La Educación: Instrumento de dominación ideológica (cuarta parte)
Jueves, 4 de febrero de 2010 Adolfo Fernández Sainz Comments off
Imagen: Desnudo con alcatraces – Diego Rivera (1944)
Por Adolfo Fernández Saínz, Presidio político cubano, prisión de Canaleta en Ciego de Ávila.
Yo estudié hasta noveno grado en mi pueblo natal, de ahí comencé el bachillerato dando los viajes diarios a la ciudad de Pinar del Río tal y como habían hecho las generaciones que me precedieron. Un día de finales de los años setenta –para mi gran sorpresa- me entero de que todos los alumnos de las zonas rurales una vez que concluyeran el sexto grado y con apenas doce años, tenían que becarse forzosamente. Ya no podían estudiar la secundaria básica en su propio pueblo como lo había hecho yo. Fueron cerrados también todos los institutos preuniversitarios urbanos, incluso en las grandes ciudades y los estudiantes iban becados a escuelas recién construidas alejadas de sus hogares en lugares muy remotos. Se trataba de las llamadas ESBEC (escuelas secundarias básicas en el campo).
Aquello fue una experiencia muy traumática para la familia cubana. Los padres veían con mucha preocupación cómo se llevaban a sus hijos, cómo los perdían de vista en esa edad tan difícil. Se preocupan especialmente por las niñas que habían estado controladas en “un puño” y ahora se iban lejos a tan tierna edad. Fue un experimento totalmente innecesario pues la mayoría de aquellos alumnos ya tenían una escuela y fueron llevados a otra nueva. O sea que el propósito no era dotar de escuelas a quienes no la tenían, lo cual hubiera sido muy loable.
No le bastó a los comunistas con educar a todos los niños, querían hacerlo además lejos de sus padres en una suerte de aislamiento. No les fue suficiente con llevárselos cuarenta y cinco días a campamentos de trabajo agrícola. Ahora el secuestro era permanente. Los estudiantes venían de pase cada dos semanas y al fin de semana siguiente los padres iban a visitarlos a sus escuelas, con las consiguientes dificultades de transporte hacia lugares alejados de todo centro urbano.
Esta barrabasada sin consideración alguna para la familia cubana, tenía entre tanto un reflejo muy diferente en la propaganda oficial. Editaron un libro dedicado al nuevo proyecto “Revolución en la Revolución”, le dedicaron también la canción “La nueva escuela” de Silvio Rodríguez y hasta se llegó a decir que “los otros países nos van a mirar con envidia”.
Al principio el adolescente se embullaba con ese tipo de proyecto que tenía algo de aventura, pues a cierta edad el niño quiere romper con el lazo que lo ata a su familia, vínculo que él ve por momentos como una opresión. Es una etapa natural en nuestro crecimiento, pero al poco tiempo comienzan las dificultades, añoran su casa, sus comodidades, pero ven que es imposible regresar. Empiezan entonces a fingirse enfermos para que la familia obtenga por cualquier vía un certificado médico, que los autorice a abandonar la beca y volver a una escuela urbana de las pocas que quedaron disponibles para quienes eran incompatibles con el régimen interno por razones médicas.
Se volvió costumbre la práctica de mentirle a una institución oficial asistidos por un profesional de la salud que también se hacía cómplice, pero todos se giñaban el ojo pues partían de idéntica lógica de que todo aquello ere aun soberano disparate y que el adolescente, inocente de todo, no iba a pagar los platos rotos. Algunos se enfermaban de verdad de los nervios.
Si el propósito de la ESBEC era económico: dotar de mano de obra a las grandes plantaciones de cítricos y otros cultivos, también por esa parte fue un gran fracaso, pues en ningún momento se vio abundancia alguna de frutas u otros productos en el agro. Los alumnos debían estudiar en una sesión y trabajar en la otra. Otra práctica que tomó fuerza de costumbre fue la de falsear los informes productivos. Si el alumno debía cumplir una norma de trabajo agrícola, pero tenía poco interés o no se sentía con entusiasmo para trabajar falseaba el dato o el funcionario encargado del campo –un campesino que cobraba un salario- aumentaba el dato global. Ningún país que ha llegado al desarrollo por la vía capitalista ha aplicado este sistema, tampoco en los antiguos países socialistas. Toda la sustentación científica, pedagógica e ideológica para este mega experimento es una frase de José Martí sacada de contexto, en la que dice que el alumno debía “usar el libro en la mañana y el azadón en la tarde”.
Cualquiera se daba cuenta que a los niños, sobre todo a los de las ciudades, les convendría conocer la vida del trabajo en el campo como parte de sus experiencia vital y si esos les despierta la vocación, pues perfecto. Pero para lograr este acercamiento al mundo del trabajo no hay que echar abajo todo un sistema nacional que funcionaba, basado en una red de escuelas rurales y urbanas y en la costumbre de muchas generaciones.
Share on Facebook
Categories: Adolfo Fernández Sainz Tags:
La Educación: Instrumento de dominación ideológica (tercera parte)
Miércoles, 3 de febrero de 2010 Adolfo Fernández Sainz Comments off
Imagen: La vendedora de flores – Diego Rivera (1949)
Por Adolfo Fernández Saínz, Presidio político cubano, prisión de Canaleta en Ciego de Ávila
La ESBE fue altamente valorada cuando surgió a partir de una idea del propio Fidel Castro, quien mantuvo su influencia directa y cotidiana sobre el nuevo proyecto que nacía. Esto significaba apoyo ilimitado de los niveles centrales del Estado, abundancia de bienes y recursos en todo lo que hiciera falta. La ESBE fue un “plan Fidel”, uno de los tantos y tan famosos que éste -bajo el mismo modus operandi- intentó desarrollar a lo largo de todos estos años en los más disímiles campos de la vida nacional y en aquellos sectores que despertaran su interés. Desde la agricultura al deporte, de la salud pública a la genética vacuna. Bajo uno de sus cíclicos arranque fue que se crearon las escuelas en el campo.
Se construyeron entonces unas pocas escuelas con las mejores condiciones, en lugares adecuados, como la llamada “Sierra del agua” en las cercanías de La Habana. Los cursos comenzaron con muy buenos alumnos y no tenían carácter obligatorio sino que la entrada a ellas era voluntaria. Los internos eran alumnos que ya habían terminado el noveno grado y tenían a su alcance los mejores recursos y un personal muy capacitado que se ocupaba de su educación. Junto a los excelentes maestros, contaban también con una buena y balanceada alimentación y como era de rigor –en un principio- en estas escuelas, se daba una buena atención en el trabajo en el campo. Se les había asignado un médico y una enfermera a cada uno de estos centros escolares, para lo cual se hizo una convocatoria voluntaria para buscar profesionales con las condiciones necesarias para este tipo de proyecto. Con todos estos elementos, se percibía una gran motivación de parte de los padres y de los alumnos hacia la formación en estas escuelas.
Como era de interés de la máxima dirigencia, tampoco podían faltar los cuadros del partido que velaban por el buen funcionamiento de estos nuevos centros. El mismo Comandante en Jefe podía aparecerse en persona en cualquier momento para comprobar la marcha de su proyecto. Incluso se organizó un congreso inaugural con su presencia y con el personal participante en el nuevo modelo educativo que surgía. Cuando comenzaron a cosecharse los magníficos resultados iniciales, vinieron también las loas y lo reportajes triunfalistas. El plan piloto había salido bien y ahora sólo bastaba generalizar la idea, aunque lamentablemente sin la mayoría de los ingredientes que conformaron sus primeros pasos.
La idea degradada fue la que recibió finalmente el pueblo. Las ESBE fueron usadas incluso como vitrina para las visitas de jefes de estado. Comienza entonces un desfile de personalidades que se manifiestan entusiasmadas por la novedad educativa de estos centros. En un principio se podían ver a soviéticos y a checoslovacos ocupando la tribuna en los actos públicos frente a los estudiantes, más tarde algunas representaciones de líderes africanos. Se logró incluso que dos gobernantes occidentales, primeros ministros de Canadá y Suecia, se interesaran en el proyecto. El cubano de a pie tiene una imagen totalmente idílica de Canadá, la sola mención del nombre del país evocaba en la mente de los que escuchan la idea de “el Yuma, pero sin tanta droga y violencia callejera”. Hay que destacar que durante decenios no apareció registrado en los medios oficiales de la Isla ningún disturbio en ese frío país, ninguna huelga, ni enfrentamiento público, ni siquiera una protesta contra la segregación racial o la guerra en Viet Nam y que se viera a la policía canadiense atropellando a los manifestantes, escenas recurrentes cuando se trataba de sus vecinos del sur.
Si el director de una escuela cubana en el campo escuchaba que su centro iba a ser apadrinado por Canadá, de inmediato se impregna de un mecanismo de euforia. Había que ver cómo agitaban los estudiantes la banderita blanca y roja al paso de la caravana presidencial. Otro tanto ocurrió con la bella Suecia cuyo primer ministro visitó Cuba y apadrinó varias ESBEC, de ahí surgieron precisamente las escuelas Cuba-Canadá y Cuba-Suecia. No dudo que Pierre Trudeau y Olof Palme fueran grandes personalidades en sus respectivos países y que viajaron a Cuba animados por sus mejores intenciones, pero al verlos apoyar con tanto entusiasmo un proyecto que sabíamos no era más que otro mecanismo en la maquinaria de opresión totalitaria que nos estaba aplastando, uno llegaba a creer que ellos estaban de acuerdo con todo lo otro que ocurría aquí, a pesar de ser representantes de países que disfrutaban de libertades ausentes en Cuba. Cabe preguntarse si no estaban sumando su no poco prestigio a la causa de Fidel Castro y a su obra. Quizás el cariz de sus conversaciones privadas, a puertas cerradas, fuera otro pero lo que trascendió al pueblo no daba a entender otra cosa.
Share on Facebook
Categories: Adolfo Fernández Sainz Tags:
La Educación: Instrumento de dominación ideológica (segunda parte)
Lunes, 1 de febrero de 2010 Adolfo Fernández Sainz Comments off
Imagen: La vendedora de flores – Diego Rivera (1938)
por Adolfo Fernández Saínz, Prisionero desde la Primavera Negra de 2003, Prisión de Canaleta en Ciego de Ávila
Masividad y Becas
Alrededor de 1970 hizo explosión la masividad. La población había crecido mucho y con las nuevas oportunidades de estudio, la gran afluencia de estudiantes trajo consigo una aguda escases de maestros. Fue entonces que se generalizó la práctica de graduar profesores emergentes que ha sido revivida en estos últimos años.
Recuerdo bien la evolución del reclutamiento para el destacamento pedagógico Manuel Ascunce. En esa época, yo mismo era maestro y primero vinieron pidiendo voluntarios entre mis alumnos de secundaria básica para hacerlos maestros en cursos emergentes. Al principio, la captación era voluntaria, luego siguieron conminando a muchos a dar el paso al frente apelando a su conciencia revolucionaria. Los presionaban bastante, sobre todo a los miembros de las organizaciones juveniles, para que aceptaran. Cuando algunos se negaban abiertamente porque no les gustaba el magisterio y la captación no avanzaba a la velocidad deseada, les decían que era obligatorio. Los llevaban a reuniones maratónicas tratando de convencerlos, la presión en ellas ejercida era insufrible. A las muchas horas se acababa la reunión y por fin habían aceptado todos. En sus ojos se leía que habían sido coaccionados. Muchos se decantaban por estudiar magisterio para salir del paso, del verdadero apuro en que los ponían; otros por agradecimiento a la Revolución aunque su vocación fuera otra muy distinta. La mayoría se graduaron y ejercieron el magisterio sin gustarles.
Al descontento y la falta de vocación, se sumó la improvisación. Maestros de cursos emergentes, recién graduados y muy jóvenes –casi de la misma edad que sus alumnos– enfrentaban una tarea que muchas veces los superaba. Se entronizó la costumbre de que los maestros llegaran a tener relaciones sexuales con sus alumnas. Si antes expulsaban por inmoral al maestro que incurriera en estos intercambios amorosos, ahora se veía cada vez con mayor frecuencia. Todo se complicó más con la política de que los alumnos tenían que becarse todos forzosamente desde edades muy tempranas.
Cuando se habló de becas por primera vez todo el mundo lo vio como la gran oportunidad para los hijos de familias muy pobres de estudiar una carrera universitaria, que pudiera sacar a la familia de la pobreza para siempre. Se becaba aquel alumno que por una razón u otra quería estudiar interno, bien porque ambos padres trabajaran, porque viviera muy apartado o porque le gustara ese tipo de régimen para aprovechar mejor el tiempo. Pero en todos los casos era una decisión libre y quién puede estar en contra de esto. No obstante, con el tiempo la beca se convirtió en una gran esclavitud. Lo que al principio fue visto con gran entusiasmo luego fue muy odiado. De sinónimo de “oportunidad” la beca pasó a ser sinónimo de “encierro”.
Entre los primeros jóvenes becados en aquellos años de la Revolución, estaban unas muchachas que venían desde la Sierra Maestra e iban a La Habana a estudiar corte y costura. Las albergaron en las mejores residencias de Miramar, que en su éxodo habían dejado abandonadas las familias más acaudaladas del país. No hay que ser muy listos para imaginarse lo orgullosos que se sentirían sus padres, seguramente muy pobres y que quizás nunca habían podido viajar a la capital cubana, viendo a sus hijas viviendo en mansiones y barrios a la que ellos mismos no hubieran podido aspirar ni en el más delirante de sus sueños. Precisamente, a causar ese efecto estaba orientada la gran propaganda “Los ricos y los explotadores quisieran volver para quitarnos esta bellísima oportunidad que nos ha dado al Revolución”. Pasada la fiebre del momento, a los sucesivos cursos de estudiantes se les becó en otros lugares y las lujosas residencias pasaron a diferentes usos. Nunca más oía hablar de las costureras, ni jamás escuché esa palabra en la fraseología oficial.
A mediados de los años sesenta, había miles de becados de preuniversitario en la playa de Tarará. Para un joven egresado de noveno grado en provincias, irse a estudiar a La Habana significaba un gran adelanto, aunque la mayoría estaba allí en contra de su voluntad y hubiera preferido el preuniversitario externo, pero no había otra opción para ellos ni para sus padres. Allí se tropezaron con una disciplina militar muy estricta y con personajes muy extremistas en un acerbo combate ideológico contra las creencias religiosas y ciertas modas que se tenían por inconvenientes. Los padres que habían estado en desacuerdo con que hubieran becado a sus hijos a la fuerza, suspiraban resignados y decían que por lo menos los muchachos no estaban perdiendo el tiempo e iban preparándose para su futuro. Recuerdo que en sus días de pases, algunos de aquellos becados hablaban con nosotros, sus amigos, y se lamentaban amargamente de estar internos. Lo que más le envidiaban a los estudiantes externos –que por ser varios años mayores no habíamos sido becados– era nuestro régimen más flexible. Nos contaban que los encargados de la disciplina militar eran elementos muy extremistas, que se complacían en ponerles reportes para que respondieran ante cortes disciplinarias, con peligro de perder el pase a casa, tan preciado para ellos.
Mientras más inflexibles e intransigentes estos responsables de disciplina, más rápido ascendían en aquella jerarquía semi militar.
Share on Facebook
Categories: Adolfo Fernández Sainz Tags:
La Educación: Instrumento de dominación ideológica
Lunes, 1 de febrero de 2010 Adolfo Fernández Sainz Comments off
Imagen: La vendedora de flores (1942) – Diego Rivera
Por Adolfo Fernández Sainz, prisionero de la Primavera Negra de 2003
El esfuerzo realizado y los logros obtenidos por el gobierno revolucionario en materia de educación han sido en todos esos años uno de los caballos de batalla de la propaganda castrista. Si vamos a atenernos a los números fríos, por ejemplo el número de graduados en las distintas carreras, es cierto que el avance de la educación en Cuba no tendría parangón con ningún otro país. Pero la realidad del pueblo cubano muestra facetas muy negativas que no aparecen en la versión oficial.
La escuela cubana de la época prerrevolucionaria era un verdadero orgullo de la nación, la calidad del magisterio era excelente, el maestro cubano era pagado y respetado por toda la sociedad , un digno heredero de Varela Luz y Caballero y Mendive. Cuando de pequeño oía hablar a los mayores, siempre se referían a sus maestros con una gran admiración y no recuerdo ningún caso contrario. Es muy notorio que en la prensa oficialista cubana nunca se elogia a aquellos. Había escuelas públicas gratuitas y algunas escuelas privadas pagadas; también hay que decir que había zonas del país en las que un niño tenía que caminar largas distancias para asistir a una modesta escuela rural, pero frente a esos alumnos, por humilde que fueran había un buen maestro. Ahora se insiste en que en la actualidad hay aulas con un maestro para un solo alumno en zonas muy apartadas, aunque no me consta, no hay que poner en duda que tal caso pueda existir. Pero en la generalidad de las aulas cubanas a las que asisten millones de escolares, el maestro puede ser improvisado, inmaduro, inculto, falto de los conocimientos específicos, grosero, deformador de conductas e incluso inmoral. Con tales maestros el proceso docente educativo apenas podrá ser digno de tal nombre.
¿Cómo hemos retrocedido tanto? ¿cómo se ha perdido tanta calidad en un terreno tan fundamental para el futuro de la nación?. También hay que reconocer que, pese a todo, siempre ha habido maestros dispuestos a llevar a sus alumnos el pan de la enseñanza, pero son la excepción. En mi pueblo había una escuela pública primaria, excelente por cierto, con magníficos maestros formadores de buenos ciudadanos y una academia privada que llegaba a lo que hoy sería el noveno grado. Para continuar estudios formales había que trasladarse a la ciudad cabecera, Pinar del Río. Las familias pobres, haciendo un gran esfuerzo, mandaban a sus hijos a la Escuela de Comercio que graduaba contadores, o a la Normal, donde se estudiaba magisterio. Pero muchos no podían. Una de las grandes aspiraciones de las familias pobres, era que sus hijos pudieran estudiar. Después de la revolución de 1959 la primera impresión general del pueblo era que había una gran ansia de superación, un notable deseo de aprender. Si antes una gran parte de los alumnos tenían que conformarse con terminar el sexto grado o como máximo el noveno, ahora los jóvenes aspiraban al bachillerato y a la universidad. Si antes no todos podían pensar en estudios superiores por la carestía de ir a vivir a una ciudad lejana, ahora cualquiera podía obtener una beca gratuita y continuar estudios hasta graduarse en la universidad. Eso fue un gran beneficio indiscutible para la familia cubana. En el pueblo reinaba el entusiasmo.
Pero junto a estas medidas positivas que beneficiaron sobre todo a los pobres y que representaron un gran aliento para todos no tardó mucho en producirse la expropiación de las escuelas privadas. De la noche a la mañana, todas las escuelas pasaron a manos del estado. Aquello fue en primer lugar una gran injusticia. Las escuelas privadas habían realizado una labor educativa excelente, algunas eran notables por su altísima calidad y sus dueños no se merecían por ningún motivo perder sus legítimas propiedades. Se produjo un gran descontento, las iglesias pusieron el grito en el cielo, hay que decir que algunas de las mejores escuelas privadas eran confesionales. Aquello fue una declaración de guerra y un gran aviso para toda la sociedad de que el comunismo no se conformaba con poseer la esfera material. Ahora el estado tenía en sus manos a todos los niños y se iba a encargar de su educación.
Los defensores del castro-comunismo podrán decir que con la estatización de la escuela privada se corrigió una grave desigualdad. Es cierto que los más pobres no podían aspirar a las escuelas privadas, pero había escuelas gratuitas. En todo caso lo que se debió hacer fue mejorar la escuela pública gratuita, que ya era buena y llevarla a los rincones más apartados y ponerla al nivel de las mejores escuelas privadas. A este proceso se le llamó “nacionalización de la enseñanza” pero este nombre es engañoso porque en Cuba ya la enseñanza era nacional. Este fue un afianzamiento importante del poder totalitario, una operación de dominio ideológico. Los marxistas, expertos en este tipo de justificaciones dirán que en todas las sociedades la clase dominante se encargan de educar a los niños a su conveniencia, pero yo creo en una ley, como la que siempre tuvimos, que permita que los padres sean los que decidan el tipo de educación que desean para sus hijos, si quieren mandarlos a una escuela religiosa o laica, privada o pública o enseñarlos ellos mismos, que existan todas las posibilidades según la ley.
Con este tablazo el comunismo nos quitó un gran derecho y lo disfrazó de eliminación de una injusticia. En el contexto de medidas anteriores muy populares y beneficiosas se produjo esta expropiación que afectó directamente a las familias más pudientes, con el consiguiente enfrentamiento entre pobres y ricos, alentado por el gobierno desde la tribuna. Desde entonces la enseñanza en Cuba ha sido gratuita, obligatoria, con escuelas especiales para los distintos tipos de minusvalía, pero también ha sido una constante que la escuela cubana les ha servido como vehículo para el adoctrinamiento de las nuevas generaciones en las ideas más radicales a su conveniencia.
Este proceso fue sin duda una advertencia para muchas familias cubanas de que había llegado la hora de enfrentar las ideas de la horda que se había adueñado del poder o marcharse del país, o por lo menos ir pensando en sacar a sus hijos por alguna vía. El enfrentamiento entre ricos y pobres, además de doloroso, fue deliberadamente provocado. En nuestra nación, desde que nacíamos, nos estaban inculcando que nuestra opción debía ser a favor de los pobres. Desde Jesucristo, hasta José Martí, todos los grandes forjadores de nuestra cultura hablaron con esa misma voz. Al cubano en ningún momento le resultó difícil apoyar las medidas que podían beneficiar a los más humildes, pero en este caso se trató de la clara usurpación de un derecho especialmente sensible para la familia: decidir el tipo de idea en que se van a educar los hijos. Para beneficiar a los pobres del mundo no hay que suprimirle las libertades a nadie. (continuará)
Adolfo Fernández Sainz, prisionero de conciencia, prisión de Canaleta, Ciego de Ávila