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Tuesday, June 16, 2009

Yoani desde Cuba:



Hilda Molina y yo compartimos un par de raros “privilegios”: ambas fuimos aludidas en el prólogo del libro Fidel, Bolivia y algo más y a las dos se nos negó -en varias ocasiones- el permiso para salir de Cuba. En el caso de ella, las autoridades migratorias justificaban la negativa con su pasado como científica.


Hacían correr el rumor de que conservaba información clasificada, que no debía saberse fuera de nuestras fronteras. Muchos sospechábamos, sin embargo, que ese no era el verdadero motivo para mantenerla aquí, sino el capricho de un hombre que exigía su reclusión forzada.


Mi “crimen” está ubicado en el futuro, en esa porción del mañana donde ni el conocido prologuista ni las limitaciones para salir de la Isla existirán ya.


Mi retención no parte de lo que hice, sino de lo que podría hacer; la “culpa” recae sobre esa ciudadana que todavía no soy pero que se está incubando en este blog. De todas formas, el castigo ha sido el mismo para ambas, porque un sistema basado en los límites, los controles y las clausuras, sólo sabe penalizar con el encierro.


Para Hilda esa sanción acaba de terminar; aunque un reo nunca vuelve a dormir tranquilo ante el temor de retornar a la celda.


Estoy feliz por su familia y por ella, pero afligida por la existencia de esos que deciden quién sale y quién entra de Cuba.


Me da pena que la reunificación de alguien con los suyos, dependa de una larga negociación entre partidos, gobiernos, presidentes. Veo a una mujer envejecida que finalmente podrá conocer a sus nietos y a la que nadie resarcirá por tantos años de soledad y angustia.


Sólo me queda sugerirle que no almacene resentimiento contra sus carceleros, pues ellos están presos hoy de su poder, su miedo y la inevitable cercanía de su final.

Junio 14th, 2009 Categoría: Generación Y 1671 comentarios Imprimir
Otra generación que aguarda

Tengo treinta y tres años y dos canas. Llevo al menos la mitad de la vida deseando un cambio en mi Isla. En el verano de 1990, me asomaba a las persianas de mi casa en Lealtad esquina a Lagunas, cuando el griterío de la gente me hacía pensar en una revuelta.

Desde allí vi pasar las balsas cargadas en hombros hacia el mar y percibí los camiones de policías que controlaban la inconformidad.


Las caras ansiosas de mis familiares presagiaban que pronto la situación evolucionaría, pero en lugar de eso los problemas se hicieron crónicos y las soluciones se postergaron. Después vino mi hijo, entre apagones y frases de “no te desesperes”, comprendí que sólo iba a ocurrir lo que pudiéramos provocar nosotros mismos.
Este junio ha empezado muy parecido al de aquellos oscuros años del Período Especial.


Desasosiego, cortes eléctricos en algunos barrios y una sensación generalizada de que vamos cuesta abajo. Ya no soy aquella adolescente temerosa y pasiva, cuyos padres le dijeron tantas veces


“Acuéstate, Yoani, hoy no tenemos nada que comer”. No estoy dispuesta a aceptar otra etapa de consignas y platos vacíos, de ciudad detenida por falta de combustible y líderes empecinados con sus refrigeradores llenos.


Tampoco pienso irme a ningún lado, así que el mar no será en mi caso la solución para este nuevo ciclo de calamidades que comienza.
La simiente intranquila de Teo pronto fecundará a una mujer, para dar paso a otra generación que aguarda. Me resisto a creer que serán adultos mirando por la ventana a la espera de que algo ocurra; cubanos llenos de sueños postergados.

Junio 13th, 2009 Categoría: Generación Y 1378 comentarios Imprimir
Cubalse y General Motors

El primero de junio se confirmó lo que todos vaticinaban: la General Motors se declaró en bancarrota.


La televisión nacional mostró reportajes sobre el gigante que caía y en nuestras calles sus viejos modelos –de hace cincuenta años– continuaban rodando. La gran torre plateada que cobija la gerencia de esa firma ha pasado a ser el símbolo de la actual crisis económica mundial.


Dentro de Cuba, las insignias de estos malos tiempos son otras: los apagones regresan, el turismo escasea y el transporte público sufre un nuevo recorte. Las acciones financieras no se desploman, porque no existen; las empresas esconden su quiebra pues son estatales y no informan de sus finanzas a los ciudadanos.


Otro conglomerado empresarial se desmembró a nuestro lado, pero el noticiero nacional evitó mencionarlo.


La poderosa
CUBALSE, que tenía entre sus potestades la de emplear a quienes trabajan en embajadas y casas de diplomáticos, acaba de desaparecer. Hasta el más despistado cubano sabe que para ser jardinero de un embajador o administrador de un mercado en divisas, se debe pasar un potente filtro ideológico y –en ciertos casos– estimular monetariamente a quienes seleccionan al personal. CUBALSE había sido pionera en eso de vender en moneda convertible en un país donde la mayoría gana en pesos cubanos, sus empleados parecían una mezcla entre empresarios capitalistas y soldados de un ejército comercial.




En un discreto documento se detalló el descuartizamiento de la Empresa para la Prestación de Servicios a Extranjeros, cuyos trozos fueron a parar a otras instituciones. Toda una estructura de poderes, fidelidades e intereses personales debe haberse venido abajo en cuanto anunciaron la muerte de este “pequeño gigante”. Eso sí, el réquiem se tocó en voz baja, para que no nos alarmáramos demasiado. No fuera a ser que al mirar el desplome de la General Motors se nos ocurriera hacer comparaciones innecesarias, concluir que eso no ocurre sólo fuera de nuestras fronteras, sino también a nuestro lado.

Junio 10th, 2009 Categoría: Generación Y 3012 comentarios Imprimir

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