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Tuesday, January 28, 2014

Novela de Ficción La Violación El hombre y la guerra de Etiopía:

Capítulo 51: Aventuras del soldado conocido.( Etiopía):

5 de febrero de 1978:

Ha regresado mi hermano Obdulio de La Habana, pues se negó a irse para la guerra en Etiopía. A él no le interesan las consecuencias, pues nunca ha trabajado con el Gobierno, como mi padre.
Los del Comité Militar se aparecieron con un telegrama hoy para mí. Me despedí  de mis dos mujeres: la noviecita de pelo largo, lacio y negro, ojos grandes color café y una dulzura y ternura extraordinarias y la mujer que me impuso el destino por haberla embarazado en el Pre Universitario. Con ella tengo un hijo de tres años que tendré que dejar por detrás, no tengo alternativa. Me botarían del trabajo de chofer de un dirigente provincial.
 
6 de febrero:
 
A las 8 de la mañana llegué al Comité Militar. Nos llevaron en camiones hasta Loma Blanca, Unidad Militar Secreta en Rancho Boyeros, cerca del Aeropuerto, en  La Habana. Almorzamos arroz, sardina, pan, dulce de arroz con leche ( mi preferido). Nos dieron trajes y zapatos, pues nos iremos vestidos como turistas.También nos entregaron ropa interior, medias, camisas, shores. Preparamos los maletines. Nos impartieron instrucciones de guerra. Descansamos esta noche en la Unidad.
 
7 de febrero:
 
Almorzamos temprano pollo, arroz, frijoles, papas. A las tres de la tarde salimos en ocho guaguas para el Teatro Carlos Marx soldados y oficiales. A las cuatro llegó Fidel, cerraron el teatro, habló y dijo claramente  que el que quisiera irse para su casa, podría hacerlo, que la guerra sería dura. Pero Quién lo haría y allí delante de todos?. Quedaría como un cobarde, un traidor y un apátrida. Viramos a la Unidad sobre las seis. Nos bañamos y comimos. Jugamos Barajas. Unos tristes y otros alegres por el cumplimiento del deber internacionalista. Nos acostamos entre las doce y la una de la madrugada hablando del future acontecer..
 
8 de febrero:
 
Nos dieron nuevas instrucciones militares teóricas y explicaron las reglas a cumplir, como no fumar en el avión, ir vestidos de trajes, no hacer bulla. Salimos para el Aeropuerto a las nueve de la noche. Nos montaron en un ILM-62, avión ruso de pasaje. Sobre las diez alzó el vuelo rumbo a Guinea Bissau.
 
9 de febrero:
 
Llegamos a Guinea a las 8 de la mañana. Nos bajamos para que el avión reabasteciera de combustible. No pudimos movernos del área restringida hasta que terminara. Como a las diez y treinta subimos otra vez y salimos rumbo a Luanda, capital de Angola. Llegamos a las tres a Quinta Rosa Linda. Fuimos a una cafetería a tomar café, comprar cigarros y comer algunas chucherías. Paseamos por la playa hasta la tarde que nos dieron una caja de comida en un restaurante, que tenía arroz congrís, pollo, yuca. Después fuimos para el Aeropuerto a esperar un avión etiope de fabricación ... Boin 700. Salimos para Etiopía con las luces apagadas a las diez de la noche todavía como turistas. Nos dieron pedazos de Kake, repetimos como tres veces, estaba riquísimo!. Llegamos a Adis Ababa a las cinco de la madrugada. Nos esperaba una flotilla de camiones marca IFA de Alemania Democrática. Fuimos al Campamento Alba, a diez kilómetros al Sur del Aeropuerto. Llegamos como a las cinco y treinta de la mañana. Desayunamos leche Milk Power de Dinamarca y pan duro. Nos cambiamos de ropas, guardamos los trajes en los maletines y nos dieron ropa militar de camuflaje. Almorzamos arroz mojado con mucha peste y sardina. Algunos no se pudieron comer el arroz. A la una fuimos al almacén de armas y municiones. Cada soldado se equip♀ con lo que podía llevar en su mochila, más un colchón de campaña, una cantimplora para agua, un casco de hierro para proteger la cabeza, listos para el combate. Esta noche descansamos temprano, como a las siete, por el cansancio del viaje. Hace cuarenta y siete meses que no llueve, el polvo da a la rodilla, casi no se podía caminar alrededor del campamento. Muchos fumaban cigarros Habana 68. Dan una caja diaria.

10 de febrero:

Desayunamos la misma leche y el pan ruso negro, duro y Viejo. Partimos a combatir a la una de la tarde. Empezamos a las tres en la Loma de Aramí. A las siete dijeron que habían caído diez mil soldados somalíes y unos cuantos cubanos, algunos pinareños. Uno era de La Habana, Carlos Almenares Reyes. A las diez todavía salían algunos pocos disparos de la Loma. Empezaron a las cinco aviones cubanos a bombardear, eran MIG 21, de fabricación rusa. Después tiró la Artillería con cañones, y los cohetes BM 21 hicieron su efecto. Cada camión llevaba 40 cohetes cada uno Tierra Tierra. Los soldados disparábamos con fusiles AKM en la Infantería y con ametralladoras PKM. Le di una colcha a un somalí que venía herido y con mucho frío. A las nueve montamos en los BTR y fuimos rumbo al Campamento Yiyiga. A las once nos emboscaron en el Paso de Magda a cincuenta kilómetros de la Loma de Aramí. Tiraron con ametralladoras estando en la cola de la comida. Se esparramó todo el mundo desde el primer tiro. Un cocinero llamado Sanz se metió dentro del caldero de los chícharos que por suerte estaban tibios. Comimos chícharos, arroz, ligados con tierra. Dormimos poco, de pie, en un pozo Tirador de pie fabricado por cada uno. Autorizaron a un tanque de guerra a disparar al enemigo. Perecieron los atacantes, apenas tres somalíes.

11 de febrero:

A las siete de la mañana, después del desayuno, salimos en marcha. Alrededor de las ocho pasamos por un campamento donde la Artillería cubana había abatido a todos los enemigos, estaban tirados en la tierra, unos al lado de los otros. Seguimos avanzando y pasamos en los BTR, en camiones, con Artillería y todo y cruzamos un río ancho y bajito. A las cinco de la tarde llegamos a un campo de eucaliptos y un barranco donde habían muchos cadáveres, casi secos. Dormimos dentro de este campo. Pincharon con varas las cabezas de los cadáveres para que cayeran al hoyo. Esa imagen me impresionó.

12 de febrero:

Continuamos avanzando y a unos veinte kilómetros pasamos por el Desierto de Ogadén, donde había hecho erupción un volcán. La tierra estaba muy quemada. Acampamos a diez kilómetros de ahí. Unos soldados vieron un caballo, lo mataron y nos lo comimos con sal y puré de tomate. Habían como cien soldados en la Compañía de Infantería. Estaremos  como tres días acampados. Dormimos en colchones personales puestos sobre la tierra. Son de naylon, con un zipers, para encerrarse dentro. Hicimos tumbos de piedras para dormir protegidos de los animales. Hay leones, tigres, hienas....
Continuaremos la marcha hacia el Campamento Yiyiga, haciendo escalas.

5 de marzo:

Llegamos a Yiyiga. Dijeron que la guerra ha terminado porque los somalíes se retiraron a su país. El pueblo está iluminado de los proyectiles que los etiopes y cubanos han lanzado al aire para festejar la Victoria contra los invasores. Estos etiopes son bravos!.

6 de marzo:

Salimos a acampar. Nos mandaron a hacer una zanja de Defensa para proteger el campamento abandonado.

26 de marzo:

Llevamos veinte días en Yiyiga.

16 de abril:

Es el Día del Miliciano.
Ha muerto el soldado habanero Osvaldo Padilla Sosa, de unos veinte años, cuando al soldado Polanco, limpiando su fusil, a las dos de la tarde, se le escapó un disparo. Habían cuatro jugando dominó, y a él le atravesó un tiro las dos rodillas. Salieron con él para Jarar y murió desangrado por el camino. Cuando el Político, el Teniente Eusebio, regresó, dio la mala noticia. Nos pusimos muy tristes todos porque era bueno, tranquilo, joven, un gran compañero.
A Polanco dicen que lo mandaron preso para Cuba y que tal vez le digan a los padres de Osvaldo que murió en combate.


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Han pasado veintidos meses bien duros en este Campamento, con requisias todos los sábados, con registros profundos de las pertenencias de cada soldado. No se puede tener ni una fosforera porque te la quitan y te levantan un Acta para el Expediente. Sin embargo los Oficiales pueden tener de todo, van a Cuba cargados con maletas para sus familiares. Hay dos comedores , uno para ellos y otro para nosotros.El azúcar está muy escasa. Parece que la cogen para negocios con los etiopes, para llevarles cosas a sus familiares cuando van de pase. Todos lo comentan.
Diariamente se matan cuatro bueyes para la Décima Brigada de Tanques, para dos o tres mil personas. Los niños etiopes van al matadero a comerse las vísceras crudas del hambre que tienen. Lo que comen estos infelices es Anyera, parecido a un trozo de tela de mosquitero muy picante, parece mondongo de puerco.Qué horror!.
Descansando en el Campamento de noche empezaron a disparar los somalos desde una loma que estaba como a cinco kilómetros y mandaron a los exploradores para localizarlos. Mandaron los Obuses 125 milímetros a dispararles y perecieron esa noche cuatro o cinco de ellos. Se acabaron los disparos nocturnos. Todos los días dan ocho horas de Preparación Combativa, clases teóricas y políticas, y prácticas militares de tiro cada quince días.

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Se organizó un Equipo de Pelota. Eso es lo mío!.Fuimos a jugar a Adis Ababa en camión. Estuvimos veinte días fuera del Campamento, quedamos en primer lugar a nivel de Brigada. Yo era el pitcher. Frank Gener, camarógrafo de Radio Guamá en Pinar del Río, era el Sior Stor, muy buen pelotero él, que muchas veces lo vi en la ciudad natal después y hablamos de todas estas cosas y de todas las faltas de respeto que cometían los Oficiales, que se burlaban de los soldados y eran prepotentes. De todo eso se enteró el Comandante, pero no hizo nada. Por eso dejamos de creer en él; no hizo justicia.
El Coronel Manuel Pérez Hernández, con su amante, vivían dentro del Campamento, en una casa, donde no les faltaba nada, y tenía hasta criado, con refrigerador, televisor, grabadora, bebidas alcohólicas, cervezas..., y los soldados no pudimos tomar nunca ni agua fría ni nada dulce.Por eso y porque llevábamos un año y seis meses sin mujer, cuando terminábamos los Juegos de Pelota, nos llevaron para la Embajada de Viet Nam, que estaba desocupada, a unos cinco kilómetros de Adis Ababa, estando tres días allí, y por las tardes nos íbamos a allá en busca de sexo.
Pagábamos dos BIR, moneda etiope, por cada encuentro. Eran mujeres jóvenes, bajitas, gorditas, de ojos verdes, muy agradables y complacientes. Ibamos a sus casas. Regresábamos de noche a dormir. No había mucho control con los soldados peloteros allí y nos aprovechamos. Tuvimos que vender nuestras colchas que nos habían dado para el viaje  a 10 Bir  y algunas latas de sardina a dos Bir para poder acostarnos con las preciosas etiopes porque solo había una cubana, y era del Jefe, que la compró para él.
A los tres días fuimos para el Aeropuerto Militar y nos montaron en un avión de carga y llegamos a Diridaya, donde nos esperaba un camión de la Décima Brigada de Tanques y nos fuimos de regreso al Campamento de Yiyiga. El viaje duró siete horas. Nos recibieron con aplausos y ovaciones por haber Ganado el Campeonato de los Militares. El Jefe de Brigada mandó a que se nos hiciera una comida especial de recibimiento que agradecimos mucho. Nos dieron puerco frito, arroz congrís, yuca, plátano frito, dos cervezas para cada uno, dulce y queso. Jamás habíamos comido eso, ni antes, ni después allá. En el Museo de la Décima Brigada de Tanques pusieron una pelota de Baseball con el nombre de todos los peloteros que ganamos, incluyendo el mío en primer lugar. Así pasamos aquellos dos años.

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30 de diciembre de 1979:

Partimos para Cuba un grupo. Solo nos dieron 50 Bir a cada soldado cuando terminamos, que no nos alcanzó ni para comprar un pantalón pitusa. Algunos soldados pudieron esconder relojes que enterraron en jabones porque hacían negocios ilícitos con el petróleo, latas de  sardina...que robaban. Sabíamos que no estaríamos dispuestos jamás a volver a cumplir misión en ninguna parte del mundo. Y menos mal que regresamos vivos y sin mutilaciones físicas.
Llegamos al Puerto de Asap. Dormimos a la orilla del mar.

31 de diciembre:

Montamos en el barco Sota Rustavely ruso, mil quinientos soldados. Hicimos travesía de Etiopía pasando por El Canal de Suez, que divide Egipto e Israel, hasta Islas Canarias. Un funcionario cubano tuvo que bajarse para pagar por el paso por El Canal. En Islas Canarias el barco se detuvo a echar combustible, mientras descansábamos en los camarotes. Nos dieron una manzana a cada uno, que se la guardé a mi hijo. Al salir por El Mar Rojo hacia Cuba, nos sorprendió una tormenta. Creímos  que el barco se hundiría. Estuvimos cuatro o cinco horas vomitando algunos y todos muy asustados hasta que llegó la calma.
En el barco habían dos piscinas grandísimas, una Orquesta Sinfónica, Teatro, Cine y unas comidas y desayunos exquisitos para turistas. Los sirvientes eran muy atentos y complacientes. La comida era rusa, pero excelente. Estuvimos en total veintitres días sobre el mar.

23 de enero de 1980:

Llegamos a La Habana. Nos llevaron a la Fortaleza de La Cabaña a comer lomo ahumado, congrís, yuca y una cerveza. Nos  dieron ciento cincuenta pesos cubanos a cada combatiente. Veníamos llenos de medallas (con las que nos condecoró el líder Menguisto Haile Marian, un gran corrupto también, y que después tiré a un latón de basura).
Regresamos a Pinar del Río en una guagua Hino ( japonesa) treinta soldados. Compramos una botella de ron Ronda cada uno en Artemisa. Ibamos por la Carretera Central hablando, unos con el alma partida por pérdidas de familiares en nuestra ausencia heroica? y otros tristes porque la esposa los había traicionado en una espera tan larga. Ahí estaba yo, a pesar de todo. Pero no es lo mismo ser tarreado,  que ser tarrudo, no es lo mismo ser hombre que ser mujer, porque las mujeres se embarazan.
Hacían dos meses que mi madre había fallecido de cáncer y seis meses que decían que mi esposa me había traicionado, aunque no estaba embarazada. Ella ni me esperó en la casa. Sabía de lo que sería capaz si la hallaba allí.No me consta tampoco que lo haya hecho. Pero mi propia familia lo decía.

24 de enero:

Llegué a mi casa a las tres de la mañana. Me abrió la puerta sorprendido mi padre con mi hijo cargado, con sus cuatro añitos. Nos dimos fuertes abrazos y corrieron nuestras lágrimas por las pérdidas, especialmente de mi madre, que dejé supuestamente de buena salud, por hacer caso a la política, los políticos y al miedo.

30 de enero:

Fui a ver a mi noviecita que no sabía nada de mi regreso.

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Después en una reunion del trabajo me iban a dar un refrigerador por ser combatiente internacionalista, y se lo dieron a un camionero en la base, igual que yo,  que lo que hacía era robar pollos. Cuando me vio me saludó con mucho cariño y me dijo que allí el Sindicato daba los refrigeradores a los que más robaban. Le dije: Yo no me lo merezco entonces.
Pero acabé robando yo también a ver si me daban algo.

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Llegó el Período Especial, y en el Combinado Avícola Nacional , y en todo el país en general, ya no había qué robar. Un Señor me dijo: No hay nada ya que robar. Por eso me robo yo mismo de un bolsillo del pantalón para el otro.