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Wednesday, September 02, 2009

Ceder y ser equilibrados:


Estemos dispuestos a ceder y seamos equilibrados
“Continúa recordándoles [...] que cedan.” (TITO 3:1, 2, nota.)
JEHOVÁ, nuestro amoroso Padre celestial, posee una sabiduría sin límites. Por eso los seres humanos acudimos a él en busca de guía (Sal. 48:14). El discípulo cristiano Santiago nos dice que “la sabiduría de arriba es primeramente casta, luego pacífica, razonable [“que cede”, nota; “flexible”, Franquesa-Solé], lista para obedecer, llena de misericordia y buenos frutos, sin hacer distinciones por parcialidad, sin ser hipócrita” (Sant. 3:17).
2 El apóstol Pablo dijo: “Llegue a ser conocido de todos los hombres lo razonables [o “dispuestos a ceder”] que son ustedes” (Fili. 4:5). Como vemos, es vital que seamos razonables, que estemos dispuestos a ceder. Una manera de demostrar esta cualidad es sometiéndonos a la autoridad de Jesucristo, el Señor y Cabeza de la congregación cristiana (Efe. 5:23). Y otra manera es siendo flexibles con las personas que nos rodean.
3 Todos nos beneficiamos de estar dispuestos a ceder cuando es necesario hacerlo. Ilustrémoslo: Cuando se descubrió un complot terrorista en Gran Bretaña y se prohibió llevar a bordo de los aviones artículos que antes se permitían, la mayoría de los pasajeros estuvieron muy dispuestos a obedecer las nuevas normas de seguridad. Cuando conducimos, comprendemos que hay ocasiones en que es necesario ceder el paso a otros conductores por razones de seguridad y para no entorpecer la circulación, por ejemplo, al llegar al cruce con una calle principal.
4 Aun así, a muchos de nosotros nos cuesta trabajo ceder. Para que nos resulte más fácil hacerlo, analicemos tres puntos: qué debe impulsarnos a ceder, cuál ha de ser nuestra actitud hacia la autoridad y hasta qué grado debemos ceder.
¿Por qué debemos estar dispuestos a ceder?
5 Veamos una disposición de la Ley mosaica que destaca la razón por la que debemos ceder. Bajo dicha Ley, los esclavos hebreos tenían que ser liberados en el séptimo año de su servidumbre o en el año de Jubileo, lo que llegara primero. No obstante, el esclavo podía renunciar a su libertad (léase Éxodo 21:5, 6). ¿Por qué habría de hacerlo? Por amor. Así es, si su amo lo había tratado bien, el amor podía impulsarlo a continuar bajo su autoridad.
6 De igual modo, nuestro amor por Jehová nos impulsa a dedicarnos a él y a vivir de acuerdo con esa dedicación (Rom. 14:7, 8). “Esto es lo que el amor de Dios significa: que observemos sus mandamientos; y, sin embargo, sus mandamientos no son gravosos”, escribió el apóstol Juan (1 Juan 5:3). Esta clase de amor no busca sus propios intereses (1 Cor. 13:4, 5). En el trato con quienes nos rodean, el amor hace que cedamos y que antepongamos su bienestar al nuestro. En efecto, velamos por sus intereses en vez de dejarnos dominar por el egoísmo (Fili. 2:2, 3).
7 Debemos tener cuidado de que nuestras palabras y acciones no hagan tropezar a nadie (Efe. 4:29). Si amamos al prójimo, no haremos nada que estorbe el progreso espiritual de las personas que tienen culturas y antecedentes distintos a los nuestros. A menudo eso exige que estemos dispuestos a ceder. Por ejemplo, las misioneras que están acostumbradas a maquillarse o a usar medias no se empeñan en hacerlo si ven que la gente del lugar pudiera tropezar o poner en duda su moralidad (1 Cor. 10:31-33).
8 El amor a Jehová también nos ayuda a vencer el orgullo. Tras una discusión que tuvieron los apóstoles acerca de quién era el más importante, Jesús puso a un niño en medio de ellos y les dijo: “Cualquiera que reciba a este niñito sobre la base de mi nombre, a mí me recibe también, y cualquiera que me recibe a mí, recibe también al que me envió. Porque el que se porta como uno de los menores entre todos ustedes es el que es grande” (Luc. 9:48; Mar. 9:36). A algunos de nosotros tal vez nos resulte muy difícil portarnos como “uno de los menores”, pues la imperfección y la inclinación al orgullo pueden hacer que queramos sobresalir. La humildad, en cambio, nos ayudará a ceder y dar honra a los demás (Rom. 12:10).
9 Por otro lado, nos resultará más fácil ceder si reconocemos que hay personas a quienes Dios ha otorgado autoridad. Los cristianos verdaderos respetamos el importantísimo principio de autoridad. El apóstol Pablo lo expuso así a los corintios: “Quiero que sepan que la cabeza de todo varón es el Cristo; a su vez, la cabeza de la mujer es el varón; a su vez, la cabeza del Cristo es Dios” (1 Cor. 11:3).
10 Cuando cedemos ante la autoridad divina, es decir, cuando nos sometemos a ella, demostramos que confiamos en nuestro amoroso Padre, Jehová. Él conoce las circunstancias que atravesamos y sabrá recompensarnos. Tengamos esto presente si, por ejemplo, alguien nos trata sin el menor respeto o se enoja tanto que pierde los estribos. Pablo escribió: “Si es posible, en cuanto dependa de ustedes, sean pacíficos con todos los hombres”. Y para reforzar el consejo, dio este mandato: “No se venguen, amados, sino cédanle lugar a la ira [de Dios]; porque está escrito: ‘Mía es la venganza; yo pagaré, dice Jehová’” (Rom. 12:18, 19).
11 También en la congregación debemos reconocer que hay personas a quienes Dios ha otorgado autoridad. En el capítulo 1 de Revelación se ve a Jesucristo con “estrellas” en la mano derecha (Rev. 1:16, 20). En un sentido amplio, estas “estrellas” representan a los cuerpos de ancianos de las congregaciones. Estos superintendentes nombrados se someten a la guía de Cristo e imitan su manera cariñosa de tratar a las personas. Jesús dispuso que “el esclavo fiel y discreto” suministrara alimento espiritual al tiempo debido, y todos los cristianos aceptamos la dirección de dicho esclavo (Mat. 24:45-47). El hecho de que estemos tan dispuestos a estudiar y poner en práctica la información que este nos proporciona confirma que nos sometemos a la autoridad de Cristo. Además, de esta manera promovemos la paz y la unidad (Rom. 14:13, 19).
¿Hasta qué punto debemos ceder?
12 Ahora bien, una cosa es estar dispuestos a ceder, y otra muy distinta es ser desleal a la fe cristiana y a los principios divinos. ¿Qué postura adoptaron los primeros cristianos cuando los líderes religiosos les ordenaron que dejaran de enseñar acerca de Jesús? Pedro y el resto de los apóstoles contestaron con valor: “Tenemos que obedecer a Dios como gobernante más bien que a los hombres” (Hech. 4:18-20; 5:28, 29). Lo mismo sucede hoy: cuando “las autoridades superiores” intentan obligarnos a dejar de predicar las buenas nuevas, no nos detenemos, aunque sí actuamos con más discreción. Si imponen restricciones a la predicación de casa en casa, buscamos otras maneras de hablar con las personas y seguir cumpliendo con nuestra comisión divina. Y si proscriben nuestras reuniones, nos reunimos en grupos pequeños para no llamar la atención (Rom. 13:1; Heb. 10:24, 25).
13 Por otra parte, Jesús señaló en el Sermón del Monte que es necesario ceder ante quienes tienen autoridad: “Si alguna persona quiere ir al tribunal contigo y hacerse dueño de tu prenda de vestir interior, deja que se lleve también tu prenda de vestir exterior; y si alguien bajo autoridad te obliga a una milla de servicio, ve con él dos millas” (Mat. 5:40, 41). La consideración hacia nuestros semejantes y el deseo de ayudarlos también nos impulsarán a recorrer “dos millas”, es decir, a hacer más de lo que se nos pide (1 Cor. 13:5; Tito 3:1, 2).
14 Aunque es bueno que estemos dispuestos a ceder, jamás debemos hacerlo ante los apóstatas. Hemos de adoptar esta firme y clara postura a fin de preservar la pureza de las enseñanzas bíblicas y la unidad de la congregación. Pablo dijo lo siguiente acerca de “los falsos hermanos”: “A estos no cedimos a manera de sumisión, no, ni por una hora, para que la verdad de las buenas nuevas continuara con ustedes” (Gál. 2:4, 5). Los brotes de apostasía son poco comunes, pero cuando surge alguno, los cristianos fieles se mantienen firmes a favor de la justicia.
Los superintendentes deben ser flexibles
15 Uno de los requisitos que deben cumplir los superintendentes es el de ser flexibles. Pablo escribió: “El superintendente, por lo tanto, debe ser [...] razonable [o “flexible, dispuesto a ceder”]” (1 Tim. 3:2, 3). Esto es especialmente necesario cuando se reúnen para tratar asuntos de congregación. Antes de tomar decisiones, cada uno puede expresarse libremente, aunque no hace falta que todos opinen. Después de escuchar los principios bíblicos que se citan en la reunión, algún anciano podría cambiar de opinión. Así es, en vez de cerrarse a las ideas de los demás y aferrarse a puntos de vista personales, el anciano maduro cede. Es probable que al principio haya opiniones distintas, pero la oración y la reflexión, junto con una actitud modesta y flexible, promoverán la unidad entre los ancianos (1 Cor. 1:10; léase Efesios 4:1-3).
16 El superintendente cristiano debe esforzarse por respetar las directrices divinas en todo lo que hace. Esta actitud también es necesaria cuando pastorea el rebaño, pues le ayuda a tratarlo con consideración y amabilidad. El apóstol Pedro exhortó: “Pastoreen el rebaño de Dios bajo su custodia, no como obligados, sino de buena gana; tampoco por amor a ganancia falta de honradez, sino con empeño” (1 Ped. 5:2).
17 Los miembros mayores de la congregación agradecen el valioso apoyo de los más jóvenes y los tratan con dignidad. Por su parte, los jóvenes respetan a los mayores por sus años de experiencia en el servicio de Jehová (1 Tim. 5:1, 2). Los superintendentes buscan hombres capacitados a quienes confiar ciertas responsabilidades y los preparan para que les ayuden a cuidar el rebaño de Dios (2 Tim. 2:1, 2). Todos los cristianos deben hacer caso de la exhortación que por inspiración dio Pablo: “Sean obedientes a los que llevan la delantera entre ustedes, y sean sumisos [literalmente, “estén cediendo debajo”, nota], porque ellos están velando por las almas de ustedes como los que han de rendir cuenta; para que ellos lo hagan con gozo y no con suspiros, por cuanto esto les sería gravemente dañoso a ustedes” (Heb. 13:17).
Estemos dispuestos a ceder en el hogar
18 En el círculo familiar también es importante ceder (léase Colosenses 3:18-21). La Biblia señala cuál es el papel de cada miembro de la familia. El hombre es cabeza de su esposa y el principal responsable de educar a los hijos. La mujer debe reconocer la autoridad de su esposo, y los hijos deben esforzarse por ser obedientes y así agradar al Señor. Todos los miembros de la familia pueden contribuir a la unidad y la paz del hogar si están dispuestos a ceder. Pero deben ser equilibrados, pues en algunas ocasiones se puede ceder, mientras que en otras está mal hacerlo. Veamos algunos ejemplos bíblicos que lo ilustran.
19 Cuando Samuel era niño, Elí era el sumo sacerdote de Israel. Sin embargo, Hofní y Finehás, los hijos de Elí, eran “hombres que no servían para nada [y] no reconocían a Jehová”. Elí se enteró de las cosas malas que hacían sus hijos; por ejemplo, que cometían fornicación con las mujeres que servían a la entrada de la tienda de reunión. ¿Qué hizo al respecto? Les dijo que si pecaban contra Jehová nadie podría orar por ellos, pero no los corrigió ni los disciplinó. Como resultado, siguieron obrando mal, y al final Jehová decidió que merecían morir. Cuando a Elí se le informó que habían muerto, él también falleció. ¡Qué final tan lamentable! Obviamente, estuvo mal que Elí cediera ante las malas acciones de sus hijos, es decir, que les permitiera seguir actuando así (1 Sam. 2:12-17, 22-25, 34, 35; 4:17, 18).
20 Ahora veamos la forma tan distinta en que Dios trata a sus hijos angelicales. El profeta Micaya recibió una impresionante visión de una reunión que Jehová tuvo con sus ángeles. Jehová preguntó quién de ellos podría engañar a Acab, el malvado rey de Israel, para provocar su caída. Acto seguido, escuchó las sugerencias de varios de sus hijos espirituales. Cuando uno de ellos dijo que él se encargaría, Jehová le preguntó cómo planeaba hacerlo. La propuesta le pareció bien, de modo que lo comisionó para que la llevara a cabo (1 Rey. 22:19-23). ¿Qué pueden aprender de este relato todos los miembros de las familias cristianas? Que deben ser flexibles. Es bueno que el jefe de familia tome en cuenta las ideas y sugerencias de su esposa y sus hijos. Ellos, por su lado, deben entender que una vez que hayan expresado sus opiniones o preferencias, deben ceder, es decir, deben respetar la decisión que él tome, pues Dios le ha conferido esa autoridad.
21 ¡Qué agradecidos estamos de que nuestro amoroso y sabio Padre nos recuerde la importancia de estar dispuestos a ceder! (Sal. 119:99.) En el siguiente artículo veremos cómo contribuye una actitud flexible y equilibrada a tener un matrimonio feliz.
[Notas]
En español, es difícil transmitir con un solo término todo el sentido de la palabra griega que aquí se traduce “lo razonables”. Una obra de consulta señala: “El vocablo lleva implícita la idea de estar dispuesto a ceder en los derechos de uno y de tratar a la gente con consideración y amabilidad”. Así pues, tiene el sentido de ser razonable y flexible, de no insistir en aplicar la ley al pie de la letra ni exigir los derechos propios. También tiene el sentido de someterse a quienes tienen autoridad.
Véase el artículo “La actitud cristiana ante el servicio obligatorio”, de La Atalaya del 15 de febrero de 2005, págs. 23-26.
¿Qué respondería?
• ¿Qué resultados obtendremos si sabemos ceder?
• ¿Cómo demuestran los ancianos que están dispuestos a ceder?
• ¿Por qué es importante ceder en el círculo familiar?
[Preguntas del estudio]
1, 2. ¿Qué dicen las Escrituras sobre estar dispuestos a ceder, y por qué se espera que cedamos?
3, 4. a) Dé ejemplos que muestren lo beneficioso que es estar dispuestos a ceder. b) ¿Qué puntos analizaremos?
5. ¿Qué impulsaba a algunos esclavos hebreos a permanecer con sus amos?
6. ¿Qué relación hay entre el amor y el que estemos dispuestos a ceder?
7. ¿Por qué debemos estar dispuestos a ceder en nuestro ministerio?
8. ¿Cómo nos ayuda el amor a Dios a portarnos como “uno de los menores”?
9. ¿Qué debemos reconocer para que nos resulte más fácil ceder?
10. ¿Qué demostramos cuando nos sometemos a la autoridad de Dios?
11. ¿Cómo demostramos que nos sometemos a la autoridad de Cristo?
12. ¿Por qué llega un punto en el que no podemos ceder?
13. ¿Qué mencionó Jesús acerca de ceder ante quienes tienen autoridad?
14. ¿Por qué no debemos ceder nunca ante los apóstatas?
15. ¿De qué manera pueden ceder los superintendentes en sus reuniones?
16. ¿Qué actitud debe tener el superintendente cristiano?
17. ¿Cómo pueden demostrar todos los miembros de la congregación que saben ceder?
18. ¿Por qué es bueno ceder en el hogar?
19, 20. a) ¿Qué diferencia hay entre la manera de ceder de Elí y la de Jehová? b) ¿Qué pueden aprender los padres de estos ejemplos?
21. ¿Qué veremos en el siguiente artículo?
[Ilustración de la página 4]
Los ancianos imitan la manera cariñosa en que Cristo trataba a las personas
[Ilustración de la página 6]
La oración, la reflexión y una actitud flexible promueven la unidad en las reuniones de ancianos.

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