El papel del amor en la comunicación entre padres e hijos
“Todo hombre tiene que ser presto en cuanto a oír, lento en cuanto a hablar, lento en cuanto a ira.” (SANT. 1:19)
¿QUÉ RESPONDERÍA?
¿Por qué es importante dedicar tiempo a comunicarse?
¿Cómo pueden los padres aplicar Santiago 1:19?
¿Cómo pueden los hijos aplicar Santiago 1:19?
“SI DE alguna manera descubrieras que tus padres morirían mañana, ¿qué sería lo que más quisieras decirles hoy?” Esta pregunta se hizo a cientos de adolescentes de Estados Unidos. Curiosamente, en lugar de centrarse en algún problema o algún desacuerdo que hubiera entre ellos, un 95% respondió que les dirían “lo siento” y “los amo muchísimo” (Solo para padres, de Shaunti Feldhahn y Lisa Rice).
2 Por lo general, los hijos quieren a sus padres y los padres quieren a sus hijos. Esto es así especialmente en los hogares cristianos. No obstante, aunque a padres e hijos les encantaría disfrutar de una relación estrecha, no siempre les resulta fácil comunicarse. Incluso en los casos en que la comunicación es franca y abierta, hay ciertos temas que se evitan por completo. ¿Qué obstáculos suelen estorbar la buena comunicación? ¿Qué se puede hacer para superarlos?
“COMPREN TIEMPO” PARA CONVERSAR
3 A muchas familias les resulta difícil encontrar tiempo para tener comunicación de calidad. Sin embargo, no siempre ha sido así. Los israelitas debían enseñar a sus hijos las leyes de Dios. Moisés les dijo: “Tienes que inculcarlas en tu hijo y hablar de ellas cuando te sientes en tu casa y cuando andes por el camino y cuando te acuestes y cuando te levantes” (Deut. 6:6, 7). Los hijos pasaban el día con la madre en casa o con el padre en el campo o en su lugar de trabajo. Todos disponían de muchísimo tiempo para estar juntos y conversar. Eso permitía a los padres conocer a fondo las necesidades, los deseos y la personalidad de sus hijos. Y estos, a su vez, podían conocer bien a sus padres.
4 ¡Cómo han cambiado los tiempos! En algunos países, los niños comienzan su educación preescolar muy pronto, a veces cuando apenas tienen dos años. Muchos padres y madres trabajan fuera de casa, y en el poco tiempo que están con sus hijos, la comunicación compite —y a menudo sale perdiendo— con la computadora, la televisión y otros aparatos electrónicos. Con frecuencia, los padres y los hijos llevan vidas separadas; prácticamente son extraños. En hogares como esos, la comunicación es casi inexistente.
5 ¿Puede usted “comprar” tiempo de otras actividades para dedicárselo a su familia? (Lea Efesios 5:15, 16.) Algunas familias se han puesto de acuerdo para limitar el tiempo que pasan frente al televisor o la computadora. Otras se esfuerzan por juntarse a comer al menos una vez al día. El programa de adoración en familia brinda a padres e hijos una oportunidad de oro para conocerse mejor y estudiar con calma asuntos espirituales. Reservar todas las semanas una hora más o menos con ese propósito es un buen comienzo, pero hace falta algo más para abrir la puerta a la comunicación profunda: hay que hablar todos los días. Antes de que los niños salgan para la escuela, dígales algo animador, analice con ellos el texto del día o hagan juntos una oración. Eso puede hacer que tengan un día mucho mejor.
6 Algunos padres han hecho cambios en su vida a fin de pasar más tiempo con sus hijos. Por esta razón, Laura,* que tiene dos niños pequeños, dejó un empleo de jornada completa. Ella comenta: “Por la mañana, todos salíamos corriendo para ir al trabajo o la escuela. Cuando regresaba a casa por la noche, mis hijos estaban durmiendo: ya los había acostado la niñera. Como dejé el trabajo, hemos tenido que arreglárnoslas con menos dinero, pero ahora sé qué es lo que piensan mis hijos y cuáles son sus problemas. Escucho lo que le dicen a Jehová cuando oran y puedo guiarlos, animarlos y enseñarles”.
“PRESTO EN CUANTO A OÍR”
7 Después de entrevistar a muchos adolescentes, las autoras del libro Solo para padres destacaron otro obstáculo para la comunicación: “La queja más común entre los chicos acerca de sus padres fue: ‘No escuchan’”. Pero esa es solo una cara de la moneda. A menudo, los padres dicen lo mismo de sus hijos. Así que para mantener abiertas las líneas de comunicación, todos deben prestar atención —verdadera atención— cuando los demás hablan (lea Santiago 1:19).
8 Padres, ¿escuchan de verdad a sus hijos? No es tan fácil cuando uno está cansado o cuando le parece que están hablando de algo de poca importancia. Pero lo que a ustedes les parece trivial puede ser muy importante para ellos. Ser “presto en cuanto a oír” no solo implica estar atento a lo que su hijo dice, sino a cómo lo dice. Su tono de voz y su lenguaje corporal les dará una idea de lo que él siente y piensa. No olviden, además, hacerle preguntas, pues la Biblia indica que “el consejo en el corazón del hombre [es decir, sus pensamientos] es como aguas profundas, pero el hombre de discernimiento es el que lo sacará” (Prov. 20:5). El discernimiento y la perspicacia son fundamentales para descubrir lo que su hijo piensa sobre temas delicados.
9 Hijos, ¿son obedientes a sus padres? La Palabra de Dios aconseja: “Escucha, hijo mío, la disciplina de tu padre, y no abandones la ley de tu madre” (Prov. 1:8). Recuerden que sus padres los aman y solo desean lo mejor para ustedes. Por eso conviene que los escuchen y obedezcan (Efes. 6:1). Cuesta menos ser obediente cuando uno se siente amado y hay buena comunicación. Así que díganles a sus padres lo que piensan, pues de este modo será más fácil que ellos los entiendan. Claro está, ustedes también tienen que tratar de entenderlos.
10 Ustedes, los jóvenes, deben tener cuidado a la hora de escuchar un consejo de alguien de su edad. Quizás les diga algo que quieren oír pero que al final no les ayude para nada, o que hasta los perjudique. Como no tienen la sabiduría y experiencia que vienen con la edad, a muchos les cuesta ver las consecuencias de las decisiones que toman. Recuerden lo que le pasó a Rehoboam, el hijo del rey Salomón. Cuando ascendió al trono de Israel, siguió las malas recomendaciones de los jóvenes con los que se había criado, en vez de escuchar a los más ancianos. ¿El resultado? Perdió el apoyo de la mayoría del pueblo (1 Rey. 12:1-17). No sigan ese mal ejemplo. Traten de ser sinceros con sus padres; ábranles su corazón. Aprovechen los consejos que les den y benefíciense de su sabiduría (Prov. 13:20).
11 Padres, si no desean que sus hijos consulten sus inquietudes con otros jóvenes, asegúrense de ser accesibles, de saber escuchar. Una adolescente escribió: “En cuanto menciono el nombre de algún chico, mis padres se ponen nerviosos. Entonces yo también me pongo nerviosa y se me quitan las ganas de seguir hablando”. Otra hermana joven se expresó así: “Muchos adolescentes desean que sus padres los aconsejen, pero si los padres no los toman en serio, van a buscar a alguien que sí lo haga, aunque tenga menos experiencia”. Si están dispuestos a escuchar con comprensión a sus hijos sin importar cuál sea el tema, probablemente ellos les abran su corazón y acepten su guía.
“LENTO EN CUANTO A HABLAR”
12 Surge otro obstáculo para la comunicación cuando la reacción de los padres a lo que les dicen sus hijos es exagerada o negativa. Puesto que vivimos en “los últimos días”, rodeados de peligros espirituales y de otros tipos, es normal que los padres cristianos deseen proteger a sus hijos (2 Tim. 3:1-5). Sin embargo, lo que para los padres es una protección amorosa, para los hijos puede ser un control agobiante.
13 Los padres hacen bien en no precipitarse a opinar. Es verdad que no siempre es fácil quedarse callado cuando un hijo cuenta algo preocupante, pero es importante escucharlo atentamente antes de responder. El sabio rey Salomón escribió: “Cuando alguien responde a un asunto antes de oírlo, eso es tontedad de su parte y una humillación” (Prov. 18:13). Si usted mantiene la calma, no solo captará mejor lo que oiga, sino que sus hijos seguirán hablando. Para ofrecer ayuda, es indispensable que tenga el cuadro completo. Tras el “habla desatinada” puede haber un corazón agitado (Job 6:1-3). Los padres amorosos usan los oídos para entender a sus hijos y la lengua para curarlos.
14 Hijos, también ustedes deben ser “lento[s] en cuanto a hablar”, sin rechazar de inmediato lo que les digan sus padres, ya que ellos tienen la responsabilidad de educarlos (Prov. 22:6). Quizás ellos hayan atravesado situaciones como las que ustedes enfrentan ahora. Además, lamentan los errores que cometieron en su juventud y desean sinceramente que no tropiecen en esas mismas piedras. Por eso, vean a sus padres como aliados y no como adversarios, como consejeros y no como enemigos (lea Proverbios 1:5). Honren a sus padres y demuéstrenles que los aman tanto como ellos los aman a ustedes. Así les facilitarán la labor de educarlos “en la disciplina y regulación mental de Jehová” (Efes. 6:2, 4).
“LENTO EN CUANTO A IRA”
15 A veces nos impacientamos con las personas que amamos. “A los santos y fieles hermanos en unión con Cristo en Colosas”, el apóstol Pablo escribió: “Esposos, sigan amando a sus esposas y no se encolericen amargamente con ellas. Padres, no estén exasperando a sus hijos, para que ellos no se descorazonen” (Col. 1:1, 2; 3:19, 21). Asimismo, a los cristianos de Éfeso les aconsejó que se libraran de “toda amargura maliciosa y cólera e ira y gritería y habla injuriosa” (Efes. 4:31). Cultivar la gran paciencia, la apacibilidad y el autodominio —que son aspectos del fruto del espíritu— nos ayudará a mantener la calma incluso cuando estemos bajo presión (Gál. 5:22, 23).
16 Los padres pueden fijarse en el ejemplo de Jesús. Imaginemos la inmensa tensión que debía de sentir mientras celebraba su última cena con los apóstoles. Sabía que en pocas horas iba a sufrir una muerte lenta y dolorosa. La santificación del nombre de su Padre y la salvación de la familia humana dependían de su fidelidad. Pero en aquella misma cena “se suscitó entre [los apóstoles] una disputa acalorada sobre quién de ellos parecía ser el mayor”. Jesús no se puso a gritarles ni a reprenderlos, sino que con calma razonó con ellos. Recordó que habían permanecido a su lado en momentos difíciles. Y aunque Satanás iba a ponerlos a prueba, Jesús expresó su confianza en que se mantendrían fieles y hasta hizo un pacto con ellos (Luc. 22:24-32).
17 Los hijos tampoco deben perder la calma. En especial al llegar a la adolescencia, podrías pensar que tus padres quieren dirigirte porque no confían en ti. Aunque a veces podría parecerlo, tienes que reconocer que su preocupación es una señal de que te quieren. Si los escuchas con paciencia y colaboras con ellos, te ganarás su respeto y te verán como una persona responsable. De ese modo muy bien pudieran darte algo más de libertad. Lo más prudente es que aprendas a dominarte. Cierto proverbio bíblico declara: “Todo su espíritu es lo que el estúpido deja salir, pero el que es sabio lo mantiene calmado hasta lo último” (Prov. 29:11).
18 Por eso, queridos padres e hijos, no se desanimen si la comunicación en su familia no es tan buena como quisieran. Sigan luchando por mejorarla y por vivir la verdad (3 Juan 4). En el nuevo mundo seremos perfectos y también lo será nuestra comunicación con los demás, pues estará libre de malentendidos y desacuerdos. Ahora, sin embargo, todos hacemos cosas que después lamentamos. De modo que no duden en pedir perdón y perdonar. “Estén unidos armoniosamente en amor.” (Col. 2:2.) El amor tiene mucho poder, ya que “es sufrido y bondadoso [...], no se siente provocado. No lleva cuenta del daño. [...] Todas las cosas las soporta, todas las cree, todas las espera, todas las aguanta” (1 Cor. 13:4-7). Sigan cultivándolo, y la comunicación florecerá para la alegría de su familia y la alabanza de Jehová.
[Nota]
Se ha cambiado el nombre.
[Preguntas del estudio]
1, 2. ¿Cuáles son los sentimientos normales entre padres e hijos, pero qué dificultad surge a veces?
3. a) ¿Por qué les resulta difícil a muchas familias tener comunicación de calidad? b) ¿Por qué era fácil para las familias del antiguo Israel pasar tiempo juntas?
4. ¿Por qué les cuesta a muchas familias comunicarse?
5, 6. ¿Cómo han “comprado” tiempo muchos padres para dedicárselo a sus hijos?
7. ¿De qué suelen quejarse tanto los padres como los hijos?
8. ¿Cómo pueden los padres escuchar de verdad a sus hijos?
9. ¿Por qué deben los hijos escuchar a sus padres?
10. ¿Qué aprendemos del relato bíblico de Rehoboam?
11. ¿Qué puede suceder si los padres no son accesibles?
12. ¿Cómo podría la reacción de los padres obstaculizar la comunicación con sus hijos?
13. ¿Por qué no deben los padres apresurarse a opinar?
14. ¿Por qué deben los jóvenes ser “lento[s] en cuanto a hablar”?
15. ¿Qué nos ayudará a no impacientarnos ni irritarnos con nuestros seres queridos?
16. ¿Cómo corrigió Jesús a sus discípulos, y por qué es tan notable este hecho?
17. ¿Qué ayudará a los hijos a no perder la calma?
18. ¿Cómo contribuye el amor a la buena comunicación?
[Ilustración de la página 19]
[Ilustración de la página 20]
No permitan que las distracciones los aíslen y estorben la comunicación en su familia
[Ilustración de la página 23]
¿Escucha atentamente a sus hijos?