Tomado de CUBANET.
La Isla de los intelectuales mansos
“Defender nuestro socialismo y su perfeccionamiento como la única alternativa para salvar la cultura”, sentenció el vicepresidente Díaz Canel, en el VIII Congreso de la UNEAC, y un coro de aplausos al unísono resonó en la sala. Ningún escritor, poeta, pintor o músico, habló, ni en voz baja, de libertad de creación
lunes, abril 14, 2014 | Orlando Freire Santana
LA HABANA, Cuba – Si alguien tiene alguna duda de que el totalitarismo cubano, en vez de ir amainando con el tiempo, se afianza cada día más, lo invitamos a que reflexione acerca de lo acontecido en el VIII Congreso de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC).
En 1961, cuando Fidel Castro se reunió con un grupo de escritores y artistas, y pronunció las conocidas “Palabras a los Intelectuales”, el principal tema tratado fue el grado de libertad de expresión que se les iba a permitir a los creadores. Esa era la demanda fundamental de los intelectuales presentes en ese cónclave. Incluso el dramaturgo Virgilio Piñera, en un arranque de honestidad, planteó que sentía miedo por la suerte que podría correr la vida cultural del país.Como sabemos, fue muy poca la libertad que emergió de aquel suceso, apenas algún que otro experimento formal que se enmarcara “dentro de la Revolución”. No obstante, el máximo líder, quizás debido a la ansiedad de los asistentes, debió admitir la existencia de un “intelectual honesto”. Es decir, aquel que no entonara loas al gobierno, pero que tampoco adoptara posiciones contrarrevolucionarias.
Ahora, en el Congreso que acaba de finalizar, el panorama fue diametralmente opuesto. Aquí se habló de muchas cosas: de los estatutos de la organización, de las jerarquías culturales, de la programación de la radio y la televisión, de los mecanismos para comercializar el arte, y de las ciudades patrimoniales, entre otros temas.
Sin embargo, a ningún delegado se le ocurrió indagar acerca de la libertad de creación. ¿Una casualidad? Evidentemente no. Es que todos estaban imbuidos de autocensura, la más lacerante de las coerciones a la libertad de expresión o creación. Los propios creadores son conscientes de la frontera que no pueden traspasar para evitar el implacable “fuera de la Revolución, nada”.
Tanto las palabras inaugurales de Miguel Barnet, como las de clausura de Miguel Díaz-Canel Bermúdez, no hicieron más que fijar la única opción que les queda a los miembros de la UNEAC: apoyar sin reservas al castrismo. El ratificado presidente de la organización abogó por que los intelectuales sean “cada día más reflexivos y consecuentes ante el necesario e impostergable proceso de cambios que se están produciendo en la vida económica y social de Cuba”. Ser consecuentes, es decir, ser incondicionales al gobierno.
El Primer Vicepresidente de los Consejos de Estado y de Ministros, por su parte, afirmó que a los escritores y artistas les correspondía “defender nuestro socialismo y su perfeccionamiento como la única alternativa para salvar la cultura”. Y no podía faltar la amenaza de Díaz-Canel hacia aquellos intelectuales “descarriados”: “El oportunismo de aquellos que quieren marcar distancia haciendo guiños al enemigo, debe ser desmontado en nuestras publicaciones y en las redes sociales. Tenemos que saber diferenciar al que plantea dudas y criterios con honestidad, del que busca notoriedad, sobre todo fuera del país”.
Después de leer estas palabras fue inevitable que vinieran a mi mente los casos del trovador Pablo Milanés y el novelista Leonardo Padura. Ambos, al parecer, ausentes de las sesiones de este Congreso.
No dudamos de que, para muchos, haya sido una buena noticia que Miguelito Barnet— así lo recogen los estatutos— vea limitada su permanencia al frente de la UNEAC. Dentro de cinco años, cuando deba abandonar el cargo, bien podríamos adaptar el refrán a las nuevas circunstancias: Es mejor cualquiera por conocer, que “bueno” conocido.