Todo el que lleva luz se queda solo
(José Martí).
Soledad (A: Michy).
Miro dulcemente el cielo
y sus jardines de noches pavorosas,
cuando solo me quedan las estrellas.
Mis pétalos me consuelan.
Podrán alimentar la oveja sin bozal.
Domestiqué y fui domesticada.
La deuda paga la ternura
y la ceguera de mis ojos,
espléndidos con el corazón.
Solo quiero mi rosa y el poco de agua.
Las cuatro espinas apenas bastan
para la ponzoña y el veneno.
Demando faroleros
para el universo de penumbras
que oculta la paz de esta belleza.
Voy a morir,
pero tuve amigos y rosas singulares.
Todavía busco mi elefante azul
en el patio vedado,
a Trinidad y el ave presa
en la cena desventurada.
Si me quitan la muñeca de trapo,
el llanto gana la partida.
Mi reloj se ha vuelto perezoso.
Soy responsable de una rosa importante.
Mi corazón tiene los ojos desorbitados.
Vivo entre geranios y lirios
vacíos e inútiles.
No puedo morir por ellos.
No los regué con sangre.
Solo tuve un globo de vidrio,
un parabán para abrigar.
No puedo seguir matando orugas
ni salvaguardando mariposas posibles.
No escucho los quejidos y alabanzas de otras flores.
No escucho siquiera su silencio.
Necesito adornar mi corazón,
que clama por los ritos
y habla demasiado.
Puedo morir antes de tiempo.
Pueden malentenderme la timidez.
No puedo comprar amigos en mercados.
Busco el viento y el trigo.
Busco el mar y la luz.
Busco pasos únicos
en el enigma de otros peces.
Quiero ser leal a la rosa.
Quiero la breve flor.
De qué servirían las espinas
si ya no me siento en el volcán,
ni puedo talar gigantes árboles.
Ojalá no cierren sus pupilas las estrellas
y lluevan lagrimales mi esperanza.
La soledad es una oveja hambrienta.
(Escrito antes de 1992 y publicado en Revista cultural Cauce de Pinar del Río, año 4, No 1, 2001, con soporte electrónico. Editado por Nelson Simón).
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