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Tuesday, July 07, 2009

Yoani escribe desde Cuba:


Julio 4th, 2009 Categoría: Generación Y 678 comentarios Imprimir
Pluriempleo y monosalario

Te pasas la vida deseando el dulce que ves a través del cristal y cuando te invitan a servirte las porciones que quieras resulta que has perdido el apetito. El pluriempleo había dejado de ser una demanda popular entre nosotros después de muchos años, teniéndolo como un imposible. Su autorización ha llegado en un momento en que cuesta deslindar si se trata de un paso de avance o de un gesto de desespero.
De todo el texto de la Nota Oficial aparecida en Granma, me sorprendió gratamente el permiso a que los estudiantes de nivel medio y superior puedan buscar empleo y conservar, a la par, sus vínculos docentes. Cinco años en los que no se podía trabajar y ganar un salario hacían que muchos desistieran de entrar en la universidad, por no tener una familia capaz de costear ropa, alimentación y transporte durante la etapa de estudiante. Sé muy bien de lo que hablo, pues mientras aprendía Filología –y siendo ya madre- hacía de guía de la ciudad de manera ilegal para poder mantenerme. Sólo así, pude llegar a obtener un título que guardo en la última gaveta del armario. Conozco de muchos que hasta ayer debían hacer lo mismo, empujados por motivos económicos a saltarse las leyes o a dejar los estudios.
Sin embargo, la aceptación del pluriempleo ha llegado tarde –aún así, bienvenida sea- y tiene como principal obstáculo la poca cuantía de los salarios. Tener dos ocupaciones no significará que se viva el doble mejor, ni siquiera con una cuarta parte más de holgura. Lo que reciba el panadero por hacer también un trabajo diurno como custodio no logrará que su familia desista del mercado negro, del desvío de recursos o de la emigración. La cuestión no está en la autorización a emplearse en varios centros laborales, sino en qué productos se pueden comprar con la devaluada moneda nacional. Los días tendrían que tener unas trescientas horas, pues sólo así el pluriempleo nos proveerá de lo necesario para vivir.

Julio 1st, 2009 Categoría: Generación Y 2763 comentarios Imprimir
De gorilas y caudillos
Nueve años han pasado desde que escribí las últimas líneas de una tesis sobre la figura del dictador en la literatura latinoamericana. Aunque mi estudio señalaba la existencia aún de varios caudillos que servían de magníficos referentes para escribir novelas, en el fondo yo creía que se trataba de seres en extinción. Poco tiempo después, comencé a dudar si los tiranos no estarían en incubación para volver a brotar sobre nuestras tierras americanas. De un tiempo a esta parte ya no me quedan dudas: los dictadores –o aspirantes a serlo- están aquí, aunque ahora visten jeans, guayaberas o camisas rojas.
Tampoco se extinguió el otro peligro: el militar que se toma la justicia por su mano; el uniformado que imponen su voluntad por las armas. A los brazos de unos y de otros nos seguimos lanzando, porque una tradición de personalismos y demagogos no se erradica tan fácilmente. En Honduras, ahora mismo, toda una nación puede arrojarse al espinoso abrigo de los soldados o hipnotizarse ante el regreso “triunfal” –al estilo de Chávez- de quien ha sido depuesto por la fuerza. De ese dilema, pocas veces salimos bien parados los ciudadanos.
No me gustan los golpes militares, ni los presidentes que intentan reelegirse infinitamente. Le tengo la misma desconfianza a quien baja de una montaña con las armas por delante, que al elegido en las urnas que administra su país como una hacienda; como si de la vieja finca de sus padres se tratara. De ahí que esté preocupada por Honduras. Tengo el temor que lo ocurrido prepare el camino para el surgimiento de otra figura investida de plenos poderes. ¡Cuidado! en la amplia gama que exhiben los sátrapas, la peor combinación es cuando convergen -en una misma persona- la figura del caudillo y del gorila armado.

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