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Friday, August 07, 2009

Pueden los cristianos aceptar terapias que empleen fracciones sanguíneas?:

La Biblia no da instrucciones específicas, por lo que cada cual debe tomar su propia decisión ante Dios de acuerdo con los dictados de su conciencia. Algunos rechazan todas las fracciones, razonando que, cuando Dios les dio la Ley a los israelitas, les indicó que la sangre de los animales que mataran tenían que"derramarla sobre el suelo"( Deuteronomio 12:22-24). Pero hay otros que, aunque tampoco aceptan transfusiones de sangre completa o de componentes principales, sí admiten tratamientos con una determinada fracción, pues consideran que, en algún momento, la fracción dejó de representar la vida de la criatura de la que proviene.
Antes de decidir nada, conviene preguntarse:"Comprendo que si rechazo todas las fracciones sanguíneas me estoy negando a aceptar todos los productos que las incluyan, entre ellos medicamentos destinados a combatir ciertas enfermedades o a detener las hemorrágeas facilitando la coagulación?. Sabría explicarle a un médico por qué rechazo o por qué acepto una o más fracciones sanguíneas?.

Fracciones sanguíneas:

Se extraen de los cuatro componentes principales de la sangre: glóbulos rojos, blancos, plaquetas y plasma.
Entre las fracciones que se obtienen de los glóbulos rojos figura una proteína llamada hemoglobina. Con ella, sea humana o animal se elaboran productos destinados al tratamiento de anemias agudas y hemorragias masivas.
Otras fracciones provienen del plasma, componente sanguíneo formado por agua( en un 90%) y por una gran cantidad de hormonas, sales inorgánicas, enzimas y nutrientes, entre ellos minerales y azúcares. El plasma también contiene factores de coagulación, proteínas como la albúmina y anticuerpos que combaten enfermedades. Así cuando una persona se ve expuesta a determinadas enfermedades, se le suele recetar inyecciones de gammaglobulina, fracción rica en anticuerpos que se extrae del plasma de personas inmunizadas. Finalmente, de los glóbulos blancos se obtienen fracciones como los interferones y las interleuquinas, con las que se tratan infecciones virales y cánceres.

Los Testigos de Jehová pueden decidir de acuerdo a su conciencia si aceptan fracciones de:

-glóbulos rojos.
-glóbulos blancos.
-plaquetas.
-plasma.

Por qué?

Los Testigos de Jehová consideran inaceptable la sangre completa:

-Glóbulos rojos.
-Glóbulos blancos.
-Plaquetas.
-Plasma.

Por qué?......

El Perdón ( Tomado de el Libro de Educación Cristiana para Niños Aprendamos del Gran Maestro):

Capítulo 14
¿Por qué debemos perdonar?
¿TE HAN hecho algo malo alguna vez?... ¿Te han lastimado o te han dicho alguna cosa desagradable?... ¿Deberías tratar tú de la misma manera a quien te hizo eso?...
Muchas personas se vengan de quienes los tratan mal. Pero Jesús enseñó que debemos perdonar (Mateo 6:12). ¿Qué ocurre si esa persona nos trata mal muchas veces? ¿Cuántas veces tenemos que perdonarla?...
El apóstol Pedro quería saber la respuesta, así que un día le preguntó a Jesús: ‘¿Tengo que perdonar hasta siete veces?’. Sin embargo, con siete no era suficiente. Jesús le respondió: ‘Tienes que perdonar hasta setenta y siete veces’ si es necesario.
Este es un número muy alto. Si alguien nos ofendiera tantas veces, no podríamos recordarlas todas, ¿verdad? Eso es lo que Jesús nos estaba enseñando: no debemos llevar la cuenta de todo lo malo que otros nos hagan. Si nos piden perdón, debemos perdonarlos.
Jesús quería demostrar a sus discípulos que perdonar es muy importante. Por eso, después de responder a la pregunta de Pedro, les contó una historia. ¿Quieres oírla?...
Había una vez un rey muy bueno, que incluso les prestaba dinero a sus esclavos cuando lo necesitaban. Pero un día quiso que le devolvieran el dinero y llamó a sus esclavos. Uno de ellos le debía sesenta millones de monedas, una cantidad enorme.
Pero el esclavo se lo había gastado todo y no tenía con qué devolverlo. Por lo tanto, el rey ordenó que vendieran al esclavo, su esposa, sus hijos y todas sus posesiones. De esa forma, el dinero de la venta serviría para pagar al rey. ¿Cómo crees que se sintió el esclavo?...
De rodillas ante el rey, le suplicó: ‘Por favor, dame más tiempo y te pagaré todo lo que te debo’. Si tú hubieras sido el rey, ¿qué habrías hecho?... El rey sintió compasión por el esclavo y lo perdonó. Le dijo que no tenía que devolverle nada, ni una sola moneda de los sesenta millones que le debía. Sin duda, el esclavo debió sentirse muy feliz.
Pero ¿qué hizo el esclavo después? Al salir, se encontró con otro esclavo, que tan solo le debía cien monedas. Lo agarró por el cuello y empezó a ahogarlo, diciendo: ‘¡Págame ahora mismo las cien monedas que me debes!’. ¿Puedes creer que hiciera algo así, sobre todo después de que el rey le había perdonado tanto a él?...
El esclavo que solo debía cien monedas era pobre. No podía devolver el dinero en ese momento. Por eso, cayó a los pies de su compañero y le pidió: ‘Por favor, dame más tiempo y te lo pagaré todo’. ¿Debería el esclavo haberle dado más tiempo a su compañero?... ¿Qué habrías hecho tú?...
Aquel hombre no era bondadoso, como lo había sido el rey. Quiso que le devolvieran su dinero enseguida. Y como su compañero no pudo pagarle, hizo que lo metieran en la cárcel. Otros esclavos vieron lo que ocurrió, y no les gustó. Sintieron pena por el esclavo que estaba en prisión, así que fueron y se lo contaron al rey.
Al rey tampoco le gustó. Se enfadó mucho con el esclavo que no perdonó a su compañero, de modo que lo llamó y le dijo: ‘Esclavo malo, ¿no te perdoné yo lo que me debías? ¿Por qué no tuviste compasión de tu compañero?’.
Aquel esclavo malo debería haber aprendido una lección del buen rey. Pero no lo hizo, así que el rey ordenó que lo metieran en la cárcel hasta que devolviera los sesenta millones de monedas que debía. Por supuesto, en la cárcel nunca podría ganar el dinero para pagarle al rey. Se quedaría allí hasta que muriera.
Cuando Jesús terminó de contar su historia, dijo a sus seguidores: “Del mismo modo también tratará mi Padre celestial con ustedes si no perdonan de corazón cada uno a su hermano” (Mateo 18:21-35).
En realidad, todos le debemos mucho a Dios; nuestra propia vida viene de él. Por eso, en comparación con lo que le debemos a él, otras personas nos deben muy poco. Esa deuda es como las cien monedas que le debía el esclavo a su compañero. Pero nuestra deuda con Dios por las cosas malas que hacemos es como los sesenta millones de monedas que el esclavo le debía al rey.
Dios es muy bondadoso. Aunque hayamos hecho cosas malas, él nos perdona. No nos obliga a pagarle quitándonos la vida para siempre. Pero debemos recordar esta lección: Dios solo nos perdona si perdonamos a las personas que nos hacen cosas malas. ¿No crees que deberíamos pensar en esto?...
Entonces, si alguien te hace algo malo, pero después dice que lo siente, ¿qué harás? ¿Lo perdonarás?... ¿Qué pasa si esto sucede muchas veces? ¿Seguirás perdonándolo?...
Si estuviéramos en el lugar de la persona que pide disculpas, querríamos que se nos perdonara, ¿no es cierto?... Así que nosotros tenemos que hacer lo mismo. No solo debemos decir que perdonamos, sino perdonar de corazón. De esa forma, demostraremos que de verdad deseamos imitar al Gran Maestro.
Para comprender lo importante que es perdonar, sería bueno leer también Proverbios 19:11; Mateo 6:14, 15, y Lucas 17:3, 4.
[Ilustración de la página 77]
¿Qué quiso saber Pedro sobre el perdón?
[Ilustración de la página 78]
¿Qué ocurrió cuando el esclavo le suplicó al rey que le diera más tiempo para pagar su deuda?
[Ilustraciones de la página 78]
¿Cómo trató el esclavo al compañero que no pudo pagarle?
[Ilustración de la página 80]
¿Qué hizo el rey con el esclavo que no perdonó?
[Ilustración de la página 81]
¿Qué harás si alguien te pide que lo perdones?

La bondad( Tomado del Libro para la educación cristiana de los niños Aprendamos del Gran Maestro):

Capítulo 15
Una lección de bondad
¿SABES qué es tener prejuicios?... Pues que no te guste alguien simplemente porque parezca diferente o hable otro idioma. Significa tener antipatía a una persona antes de conocerla.
¿Crees que está bien que no te guste alguien sin siquiera conocerlo o solo porque sea diferente?... No. Tener prejuicios no está bien ni es muestra de bondad. No deberíamos tratar mal a nadie porque sea diferente a nosotros.
Piensa en esto: ¿conoces a alguien que tenga un color de piel diferente al tuyo o que hable otro idioma?... Tal vez hasta conozcas personas que tienen un aspecto diferente a causa de una enfermedad o un accidente. ¿Muestras bondad y amor a los que son diferentes a ti?...
Si escuchamos al Gran Maestro, Jesucristo, seremos bondadosos con todos, sin importar de qué país vengan o de qué color sea su piel. Aunque no todo el mundo cree que debamos ser así, Jesús enseñó una lección sobre este tema. Veamos cuál es.
Un judío que tenía prejuicios se acercó a Jesús y le preguntó: ‘¿Qué debo hacer para tener la vida eterna?’. Jesús sabía que aquel hombre probablemente quería oír que solo debía mostrar bondad a las personas de su propia raza o país. Por eso, en vez de darle una respuesta, le preguntó: ‘¿Qué nos dice la ley de Dios que hagamos?’.
El hombre contestó: ‘Tienes que amar a Jehová tu Dios con todo tu corazón, y a tu prójimo como a ti mismo’. Jesús le dijo: ‘Muy bien. Sigue haciendo esto y tendrás la vida eterna’.
Sin embargo, el hombre no deseaba mostrar bondad ni amor a las personas que eran diferentes a él. Por eso intentó encontrar una excusa y le preguntó a Jesús: “¿Quién, verdaderamente, es mi prójimo?”. Tal vez deseaba que Jesús le dijera: “Tu prójimo son tus amigos”, o “Son las personas que tienen el mismo aspecto que tú”. En respuesta, Jesús relató la siguiente historia sobre un judío y un samaritano, un hombre de otro país.
Un judío bajaba por el camino que va desde la ciudad de Jerusalén hasta Jericó cuando unos ladrones lo asaltaron y le quitaron el dinero y la ropa. Después lo golpearon y lo dejaron medio muerto al lado del camino.
Poco después, pasó por allí un sacerdote y vio que el hombre estaba gravemente herido. ¿Qué habrías hecho tú?... El sacerdote pasó de largo sin acercarse siquiera. No hizo nada para ayudarlo.
Luego pasó otro hombre muy religioso. Era un levita que servía en el templo de Jerusalén. ¿Se detendría para ayudar al herido?... No. El levita hizo lo mismo que el sacerdote.
Por último, apareció un samaritano. ¿Puedes verlo acercándose por el camino?... El viajero vio que el judío estaba tirado en el suelo, muy lastimado. Lo cierto es que la mayoría de los samaritanos y los judíos no se llevaban bien (Juan 4:9). Así que, ¿se marcharía aquel samaritano sin ayudar al hombre? ¿Pensaría: “No tengo por qué ayudar a este judío. Él no me ayudaría si yo estuviera herido”?
Bueno, el samaritano miró al hombre que estaba tirado al lado del camino y le dio mucha lástima. No podía dejarlo allí para que muriera. Así que se bajó del animal en el que iba montado, se acercó al judío y comenzó a curarle las heridas con aceite y vino. Después se las vendó.
El samaritano lo subió con cuidado en el animal que llevaba. Entonces siguió el camino lentamente hasta que llegaron a una posada, o pequeño hotel. El samaritano alquiló una habitación para el herido y se encargó de cuidarlo.
Cuando terminó el relato, Jesús le preguntó al hombre con quien hablaba: ‘¿Quién de estos tres te parece que demostró ser su prójimo?’. ¿Tú qué dirías? ¿Fue el sacerdote, el levita, o el samaritano?...
El hombre contestó: ‘Su prójimo fue el que se detuvo y lo ayudó’. Jesús dijo: ‘Tienes razón. Anda y haz tú lo mismo’ (Lucas 10:25-37).
¿No es una historia excelente? Nos explica de forma clara quién es nuestro prójimo. No son solo nuestros mejores amigos o las personas que tienen nuestro mismo color de piel o hablan el mismo idioma. Jesús nos enseñó a mostrar bondad a todos, sin importar de dónde sean, qué apariencia tengan o el idioma que hablen.
Jehová es así. No tiene prejuicios. Jesús dijo: ‘Su padre que está en el cielo hace que salga el sol sobre buenos y malos, y hace que llueva para justos e injustos’. Así que debemos mostrar bondad a todo el mundo, igual que hace Dios (Mateo 5:44-48).
Por eso, si ves a alguien herido, ¿qué harás?... ¿Y si es de otro país, o el color de su piel es diferente al tuyo? Aun así es tu prójimo, y deberías ayudarle. Si crees que no puedes hacerlo solo, pídele ayuda a un adulto. Puedes llamar a un policía o a un maestro. Eso es ser bondadoso, tal como lo fue el samaritano.
El Gran Maestro quiere que mostremos bondad y que ayudemos a otros, sin importar quiénes sean. Por eso nos contó la historia del buen samaritano.
Aprenderemos más sobre mostrar bondad a otros sin importar su raza o nacionalidad en Proverbios 19:22; Hechos 10:34, 35, y 17:26.
[Ilustraciones de la página 83]
¿Cómo debemos tratar a quienes son diferentes a nosotros?
[Ilustraciones de las páginas 84 y 85]
¿Cómo demostró ser prójimo del herido el samaritano?
[Ilustración de la página 86]
¿Cómo puedes tú ser prójimo de los demás?

Lo más importante( Tomado de Aprendamos del Gran Maestro):

Capítulo 16
¿Qué es lo más importante?
EN CIERTA ocasión, un hombre fue a ver a Jesús, pues sabía que era muy sabio, y le pidió: ‘Maestro, dile a mi hermano que divida conmigo la herencia’. El hombre pensaba que él también tenía derecho a ella.
Si tú hubieras sido el Gran Maestro, ¿qué le habrías dicho?... Jesús comprendió que aquel hombre tenía un problema: no era que necesitara parte de la herencia de su hermano, sino que no sabía qué era lo más importante en la vida.
Pensemos en esto: ¿qué debería ser lo más importante para nosotros? ¿Tener los juguetes que nos gustan, ropa nueva y ese tipo de cosas?... No. Jesús quería enseñar la lección de que hay algo mucho más importante. Por eso relató la historia de un hombre que se olvidó de Dios. ¿Te gustaría escucharla?...
Se trataba de un hombre muy rico que poseía tierras y graneros. Había recogido una gran cosecha y no tenía sitio en sus graneros para guardarla. ¿Qué decidió hacer entonces? Se dijo: ‘Derribaré mis graneros viejos y construiré otros más grandes. Así podré guardar toda la cosecha y todos mis bienes en los graneros nuevos’.
El hombre rico pensó que hacerlo así era lo mejor, que era muy inteligente al guardar tantos bienes. Pensó: ‘Tengo almacenadas muchas cosas buenas, que me durarán muchos años. Así que ahora puedo tomarme la vida con calma. Voy a comer, beber y divertirme’. Pero su forma de razonar estaba equivocada. ¿Sabes por qué?... Porque solo pensaba en sí mismo y en su propio placer, y se había olvidado de Dios.
Por ello, Dios habló con él y le dijo: ‘¡Qué insensato eres! Vas a morir esta noche, y ¿quién tendrá entonces las cosas que guardaste?’. ¿Podía el rico usar esas cosas después de morirse?... No, otras personas se quedarían con ellas. Jesús explicó: “Así pasa con el hombre que atesora para sí, pero no es rico para con Dios” (Lucas 12:13-21).
Tú no quieres ser como aquel rico, ¿verdad?... Para él, lo más importante en la vida era conseguir bienes materiales. Ese fue su error, siempre quería más, pero no era “rico para con Dios”.
Muchas personas son como aquel hombre, siempre quieren más. Sin embargo, eso puede causarles muchos problemas. Por ejemplo, tú tienes juguetes, ¿no es así?... ¿Puedes decirme cuáles son?... ¿Qué pasa si alguno de tus amigos tiene una pelota, una muñeca u otro juguete que tú no tienes? ¿Estaría bien que les pidieras a tus padres una y otra vez que te compraran uno igual?...
A veces, un juguete parece algo muy importante. Pero ¿qué pasa con él después de un tiempo?... Se estropea. Tal vez se rompa y entonces ya no lo quieras más. En realidad, tú posees algo mucho más valioso que los juguetes. ¿Sabes qué es?...
La vida. La vida es lo más importante porque sin ella no puedes hacer nada. Pero tu vida depende de que hagas lo que le agrada a Dios, ¿no es cierto?... Por eso no debemos ser como aquel rico insensato que se olvidó de Dios.
Los niños no son los únicos que hacen cosas insensatas como aquel hombre. Muchos adultos también las hacen. Algunos siempre quieren tener más posesiones. Quizás tengan alimento para cada día, ropa que ponerse y un lugar donde vivir. Pero no se conforman: quieren mucha más ropa y casas más grandes. Todo eso cuesta dinero. Así que trabajan mucho para ganarlo, y cuanto más dinero tienen, más quieren tener.
Algunos adultos trabajan tanto para ganar dinero que no les queda tiempo para dedicarlo a su familia ni tampoco a Dios. ¿Puede mantenerlos vivos su dinero?... No. ¿Pueden usar su dinero después de morirse?... No, porque los muertos no pueden hacer nada en absoluto (Eclesiastés 9:5, 10).
¿Significa eso que es malo tener dinero?... No. Con el dinero podemos comprar alimentos y ropa. La Biblia dice que sirve de protección (Eclesiastés 7:12). Pero si amamos el dinero, entonces sí tendremos problemas. Seremos como el hombre rico que guardó tesoros para sí mismo, pero no fue rico para con Dios.
¿Qué quiere decir ser rico para con Dios?... Poner a Dios en primer lugar en la vida. Algunas personas afirman que creen en Dios y piensan que con eso basta. Pero ¿son realmente ricas para con él?... No, son como el rico que se olvidó de Dios.
Jesús nunca se olvidó de su Padre celestial. No intentó ganar mucho dinero ni tuvo muchas cosas materiales. Jesús sabía qué era lo más importante en la vida. ¿Sabes tú qué es?... Ser rico para con Dios.
¿Cómo piensas que podemos ser ricos para con Dios?... Pues haciendo lo que le agrada. Jesús dijo: “Siempre hago las cosas que le agradan” (Juan 8:29). Y eso le gusta a Dios. Ahora, dime, ¿qué puedes hacer tú para agradarle?... Leer la Biblia, ir a las reuniones cristianas, orar a Dios y ayudar a otras personas a que aprendan de él. Esas cosas son las más importantes en la vida.
Jesús era rico para con Dios, y por eso Jehová lo cuidó. Lo recompensó con vida eterna. Si somos como Jesús, Jehová nos amará y nos cuidará también a nosotros. Por lo tanto, imitemos a Jesús, y nunca al hombre rico que se olvidó de Dios.
A continuación aparecen algunos textos bíblicos que nos muestran cómo tener el punto de vista apropiado sobre las cosas materiales: Proverbios 23:4; 28:20; 1 Timoteo 6:6-10, y Hebreos 13:5.
[Ilustración de la página 87]
¿Qué problema tenía este hombre?
[Ilustración de la página 88]
¿En qué estaba pensando el rico?
[Ilustración de la página 89]
¿Qué tienes tú que es mucho más valioso que los juguetes?
[Ilustraciones de la página 91]
¿Qué hace esta niña que es importante de verdad?

La felicidad( Tomado de Aprendamos del Gran Maestro):

Capítulo 17
Cómo ser feliz
TODOS queremos ser felices, ¿no es cierto?... Pero no hay muchas personas que lo sean de verdad. ¿Sabes por qué?... Porque no han aprendido el secreto de la felicidad. Piensan que para lograrla hay que tener muchas cosas. Pero cuando las tienen, su felicidad no dura.
El Gran Maestro nos aclaró cuál era este importante secreto: “Hay más felicidad en dar que en recibir” (Hechos 20:35). Entonces, ¿cómo seremos felices?... Dando a otros y haciendo cosas por ellos. ¿Lo sabías?...
Pensemos un poco más en lo que esto significa. ¿Dijo Jesús que la persona que recibiera un regalo no se sentiría feliz?... No, no dijo eso. ¿Verdad que te gusta recibir regalos?... A todo el mundo le gusta. Nos sentimos felices cuando nos dan cosas bonitas.
Pero Jesús dijo que sentimos aún más felicidad cuando somos nosotros los que damos. ¿Quién crees tú que es la persona que ha dado más regalos que nadie a los demás?... Claro que sí, Jehová Dios.
La Biblia dice que Dios “da a toda persona vida y aliento y todas las cosas”. Nos da la lluvia y la luz del sol para que las plantas crezcan y tengamos alimentos (Hechos 14:17; 17:25). No es de extrañar que la Biblia llame a Jehová el “Dios feliz” (1 Timoteo 1:11). Dar a los demás es una de las cosas que hacen feliz a Dios, y también puede hacernos felices a nosotros.
Pues bien, ¿qué podemos dar a otras personas? ¿Tú qué dirías?... A veces un regalo cuesta dinero. Si es algo que se compra en una tienda, hay que pagarlo. Por eso, si estás pensando en ese tipo de regalo, tienes que ahorrar hasta conseguir suficiente dinero para comprarlo.
Pero no todos los regalos tienen que ser de la tienda. Por ejemplo, un vaso de agua fría viene muy bien en un día caluroso. Si le das ese regalo a una persona que tiene sed, sentirás la felicidad que proviene de dar.
Tal vez un día te diviertas haciendo galletitas con tu mamá. Pero ¿qué te haría más feliz que comértelas todas tú solo?... Regalarle algunas a un amigo o amiga. ¿Te gustaría hacerlo?...
Tanto el Gran Maestro como sus apóstoles sintieron la felicidad que proviene de dar. ¿Sabes qué dieron a otras personas?... Lo mejor que existe. Conocían las buenas nuevas, las verdades que habían aprendido acerca de Dios, y con gusto hablaron de ellas sin dejar que nadie les diera dinero a cambio.
En cierta ocasión, el apóstol Pablo y su buen amigo, el discípulo Lucas, conocieron a una mujer que también deseaba sentir la felicidad que hay en dar. La encontraron junto a un río al que fueron porque habían oído que era un lugar donde se oraba a Dios. Y así era; cuando llegaron, encontraron varias mujeres orando.
Pablo comenzó a hablarles a aquellas mujeres sobre las buenas nuevas de Jehová Dios y su Reino. Una de ellas, llamada Lidia, prestó mucha atención. Después, Lidia quiso demostrar su aprecio por las buenas nuevas que acababa de escuchar. Por eso rogó a Pablo y a Lucas: “Si ustedes me han juzgado fiel a Jehová, entren en mi casa y quédense”. Y de esa forma los hizo quedarse en su hogar (Hechos 16:13-15).
Lidia estaba encantada de tener a aquellos siervos de Dios en su casa. Los amaba porque la habían ayudado a aprender sobre Jehová y Jesús, y sobre cómo conseguir vida eterna. Se alegraba de poder ofrecer a Pablo y a Lucas comida y un lugar donde descansar. Lidia se sintió feliz al dar porque lo hizo de corazón. Eso es algo que todos debemos recordar. Tal vez alguien nos diga que tenemos que hacer un regalo. Pero si no damos de corazón, no nos sentiremos felices.
Por ejemplo, si tuvieras unas golosinas que te quisieras comer y yo te dijera que le dieras algunas a otro niño, ¿te alegrarías de dárselas?... Pero ¿y si fuera un amigo al que quieres mucho? Si hubiera sido idea tuya compartir las golosinas con tu amigo, ¿no te sentirías feliz?...
A veces amamos tanto a una persona que queremos darle todo lo que tenemos, sin guardarnos nada. Cuando crece nuestro amor por Dios, también queremos darle todo.
El Gran Maestro vio en el templo de Jerusalén a una mujer pobre que quería a Dios de esa manera. Todo lo que ella tenía eran dos moneditas, pero las echó en la caja de contribuciones como regalo para el templo. Nadie la obligó a echarlas, y la mayoría de los que estaban allí ni siquiera la vieron. Lo hizo porque así lo deseaba y porque amaba mucho a Jehová. Se sentía feliz de poder dar (Lucas 21:1-4).
Hay muchas formas de dar. ¿Puedes decirme algunas?... Si damos porque realmente queremos hacerlo, seremos felices. Por esa razón, el Gran Maestro nos manda que seamos generosos (Lucas 6:38). Si le obedecemos, haremos felices a otras personas. Y nosotros seremos más felices todavía.
Leamos algo más sobre la felicidad que sentimos al dar en Mateo 6:1-4; Lucas 14:12-14, y 2 Corintios 9:7.
[Ilustración de la página 92]
¿Por qué es Jehová el “Dios feliz”?
[Ilustración de la página 93]
¿Qué puede hacerte más feliz que comerte todas las galletas tú solo?
[Ilustración de la página 94]
¿Qué les está diciendo Lidia a Pablo y a Lucas?
[Ilustración de la página 94]
¿Por qué se alegra Lidia de recibir en su casa a Pablo y a Lucas?
[Ilustración de la página 96]
¿Por qué se sintió feliz la mujer pobre al dar todo lo que tenía?

Dar las gracias( Tomado de Aprendamos del Gran Maestro):

Capítulo 18
¿Te acuerdas de dar las gracias?
¿YA COMISTE hoy?... ¿Sabes quién preparó la comida?... Tal vez fue tu mamá u otra persona. Entonces, ¿por qué debemos dar las gracias a Dios por la comida?... Porque es él quien hace crecer las plantas de las que obtenemos alimentos. Sin embargo, también deberíamos dar las gracias a quienes nos preparan la comida o la sirven.
A veces nos olvidamos de agradecer a los demás las cosas buenas que hacen por nosotros, ¿no es cierto? Cuando el Gran Maestro estuvo en la Tierra, unos leprosos se olvidaron de dar las gracias.
¿Sabes qué es un leproso?... Es una persona que padece lepra, una enfermedad que puede hacer que la carne se caiga. En tiempos de Jesús, los leprosos debían mantenerse alejados del resto de la gente. Si un leproso veía que se acercaba alguien, tenía que avisarle para que se apartara. De esa forma evitaba que otras personas se contagiaran.
Jesús fue muy bondadoso con los leprosos. En cierta ocasión tuvo que atravesar una aldea de camino hacia Jerusalén. Cuando entró en la aldea, diez leprosos fueron a encontrarse con él. Habían oído que Dios le había dado a Jesús poder para curar toda clase de enfermedades.
Los leprosos no se acercaron a Jesús, se quedaron a cierta distancia. Pero creían que el Gran Maestro podía curarlos. Por eso, cuando lo vieron, gritaron: ‘¡Jesús, Maestro, ayúdanos!’.
¿Sientes lástima por los enfermos?... Jesús sí la sentía. Sabía lo triste que era ser leproso. Por esa razón les contestó: “Vayan y muéstrense a los sacerdotes” (Lucas 17:11-14).
¿Por qué les dijo Jesús que hicieran eso? Debido a la ley que Jehová le había dado a su pueblo sobre los leprosos. Aquella ley decía que el sacerdote de Dios tenía que examinar la carne del leproso y decirle si había desaparecido la enfermedad. Cuando quedaba curado, podía volver a vivir con las personas sanas (Levítico 13:16, 17).
Pero aquellos leprosos seguían enfermos. Así que, ¿irían a ver al sacerdote tal como les había dicho Jesús?... Sí, fueron enseguida. Sin duda creyeron que Jesús los curaría. ¿Qué ocurrió entonces?
Mientras iban de camino a ver al sacerdote, la enfermedad desapareció. Su carne sanó y quedaron curados. Fue su recompensa por creer en el poder de Jesús. ¡Qué alegría sintieron! Pero ¿qué deberían haber hecho para mostrar su agradecimiento? ¿Qué habrías hecho tú?...
Uno de los hombres curados volvió a donde estaba Jesús y comenzó a glorificar a Jehová, a decir cosas buenas de él. Eso era lo que debía hacer, porque el poder para curarlo había venido de Dios. Además, el hombre cayó a los pies del Gran Maestro y le dio las gracias. Se sentía muy agradecido por lo que Jesús había hecho.
Pero ¿y los otros nueve hombres? Jesús preguntó: ‘¿No fueron curados diez leprosos? ¿Dónde están los otros nueve? ¿Solo regresó uno a darle gloria a Dios?’.
Sí, es cierto. Solo uno de los diez glorificó, o alabó, a Dios y volvió para darle las gracias a Jesús. Era un samaritano, un hombre de otro país. Los otros nueve no le dieron las gracias a Dios ni tampoco a Jesús (Lucas 17:15-19).
¿A cuál de aquellos hombres te pareces? ¿Verdad que queremos ser como el samaritano?... Por eso, cuando alguien hace cosas buenas por nosotros, ¿de qué debemos acordarnos?... De darle las gracias. Aunque la gente suele olvidarse, es bueno que demos las gracias, pues eso alegra a Jehová Dios y a su Hijo, Jesús.
Si lo piensas, te darás cuenta de que otras personas han hecho muchas cosas por ti. Por ejemplo, ¿has estado enfermo alguna vez?... Quizás no hayas estado nunca tan enfermo como aquellos diez leprosos, pero es posible que hayas tenido un resfriado fuerte o un dolor de estómago. ¿Te cuidó alguien?... Tal vez te dieron alguna medicina y te atendieron. ¿Te alegraste de que te ayudaran a ponerte bien?...
El samaritano dio las gracias a Jesús por curarlo, y eso alegró a Jesús. ¿Crees que tu mamá o tu papá se alegrarán si les das las gracias cuando hacen cosas por ti?... Claro que sí.
Hay gente que hace cosas por ti todos los días o todas las semanas. Puede que ese sea su trabajo y que incluso les guste hacerlo. Pero es posible que tú te olvides de darles las gracias. Tal vez tu maestra se esfuerce por enseñarte. Ese es su trabajo, pero sin duda se alegrará de que tú le des las gracias por ello.
A veces, otras personas nos hacen pequeños favores. ¿Te han sujetado alguna vez la puerta para que pases? ¿O te han alcanzado la comida en la mesa? Sería bueno que dieras las gracias incluso por esas cosas pequeñas.
Si nos acordamos de dar las gracias a las personas que nos rodean, nos resultará más fácil acordarnos de dárselas a nuestro Padre celestial. ¡Y cuántas cosas podemos agradecerle! Nos dio la vida y todo lo que la hace agradable. Por eso, tenemos muchísimas razones para glorificar a Dios todos los días diciendo cosas buenas de él.
Veamos lo que dicen los siguientes versículos respecto a dar las gracias: Salmo 92:1; Efesios 5:20; Colosenses 3:17, y 1 Tesalonicenses 5:18.
[Ilustración de las páginas 98 y 99]
¿Qué les dijo Jesús a los leprosos que hicieran?
[Ilustración de la página 99]
¿Qué se acordó de hacer este leproso?
[Ilustración de la página 100]
¿Cómo puedes tú imitar al leproso que volvió a donde estaba Jesús?
[Ilustraciones de la página 101]
¿Por qué es importante acordarse de dar las gracias?

Las peleas( Tomado de Aprendamos del Gran Maestro):

Capítulo 19
¿Está bien pelearse?
¿CONOCES a niños que se crean los más fuertes y siempre busquen pelea?... ¿Te gusta estar con ellos? ¿O prefieres estar con los que son amables y pacíficos?... El Gran Maestro dijo: “Felices son los pacíficos, puesto que a ellos se les llamará ‘hijos de Dios’” (Mateo 5:9).
Pero a veces, otras personas hacen cosas que nos enojan, ¿no es cierto?... Por eso, en ocasiones nos gustaría vengarnos. A los discípulos de Jesús les ocurrió algo así cuando viajaban con él hacia Jerusalén. Voy a contarte qué sucedió.
Cuando ya habían recorrido parte del camino, Jesús envió a varios discípulos a una aldea de Samaria para que buscaran un sitio donde pasar la noche. Pero la gente de la aldea no quería que se quedaran allí, ya que tenían una religión diferente. Además, a los samaritanos no les caían bien los que iban a la ciudad de Jerusalén para adorar a Dios.
Si eso te hubiera ocurrido a ti, ¿qué habrías hecho? ¿Te habrías enojado? ¿Habrías querido vengarte?... Eso es lo que los discípulos Santiago y Juan quisieron hacer. Le dijeron a Jesús: ‘¿Quieres que pidamos que baje fuego del cielo y los destruya?’. No nos sorprende que Jesús los llamara Hijos del Trueno. Jesús les respondió que no estaba bien que trataran a los demás de esa forma (Lucas 9:51-56; Marcos 3:17).
Es cierto que a veces la gente se porta mal con nosotros. Tal vez otros niños no te dejen jugar con ellos. Hasta puede que te digan: “No te queremos por aquí”. Cuando pasa algo así, ¿verdad que nos sentimos mal? Quizás nos den ganas de desquitarnos. Pero ¿deberíamos hacerlo?...
¿Por qué no buscas tu Biblia? Vamos a leer Proverbios, capítulo 24, versículo 29. Allí aconseja: “No digas: ‘Tal como me hizo, así voy a hacerle a él. Le pagaré a cada uno según actúe’”.
¿Qué significan para ti esas palabras?... Quieren decir que no debemos pagar con la misma moneda. No debemos portarnos mal con alguien porque esa persona se haya portado mal con nosotros. Pero ¿y si alguien busca pelea contigo? Puede que te insulte para hacerte enfadar o se ría de ti y diga que tienes miedo. Imagínate que te llama cobarde. ¿Qué deberías hacer? ¿Deberías responderle y pelear?...
Veamos de nuevo lo que dice la Biblia. Busca Mateo, capítulo 5, versículo 39. Jesús nos recomienda: “No resistan al que es inicuo; antes bien, al que te dé una bofetada en la mejilla derecha, vuélvele también la otra”. ¿Qué crees que quiso decir Jesús con esas palabras? ¿Que si alguien te da un puñetazo en un lado de la cara tienes que dejarle que te golpee también en el otro lado?...
No, no era eso lo que Jesús quiso decir. Una bofetada no es como un puñetazo. Se parece más a un empujón. Quien nos da una bofetada o un empujón seguramente busca pelea. Quiere que nos enojemos. Y si nos enojamos y también lo empujamos, ¿qué sucederá?... Es probable que acabemos peleándonos.
Pero Jesús no quería que sus seguidores pelearan. Por eso dijo que si alguien nos da una bofetada, no debemos devolvérsela. No debemos enojarnos ni pelear. Si lo hiciéramos, estaríamos demostrando que somos iguales que la persona que comenzó la pelea.
Si surgen problemas, ¿qué crees que es lo mejor que se puede hacer?... Lo mejor es marcharse. Quizás la otra persona te empuje alguna vez más. Pero probablemente ahí quede todo. Marchándote no demuestras que eres débil, sino que eres fuerte, porque se necesita fortaleza para hacer lo que está bien.
Pero ¿qué sucederá si acabas peleándote y eres tú quien gana? ¿Qué podría ocurrir después?... El que perdió tal vez vuelva con sus amigos, y puede que incluso te lastime con un palo o una navaja. ¿Entiendes ahora por qué Jesús no quería que peleáramos?...
¿Qué deberíamos hacer si vemos que otras personas se están peleando? ¿Deberíamos ponernos de parte de alguna de ellas?... La Biblia nos aconseja qué hacer. Busquemos Proverbios, capítulo 26, versículo 17. Allí dice: “Como quien agarra por las orejas a un perro es cualquiera que, al pasar, se enfurece por la riña que no es suya”.
¿Qué ocurriría si agarraras a un perro por las orejas? Le dolería y querría atacarte, ¿verdad? Cuanto más tratara de soltarse el perro, más fuerte tendrías que agarrarlo y más nervioso se pondría. Y si lo dejaras ir, probablemente te mordería con fuerza. Pero ¿puedes quedarte agarrándolo por las orejas toda la vida?...
Pues si vemos una pelea y nos metemos en ella, nos buscaremos un problema como ese. Puede que no sepamos quién empezó la pelea ni por qué están peleando. Quizás la persona que está recibiendo golpes robó algo y por eso le están pegando. Si la ayudamos, estaremos ayudando a un ladrón. Y eso no estaría bien, ¿verdad?
Por eso, ¿qué debes hacer cuando veas una pelea?... Si es en la escuela, puedes correr a decírselo a un maestro. Y si es fuera de la escuela, puedes llamar a tus padres o a un policía. Aunque otras personas quieran pelear, nosotros debemos ser pacíficos.
Los verdaderos discípulos de Jesús hacemos todo lo posible por evitar las peleas. De esa forma demostramos que somos lo suficientemente fuertes como para hacer lo que está bien. La Biblia dice que el discípulo de Jesús “no tiene necesidad de pelear, sino de ser amable para con todos” (2 Timoteo 2:24).
Vamos a buscar ahora más consejos que nos ayudan a evitar las peleas: Romanos 12:17-21 y 1 Pedro 3:10, 11.
[Ilustración de la página 102]
¿Qué querían hacer Santiago y Juan para vengarse de los samaritanos?
[Ilustración de la página 104]
¿Qué debemos hacer si alguien busca pelea con nosotros?
[Ilustración de la página 105]
¿Por qué meterse en las peleas de otras personas es como agarrar a un perro por las orejas? Porque saldrías lastimado, así que no lo hagas
[Ilustración de la página 106]
¿Qué debes hacer si ves una pelea?

Espíritu competitivo?( Tomado de Aprendamos del Gran Maestro):

Capítulo 20
¿Buscas siempre el primer lugar?
¿CONOCES a alguien que siempre quiera el primer lugar?... Tal vez empuje a otros para ser el primero de la cola. ¿Has visto eso alguna vez?... El Gran Maestro incluso vio a adultos tratando de conseguir los mejores sitios o los más importantes, y no le gustó. Veamos lo que ocurrió.
La Biblia nos cuenta que un fariseo, un importante líder religioso, invitó a Jesús a un banquete en su casa. Cuando Jesús llegó, observó cómo otros invitados entraban y elegían los mejores lugares. Por eso, quiso enseñar una lección a todos los que estaban allí usando una ilustración. ¿Te gustaría oírla?...
Jesús dijo: ‘Cuando alguien te invite a un banquete de bodas, no escojas el mejor sitio’. ¿Sabes por qué dijo aquello?... Él explicó que quizás haya algún invitado más importante. Entonces, como ves en la lámina, el dueño de la casa puede venir y decir: ‘Deja que este hombre ocupe ese lugar, y tú vete allí’. ¿Cómo se sentiría el invitado?... Avergonzado de que todo el mundo lo viera cambiarse a un sitio menos importante.
Jesús deseaba mostrarles que no está bien querer ocupar el sitio más importante. Les dijo: ‘Cuando alguien te invite a un banquete de bodas, busca el último puesto. Así, cuando llegue el que te invitó, te dirá: “Amigo, ven a este lugar mejor”. De esa manera, recibirás honra delante de los demás invitados cuando te cambien a un lugar mejor’ (Lucas 14:1, 7-11).
¿Comprendes qué quiso enseñar Jesús con esa ilustración?... Pongamos un ejemplo para ver si lo entendiste. Imagínate que te subes a un autobús lleno de gente. ¿Deberías apresurarte a ocupar un asiento y dejar que una persona mayor se quede de pie?... ¿Le gustaría a Jesús que hicieras eso?...
Quizás alguien diga que a Jesús le da lo mismo. Pero ¿crees que es así?... Cuando Jesús estaba en aquel banquete en casa del fariseo, observó cómo la gente escogía los asientos. ¿No crees que está igual de interesado en lo que hacemos nosotros?... Ahora que Jesús está en el cielo, sin duda puede observarnos bien.
Cuando alguien intenta ser el primero, pueden surgir problemas. Con frecuencia, los demás empiezan a discutir con él y se enfadan. A veces sucede esto cuando los niños viajan juntos en el autobús. Tan pronto como se abren las puertas, corren para ser los primeros en subirse. Quieren los mejores asientos, los que están junto a las ventanillas. ¿Qué puede ocurrir entonces?... Que se enojen unos con otros.
Sin duda, el deseo de ser siempre el primero puede causar muchos problemas. Así les sucedió incluso a los apóstoles de Jesús. Como aprendimos en el capítulo 6, ellos discutieron sobre quién era el más importante. ¿Qué hizo Jesús?... Los corrigió. Pero después tuvieron otra discusión. Veamos cómo empezó todo.
Los apóstoles y otros discípulos viajaban con Jesús hacia la ciudad de Jerusalén por última vez. Jesús les había hablado sobre su Reino, y Santiago y Juan habían estado pensando en el hecho de que serían reyes junto con él. Hasta habían hablado de ello con su madre, Salomé (Mateo 27:56; Marcos 15:40). Por eso, cuando iban de camino a Jerusalén, Salomé se acercó a Jesús, se inclinó ante él y le pidió un favor.
“¿Qué quieres?”, le preguntó Jesús. Ella le contestó que le gustaría que permitiera a sus hijos sentarse al lado de él en el Reino, uno a la derecha y otro a la izquierda. Cuando los otros diez apóstoles se enteraron de lo que Santiago y Juan habían hecho que su madre pidiera, ¿cómo crees que se sintieron?...
Pues sí, se enfadaron mucho con Santiago y con Juan. Por lo tanto, Jesús les dio a todos sus apóstoles un buen consejo. Les explicó que a los gobernantes de las naciones les gusta ser poderosos e importantes. Quieren un puesto alto para que todos les obedezcan. Pero Jesús les dijo a sus seguidores que ellos no debían comportarse así, sino que ‘el que quisiera ser el primero entre ellos tenía que ser esclavo de ellos’. Piensa en eso (Mateo 20:20-28).
¿Sabes qué hace un esclavo?... Sirve a otros, no espera que le sirvan a él. Ocupa el último lugar, no el primero. No se comporta como el más importante, sino como el menos importante. Y no olvides que Jesús dijo que quien quisiera ser el primero debía comportarse como esclavo de los demás.
Entonces, ¿qué crees que eso significa para nosotros?... ¿Discutiría un esclavo con su amo sobre quién de los dos ocuparía el mejor asiento? ¿O sobre quién iba a comer primero? ¿Tú qué piensas?... Jesús explicó que un esclavo siempre pone a su amo en primer lugar (Lucas 17:7-10).
Por eso, en vez de tratar de ser los primeros, ¿qué deberíamos hacer?... Sí, comportarnos como esclavos de otros. Eso significa que debemos ponerlos en primer lugar y pensar que ellos son más importantes que nosotros. ¿De qué maneras se te ocurre que puedes poner a los demás en primer lugar?... ¿Por qué no vuelves a las páginas 40 y 41 para repasar cómo puedes servir a otros, y ponerlos así en primer lugar?
Recordarás que el Gran Maestro puso a otros en primer lugar sirviéndoles. La última noche que pasó con sus apóstoles, incluso se agachó y les lavó los pies. Si nosotros también ponemos a los demás en primer lugar sirviéndoles, agradaremos tanto al Gran Maestro como a su Padre, Jehová Dios.
Leamos otros textos bíblicos que nos animan a poner a los demás en primer lugar: Lucas 9:48; Romanos 12:3, y Filipenses 2:3, 4.
[Ilustración de la página 107]
¿Has visto a personas tratando de ser las primeras?
[Ilustraciones de las páginas 108 y 109]
¿Qué lección estaba enseñando Jesús cuando habló de los que ocupaban los mejores lugares?
[Ilustración de la página 110]
¿Qué le pidió Salomé a Jesús, y cuál fue el resultado?

No presumir( Tomado de Aprendamos del Gran Maestro):

Capítulo 21
¿Tenemos motivos para presumir?
¿QUÉ significa presumir? ¿Lo sabes?... Veamos un ejemplo. ¿Has intentado hacer algo aunque no te salga muy bien? ¿Quizás dar una patada a un balón de fútbol o saltar a la cuerda? ¿Se burló alguien de ti y te dijo: “Yo lo hago mejor que tú”?... En ese caso, la persona estaba presumiendo.
¿Cómo te sientes cuando otros hacen algo así? ¿Te gusta?... Entonces, ¿cómo crees que se sentirán los demás si eres tú quien presume?... ¿Está bien decirle a alguien: “Yo soy mejor que tú”?... ¿Le gustan a Jehová las personas que dicen eso?...
El Gran Maestro conoció a personas que se creían mejores que nadie. Presumían de sí mismas y despreciaban a todo el mundo. Por eso, en cierta ocasión Jesús les relató una historia que demostraba lo malo que era sentirse superior a los demás. Vamos a escucharla.
La historia trata de un fariseo y de un recaudador de impuestos. Los fariseos eran maestros religiosos que a menudo se comportaban como si fueran más justos que otras personas. El fariseo de la historia de Jesús subió al templo de Dios en Jerusalén para orar.
Jesús contó que un recaudador de impuestos también subió al templo a orar. A la mayoría de la gente no le gustaban los recaudadores, pues pensaban que trataban de estafarlos. Y lo cierto es que muchos recaudadores de impuestos no siempre eran honrados.
En el templo, el fariseo comenzó su oración a Dios de esta forma: ‘Oh Dios, te doy las gracias porque no soy un pecador como los demás. No le robo a la gente ni hago otras cosas malas. No soy como ese recaudador de impuestos de ahí. Soy un hombre justo. Dejo de comer dos veces a la semana para tener más tiempo para pensar en ti. Y le doy al templo una décima parte de todo lo que gano’. Aquel fariseo realmente se creía mejor que otras personas, ¿no es cierto?... Y además se lo dijo a Dios.
Pero el recaudador de impuestos no era así. Ni siquiera levantó los ojos hacia el cielo para orar. Se mantuvo de pie a cierta distancia con la cabeza inclinada. Estaba muy arrepentido de sus pecados y se daba golpes en el pecho para demostrar su dolor. No intentó decirle a Dios lo bueno que era. Más bien, le pidió: ‘Oh Dios, sé bondadoso conmigo, que soy pecador’.
¿Cuál de estos dos hombres crees que estaba agradando a Dios? ¿El fariseo, que se creía tan bueno? ¿O el recaudador de impuestos, que estaba arrepentido de sus pecados?...
Jesús dijo que fue el recaudador de impuestos quien agradó a Dios. ¿Por qué? Jesús explicó que todo el que trata de parecer mejor que los demás quedará en vergüenza, pero el que es humilde recibirá honra (Lucas 18:9-14).
¿Qué lección estaba enseñando Jesús con esta historia?... Mostró que está mal pensar que somos mejores que otros. Tal vez no lo digamos, pero nuestra forma de actuar puede demostrar que lo creemos. ¿Te has comportado alguna vez de esa manera?... Piensa en lo que le ocurrió al apóstol Pedro.
Cuando Jesús les dijo a sus apóstoles que todos lo abandonarían cuando fuera arrestado, Pedro respondió muy orgulloso: ‘¡Aunque todos los demás te abandonen, yo nunca lo haré!’. Pero Pedro se equivocaba. Estaba demasiado seguro de sí mismo. Él sí abandonó a Jesús. Sin embargo, después volvió, como veremos en el capítulo 30 de este libro (Mateo 26:31-33).
Tomemos un ejemplo de nuestros días. Quizás a un compañero de clase y a ti les hagan algunas preguntas en la escuela. ¿Qué pasaría si tú respondieras rápidamente, pero tu compañero no? Por supuesto, saber las respuestas haría que te sintieras bien. Pero ¿sería justo que te creyeras mejor que el niño que tardó en responder?... ¿Estaría bien que intentaras llamar la atención avergonzando al otro niño?...
Eso fue lo que hizo el fariseo. Presumió de ser mejor que el recaudador de impuestos. Pero el Gran Maestro dijo que el fariseo estaba equivocado. Aunque hagamos algunas cosas mejor que otras personas, eso no significa que seamos mejores que ellas.
Por eso, si sabemos más que otra persona, ¿es esa una buena razón para presumir?... Piensa en esto: ¿hemos creado nosotros nuestro cerebro?... No, Dios nos lo ha dado. Y la mayoría de las cosas que sabemos las aprendimos de los demás. Tal vez las leímos en un libro o alguien nos las enseñó. Aunque descubramos algunas por nosotros mismos, ¿cómo lo logramos?... Utilizando el cerebro que Dios nos dio.
Cuando alguien se esfuerza mucho, es bueno que le digas algo que lo anime. Dile que te gustó lo que hizo. Quizás puedas ayudarlo a hacerlo mejor. ¿No te gustaría que otros hicieran eso por ti?...
Algunas personas son más fuertes que otras. ¿Qué hay si tú eres más fuerte que tu hermano o tu hermana? ¿Es motivo para que presumas de ello?... No, no lo es. Lo que nos hace fuertes son los alimentos que comemos. Y Dios nos da la luz del sol, la lluvia y todo lo necesario para que crezcan las plantas y tengamos alimentos, ¿verdad?... Por eso, si somos fuertes, debemos dar las gracias a Dios (Hechos 14:16, 17).
A nadie le gusta oír a los que hablan con orgullo de sí mismos, ¿no es cierto?... Recordemos las palabras de Jesús: ‘Así como quieren que otras personas les hagan a ustedes, háganles de igual manera a ellas’. Si cumplimos ese mandato, nunca seremos como el fariseo que se sentía orgulloso de sí mismo en la historia que relató el Gran Maestro (Lucas 6:31).
En cierta ocasión, alguien llamó bueno a Jesús. ¿Afirmó el Gran Maestro: “Sí, soy bueno”?... No, no lo hizo. En vez de eso, dijo: “Nadie es bueno, sino uno solo, Dios” (Marcos 10:18). Aunque el Gran Maestro era perfecto, no presumió. Más bien, dio toda la alabanza a su Padre, Jehová.
Entonces, ¿hay alguien de quien podamos presumir o sentirnos orgullosos?... Sí, lo hay. Podemos sentirnos orgullosos de nuestro Creador, Jehová Dios. Cuando vemos un hermoso atardecer u otra maravilla de la creación, podemos decir a los demás: “¡Nuestro gran Dios, Jehová, lo creó!”. Que siempre estemos dispuestos a hablar de las cosas maravillosas que Jehová hizo en el pasado y hará en el futuro.
Vamos a ver lo que dicen las Escrituras sobre presumir o ser orgullosos, y aprenderemos por qué debemos evitarlo. Leamos Proverbios 16:5, 18; Jeremías 9:23, 24; 1 Corintios 4:7, y 13:4.
[Ilustración de la página 113]
¿Por qué le agradó a Dios el recaudador de impuestos, pero no el fariseo?
[Ilustración de la página 115]
¿Eres mejor persona por saber más que otros?
[Ilustración de la página 115]
¿Por qué no es bueno presumir de ser más fuertes que los demás?
[Ilustración de la página 116]
¿De quién está orgulloso este niño?

No mentir( Tomado de Aprendamos del Gran Maestro):

Capítulo 22
¿Por qué no debemos mentir?
IMAGÍNATE que una niña le dice a su madre: “Cuando salga de la escuela, vengo enseguida a casa”. Pero luego se queda a jugar con sus amigas y al volver explica: “La maestra me hizo quedarme después de clase”. ¿Estaría bien que dijera algo así?...
O supongamos que un niño le asegura a su padre: “No, papá, no jugué a la pelota dentro de la casa”, pero en realidad sí lo hizo. ¿Estaría mal que dijera que no?...
El Gran Maestro nos enseñó cómo debíamos comportarnos cuando dijo: ‘Que su palabra Sí signifique Sí y su No, No; porque cualquier otra cosa proviene del inicuo’ (Mateo 5:37). ¿Qué quiso dar a entender Jesús con aquellas palabras?... Que debemos hacer lo que decimos.
En la Biblia hay una historia que demuestra lo importante que es decir la verdad. Habla de dos personas que afirmaban ser discípulos de Jesús. Veamos lo que ocurrió.
Menos de dos meses después de la muerte de Jesús, muchas personas de lugares lejanos llegaron a Jerusalén para celebrar una fiesta importante de los judíos conocida como Pentecostés. El apóstol Pedro pronunció un discurso extraordinario en el que habló a la gente de Jesús y les contó que Jehová lo había resucitado. Aquella fue la primera vez que muchos de los que habían ido a Jerusalén oyeron hablar de Jesús. Entonces quisieron saber más. Por eso, ¿qué hicieron?
Se quedaron en la ciudad más tiempo del que habían planeado. Pero a algunos se les terminó el dinero y no podían comprar alimentos. Los discípulos de Jerusalén quisieron ayudar a los visitantes, así que muchos de ellos vendieron algunas de sus cosas y entregaron el dinero a los apóstoles de Jesús. Entonces, los apóstoles repartieron el dinero entre los necesitados.
Ananías y su esposa, Safira, que eran miembros de la congregación cristiana de Jerusalén, vendieron un terreno que tenían. Nadie les había dicho que lo vendieran; lo decidieron ellos. Pero no lo hicieron porque amaran a los nuevos discípulos de Jesús. En verdad, Ananías y Safira querían que la gente creyera que ellos eran mejores de lo que realmente eran. Por eso, se pusieron de acuerdo para decir que iban a dar todo el dinero de la venta para ayudar a otras personas. Solo pensaban dar una parte, pero dirían que lo habían dado todo. ¿Tú qué opinas de eso?...
Bueno, Ananías fue a ver a los apóstoles y les dio el dinero. Por supuesto, Dios sabía que no lo estaba dando todo, así que le reveló al apóstol Pedro que Ananías no estaba diciendo la verdad.
Pedro dijo entonces: ‘Ananías, ¿por qué te has dejado llevar por Satanás? El terreno era tuyo. No tenías que venderlo. Y, aun después de venderlo, lo que hicieras con el dinero era cosa tuya. ¿Por qué finges dar todo el dinero si solo has dado una parte de él? Haciendo eso no solo nos mientes a nosotros, sino también a Dios’.
El asunto era así de serio. Ananías estaba mintiendo. No estaba haciendo lo que decía; solo lo fingía. La Biblia nos dice lo que ocurrió a continuación: ‘Al oír las palabras de Pedro, Ananías cayó muerto’. Dios hizo que Ananías muriera. Después, se llevaron su cuerpo y lo enterraron.
Unas tres horas más tarde llegó Safira. Como ella no sabía lo que le había ocurrido a su esposo, Pedro le preguntó: ‘¿Vendieron ustedes el terreno por la cantidad de dinero que nos dieron?’.
Safira contestó: ‘Sí, lo vendimos justo por esa cantidad’. Pero era mentira. Se habían quedado con parte del dinero de la venta del terreno. Por tal razón, Dios también hizo que Safira muriera (Hechos 5:1-11).
¿Qué aprendemos de lo que les ocurrió a Ananías y Safira?... Que a Dios no le gustan los mentirosos. Él quiere que siempre digamos la verdad. Pero muchas personas piensan que no es malo decir mentiras. ¿Crees que tienen razón?... ¿Sabías que todas las enfermedades, el dolor y la muerte que sufrimos los humanos son el resultado de una mentira?...
Recuerda que el Diablo engañó a la primera mujer, Eva. Le dijo que no moriría si desobedecía a Dios y comía el fruto que Él le había prohibido comer. Eva creyó al Diablo y comió del árbol. Luego convenció a Adán para que también comiera, y de esa forma, ambos se volvieron pecadores. Ahora todos sus hijos nacerían pecadores y, debido a eso, sufrirían y morirían. ¿Cómo comenzó el problema?... Todo comenzó con una mentira.
Ya vemos por qué Jesús dijo que el Diablo ‘es un mentiroso y el padre de la mentira’, pues él fue el primero que dijo una mentira. Cuando alguien miente, está haciendo lo mismo que hizo el Diablo. Deberíamos pensar en esto si alguna vez sentimos la tentación de decir una mentira (Juan 8:44).
¿Cuándo podrías sentir la tentación de mentir?... ¿Verdad que es cuando haces algo malo?... Tal vez hayas roto algo sin querer. Si te preguntan, ¿deberías decir que uno de tus hermanos lo hizo? ¿O fingir quizás que no sabes cómo ocurrió?...
¿Y si tenías que hacer los deberes escolares, pero no los acabaste? ¿Deberías decir que los hiciste todos, aunque no fuera verdad?... Recordemos a Ananías y Safira. No dijeron toda la verdad, y Dios mostró lo malo que era eso haciendo que murieran.
Por lo tanto, sin importar lo que hayamos hecho, la situación siempre será peor si mentimos. Ni siquiera debemos decir verdades a medias. La Biblia nos manda que ‘hablemos la verdad’ y que ‘no estemos mintiéndonos unos a otros’. Jehová siempre dice la verdad y espera que nosotros hagamos lo mismo (Efesios 4:25; Colosenses 3:9).
Siempre debemos decir la verdad. Así se indica en Éxodo 20:16; Proverbios 6:16-19; 12:19; 14:5; 16:6, y Hebreos 4:13.
[Ilustración de la página 117]
¿Qué ha hecho este niño que está mal?
[Ilustración de la página 118]
¿Qué mentira le dijo Ananías a Pedro?
[Ilustración de la página 119]
¿Qué le sucedió a Ananías por mentir?
[Ilustración de la página 120]
Según Jesús, ¿quién dijo la primera mentira? ¿Cuál fue el resultado?
[Ilustración de la página 121]
¿Cuándo podrías sentir la tentación de mentir?

Por qué nos enfermamos?( Tomado de Aprendamos del Gran Maestro):

Capítulo 23
¿Por qué nos enfermamos?
¿CONOCES a alguien que esté enfermo?... Es probable que tú mismo te enfermes a veces. Quizás te resfríes o te duela el estómago. Algunas personas están muy enfermas. Ni siquiera pueden ponerse de pie sin ayuda, sobre todo si son muy mayores.
Todo el mundo cae enfermo de vez en cuando. ¿Sabes por qué la gente se enferma, envejece y muere?... Jesús mostró el motivo en cierta ocasión en la que le llevaron a un hombre que no podía andar. Voy a contarte lo que pasó.
Jesús se estaba quedando en una casa de una ciudad cercana al mar de Galilea, y una muchedumbre fue a verlo. Eran tantas personas, que llenaron la casa. Nadie podía acercarse ni siquiera a la puerta. Pero seguía llegando gente. Un grupo de personas trajo a un hombre que tenía parálisis y no podía ni caminar. Lo tenían que llevar en camilla entre cuatro hombres.
¿Sabes por qué quisieron llevar al enfermo a donde estaba Jesús?... Porque tenían fe en que Jesús podía ayudarlo, en que le podía curar su enfermedad. Pero con la casa tan llena, ¿cómo crees que lograron acercar el paralítico a Jesús?...
Bueno, en la ilustración puedes ver cómo lo hicieron. En primer lugar, subieron al hombre al techo, que era plano. Entonces, hicieron en él un gran agujero. Por último, bajaron al paralítico en su camilla a través del agujero hasta la habitación de abajo. ¡Cuánta fe tenían!
Todas las personas de la casa se sorprendieron al ver lo que ocurría. El paralítico que estaba en la camilla quedó justo en medio de ellos. ¿Se enojó Jesús cuando vio lo que habían hecho los hombres?... Por supuesto que no. Se alegró de ver que tenían fe. Le dijo al paralítico: “Tus pecados son perdonados”.
Algunas personas pensaron que no estaba bien que Jesús dijera aquello. No creían que él pudiera perdonar los pecados. Por eso, para demostrar que sí podía hacerlo, Jesús le dijo al hombre: “Levántate, toma tu camilla, y vete a tu casa”.
Cuando Jesús dijo esas palabras, el hombre se curó de la parálisis. Pudo levantarse sin ayuda y andar. Las personas que vieron el milagro estaban asombradas. Nunca habían visto nada tan maravilloso. Alabaron a Jehová por darles a ese Gran Maestro, que hasta podía curar las enfermedades (Marcos 2:1-12).
¿Qué aprendemos de este milagro?... Que Jesús tiene el poder de perdonar los pecados y curar a los enfermos. Pero también aprendemos otra cosa muy importante: que nos enfermamos debido al pecado.
Puesto que todos nos ponemos enfermos alguna vez, ¿quiere decir eso que todos somos pecadores?... Sí, la Biblia dice que todos nacemos en pecado. ¿Sabes lo que significa nacer en pecado?... Significa que cuando nacemos ya somos imperfectos. A veces hacemos las cosas mal aunque no queramos. Pero ¿por qué nos convertimos todos en pecadores?...
Fue porque el primer hombre, Adán, pecó al desobedecer la ley de Dios. Y todos heredamos el pecado de Adán. ¿Sabes cómo? Intentaré explicártelo de forma que lo puedas entender.
Quizás hayas visto a alguien hacer pan en un molde. ¿Qué le ocurrirá al pan si hay alguna abolladura en el molde? ¿Te lo imaginas?... Cualquier pan que hagas con el molde saldrá con la marca de esa abolladura, ¿verdad?...
Adán fue como el molde, y nosotros somos como el pan. Al desobedecer la ley de Dios, Adán se volvió imperfecto. Fue como si desde entonces tuviera una abolladura, o marca de imperfección. Por eso, cuando le nacieran hijos, ¿cómo serían?... Todos tendrían esa misma marca de imperfección.
La mayoría de los niños no nacen con imperfecciones que se noten a simple vista. No les falta un brazo ni una pierna. Pero la imperfección que tienen es lo suficientemente grave como para que se enfermen y, con el tiempo, mueran.
Sin embargo, algunas personas se enferman más que otras. ¿Por qué sucede esto? ¿Es porque nacen más pecadoras?... No, todo el mundo nace igual de pecador. Todos nacemos imperfectos y, por eso, tarde o temprano, padecemos alguna enfermedad. Incluso quienes tratan de obedecer todas las leyes de Dios y no hacen nada realmente malo se ponen enfermos.
Entonces, ¿por qué algunos se enferman más que otros?... Por muchas razones. Puede que no tengan suficientes alimentos o que estos no sean nutritivos. Quizás coman muchos dulces y golosinas. Otra razón puede ser que se acuesten muy tarde y no duerman lo suficiente. Tal vez no se abriguen bien cuando hace frío. Algunas personas tienen el cuerpo muy debilitado, y no pueden combatir las enfermedades aunque intenten cuidarse.
¿Llegará el día en que no nos enfermemos? ¿Nos libraremos alguna vez del pecado?... Bueno, ¿qué hizo Jesús con aquel paralítico?... Le perdonó sus pecados y lo curó. De esa forma, Jesús demostró lo que hará en el futuro con todos los que se esfuerzan por hacer lo que está bien.
Si demostramos que no queremos pecar y que odiamos lo malo, Jesús nos sanará. Como Rey del Reino de Dios, acabará con la imperfección que ahora tenemos. El pecado no desaparecerá enseguida, sino poco a poco. Entonces, cuando se haya ido para siempre, nunca volveremos a enfermarnos. Todos tendremos salud perfecta. ¡Qué felicidad!
Encontraremos más detalles sobre cómo el pecado afecta a todo el mundo en Job 14:4; Salmo 51:5; Romanos 3:23; 5:12, y 6:23.
[Ilustración de la página 123]
¿Qué le dijo Jesús al paralítico que hiciera?
[Ilustración de la página 124]
¿Qué aprendemos de este milagro?
[Ilustración de la página 125]
¿Cómo nos convertimos todos en pecadores?
[Ilustración de la página 126]
¿Cómo será nuestra salud cuando haya desaparecido el pecado?

No robemos( Tomado de Aprendamos del Gran Maestro):

Capítulo 24
Nunca seas un ladrón
¿ALGUNA vez te han robado algo?... ¿Cómo te sentiste?... Quien te robó era un ladrón, y a nadie le gustan los ladrones. ¿Cómo crees que alguien se hace ladrón? ¿Nace así?...
En la lección anterior aprendimos que todos nacemos pecadores y, por lo tanto, somos imperfectos. Pero nadie nace siendo ladrón. Es posible que la persona venga de una familia buena, que sus padres y hermanos sean honrados. Pero su deseo de conseguir dinero y comprarse muchas cosas puede hacer que se convierta en un ladrón.
¿Quién dirías tú que fue el primer ladrón?... A ver, pensemos un poco. El Gran Maestro lo conoció cuando estaba en el cielo. Aquel ladrón era un ángel. Pero si Dios había creado perfectos a todos los ángeles, ¿cómo fue que aquel se hizo ladrón?... Bueno, como aprendimos en el capítulo 8 de este libro, quiso algo que no le pertenecía. ¿Recuerdas qué fue?...
Después de que Dios creara al primer hombre y a la primera mujer, aquel ángel quiso que ellos lo adoraran a él. No tenía derecho a esto, porque la adoración pertenecía a Dios. Pero la robó, por decirlo así. Consiguió que Adán y Eva lo adoraran, y así se convirtió en ladrón. Llegó a ser Satanás el Diablo.
¿Qué convierte a alguien en un ladrón?... El deseo de tener lo que no le pertenece. Ese deseo puede volverse tan fuerte que hasta lleve a gente buena a hacer cosas malas. En algunos casos, quienes se hacen ladrones nunca se arrepienten ni vuelven a hacer lo bueno. Una de esas personas fue un apóstol de Jesús que se llamaba Judas Iscariote.
Judas sabía que robar era malo, pues le habían enseñado la Ley de Dios desde niño. Sabía que en cierta ocasión Dios había hablado desde el cielo y le había dicho a su pueblo: “No debes hurtar” (Éxodo 20:15). Cuando Judas creció, conoció al Gran Maestro y se convirtió en discípulo suyo. Con el tiempo, Jesús incluso lo escogió para que fuera uno de sus doce apóstoles.
Jesús y sus apóstoles viajaban y comían juntos. Todo el dinero del grupo se guardaba en una caja, y Jesús se la dio a Judas para que la cuidara. Por supuesto, el dinero no le pertenecía a Judas. Pero ¿sabes qué hizo él algún tiempo después?...
Judas comenzó a sacar dinero de la caja cuando no debía. Lo hacía cuando los demás no lo veían, y hasta intentó encontrar la forma de conseguir más. Comenzó a pensar en el dinero todo el tiempo. Veamos a qué lo llevó aquel deseo malo pocos días antes de que mataran al Gran Maestro.
María, la hermana del amigo de Jesús llamado Lázaro, tomó aceite de la mejor calidad y lo derramó sobre los pies de Jesús. Pero Judas se quejó. ¿Sabes por qué?... Dijo que ese aceite se debería haber vendido para dar el dinero a los pobres. En realidad, lo que él quería era tener más dinero en la caja para poder robarlo (Juan 12:1-6).
Jesús le dijo a Judas que dejara tranquila a María, que había sido tan bondadosa. A Judas no le gustó que Jesús dijera aquello, por eso fue a donde estaban los sacerdotes principales, los enemigos de Jesús. Ellos querían arrestar a Jesús, pero querían hacerlo de noche para que nadie los viera.
Judas les dijo a los sacerdotes: ‘Si me dan dinero, les explicaré cómo pueden detener a Jesús. ¿Cuánto están dispuestos a darme?’.
Los sacerdotes contestaron: ‘Te daremos treinta monedas de plata’ (Mateo 26:14-16).
Judas aceptó el dinero de aquellos hombres. Fue como si les hubiera vendido al Gran Maestro. ¿Puedes creer que alguien cometa una maldad así?... Pues ese es el tipo de cosas que ocurren cuando alguien se hace ladrón y roba dinero. Ama el dinero más de lo que ama a otras personas e incluso a Dios.
Quizás tú digas: “Yo nunca amaré ninguna cosa más de lo que amo a Jehová Dios”. Es bueno que pienses así. Probablemente, eso fue lo que Judas pensó cuando Jesús lo eligió para que fuera su apóstol. Otros que se hicieron ladrones tal vez creyeron lo mismo. Hablemos de algunos de ellos.
Uno fue un siervo de Dios llamado Acán, que vivió mucho antes de que naciera el Gran Maestro. Acán vio un vestido hermoso, una barra de oro y algunas piezas de plata. Ninguno de esos objetos le pertenecían. La Biblia dice que eran de Jehová porque el pueblo de Dios se los había quitado a sus enemigos. Pero Acán los deseaba tanto que los robó (Josué 6:19; 7:11, 20-22).
Veamos otro ejemplo. Hace mucho tiempo, Jehová escogió a David para que fuera el rey del pueblo de Israel. Un día, David comenzó a observar a una hermosa mujer llamada Bat-seba. Siguió mirándola y pensando en traérsela a su casa para estar con ella. Sin embargo, era la esposa de Urías. ¿Qué debería haber hecho David?...
David debería haber dejado de pensar en Bat-seba, pero no lo hizo. Así que se la llevó a su casa y se encargó de que mataran a Urías. ¿Por qué hizo David aquellas cosas malas?... Porque deseó a una mujer que era de otro hombre (2 Samuel 11:2-27).
Como David se arrepintió, Jehová le permitió seguir con vida. Pero desde entonces, tuvo muchos problemas. Su hijo Absalón quiso quitarle el puesto de rey. Cuando la gente iba a ver a David, Absalón los abrazaba y los besaba. La Biblia dice: “Absalón siguió robándose el corazón de los hombres de Israel”. Finalmente consiguió que aquellas personas quisieran que él fuera rey en lugar de David (2 Samuel 15:1-12).
¿Alguna vez has sentido un deseo grande de tener algo, como Acán, David y Absalón?... Si esa cosa pertenece a otra persona, tomarla sin permiso es robar. ¿Recuerdas qué fue lo que quiso el primer ladrón, Satanás?... Quiso que la gente lo adorara a él en vez de a Dios. De manera que Satanás estaba robando cuando hizo que Adán y Eva le obedecieran.
Cuando una persona es dueña de algo, tiene el derecho de decidir quién puede usarlo. Por ejemplo, si vas a jugar a casa de otros niños, ¿está bien que te lleves algo de su casa a la tuya?... No, a menos que su papá o su mamá te digan que puedes hacerlo. Si te llevas una cosa sin pedir permiso, estás robando.
¿Qué puede hacer que te sientas tentado a robar?... El deseo de tener algo que no te pertenece. Aunque ninguna otra persona te vea llevártelo, ¿quién te está viendo?... Jehová Dios. Debemos recordar que Dios odia el robo. Por eso, el amor a Dios y al prójimo evitará que seas un ladrón.
La Biblia explica claramente que robar es malo. Leamos, por favor, Marcos 10:17-19; Romanos 13:9, y Efesios 4:28.
[Ilustración de la página 129]
¿Por qué robaba Judas?
[Ilustraciones de la página 130]
¿En qué cosas malas están pensando Acán y David?
[Ilustración de la página 130]
¿En qué sentido fue Absalón un ladrón?

Los malos pueden cambiar( Tomado de Aprendamos del Gran Maestro Jesucristo):

Capítulo 25
¿Pueden cambiar los que hacen cosas malas?
¿NO SERÍA maravilloso que todo el mundo hiciera el bien?... Pero la verdad es que no hay nadie que lo haga siempre. ¿Sabes por qué todos nos portamos mal a veces, aunque no queramos?... Porque todos nacemos pecadores. Pero hay personas que hacen muchas cosas terribles. Odian a otros y los lastiman a propósito. ¿Crees que pueden cambiar y aprender a ser buenos?...
Fíjate en el joven que está cuidando los mantos de los hombres que lanzan piedras contra Esteban. Su nombre hebreo es Saulo, pero además tiene un nombre romano, Pablo. Él se alegra de que maten a Esteban, que es discípulo del Gran Maestro. Pero veamos por qué Saulo es tan malo.
Saulo pertenecía al grupo religioso judío de los fariseos. Aunque ellos tenían la Palabra de Dios, hacían más caso a las enseñanzas de algunos de sus propios líderes religiosos que a las Escrituras. A eso se debía el mal comportamiento de Saulo.
Saulo estaba en Jerusalén cuando arrestaron a Esteban y lo llevaron ante el tribunal. Allí había algunos jueces fariseos. A pesar de las cosas malas que se dijeron sobre Esteban, él no tuvo miedo. Con valor les predicó a los jueces sobre Jehová Dios y Jesús.
Sin embargo, a los jueces no les gustó lo que escucharon. Ellos ya sabían mucho de Jesús. De hecho, poco tiempo antes lo habían condenado a muerte. Después Jehová había llevado a Jesús de vuelta al cielo. Pero los jueces, en vez de cambiar su conducta, habían empezado a perseguir a los discípulos de Jesús.
Los jueces agarraron a Esteban y lo sacaron a las afueras de la ciudad, donde lo tiraron al suelo y lo apedrearon. Como puedes ver en la lámina, Saulo observaba la escena de cerca. A él le parecía bien que mataran a Esteban.
¿Sabes por qué Saulo pensaba así?... Porque había sido fariseo toda su vida y creía que las enseñanzas de ese grupo religioso eran buenas. Los dirigentes de los fariseos eran un ejemplo para él y los imitaba (Hechos 7:54-60).
¿Qué hizo Saulo después de la muerte de Esteban?... Decidió acabar con los demás discípulos de Jesús. Sacaba de sus casas por la fuerza tanto a los hombres como a las mujeres y los mandaba a la prisión. Muchos discípulos tuvieron que huir de Jerusalén, pero no dejaron de predicar acerca de Jesús (Hechos 8:1-4).
Eso hizo que Saulo odiara aún más a los discípulos de Jesús. Así que fue a hablar con el sumo sacerdote Caifás, y este le dio permiso para arrestar a los cristianos que vivían en la ciudad de Damasco. Saulo quería llevarlos presos a Jerusalén para que los castigaran. Sin embargo, en el camino a Damasco sucedió algo asombroso.
Apareció una luz muy brillante en el cielo, y una voz dijo: “Saulo, Saulo, ¿por qué me estás persiguiendo?”. ¡Jesús le estaba hablando desde el cielo! La luz era tan brillante que dejó ciego a Saulo, y quienes lo acompañaban tuvieron que llevarlo a Damasco.
Tres días después, Jesús se apareció en una visión a Ananías, uno de sus discípulos de Damasco. Le encargó que visitara a Saulo para que le curara la ceguera y hablara con él. Cuando Ananías habló con Saulo, este aceptó la verdad sobre Jesús y recuperó la vista. Su vida cambió por completo y se convirtió en un siervo fiel de Dios (Hechos 9:1-22).
¿Comprendes ahora por qué Saulo hacía cosas malas?... Porque le habían enseñado ideas equivocadas. Seguía a hombres que no eran fieles a Dios y pertenecía a un grupo que daba más importancia a las ideas humanas que a la Palabra de Dios. Entonces, ¿por qué cambió Saulo su vida y comenzó a hacer lo bueno, aunque otros fariseos siguieron oponiéndose a Dios?... Porque él no odiaba realmente la verdad, y cuando le mostraron cuál era, estuvo dispuesto a obedecerla.
¿Sabes quién llegó a ser Saulo después?... Un apóstol de Jesús: el apóstol Pablo. Recuerda, además, que Pablo fue el que escribió más libros de la Biblia.
Hay muchas personas que son como Saulo y que podrían cambiar. Sin embargo, no les resulta fácil porque existe alguien que hace todo lo posible por que la gente haga cosas malas. ¿Sabes quién es?... Jesús habló de él cuando se apareció a Saulo en el camino a Damasco. Jesús le dijo a Saulo desde el cielo: ‘Te envío para que abras los ojos de las personas, para que pasen de la oscuridad a la luz y de la autoridad de Satanás a la de Dios’ (Hechos 26:17, 18).
Satanás el Diablo es quien intenta que todo el mundo haga cosas malas. ¿Te cuesta trabajo a veces portarte bien?... Bueno, a todos nos pasa lo mismo porque Satanás nos lo pone difícil. Pero hay otra razón por la que no siempre es fácil hacer lo que está bien. ¿Sabes cuál es?... Que nacemos pecadores.
Por ese motivo suele resultarnos más fácil ser malos que buenos. Entonces, ¿qué es necesario que hagamos?... Esforzarnos mucho por portarnos bien. Si así lo hacemos, podemos estar seguros de que Jesús, que nos ama, nos ayudará.
Cuando Jesús estuvo en la Tierra, demostró su amor por personas que habían hecho cosas malas, pero cambiaron. Él sabía lo difícil que era para ellos cambiar. Por ejemplo, había mujeres que tenían relaciones sexuales con muchos hombres. Por supuesto, eso es malo. La Biblia llama a esas mujeres rameras, o prostitutas.
En cierta ocasión, una de esas mujeres oyó hablar de Jesús y fue a verlo a casa de un fariseo, pues Jesús se encontraba allí. La mujer echó aceite sobre los pies de Jesús y secó con sus propios cabellos las lágrimas que había derramado sobre ellos. Estaba muy arrepentida de sus pecados, y por eso Jesús la perdonó. Sin embargo, el fariseo opinaba que no se la debía perdonar (Lucas 7:36-50).
¿Sabes qué dijo Jesús en otra ocasión a algunos fariseos?... Estas palabras: “Las rameras van delante de ustedes al reino de Dios” (Mateo 21:31). Jesús dijo eso porque aquellas mujeres habían creído en él y habían cambiado, pero los fariseos seguían persiguiendo a los discípulos de Jesús.
Por lo tanto, si la Biblia muestra que estamos haciendo algo malo, debemos estar dispuestos a cambiar. Además, cuando aprendemos lo que Jehová quiere que hagamos, debemos estar deseosos de hacerlo. De esa forma, Jehová estará contento con nosotros y nos dará vida eterna.
Vamos a leer juntos varios textos que nos ayudarán a no hacer cosas malas: Salmo 119:9-11; Proverbios 3:5-7, y 12:15.
[Ilustración de la página 133]
¿Por qué le parecía bien a Saulo que mataran a Esteban?
[Ilustración de la página 135]
¿Quién está hablando con Saulo, y qué le manda hacer?
[Ilustración de la página 136]
¿Por qué perdonó Jesús a esta mujer que había hecho cosas malas?

Lo difícil de hacer el bien( Tomado de Aprendamos del Gran Maestro):

Capítulo 26
¿Por qué resulta difícil hacer lo que está bien?
¿QUIÉN se alegró cuando Saulo hizo cosas malas?... Satanás el Diablo. Pero los líderes religiosos de los judíos también se alegraron. Así que cuando Saulo se convirtió en discípulo del Gran Maestro y empezó a ser conocido como Pablo, aquellos líderes religiosos comenzaron a odiarlo. ¿Entiendes por qué le resulta difícil a un discípulo de Jesús hacer lo que está bien?...
En cierta ocasión, el sumo sacerdote Ananías ordenó que golpearan a Pablo en la cara. Además, Ananías intentó encarcelarlo. Pablo sufrió muchísimo por hacerse discípulo de Jesús. Por ejemplo, hubo personas malas que lo golpearon y quisieron matarlo a pedradas (Hechos 23:1, 2; 2 Corintios 11:24, 25).
Muchos intentarán que hagamos cosas que desagradan a Dios. Por lo tanto, debemos preguntarnos: “¿Cuánto amamos lo bueno? ¿Lo amamos tanto que lo haremos aunque otros nos odien?”. ¿No es cierto que para eso se necesita valor?...
Quizás te preguntes: “¿Por qué iban a odiarnos los demás por hacer lo bueno? ¿No deberían alegrarse?”. Eso sería lo normal. Por lo general, a la gente le gustaba Jesús por las cosas buenas que hacía. Una vez, todos los habitantes de una ciudad se reunieron a la puerta de la casa donde él estaba. Fueron allí porque Jesús curaba a los enfermos (Marcos 1:33).
Pero a veces a la gente no le gustaba lo que Jesús enseñaba. Él siempre enseñó la verdad, y algunos lo odiaban precisamente por eso. Así le sucedió un día en la ciudad donde se crió, llamada Nazaret. Jesús fue a la sinagoga, el lugar donde los judíos se reunían para adorar a Dios.
Allí Jesús dio un discurso magnífico basado en las Escrituras. Al principio, a la gente le gustó. Todos quedaron asombrados por las palabras tan bonitas que salían de su boca. Les parecía imposible que aquel fuera el joven que se había criado en la misma ciudad que ellos.
Pero entonces Jesús comenzó a hablarles de las ocasiones en las que Dios había tratado con bondad especial a personas que no eran judías. Cuando oyeron eso, quienes estaban en la sinagoga se enojaron. ¿Sabes por qué?... Porque pensaban que eran los únicos que disfrutaban de esa bondad especial de Dios, pues se creían mejores que los demás. Así que empezaron a odiar a Jesús por lo que había dicho. ¿Sabes qué intentaron hacerle?...
La Biblia explica: ‘Agarraron a Jesús, lo sacaron de la ciudad y lo llevaron a lo alto de un precipicio para arrojarlo desde allí y matarlo. Pero Jesús se les escapó’ (Lucas 4:16-30).
Si te ocurriera algo así, ¿volverías para hablar de Dios a esas personas?... ¿Verdad que haría falta valor?... Pues, como al año, Jesús volvió a Nazaret. La Biblia dice: “Se puso a enseñarles en las sinagogas de ellos”. Jesús no dejó de hablar de la verdad por temor a hombres que no amaban a Dios (Mateo 13:54).
En otra ocasión era sábado y Jesús se hallaba en un lugar donde había un hombre con una mano seca, es decir, paralizada. Dios le había dado poder a Jesús para curarlo. No obstante, algunos hombres que se encontraban allí quisieron meterlo en problemas. ¿Qué hizo el Gran Maestro?... En primer lugar preguntó: ‘Si tuvieran una oveja que se hubiera caído en un hoyo en sábado, ¿la sacarían de allí?’.
Por supuesto que sacarían la oveja, incluso si era sábado, el día en que debían descansar. Por lo tanto, Jesús les dijo: ‘Mejor aún es ayudar a un hombre en sábado, puesto que un hombre es de mucho más valor que una oveja’. Estaba claro que Jesús debía ayudar a aquella persona curándola.
Jesús le pidió al enfermo que estirara la mano y se la curó enseguida. ¡Qué feliz se puso el hombre! Pero ¿y los demás? ¿Se alegraron?... No. Sintieron aún más odio por Jesús. Salieron de allí e hicieron planes para matarlo (Mateo 12:9-14).
La situación es parecida en nuestros días. Sin importar lo que hagamos, nunca podremos complacer a todo el mundo. Así que debemos decidir a quién queremos complacer. Si es a Jehová Dios y a su Hijo, Jesucristo, entonces debemos hacer siempre lo que ellos nos enseñan. Sin embargo, ¿quién nos odiará por eso? ¿Quién hará que nos resulte difícil hacer lo que está bien?...
Satanás el Diablo. ¿Alguien más?... Las personas a quienes el Diablo ha hecho creer cosas malas. Jesús les dijo a los líderes religiosos de su tiempo: “Ustedes proceden de su padre el Diablo, y quieren hacer los deseos de su padre” (Juan 8:44).
Hay muchas personas que hacen lo que le gusta al Diablo. Jesús las llama “el mundo”. ¿Qué crees que es “el mundo” del que habla Jesús?... Busquemos Juan, capítulo 15, versículo 19, donde leemos estas palabras de Jesús: “Si ustedes fueran parte del mundo, el mundo le tendría afecto a lo que es suyo. Ahora bien, porque ustedes no son parte del mundo, sino que yo los he escogido del mundo, a causa de esto el mundo los odia”.
Por lo tanto, el mundo que odia a los discípulos de Jesús está formado por toda la gente que no sigue al Gran Maestro. ¿Por qué odia el mundo a los discípulos de Jesús?... Piensa un poco. ¿Quién es el gobernante de este mundo?... La Biblia dice: ‘El mundo entero se encuentra en el poder del inicuo’. Ese inicuo, o malvado, es Satanás el Diablo (1 Juan 5:19).
¿Comprendes ahora por qué cuesta tanto trabajo hacer lo que está bien?... Satanás y su mundo nos lo ponen difícil. Pero hay otra razón. ¿Recuerdas cuál es?... En el capítulo 23 aprendimos que todos nacemos pecadores. ¿No crees que será maravilloso cuando el pecado, el Diablo y su mundo hayan desaparecido?...
La Biblia promete: “El mundo va pasando”. Eso significa que todos los que no sean discípulos del Gran Maestro desaparecerán, no se les permitirá vivir para siempre. Pero ¿sabes quiénes sí vivirán eternamente?... La Biblia pasa a decir: “El que hace la voluntad de Dios permanece para siempre” (1 Juan 2:17). Solo las personas que hagan lo que está bien, “la voluntad de Dios”, vivirán para siempre en Su nuevo mundo. Por eso, aunque resulte difícil, ¿verdad que deseamos hacer lo que está bien?...
Vamos a leer juntos algunos textos bíblicos que muestran por qué no resulta fácil hacer lo que está bien: Mateo 7:13, 14; Lucas 13:23, 24, y Hechos 14:21, 22.
[Ilustración de la página 137]
¿Qué sufrió Pablo por hacer lo que está bien?
[Ilustración de la página 138]
¿Por qué intentan matar a Jesús estas personas?
[Ilustración de la página 141]
Cuando este mundo pase, ¿qué les ocurrirá a quienes hacen lo que está bien?

Idolos a los que se le da gloria y adoración hoy día:

-A banderas, himnos, escudos y otros símbolos nacionales.
-A artistas famosos.
-A deportistas triunfadores,etc.

No adorar a dioses falsos( Del Libro para niños Aprendamos del Gran Maestro):

Capítulo 27
¿Quién es nuestro Dios?
¿POR qué es importante que nos preguntemos quién es nuestro Dios?... Porque la gente adora a muchos dioses (1 Corintios 8:5). Cuando el apóstol Pablo recibió poder de Jehová para sanar a un hombre que nunca había podido caminar, la muchedumbre gritó: “¡Los dioses se han hecho como humanos y han bajado a nosotros!”. Entonces quisieron adorar a Pablo y a su amigo Bernabé. Hasta se pusieron a llamarlos por el nombre de dioses falsos: Hermes a Pablo, y Zeus a Bernabé.
Pero Pablo y Bernabé no permitieron que nadie los adorara. Se mezclaron entre la gente diciendo: ‘Vuélvanse de estas cosas vanas al Dios vivo’ (Hechos 14:8-15). ¿Quién es el “Dios vivo” que creó todas las cosas?... Es Jehová, “el Altísimo sobre toda la tierra”. Jesús llamó a Jehová “el único Dios verdadero”. Por lo tanto, ¿quién es el único que merece que se le adore?... Jehová y nadie más (Salmo 83:18; Juan 17:3; Revelación [Apocalipsis] 4:11).
La mayoría de las personas adoran a dioses que no son “el único Dios verdadero”. Muchas veces adoran objetos hechos de madera, piedra o metal (Éxodo 32:4-7; Levítico 26:1; Isaías 44:14-17). E incluso a algunos hombres y mujeres famosos los llaman dioses, estrellas o ídolos. Pero ¿se debe dar gloria a todos estos?...
Después de que Saulo se convirtió en el apóstol Pablo, escribió: “El dios de este sistema de cosas ha cegado las mentes de los incrédulos” (2 Corintios 4:4). ¿Quién es ese dios?... Es Satanás el Diablo. Él ha conseguido que se adore a muchas personas y a muchas cosas.
Cuando Satanás intentó que Jesús se inclinara y lo adorara, ¿qué le respondió Jesús?... “Es a Jehová tu Dios a quien tienes que adorar, y es solo a él a quien tienes que rendir servicio sagrado.” (Mateo 4:10.) De esa forma, Jesús mostró claramente que la adoración solo le pertenece a Jehová. Vamos a leer qué les pasó a unos jóvenes que sabían esto muy bien. Se llamaban Sadrac, Mesac y Abednego.
Aquellos jóvenes eran hebreos que habían nacido en Israel, la nación de Dios, pero habían sido llevados prisioneros a la tierra de Babilonia. Allí, un rey llamado Nabucodonosor construyó una enorme imagen de oro y un día ordenó que todo el mundo se inclinara ante ella al sonar la música. Advirtió: ‘El que no se incline y la adore será arrojado al horno ardiente’. ¿Qué habrías hecho tú?...
Normalmente, Sadrac, Mesac y Abednego obedecían todas las órdenes del rey. Pero esta vez no lo hicieron; se negaron a inclinarse. ¿Sabes por qué?... Porque la ley de Dios decía: ‘No debes tener otros dioses además de mí. No debes hacerte ninguna imagen tallada ni inclinarte ante ella’ (Éxodo 20:3-5). Por ese motivo, Sadrac, Mesac y Abednego obedecieron la ley de Jehová en lugar de la orden del rey.
El rey se enojó mucho e hizo que llevaran enseguida ante él a los tres hebreos. Entonces les dijo: ‘¿Es verdad que ustedes no sirven a mis dioses? Voy a darles otra oportunidad. Cuando escuchen la música, inclínense y adoren la imagen que he construido. Si no lo hacen, se les arrojará al horno ardiente. ¿Y qué dios podrá rescatarlos de mis manos?’.
¿Qué harían aquellos jóvenes? ¿Qué habrías hecho tú?... Ellos le respondieron al rey: ‘Nuestro Dios a quien servimos puede rescatarnos. Pero aunque no lo hiciera, no serviremos a tus dioses. No nos inclinaremos ante tu imagen de oro’.
El rey se enfureció y ordenó: ‘¡Calienten el horno siete veces más de lo normal!’. Entonces mandó a algunos de sus soldados más fuertes que ataran a Sadrac, Mesac y Abednego y los arrojaran al horno. ¡El horno estaba tan caliente que las llamas mataron a los soldados! Pero ¿qué les pasó a los tres hebreos?
Sadrac, Mesac y Abednego cayeron en medio del fuego, pero de repente, se levantaron. No habían sufrido ningún daño y ya no estaban atados. ¿Cómo era posible?... El rey miró hacia dentro del horno y se asustó de lo que vio. ‘¿No arrojamos al fuego a tres hombres?’, preguntó. Sus sirvientes contestaron: “Sí, oh rey”.
Entonces él les dijo: ‘¡Miren! Veo a cuatro personas que se pasean en medio del fuego sin sufrir daño’. ¿Sabes quién era la cuarta persona?... Era el ángel de Jehová, que protegió a los tres hebreos para que no les pasara nada.
Al ver esto, el rey se acercó a la puerta del horno y gritó: “¡Sadrac, Mesac y Abednego, siervos del Dios Altísimo, salgan y vengan acá!”. Cuando salieron, todo el mundo pudo comprobar que no se habían quemado. Ni siquiera olían a humo. Entonces el rey dijo: ‘Bendito sea el Dios de Sadrac, Mesac y Abednego, que envió a un ángel para salvar a sus siervos porque no quisieron adorar a otro dios que no fuera el suyo’ (Daniel, capítulo 3).
Podemos aprender una lección de lo que ocurrió entonces. En nuestros días, los hombres también fabrican imágenes, o ídolos, para adorarlas. Las hacen de madera, piedra, metal o tela. Una enciclopedia dice: “La bandera, al igual que la cruz, es sagrada” (The Encyclopedia Americana). Los primeros discípulos de Jesús no realizaban actos de adoración al emperador romano. El historiador Daniel P. Mannix dijo que lo que ellos hacían se puede comparar a “negarse a saludar la bandera o repetir el juramento de lealtad”.
Por lo tanto, ¿crees que para Dios hay alguna diferencia si una imagen religiosa está hecha de tela, madera, piedra o metal?... ¿Estaría bien que un siervo de Jehová realizara un acto de adoración ante una imagen así?... Sadrac, Mesac y Abednego no lo hicieron, y a Jehová le agradó. ¿Cómo puedes imitar su ejemplo?...
Los que sirven a Jehová no pueden adorar a ninguna otra persona ni cosa. Veamos qué se dice sobre esto en Josué 24:14, 15, 19-22; Isaías 42:8; 1 Juan 5:21, y Revelación 19:10.
[Ilustración de la página 143]
¿Por qué no permitieron Pablo y Bernabé que la gente se inclinara ante ellos?
[Ilustración de la página 144]
¿Por qué no se inclinaron ante la imagen estos tres hombres?
[Ilustración de la página 145]
¿Cómo salvó Jehová a sus siervos del horno ardiente?
[Ilustraciones de la página 146]
¿A qué ídolos se da gloria hoy día?

Los ungidos y las otras ovejas:

Viernes 7 de agosto
Siempre estaremos con el Señor (1 Tes. 4:17).
Los ungidos que quedan en la Tierra están absolutamente convencidos de que, si se mantienen fieles, recibirán pronto su recompensa celestial. Los millones de miembros de las otras ovejas, por su parte, ven la fe de estos hermanos y concuerdan con el apóstol Pablo, que dijo de los ungidos de Tesalónica: “Nosotros mismos nos gloriamos de ustedes entre las congregaciones de Dios a causa del aguante y la fe de ustedes en todas sus persecuciones y las tribulaciones que están soportando. Esto es prueba del justo juicio de Dios, que conduce a que se les considere dignos del reino de Dios, por el cual verdaderamente están sufriendo” (2 Tes. 1:3-5). En el momento en que fallezca el último ungido —ocurra este suceso cuando ocurra—, el gobierno celestial de Dios quedará completo. ¡Cuánta alegría causará eso en el cielo y en la Tierra!