Martí y el Amor:
En cuanto al tema amoroso, frente al patriótico –que dije siempre lo presenta ya en subordinación o rechazo- fue también resultado de su intención de disminuir el poder de la atracción de la mujer y del placer sexual, por considerarlos una fuerza que aparta del amor y deber patrio. Eso, más su idealización del amor, lo hizo rechazar, desde adolescente, la relación sexual ocasional y, en especial, con las prostitutas. Sentimiento que se puede comprobar en una carta enviada a su madre –desde la prisión- donde le revela la repulsión que, a sus 17 años, produjo el ser testigo del trato sexual entre reos y prostitutas, como se lee en este fragmento de la misma:
(...) aunque vienen mujeres decentes, no faltan algunas que no lo son. Tan no faltan que la visita de 4 es diaria. A Dios gracias, el cuerpo de las mujeres se hizo para mí de piedra. Su alma es lo inmensamente grande y si la tienen fea, bien pueden ir a brindar a otro lado su hermosura. Todo conseguirá la cárcel, menos hacerme variar de opinión en ese sentido.
Y así fue, al menos, en cuanto a esa temática en su poesía. Aunque en su busca de la mujer ideal, amó a varias. Sin embargo, esos amores siempre los sacrificó a su pasión patriótica, aún el de su matrimonio con la novia que había dejado en México y, aún, el de al hijo que tuvieron. En cuanto a su rechazo a las relaciones ocasionales, creció más en Nueva York, como vemos en esta parte de su extenso poema Amor de ciudad grande:
(...) Se ama de pie, en las calles, entre el polvo/ de los salones y las plazas; muere/ la flor del día en que nace. Aquella virgen/ trémula que antes a la muerte daba/ la mano pura, que a ignorado mozo;/ el goce de temer, aquel salirse/ del pecho el corazón; el inefable placer de merecer, el grato susto/ de caminar de prisa, en derechura/ del hogar de la amada, y a sus puertas/ como un niño feliz romper en llanto/ y aquel mirar, de nuestro amor al fuego, irse tiñendo de color las rosas/ ¡ea, que son patrañas(...)
Se advierte, además, en ese fragmento, una contraposición de las dos culturas, notoria en su nostalgia por el amor romántico a la novia, con todo el sabor de lo fuertemente deseado sin lograr. Su idealización del amor, lo llevó a sentir culpa por su relación con una mujer casada; lo que, para algunos, dio pie a su novela La Adúltera. Esos sentimientos también lo llevan a enfrentar, la temática Patria y Mujer, en un poema que tiene ese título y, en el cual –como un Ulises- no se deja atrapar por las sirenas. La intención de esos versos –más allá de una expresión personal- tienen también la intención de incitar hacia el sacrificar el amor y el placer sexual, en pro del supremo amor y dedicación a la Patria. Eso insinúan estos fragmentos de dicho poema:
(...) ¡Otra vez el convite enamorado/ de un seno de mujer, nido de perlas/ bajo blando sutil aprisionado/ que las enseña más que recogerlas!//// ¡De nuevo el pecho que el amor levanta/ de suave afán y de promesas lleno,/ de nuevo resbalando en la garganta/ ondas de nácar sobre el níveo seno!//// ¡Y ¿con qué corazón, mujer sencilla,/ esperas tú que mi dolor te quiera?/ Podrá encender tu beso mi mejilla/ pero lejos de aquí mi alma espera. (...) Miente mi labio si se acerca al tuyo/ mienten mis ojos si de amor te miran/ de mujeril amor mis fuerzas huyo/ en incorpórea agitación se inspiran//// Amo y más el árbol que sombrea/
la tumba incierta del guerrero hermano,/ que ese nido de perlas que hermosea/ blonda más débil que tu amor liviano.
Martí, como en sus versos, en su propia vida, siempre sobrepuso su deber hacia Cuba –la última encadenada colonial de finales del XIX- a cualquier otro interés de dinero, poder o vanagloria. Pero, en lo sexual, no debió ser fácil, ya que también se evidencia, en sus versos de rechazo a la mujer, una fuerte atracción erótica; tanto en los de Patria y Mujer, como en los de Amor de Ciudad Grande, donde reveló su miedo a la tentación sexual. Sin embargo, en la realidad, ningún amor –ni en el puro que soñaba- pudo apartarlo de su ideal de libertad, de su deber patrio o de su palabra de caballero. Esto explica, en parte, las cuartetas del tan famoso poema autobiográfico La niña de Guatemala, sobre su frustrado idilio con María García Granados; del cual –por ser muy conocido- sólo ofrezco estos pocos y salteados versos:
Quiero a la sombra de un ala/ contar este cuento en flor/ la niña de Guatemala la que se murió de amor (...) Ella por volverlo a ver/ salió a verlo al mirador/ el volvió con su mujer/ ella se murió de amor//// Como de bronce candente/ al beso de despedida/ era su frente ¡la frente que más he amado en mi vida! (...) Se entró de tarde en el río,/ la sacó muerta el doctor/ dicen que murió de frío/ yo sé que murió de amor.
Si he escogido, en especial, dichos versos, es porque hay en uno de ellos esa expresión: ¡La frente que más he amado en mi vida! Cuya sinceridad, nos confirma el valor que para Martí, tan revolucionario en la vida y en la poesía, tenía ese amor ideal romántico e irrealizado. Temática de fuerzo trágica, que en este poema, contrasta con la gracia y musicalidad ligera de la cuarteta octosilábica de su nuevo estilo.
Para varios de nosotros, que desde los años escolares memorizamos esos versos –pasando por alto lo vanidoso masculino que conllevan- tienen el valor muy especial de mantener viva la tierna imagen de María García Granados, como figura romántica, capaz de morir de amor, y el recuerdo de Martí que tanto une a Cuba con Guatemala.
Guatemala, 24 de julio de 2002 .
( Tomado de
José Martí: Poesía, Patria y Amor de
Luz Méndez de la Vega. )
En cuanto al tema amoroso, frente al patriótico –que dije siempre lo presenta ya en subordinación o rechazo- fue también resultado de su intención de disminuir el poder de la atracción de la mujer y del placer sexual, por considerarlos una fuerza que aparta del amor y deber patrio. Eso, más su idealización del amor, lo hizo rechazar, desde adolescente, la relación sexual ocasional y, en especial, con las prostitutas. Sentimiento que se puede comprobar en una carta enviada a su madre –desde la prisión- donde le revela la repulsión que, a sus 17 años, produjo el ser testigo del trato sexual entre reos y prostitutas, como se lee en este fragmento de la misma:
(...) aunque vienen mujeres decentes, no faltan algunas que no lo son. Tan no faltan que la visita de 4 es diaria. A Dios gracias, el cuerpo de las mujeres se hizo para mí de piedra. Su alma es lo inmensamente grande y si la tienen fea, bien pueden ir a brindar a otro lado su hermosura. Todo conseguirá la cárcel, menos hacerme variar de opinión en ese sentido.
Y así fue, al menos, en cuanto a esa temática en su poesía. Aunque en su busca de la mujer ideal, amó a varias. Sin embargo, esos amores siempre los sacrificó a su pasión patriótica, aún el de su matrimonio con la novia que había dejado en México y, aún, el de al hijo que tuvieron. En cuanto a su rechazo a las relaciones ocasionales, creció más en Nueva York, como vemos en esta parte de su extenso poema Amor de ciudad grande:
(...) Se ama de pie, en las calles, entre el polvo/ de los salones y las plazas; muere/ la flor del día en que nace. Aquella virgen/ trémula que antes a la muerte daba/ la mano pura, que a ignorado mozo;/ el goce de temer, aquel salirse/ del pecho el corazón; el inefable placer de merecer, el grato susto/ de caminar de prisa, en derechura/ del hogar de la amada, y a sus puertas/ como un niño feliz romper en llanto/ y aquel mirar, de nuestro amor al fuego, irse tiñendo de color las rosas/ ¡ea, que son patrañas(...)
Se advierte, además, en ese fragmento, una contraposición de las dos culturas, notoria en su nostalgia por el amor romántico a la novia, con todo el sabor de lo fuertemente deseado sin lograr. Su idealización del amor, lo llevó a sentir culpa por su relación con una mujer casada; lo que, para algunos, dio pie a su novela La Adúltera. Esos sentimientos también lo llevan a enfrentar, la temática Patria y Mujer, en un poema que tiene ese título y, en el cual –como un Ulises- no se deja atrapar por las sirenas. La intención de esos versos –más allá de una expresión personal- tienen también la intención de incitar hacia el sacrificar el amor y el placer sexual, en pro del supremo amor y dedicación a la Patria. Eso insinúan estos fragmentos de dicho poema:
(...) ¡Otra vez el convite enamorado/ de un seno de mujer, nido de perlas/ bajo blando sutil aprisionado/ que las enseña más que recogerlas!//// ¡De nuevo el pecho que el amor levanta/ de suave afán y de promesas lleno,/ de nuevo resbalando en la garganta/ ondas de nácar sobre el níveo seno!//// ¡Y ¿con qué corazón, mujer sencilla,/ esperas tú que mi dolor te quiera?/ Podrá encender tu beso mi mejilla/ pero lejos de aquí mi alma espera. (...) Miente mi labio si se acerca al tuyo/ mienten mis ojos si de amor te miran/ de mujeril amor mis fuerzas huyo/ en incorpórea agitación se inspiran//// Amo y más el árbol que sombrea/
la tumba incierta del guerrero hermano,/ que ese nido de perlas que hermosea/ blonda más débil que tu amor liviano.
Martí, como en sus versos, en su propia vida, siempre sobrepuso su deber hacia Cuba –la última encadenada colonial de finales del XIX- a cualquier otro interés de dinero, poder o vanagloria. Pero, en lo sexual, no debió ser fácil, ya que también se evidencia, en sus versos de rechazo a la mujer, una fuerte atracción erótica; tanto en los de Patria y Mujer, como en los de Amor de Ciudad Grande, donde reveló su miedo a la tentación sexual. Sin embargo, en la realidad, ningún amor –ni en el puro que soñaba- pudo apartarlo de su ideal de libertad, de su deber patrio o de su palabra de caballero. Esto explica, en parte, las cuartetas del tan famoso poema autobiográfico La niña de Guatemala, sobre su frustrado idilio con María García Granados; del cual –por ser muy conocido- sólo ofrezco estos pocos y salteados versos:
Quiero a la sombra de un ala/ contar este cuento en flor/ la niña de Guatemala la que se murió de amor (...) Ella por volverlo a ver/ salió a verlo al mirador/ el volvió con su mujer/ ella se murió de amor//// Como de bronce candente/ al beso de despedida/ era su frente ¡la frente que más he amado en mi vida! (...) Se entró de tarde en el río,/ la sacó muerta el doctor/ dicen que murió de frío/ yo sé que murió de amor.
Si he escogido, en especial, dichos versos, es porque hay en uno de ellos esa expresión: ¡La frente que más he amado en mi vida! Cuya sinceridad, nos confirma el valor que para Martí, tan revolucionario en la vida y en la poesía, tenía ese amor ideal romántico e irrealizado. Temática de fuerzo trágica, que en este poema, contrasta con la gracia y musicalidad ligera de la cuarteta octosilábica de su nuevo estilo.
Para varios de nosotros, que desde los años escolares memorizamos esos versos –pasando por alto lo vanidoso masculino que conllevan- tienen el valor muy especial de mantener viva la tierna imagen de María García Granados, como figura romántica, capaz de morir de amor, y el recuerdo de Martí que tanto une a Cuba con Guatemala.
Guatemala, 24 de julio de 2002 .
( Tomado de
José Martí: Poesía, Patria y Amor de
Luz Méndez de la Vega. )
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