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Sunday, August 23, 2009

Predicar sin cesar:

Sigamos predicando “sin cesar”:

8 Jesús dijo que sus seguidores darían a conocer las buenas nuevas del Reino y harían discípulos (Mat. 28:19, 20). Para los verdaderos cristianos, participar en la predicación es una manera fundamental de demostrar su lealtad a Dios y su fe. Eso explica por qué los primeros discípulos de Jesús no dejaron de predicar ni siquiera cuando sufrieron oposición. Más bien, le pidieron a Jehová que les diera fuerzas para seguir “hablando [su] palabra con todo denuedo”. Él les respondió llenándolos de espíritu santo, y así pudieron hablar la palabra de Dios con valor (Hech. 4:18, 29, 31).
9 ¿Se desanimaron los discípulos cuando la oposición se tornó violenta? De ningún modo. Veamos qué ocurrió. Los líderes religiosos judíos, irritados por la labor evangelizadora de los apóstoles, los arrestaron, los amenazaron y hasta los azotaron. Aun así, ellos “continua[ron] sin cesar enseñando y declarando las buenas nuevas acerca del Cristo, Jesús”, pues tenían claro que debían “obedecer a Dios como gobernante más bien que a los hombres” (Hech. 5:28, 29, 40-42).
10 La mayoría de los siervos de Dios de la actualidad no sufrimos palizas ni somos encarcelados por predicar las buenas nuevas. Sin embargo, todos encaramos algún tipo de prueba o dificultad. Por ejemplo, puede que nuestra conciencia educada por la Biblia nos impulse a actuar de un modo que no esté bien visto por la gente o que llame la atención por ser diferente a lo habitual. Los compañeros de trabajo y de estudios o los vecinos tal vez piensen que somos raros porque basamos nuestras decisiones en los principios bíblicos. No obstante, su reacción no debe desanimarnos. En este mundo sumido en la oscuridad espiritual, los cristianos tenemos que “resplandece[r] como iluminadores” (Fili. 2:15). Quizás haya personas sinceras que vean nuestras buenas obras, reconozcan su valor y, como resultado, den gloria a Jehová (léase Mateo 5:16).
11 Es indudable que necesitamos valor para predicar sin cesar el mensaje del Reino. Algunas personas, entre ellas familiares, intentarán desanimarnos recurriendo a la burla o a otros métodos (Mat. 10:36). Al apóstol Pablo, por ejemplo, lo azotaron en varias ocasiones por cumplir fielmente con su ministerio. Pero veamos cómo reaccionó: “Después de primero haber sufrido y de haber sido tratados insolentemente [...], cobramos denuedo por medio de nuestro Dios para hablarles las buenas nuevas de Dios con mucho luchar” (1 Tes. 2:2). No debió de ser fácil para Pablo seguir predicando las buenas nuevas después de que lo detuvieron, le quitaron casi toda la ropa, lo golpearon con varas y finalmente lo echaron en prisión (Hech. 16:19-24). ¿Por qué continuó predicando con valor? Porque, por encima de todo, deseaba cumplir la comisión de predicar que Dios le había encomendado (1 Cor. 9:16).
12 Otra de las razones por las que pudiéramos perder el entusiasmo es que la gente sea indiferente al mensaje del Reino o casi nunca esté en su casa. ¿Qué podemos hacer si pasa esto en nuestro territorio? Podemos armarnos de valor y dar más testimonio informal. Además, tal vez tengamos que hacer algunos cambios en nuestro horario de predicación o concentrar nuestros esfuerzos en los lugares donde encontremos a más personas (compárese con Juan 4:7-15; Hechos 16:13; 17:17).
13 Otras dificultades a las que muchos se enfrentan son la vejez y la mala salud, las cuales limitan su participación en la obra de predicar. Si a usted le sucede así, no se desanime. Jehová conoce muy bien sus limitaciones y valora mucho todo lo que puede hacer (léase 2 Corintios 8:12). Sin importar cuál sea el problema que encare —oposición, indiferencia al mensaje o mala salud—, haga todo lo posible dentro de las circunstancias por dar a conocer las buenas nuevas (Pro. 3:27; compárese con Marcos 12:41-44).

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