Tomado de CUBANET.
La Isla de los intelectuales mansos
“Defender nuestro socialismo y su perfeccionamiento como la única alternativa para salvar la cultura”, sentenció el vicepresidente Díaz Canel, en el VIII Congreso de la UNEAC, y un coro de aplausos al unísono resonó en la sala. Ningún escritor, poeta, pintor o músico, habló, ni en voz baja, de libertad de creación
lunes, abril 14, 2014 | Orlando Freire Santana
Como sabemos, fue muy poca la libertad que emergió de aquel suceso, apenas algún que otro experimento formal que se enmarcara “dentro de la Revolución”. No obstante, el máximo líder, quizás debido a la ansiedad de los asistentes, debió admitir la existencia de un “intelectual honesto”. Es decir, aquel que no entonara loas al gobierno, pero que tampoco adoptara posiciones contrarrevolucionarias.
Sin embargo, a ningún delegado se le ocurrió indagar acerca de la libertad de creación. ¿Una casualidad? Evidentemente no. Es que todos estaban imbuidos de autocensura, la más lacerante de las coerciones a la libertad de expresión o creación. Los propios creadores son conscientes de la frontera que no pueden traspasar para evitar el implacable “fuera de la Revolución, nada”.
Tanto las palabras inaugurales de Miguel Barnet, como las de clausura de Miguel Díaz-Canel Bermúdez, no hicieron más que fijar la única opción que les queda a los miembros de la UNEAC: apoyar sin reservas al castrismo. El ratificado presidente de la organización abogó por que los intelectuales sean “cada día más reflexivos y consecuentes ante el necesario e impostergable proceso de cambios que se están produciendo en la vida económica y social de Cuba”. Ser consecuentes, es decir, ser incondicionales al gobierno.
Raúl Castro dijo “Soy un enemigo absoluto de la unanimidad”, pero en el VIII Congreso de la UNEAC, no confiaron, todos votaron al unísono
Después de leer estas palabras fue inevitable que vinieran a mi mente los casos del trovador Pablo Milanés y el novelista Leonardo Padura. Ambos, al parecer, ausentes de las sesiones de este Congreso.
No dudamos de que, para muchos, haya sido una buena noticia que Miguelito Barnet— así lo recogen los estatutos— vea limitada su permanencia al frente de la UNEAC. Dentro de cinco años, cuando deba abandonar el cargo, bien podríamos adaptar el refrán a las nuevas circunstancias: Es mejor cualquiera por conocer, que “bueno” conocido.