Atrapados en la ola
No alcancé a ver, durante la muestra de cine alemán, el controvertido filme “La ola”. Sin embargo, pocos días después alquilé una copia con subtítulos al español a través de las redes underground de distribución. La vimos en casa junto a varios amigos y el debate nos dura hasta hoy, pues hay demasiadas coincidencias para que lo contado en ella sea pura casualidad entre nosotros.
Muchos de los elementos que la película muestra como característicos de una autocracia no me sorprenden. Fui una pionerita uniformada –al final me alegro, porque sólo tenía una muda de ropa fuera de la saya roja y la camisa blanca de la escuela– y repetí cada día un gesto que, al compararlo con el brazo ondulante de La ola, éste último me parece un juego de niños delicados. Mi mano se tensaba y con todos los dedos unidos señalaba a mi sien, mientras prometía llegar a ser como un argentino que había muerto quince años atrás. Aquel saludo militar apuntaba a mi cabeza como un arma, a modo de auto-amenaza que me obligaba a cumplir con el “Pioneros por el comunismo, seremos como el Che”.
Yo también creí haber nacido en una Isla elegida, bajo un sistema social superior, guiada por el mejor de los líderes posibles. No eran “arios” los que nos gobernaban, pero se autotitulaban “revolucionarios” y eso parecía ser un estadio más evolucionado -el escalón más alto– del desarrollo humano. Aprendí a marchar, me arrastré en clases interminables de preparación militar y supe usar un AK antes de cumplir los quince. Mientras, las consignas nacionalistas que gritábamos pretendían esconder el éxodo de mis amiguitos y la dependencia que teníamos del Este.
Pero nuestra autocracia produjo resultados inesperados, muy alejados del fanatismo o la veneración. En lugar de soldados de ceño fruncido, engendró apáticos, indiferentes, gente con máscaras, balseros, descreídos y jóvenes fascinados por lo material. Tuvo también su recua de intolerantes -quiénes, si no, forman las Brigadas de Respuesta Rápida– pero el sentimiento de pertenecer a un proyecto colectivo que sería una lección para el mundo se esfumó como la falsa esencia de un perfume barato. No obstante, nos quedaron los autócratas, el profesor Wenger siguió parado frente al aula gritando y exigiéndonos levantarnos una y otra vez de la silla.
El nuestro no es un experimento que dure una semana ni que implique a unos pocos alumnos en un aula. Nuestra actual situación es la de haber sido atrapados en La ola, engullidos y ahogados por ella, sin haber podido tocar nunca la playa.
Julio 6th, 2009 Categoría: Generación Y 1130 comentarios Imprimir
Innombrable
Tengo una picada enrojecida en la pierna y ayer me levanté con todo el cuerpo adolorido. Lo primero que pensé es que me había contagiado con el dengue, que ha vuelto a brotar –como en todos los últimos veranos- en los barrios de mi ciudad. Por suerte no me ha llegado la fiebre, así que a media mañana descarté que estuviera enferma de ese virus, también conocido como “rompehuesos”. De todas formas no puedo dar por descontado que lo atrape, pues muy cerca de mi casa hay varios casos y en estos días lluviosos el número de mosquitos aumenta.
Lo más llamativo de la presencia de esta enfermedad entre nosotros es la negativa oficial a informar del número de contagiados o a mencionar la palabra “dengue” en los medios informativos. Si vas al hospital con todos sus síntomas, recibes un tratamiento en el que no se pronuncian las seis letras que conforman la maldita palabra. En la tele, pasan anuncios de cómo contrarrestar al Aedes aegypti, pero nadie aclara que todo eso se debe a la existencia del dengue entre nosotros. Sin estadísticas ni datos, los ciudadanos vamos reconstruyendo el número de infectados a partir de los rumores que nos llegan de amigos y conocidos. La alarma crece, pues siempre se puede sospechar que hay una mayor incidencia de la que ha llegado hasta nuestros oídos.
El silencio alrededor del dengue responde a la permanente intención de no confesar algo que dañe la imagen del país. Decir que en nuestro “paraíso” tropical la enfermedad ya se ha hecho endémica de tanto repetirse y que los turistas deberían ser advertidos de sus brotes, excede los arranques de honestidad que se permiten nuestras autoridades. Ahora bien, no reconocerla no disminuye la fiebre ni calma la preocupación de los enfermos y sus familiares. Todo lo contrario. Pueden ponerle nombre al dengue o esconderlo en galimatías como “fiebre, dolores en las articulaciones y erupción en la piel”, pero eso no espanta el riesgo; no nos ayuda a olvidar que al llegar julio y agosto él es una presencia inseparable en nuestras vidas.
Julio 5th, 2009 Categoría: Generación Y 1261 comentarios Imprimir
Yo sí quiero
La semana pasada estuve participando de un proceso de alfabetización destinado a bloggers que recién comienzan. Después de seis meses de reunirnos para intercambiar conocimientos en nuestro Itinerario, se hizo necesario contar con sesiones separadas para quienes se adentran por primera vez en el mundo de las bitácoras. Como quien aprende a deletrear, los participantes de estas clases básicas unieron textos e imágenes para subir por sí mismos los primeros posts.
El método empleado para enseñar el uso de Wordpress lo llamamos “Yo sí quiero”, porque descansa en el deseo personal de opinar –libremente- en un blog. Todo aquel que enseñe algo debe hacerlo como si regalara un par de alas, pues sólo el “alumno” podrá decidir si quiere o no volar con ellas. Con ese respeto, hemos mostrado los caminos para expresarse en el ciberespacio, sin que eso implique ningún compromiso unitario o de fidelidad por parte de quienes aprenden.
Yo sí quiero, porque el tirón de las ganas puede llevarnos a hacer aquello a lo que ni siquiera la voluntad nos compulsa. Cuando se ha vivido en medio de consignas, arranques voluntaristas de unos pocos y tareas obligatorias, el deseo personal se convierte en una meta a reconquistar. “Yo sí quiero” debería ser la frase que acompañe al tan mentado “Yo sí puedo”, pues no basta con tener la capacidad de aprender si carecemos del apetito de usar esas letras o esos kilobytes descubiertos, para dejar atrás el suelo.
Es un blog personal confeccionado con poemas, artículos, testimonios, cuentos, críticas y novelas de la Licenciada en Educación Diana Margarita Cantón Martínez ( Ruiz ) sobre la problemática social, familiar y personal de Cuba y los cubanos en un contexto histórico-concreto y universal. A veces incluye trabajos interesantes de otros, aunque no comparta totalmente lo expresado.
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Tuesday, July 07, 2009
Yoani escribe desde Cuba:
Julio 4th, 2009 Categoría: Generación Y 678 comentarios Imprimir
Pluriempleo y monosalario
Te pasas la vida deseando el dulce que ves a través del cristal y cuando te invitan a servirte las porciones que quieras resulta que has perdido el apetito. El pluriempleo había dejado de ser una demanda popular entre nosotros después de muchos años, teniéndolo como un imposible. Su autorización ha llegado en un momento en que cuesta deslindar si se trata de un paso de avance o de un gesto de desespero.
De todo el texto de la Nota Oficial aparecida en Granma, me sorprendió gratamente el permiso a que los estudiantes de nivel medio y superior puedan buscar empleo y conservar, a la par, sus vínculos docentes. Cinco años en los que no se podía trabajar y ganar un salario hacían que muchos desistieran de entrar en la universidad, por no tener una familia capaz de costear ropa, alimentación y transporte durante la etapa de estudiante. Sé muy bien de lo que hablo, pues mientras aprendía Filología –y siendo ya madre- hacía de guía de la ciudad de manera ilegal para poder mantenerme. Sólo así, pude llegar a obtener un título que guardo en la última gaveta del armario. Conozco de muchos que hasta ayer debían hacer lo mismo, empujados por motivos económicos a saltarse las leyes o a dejar los estudios.
Sin embargo, la aceptación del pluriempleo ha llegado tarde –aún así, bienvenida sea- y tiene como principal obstáculo la poca cuantía de los salarios. Tener dos ocupaciones no significará que se viva el doble mejor, ni siquiera con una cuarta parte más de holgura. Lo que reciba el panadero por hacer también un trabajo diurno como custodio no logrará que su familia desista del mercado negro, del desvío de recursos o de la emigración. La cuestión no está en la autorización a emplearse en varios centros laborales, sino en qué productos se pueden comprar con la devaluada moneda nacional. Los días tendrían que tener unas trescientas horas, pues sólo así el pluriempleo nos proveerá de lo necesario para vivir.
Julio 1st, 2009 Categoría: Generación Y 2763 comentarios Imprimir
De gorilas y caudillos
Nueve años han pasado desde que escribí las últimas líneas de una tesis sobre la figura del dictador en la literatura latinoamericana. Aunque mi estudio señalaba la existencia aún de varios caudillos que servían de magníficos referentes para escribir novelas, en el fondo yo creía que se trataba de seres en extinción. Poco tiempo después, comencé a dudar si los tiranos no estarían en incubación para volver a brotar sobre nuestras tierras americanas. De un tiempo a esta parte ya no me quedan dudas: los dictadores –o aspirantes a serlo- están aquí, aunque ahora visten jeans, guayaberas o camisas rojas.
Tampoco se extinguió el otro peligro: el militar que se toma la justicia por su mano; el uniformado que imponen su voluntad por las armas. A los brazos de unos y de otros nos seguimos lanzando, porque una tradición de personalismos y demagogos no se erradica tan fácilmente. En Honduras, ahora mismo, toda una nación puede arrojarse al espinoso abrigo de los soldados o hipnotizarse ante el regreso “triunfal” –al estilo de Chávez- de quien ha sido depuesto por la fuerza. De ese dilema, pocas veces salimos bien parados los ciudadanos.
No me gustan los golpes militares, ni los presidentes que intentan reelegirse infinitamente. Le tengo la misma desconfianza a quien baja de una montaña con las armas por delante, que al elegido en las urnas que administra su país como una hacienda; como si de la vieja finca de sus padres se tratara. De ahí que esté preocupada por Honduras. Tengo el temor que lo ocurrido prepare el camino para el surgimiento de otra figura investida de plenos poderes. ¡Cuidado! en la amplia gama que exhiben los sátrapas, la peor combinación es cuando convergen -en una misma persona- la figura del caudillo y del gorila armado.
Yoani escribe desde Cuba:
Decir que “no”
Un presentador de la televisión le ha dado nombre a un divertido adorno, en forma de perro, que se coloca en el interior de los autos. Asentir todo el tiempo le valió a ese conductor que lo compararan con los peluches que mueven la cabeza con cada salto de la carrocería, mientras simulan decir que “sí”. El referido señor siempre ratifica lo que dicen sus jefes, de ahí que el cuello se le vuelve un muelle cuando dirige uno de los programas con menos audiencia de la televisión cubana.
Una amiga mexicana me regaló está jicotea que dice “no”, la cual me hace recordar las negativas que los ciudadanos nunca hemos podido expresar en público. Al ritmo de este simpático quelonio, me gustaría subrayar todo aquello que desapruebo pero que no me permiten decidir con una boleta. Mover la cabeza hacia los lados cuando no se está de acuerdo implica una cuota mayor de valor que afirmar o consentir todo el tiempo. El deporte de decir que “sí” le ha costado demasiadas pérdidas a mi generación, que carga con las consecuencias de los asentimientos y compromisos que hicieron nuestros padres.
Podríamos empezar por decir que “no” al centralismo, la burocracia, el culto a la personalidad, las prohibiciones absurdas y la gerontocracia. Como un ventilador que gira de derecha a izquierda, así me movería si alguien me consulta sobre la gestión del actual gobierno. “No” es la primera palabra que brota cuando me preguntan si la Cuba de hoy se parece a lo que me prometieron siendo niña. Mi desaprobación no la trasmitirán en la tele, ni me valdrá las palmaditas complacientes de algún jefe, pero al menos no es automática como el “sí” del perrito plástico que asoma detrás del parabrisas.
Un presentador de la televisión le ha dado nombre a un divertido adorno, en forma de perro, que se coloca en el interior de los autos. Asentir todo el tiempo le valió a ese conductor que lo compararan con los peluches que mueven la cabeza con cada salto de la carrocería, mientras simulan decir que “sí”. El referido señor siempre ratifica lo que dicen sus jefes, de ahí que el cuello se le vuelve un muelle cuando dirige uno de los programas con menos audiencia de la televisión cubana.
Una amiga mexicana me regaló está jicotea que dice “no”, la cual me hace recordar las negativas que los ciudadanos nunca hemos podido expresar en público. Al ritmo de este simpático quelonio, me gustaría subrayar todo aquello que desapruebo pero que no me permiten decidir con una boleta. Mover la cabeza hacia los lados cuando no se está de acuerdo implica una cuota mayor de valor que afirmar o consentir todo el tiempo. El deporte de decir que “sí” le ha costado demasiadas pérdidas a mi generación, que carga con las consecuencias de los asentimientos y compromisos que hicieron nuestros padres.
Podríamos empezar por decir que “no” al centralismo, la burocracia, el culto a la personalidad, las prohibiciones absurdas y la gerontocracia. Como un ventilador que gira de derecha a izquierda, así me movería si alguien me consulta sobre la gestión del actual gobierno. “No” es la primera palabra que brota cuando me preguntan si la Cuba de hoy se parece a lo que me prometieron siendo niña. Mi desaprobación no la trasmitirán en la tele, ni me valdrá las palmaditas complacientes de algún jefe, pero al menos no es automática como el “sí” del perrito plástico que asoma detrás del parabrisas.
Firmes y viendo la Salvación de Jehová
Martes 7 de julio
Estén firmes y vean la salvación de Jehová (Éxo. 14:13).
¿Qué aprendemos del éxodo de Israel? Que debemos obedecer a Jehová sin importar lo que nos pida. Los israelitas obedecieron sus instrucciones preparando todos los detalles para la Pascua y quedándose dentro de sus casas la noche del 14 de nisán. Y cuando por fin salieron de Egipto, lo hicieron “en orden de batalla” (Éxo. 13:18). De igual manera, hoy es de suma importancia que sigamos las instrucciones que recibimos mediante “el esclavo fiel y discreto” (Mat. 24:45). Tenemos que prestar mucha atención a la “palabra” de Dios que oímos detrás de nosotros: “‘Este es el camino. Anden en él’, en caso de que ustedes se fueran a la derecha o en caso de que se fueran a la izquierda” (Isa. 30:21). Conforme nos acercamos a la gran tribulación, es muy posible que recibamos algunas instrucciones concretas. Solo tendremos un viaje seguro a través de esos días de angustia si avanzamos al mismo paso que los demás siervos leales de Jehová.
Estén firmes y vean la salvación de Jehová (Éxo. 14:13).
¿Qué aprendemos del éxodo de Israel? Que debemos obedecer a Jehová sin importar lo que nos pida. Los israelitas obedecieron sus instrucciones preparando todos los detalles para la Pascua y quedándose dentro de sus casas la noche del 14 de nisán. Y cuando por fin salieron de Egipto, lo hicieron “en orden de batalla” (Éxo. 13:18). De igual manera, hoy es de suma importancia que sigamos las instrucciones que recibimos mediante “el esclavo fiel y discreto” (Mat. 24:45). Tenemos que prestar mucha atención a la “palabra” de Dios que oímos detrás de nosotros: “‘Este es el camino. Anden en él’, en caso de que ustedes se fueran a la derecha o en caso de que se fueran a la izquierda” (Isa. 30:21). Conforme nos acercamos a la gran tribulación, es muy posible que recibamos algunas instrucciones concretas. Solo tendremos un viaje seguro a través de esos días de angustia si avanzamos al mismo paso que los demás siervos leales de Jehová.
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