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Thursday, August 27, 2009

La Soberanía de Jehová y su Reino:


La soberanía de Jehová y el Reino de Dios
“Tuya, oh Jehová, es la grandeza y el poderío y la hermosura y la excelencia y la dignidad [...]. Tuyo es el reino, oh Jehová.” (1 CRÓNICAS 29:11.)
“JEHOVÁ mismo ha establecido firmemente su trono en los cielos mismos; y sobre toda cosa su propia gobernación real ha tenido la dominación.” (Salmo 103:19.) Con estas palabras, el salmista se refirió a la soberanía de Dios. Por ser el Creador, él tiene todo el derecho a ser el Soberano del universo.
2 Claro está, para que un soberano pueda ejercer su autoridad, tiene que haber súbditos. En el caso de Jehová, sus primeros súbditos fueron los seres espirituales que creó: su Hijo unigénito y, más tarde, los demás ángeles (Colosenses 1:15-17). Muchos siglos después, el profeta Daniel tuvo una visión de la corte celestial: “Seguí contemplando hasta que se colocaron tronos y el Anciano de Días se sentó. [...] Había mil millares que seguían ministrándole, y diez mil veces diez mil que seguían de pie directamente delante de él” (Daniel 7:9, 10). Durante incontables milenios, Jehová —“el Anciano de Días”— ha ejercido su autoridad como Soberano sobre una inmensa y organizada familia de hijos espirituales. Estos le sirven, o ministran, haciendo la voluntad divina (Salmo 103:20, 21).
3 Más adelante, Jehová extendió sus dominios creando un vasto y complejo universo físico, que incluía la Tierra (Job 38:4, 7). A los ojos de un observador humano, los cuerpos celestes se mueven con tal orden y precisión que no parecen necesitar que nadie los guíe o gobierne. Sin embargo, el salmista dijo con respecto a ellos: “[Jehová] mismo mandó y fueron creados. Y los tiene subsistiendo para siempre, hasta tiempo indefinido. Ha dado una disposición reglamentaria, y esta no pasará” (Salmo 148:5, 6). De modo que Jehová nunca ha dejado de ejercer su soberanía, es decir, su derecho a gobernar. Siempre ha regulado y dirigido el funcionamiento del universo físico, y no solo las actividades de la región espiritual (Nehemías 9:6).
4 Al crear a la primera pareja de seres humanos, Dios ejerció su autoridad de una nueva forma. Además de darles todo lo necesario para que gozaran de una vida feliz y con sentido, Jehová les otorgó control sobre la creación animal. En otras palabras, delegó en ellos cierto grado de autoridad (Génesis 1:26-28; 2:8, 9). De este modo, Dios demostró que no solo es un gobernante bueno y considerado, sino que además otorga honra y dignidad a sus súbditos. Mientras Adán y Eva aceptaran la soberanía de Jehová, vivirían eternamente en una Tierra paradisíaca (Génesis 2:15-17).
5 Pues bien, ¿qué aprendemos de todo lo dicho hasta ahora? En primer lugar, que Jehová siempre ha ejercido su soberanía sobre toda la creación. En segundo lugar, que es un gobernante bueno y considerado que otorga dignidad a sus súbditos. Y por último, que si lo reconocemos como nuestro Soberano y le obedecemos, recibiremos bendiciones eternas. No nos sorprende que David, rey de la antigua nación de Israel, se sintiera impulsado a decir: “Tuya, oh Jehová, es la grandeza y el poderío y la hermosura y la excelencia y la dignidad; porque todo lo que hay en los cielos y en la tierra es tuyo. Tuyo es el reino, oh Jehová, Aquel que también te alzas como cabeza sobre todo” (1 Crónicas 29:11).
¿Por qué se necesita el Reino de Dios?
6 Puesto que Jehová es y siempre ha sido el Soberano del universo, ¿qué función cumple el Reino de Dios? Para contestar esta pregunta, pensemos en cómo gobiernan a sus súbditos los reyes humanos. Por lo general, no lo hacen directamente, sino mediante diversos organismos. Pues bien, Jehová utiliza el Reino de manera parecida. El Reino de Dios es un instrumento de gobierno, una de las formas en las que él ejerce su soberanía universal sobre sus súbditos.
7 Como hemos visto, Jehová ha ejercido de distintas formas su autoridad como Soberano. Pues bien, al surgir una nueva situación, Jehová decidió ejercer su soberanía de una nueva forma. Esa situación se planteó cuando uno de sus hijos espirituales —quien llegó a ser conocido como Satanás— se rebeló contra él y convenció a Adán y Eva para que lo imitaran. Su rebelión fue un ataque directo contra la soberanía de Jehová. ¿Por qué puede decirse eso? Porque cuando Satanás le dijo a Eva que no moriría si comía del fruto prohibido, en realidad estaba insinuando que Jehová había mentido y que, por tanto, no era digno de confianza. Pero aún dijo más: “Dios sabe que en el mismo día que coman de él tendrán que abrírseles los ojos y tendrán que ser como Dios, conociendo lo bueno y lo malo”. Al decir eso, Satanás también dio a entender que a Adán y Eva les iría mejor si desobedecían a Dios y se independizaban de él (Génesis 3:1-6). Es obvio que aquella rebelión fue un claro desafío al derecho que Dios tiene a gobernar. Ahora bien, ¿cómo reaccionaría Jehová?
8 ¿Qué haría un rey si estallara una rebelión en su reino? A quien le guste la historia sabrá que casi ningún gobernante pasaría por alto el incidente. Por muy bueno y considerado que fuera el rey, de seguro juzgaría culpables de traición a los rebeldes y nombraría a alguien para sofocar la rebelión y restaurar la paz. Del mismo modo, Jehová —en pleno control de la situación— juzgó de inmediato a los rebeldes y dictó sentencia contra ellos. En el caso de Adán y Eva, determinó que no merecían la vida eterna y los expulsó del jardín de Edén (Génesis 3:16-19, 22-24).
9 Jehová también condenó a Satanás. En su sentencia contra él, reveló que ejercería su soberanía de una nueva forma mediante la cual restauraría la paz y el orden en todos sus dominios. “Pondré enemistad entre ti y la mujer —le dijo al Diablo—, y entre tu descendencia y la descendencia de ella. Él te magullará en la cabeza y tú le magullarás en el talón” (Génesis 3:15). Con esta profecía, Jehová indicó su intención de nombrar a una “descendencia” que aplastaría a Satanás y a sus aliados y que probaría que Él tiene todo el derecho a gobernar (Salmo 2:7-9; 110:1, 2).
10 Aquella descendencia resultó ser Jesucristo y un grupo de discípulos que gobernarían con él. Todos ellos juntos forman el Reino mesiánico de Dios (Daniel 7:13, 14, 27; Mateo 19:28; Lucas 12:32; 22:28-30). Sin embargo, nada de esto se supo desde el principio. De hecho, el apóstol Pablo dijo que el desarrollo de aquella primera profecía fue un “secreto sagrado [...] guardado en silencio por tiempos de larga duración” (Romanos 16:25). Durante siglos, hombres y mujeres de fe esperaron con anhelo que se revelara ese “secreto sagrado” y que, de acuerdo con esa primera profecía, se vindicara la soberanía de Jehová (Romanos 8:19-21).
El “secreto sagrado” se revela progresivamente
11 Poco a poco, Jehová fue revelando detalles del “secreto sagrado del reino de Dios” a diversas personas (Marcos 4:11). Una de ellas fue Abrahán, a quien se le llamó “amigo de Jehová” (Santiago 2:23). Dios le prometió que lo convertiría en “una nación grande”. Tiempo después le aseguró: “Reyes saldrán de ti”. Y más adelante le dijo: “Mediante tu descendencia ciertamente se bendecirán todas las naciones de la tierra” (Génesis 12:2, 3; 17:6; 22:17, 18).
12 Antes del tiempo de Abrahán, el hombre ya había intentado establecer sus propias formas de gobierno. Tal fue el caso de un bisnieto de Noé llamado Nemrod. Según la Biblia, este “cazador en oposición a Jehová” fue el primero en “hacerse un poderoso en la tierra” (Génesis 10:8, 9). Todas las personas que, como Nemrod, se proclamaron soberanos no fueron más que títeres en manos del Diablo. Tanto ellos como sus partidarios formaron parte de la descendencia de Satanás (1 Juan 5:19).
13 Pero no hay nada que pueda frustrar el propósito de Dios, ni siquiera los repetidos intentos de Satanás por levantar gobernantes humanos. Mediante Jacob, un nieto de Abrahán, Jehová predijo: “El cetro no se apartará de Judá, ni el bastón de comandante de entre sus pies, hasta que venga Siló; y a él pertenecerá la obediencia de los pueblos” (Génesis 49:10). Estas palabras predecían la llegada de alguien llamado Siló, que significa “Aquel de Quien Es” o “Aquel a Quien Pertenece”. Solo él tendría el derecho de recibir “el cetro” y “el bastón de comandante” (símbolos de soberanía y de poder) para gobernar a todos “los pueblos”. Pues bien, ¿quién sería Siló?
“Hasta que venga Siló”
14 El primer descendiente de Judá que escogió Jehová para reinar sobre su pueblo fue un pastor: David, el hijo de Jesé (1 Samuel 16:1-13). Pese a que cometió graves errores y pecados, David contaba con la aprobación de Jehová, pues era un hombre leal que apoyaba la soberanía divina. Dios hizo un pacto con él y en este reveló más detalles sobre la profecía de Edén. “Ciertamente levantaré tu descendencia después de ti, que saldrá de tus entrañas —le dijo Jehová—; y realmente estableceré con firmeza su reino.” Esa “descendencia” no podía limitarse a Salomón, el hijo y sucesor de David, ya que Dios también declaró: “Estableceré el trono de su reino firmemente hasta tiempo indefinido”. Según el pacto davídico, la prometida “descendencia” del Reino vendría del linaje de David (2 Samuel 7:12, 13).
15 David fue el primero de una dinastía de reyes a los que el sumo sacerdote ungía con aceite santo. Por esta razón se les puede llamar ungidos, o mesías (1 Samuel 16:13; 2 Samuel 2:4; 5:3; 1 Reyes 1:39). La Biblia indica que se sentaban en el trono de Jehová y que reinaban para Jehová en Jerusalén (2 Crónicas 9:8). Puede decirse, por tanto, que el reino de Judá prefiguró al Reino de Dios, pues también era una expresión de la autoridad de Jehová como Soberano.
16 Mientras el rey y el pueblo se sometieran a la soberanía divina, Jehová los protegería y bendeciría. Esto fue lo que ocurrió durante el reinado de Salomón, el cual se distinguió por una paz y prosperidad inigualables. Además, este reinado ilustró cómo será la vida bajo el Reino de Dios, cuando no quede rastro de la influencia de Satanás y ya se haya vindicado la soberanía de Jehová (1 Reyes 4:20, 25). Pero, por desgracia, la mayoría de los reyes del linaje de David no estuvieron a la altura de los requisitos divinos, y el pueblo cayó vez tras vez en la trampa de la idolatría y la inmoralidad. Al final, Jehová permitió que los babilonios destruyeran este reino en el año 607 antes de nuestra era. Todo parecía indicar que Satanás había conseguido su propósito: desprestigiar la soberanía de Jehová.
17 Es cierto que el reino de Judá, con sus reyes del linaje de David, dejó de existir, tal como le había ocurrido antes al reino de Israel. Sin embargo, esto no probó que Jehová no tuviera el derecho a gobernar o que no pudiera hacerlo bien. Al contrario, puso al descubierto los lamentables resultados de independizarse de Dios y dejarse llevar por Satanás (Proverbios 16:25; Jeremías 10:23). Como muestra de que seguía ejerciendo su soberanía, Jehová declaró mediante el profeta Ezequiel: “Remueve el turbante, y quita la corona. [...] Ruina, ruina, ruina la haré. En cuanto a esta también, ciertamente no llegará a ser de nadie hasta que venga aquel que tiene el derecho legal, y tengo que dar esto a él” (Ezequiel 21:26, 27). Así indicó que la “descendencia” prometida —“aquel que tiene el derecho legal”— todavía no había llegado.
18 Avancemos en el tiempo hasta el año 2 antes de nuestra era. En Nazaret, una ciudad galilea del norte de Palestina, una joven virgen llamada María recibe la visita del ángel Gabriel. “¡Mira! —le dice él—, concebirás en tu matriz y darás a luz un hijo, y has de ponerle por nombre Jesús. Este será grande y será llamado Hijo del Altísimo; y Jehová Dios le dará el trono de David su padre, y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y de su reino no habrá fin.” (Lucas 1:31-33.)
19 Por fin se había acercado el momento de que se revelara el “secreto sagrado”. Estaba a punto de aparecer la parte principal de la “descendencia” prometida (Gálatas 4:4; 1 Timoteo 3:16). Es cierto que Satanás le magullaría el talón, pero la “descendencia” le magullaría la cabeza a Satanás y así acabaría de una vez por todas con él y sus secuaces. Tal “descendencia” también demostraría que, mediante el Reino de Dios, se reparará todo el daño que el Diablo ha causado y se vindicará la soberanía de Jehová (Hebreos 2:14; 1 Juan 3:8). Ahora bien, ¿cómo haría Jesús todo esto? ¿Y qué ejemplo nos dejó para que lo imitáramos? Estas preguntas se contestarán en el siguiente artículo.
[Nota]
Aunque el primer rey escogido por Dios para gobernar Israel fue Saúl, este pertenecía a la tribu de Benjamín (1 Samuel 9:15, 16; 10:1).
¿Podemos explicarlo?
• ¿Por qué tiene Jehová todo el derecho a ser el Soberano del universo?
• ¿Por qué decidió Jehová instaurar el Reino?
• ¿Cómo fue revelando Jehová poco a poco el “secreto sagrado”?
• ¿Qué muestra que Jehová continuó ejerciendo su soberanía pese a la caída del reino de Judá?
[Preguntas del estudio]
1. ¿Por qué tiene Jehová todo el derecho a ser el Soberano del universo?
2. ¿Qué visión tuvo Daniel de la corte celestial de Jehová?
3. ¿En qué otro ámbito ejerce Jehová su soberanía, y cómo lo hace?
4. ¿Cómo ejerce Jehová su soberanía sobre los seres humanos?
5. ¿Qué sabemos de Jehová como Soberano?
6. ¿Cuál es la relación entre el Reino de Dios y la soberanía de Jehová?
7. ¿Por qué decidió Jehová ejercer su soberanía de una nueva forma?
8, 9. a) ¿Qué haría un rey si estallara una rebelión en su reino? b) ¿Qué hizo Jehová cuando estalló la rebelión en Edén?
10. a) ¿Quiénes resultaron ser la predicha “descendencia”? b) ¿Qué dijo Pablo acerca del desarrollo de la primera profecía bíblica?
11. ¿Qué detalles reveló Jehová a Abrahán?
12. ¿Quiénes formaron parte de la descendencia de Satanás tras el diluvio de Noé?
13. ¿Qué predijo Jehová mediante Jacob?
14. ¿Qué pacto hizo Jehová con David?
15. ¿Por qué puede decirse que el reino de Judá prefiguró al Reino de Dios?
16. ¿Cómo acabó el reinado de los reyes de Judá?
17. ¿Qué palabras indicaron que, pese a la caída del reino de Judá, Jehová seguía ejerciendo su soberanía?
18. ¿Qué le reveló el ángel Gabriel a María?
19. Con el nacimiento de Jesús, ¿qué emocionante suceso se había acercado?
[Ilustración de la página 23]
¿Qué reveló Jehová mediante Abrahán?
[Ilustración de la página 25]
¿Por qué no demuestra la caída del reino de Judá que Jehová no es capaz de gobernar bien?.

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