Muchas veces, los sentimientos de culpa son la manera en que la conciencia nos dice que hemos hecho algo malo. Si le hacemos caso a su voz y nos arrepentimos, seremos perdonados, sin importar lo grave que sea nuestra ofensa. Así sucedió con el Rey David que cometió graves pecados, pero recibió el perdón divino principalmente porque se arrepintió de todo corazón. En efecto, llegó a odiar sus malas acciones y tomó la firme determinación de no desobedecer las leyes de Dios nunca más; por eso pudo comprobar por sí mismo que Jehová es "bueno y está listo para perdonar"(Salmo 51:1-19, 86:5). Ahora bien, en ocasiones los sentimientos de culpa y verguenza no dejan de mortificarnos aunque nos hayamos arrepentido y se nos haya perdonado. Qué haremos en tal caso?.
Una vez que nos hemos arrepentido, no sirve de mucho que la conciencia nos martirice con sentimientos de culpa. Si el corazón no deja de condenarnos, tenemos que "asegurarlo", es decir, convencerlo de que Jehová es mayor que nuestros sentimientos. Es el momento de poner en práctica un consejo que quizás hayamos dado a otros:"Tienes que recordar que Jehová te ama y aceptar que te ha perdonado"(1 Juan 3:19-20). Cuando logremos tener limpia la conciencia sentiremos gran paz y serenidad, y un gozo que difícilmente encuentra la gente del mundo. Muchas personas que cometieron pecados graves han experimentado ese enorme alivio, y hoy sirven a Jehová con buena conciencia(1 Corintios 6:11).
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