que la de la sinceridad, la victoria fue siempre temporal y el regreso cauteloso ya que mi cabalgadura era tan lenta como Rocinante.
Obviamente que también habría de obtener trofeos: dos, hermosos e incomparables, los cuales han sido no sólo mi soporte y guía para obtener otros triunfos, sino los que me han mantenido feliz y llena de optimismo para las próximas batallas. Son éstos mis dos hijas: una fuera de mi país y otra en un lugar de Colombia “de cuyo nombre no quiero acordarme”,
ambas están muy distantes físicamente pero cada una justo al lado de mi corazón.
Etiquetas: aventuras, hijos, quijote, sueños, trofeos
- Comentario de Diana Margarita Ruiz Hace 3 minutos
- Eliminar comentario Precioso, querida, Fanny. Me encanta como escribes y la forma en que has asumido la vida. Lo reflejas en esta sugerente escritura que puede motivar a leer El Quijote, al que aun no lo haya hecho y recrearlo al que sí lo hizo!. Gracias. Que Jehová te cuide, ampare y proteja: diana.
- Comentario de Ernesto Kahan Hace 5 horas
- Hermoso texto amiga. Muy personal y a pesar de ello, consigues hacer identificar en él a tus lectores. Abajo estoy leyendo a Cervantes y los dos te saludamos con los aires de andantes, damas y caballeros ingeniosos y enamorados de lo que queremos decir por medio de la locura ¿Locura) ¡Qué va! Si es la vida enmascarada Ernesto