Debo agradecer a todos los amigos que tan bien se portaron conmigo en Buenos Aires, ellos saben quiénes son. Agradezco también a la Feria del Libro y a su directora Grabiela Adamo, junto a su equipo, que pese a todo tuvieron la generosidad de invitarme.
Aunque debo señalar, para que nada se quede en el tintero, que durante mi estancia ocurrieron cosas más que raras. Como el que la llave del gas de mi habitación fue rota a martillazo limpio -como bien confirmó el técnico que la compuso-. Tras tres días respirando gas a todo pulmón lo que me obligó a dormir con las ventanas abiertas, por fin el hotel se dignó a enviar a alguien para repararlo. El plomero que se extrañó de ver la rotura, la cual -según él- no existía en días anteriores hizo lo que pudo. Una de las empleadas de la recepción inclusive me aseguraba, cada vez que yo iba a protestar, que el gas había sido cerrado, lo que no era cierto porque yo veía la llamita del calentador del agua del baño encendida. No había manera de cambiar de hotel. Y ahí seguí hasta que finalmente lo arreglaron a medias. El olor a gas era insoportable, y como soy asmática se me dificultó respirar y en consecuencia dormir. También una de las mucamas se mostró excesivamente fan mía y de mis libros, los que había leído con gran atención. Pero bueno, ya sabemos que los argentinos todos leen.
Durante mi primera conferencia en el stand del periódico La Nación la intervención pasó muy bien, y agradezco al periódico y a la periodista y escritora que me presentó, Natalia Blanc, su excelente trabajo de lectura de mi novela y sus preguntas, todas literarias.
Mis libros escasearon, no fue culpa de la Feria, desde luego.
Durante mi segunda participación, en la Sala Adolfo Bioy Casares, junto a los escritores Eduardo Lalo, Jorge Baradit, Horacio Convertini y Ricardo Romero Mussi transcurrió todo bien al inicio y durante las intervenciones. Hablamos de literatura que era de lo que se trataba, y de los retos personales de cada uno a la hora de escribir. Sin embargo, cuando pasaron el micrófono a la sala, aparecieron los mismos de siempre, o la misma de siempre. La señora que me sacó aquello de que la revolución me hizo escritora, y la "maravillosa educación fidelista" que yo traicioné exiliándome, más o menos era el sentido de su comentario, que no pregunta. A eso ya estoy acostumbrada y respondí -después de pedir permiso a mis colegas- tal como yo sé responder: con la verdad. Agradezco también a los escritores de la mesa, que se portaron todos como lo que son, como verdaderos escritores libres, democráticos, y locos, que también es de lo que se trata. Porque hay que estar muy loco para después de pasar unas maravillosas vacaciones en Japón y allí recobrar la calma, la creencia en el ser humano, y sobre todo en los árboles, y recobrar una cierta filosofía de la vida en Japón, volver a América Latina y asumir mi compromiso de escritora y de 'ser cubano' en un país tan dividido políticamente como lo está la Argentina en la actualidad, por culpa precisamente de la ideología castrista. Gracias entonces a la locura tan cuerda de estos escritores que con los que tuve la suerte de compartir experiencias y opiniones.
Al final, se acercó un anciano con bastón, para decirme en plena cara que si quería ver libros buenos publicados me dirigiera al stand de Cuba. Esto ha sido lo que más me ha molestado. No sólo había pasado ya por el stand de Cuba, donde como es habitual en ellos hicieron una demostración de su "buena educación" subiendo la música a tope en el momento en que yo pasaba (de casualidad, por cierto), además vi cómo venden mis libros y los de Lydia Cabrera, así como los de otros exiliados, que hemos sido prohibidos y continúan prohibidos en nuestro país. Así se lo señalé al anciano 'revolucionario' del bastón. De esas ventas yo no recibo ni un céntimo de derechos de autor. Quiero que quede claro. De modo que si bien me prohiben en Cuba, afuera venden mi novela 'Sangre Azul' y mi poemario 'Respuestas para vivir', sin pagarme nada. NADA. Eso se llama robo.
Abajo de estas líneas decidí colgar las fotos de los de siempre, de los miembros del geriátrico de "hasta la victoria siempre", seremos desde luego asmáticos. Esperando quizás su próximo viajecito a la Cuba de los extranjeros, aunque ellos, como argentinos, ya no cuentan mucho para los jerarcas del castrismo, porque ahora lo que importa es el millonario americano que aporta 'juaniquiqui' y no el vejete pobretón e ideologizante.
Lo que trajo el barco.
Zoé Valdés.
Vean al hombre canoso durante la presentación que recordarán del libro de Hilda Molina
La misma foto más cercana
El mismo personaje, el canoso, en la conferencia en la que participé en esta Feria, en la Sala Adolfo Bioy Casares
La señora mientras hacía la famosa pregunta; sentado delante de ella el anciano del bastón, con espejuelos
Fotos Ibis García Alonso.