Tomado de CUBANET.
La corrupción salpica el imperio de Eusebio Leal
Osmar Laffita Rojas (PD)
LA HABANA, Cuba, noviembre, www.cubanet.org -Aunque cause risa, los defensores incondicionales del sistema vigente en Cuba aseguran que es perfecto y capaz de prevenir, enfrentar y liquidar la corrupción dondequiera que se manifieste. Sin embargo, en los hechos ocurre todo lo contrario.
Muchos directivos de empresas y ministerios, cansados de su mísera existencia, no pueden resistirse a la tentación de robar cuanto por sus manos pasa, empezando por los miles de dólares que tienen que depositar en las arcas del Estado.
No pocos de estos funcionarios lanzan al cesto de la basura el engavetado Código de Ética, vigente desde el 16 de julio de 1996, así como su militancia partidista, el honor y la probidad a la que están públicamente comprometidos.
Liberados de esas ataduras morales, han echado a funcionar un eficiente entramado de enriquecimiento ilícito, producto de una larga cadena de actividades ilegales en la que se vende y compra todo.
Este enriquecimiento de tipo mafioso se ha logrado gracias a las componendas y a la tapadera colectiva, que por lo general no se detecta por la falta de control y la permisibilidad.
Por lo general, explotan sólo cuando ya resultan demasiado escandalosas. Es el caso de la reciente explosión en la empresa Habaguanex, una de las principales fortalezas del imperio de Eusebio Leal Spengler, Historiador de la Ciudad y principal administrador de las 300 instalaciones que controla dicha empresa en el casco Histórico de La Habana Vieja, Patrimonio Mundial de la Humanidad.
Este inesperado y gigantesco geiser, que ha salpicado a todos, fue el resultado de los desenfrenados desvíos de recursos y robos en que están implicados gerentes, funcionarios y trabajadores de Habaguanex, articulados todos en una cuasi organización mafiosa, que controlaba los negocios ilegales de dicha empresa.
Como consecuencia de esa larga cadena de corrupción, se conoce que una alta funcionaria de Habaguanex, fue separada de su cargo y enviada a casita, en Plan Pijama, a la espera de las sanciones correspondientes, o del impune olvido. Para ocupar su puesto, se nombró al que fungía como gerente de la agencia de turistaxis Fénix.
La funcionaria, que llevaba más de 20 años trabajando con Eusebio Leal, además de riquezas, ganó fama por su proceder despótico y autoritario, y por la manera implacable en que trataba a sus subordinados. Cuando Doña Bárbara, como era conocida, visitaba algún establecimiento, muchos de sus empleados temblaban.
Debido al mismo problema de los robos y desvíos de recursos, otro alto funcionario de Habaguanex, conocido como Manolito, está preso en espera de juicio. Se le imputa, entre otras cosas, que no ejerció el debido control sobre la distribución del combustible asignado al transporte de la empresa.
Los vehículos de Habaguanex tienen una cuota mensual de 200 litros de combustible, autorizada por Leal, pero el desorden era tal, que muchos funcionarios y gerentes gastaban cerca de 600 litros de combustible en los autos a ellos asignados.
No se chequeaban las hojas de rutas. En la práctica, estos vehículos era casi propiedad de los funcionarios a los que estaban asignados, quienes no respondían ante nadie e iban al lugar que se les antojara y con los más diversos fines personales.
El mayor desfalco de combustible ocurría con autos particulares de funcionarios y gerentes que trabajaban en Habaguanex. La empresa, desde su creación, tiene normado que estos vehículos no están autorizados a recibir combustible. Pero a los vehículos que eran dados de baja en la empresa, por diferentes causas, nunca se les quitó la asignación de combustible. Los corruptos se las arreglaban para que aparecieran como si estuviesen en servicio activo, y ese combustible se distribuía entre el círculo de favorecidos que tenían carros particulares.
Más de 20 gerentes de establecimientos dirigidos por Habaguanex están presos, en espera de juicio, por corrupción. Los hoteles y hostales enclavados en el Casco Histórico están sometidos a una rigurosa auditoría.
Los delincuentes de cuello blanco vendían por la izquierda gran parte de las mercancías asignadas a sus tiendas, establecimientos gastronómicos y hoteles, las cuales no se contabilizaban. Un elevado volumen de mercancía que llegaba a los almacenes, era comercializado sin que fuese declarado.
Los directivos de Habaguanex, hoy presos o en “plan piyama”, no estaban ajenos de lo que ocurría. Se supone que recibían, por trasmano, parte de las jugosas ganancias de sus subordinados.
Por supuesto, la mayoría de estos funcionarios defenestrados eran (o decían ser) fervorosos comunistas, defensores del régimen. Hasta el momento la prensa oficial no ha hablado del asunto, pero es tal la magnitud del escándalo, que en toda La Habana se comenta.
ramsetgandhi@yahoo.com
Atrincherados entre cuatro paredes
Lucas Garve
LA HABANA, Cuba, noviembre, www.cubanet.org - Al visitar a una amiga, he sufrido un shock por el contraste entre el interior de su casa y el exterior, una calle llena de fango, porque el pavimento desapareció hace buen rato y ahora es un tosco terraplén.
Desde que atravieso el jardín bien cuidado, separado del exterior por una cerca de malla metálica y un muro de plantas que impiden ver hacia afuera, ya se respira otro aire. Mi amiga Yamilé dedica mucho tiempo al embellecimiento y cuidado de su casa, mantenida por los euros que sus padres le envían cada mes desde España.
Una brigada de albañiles remodeló la casa a su gusto. Los mosaicos descoloridos del piso de la sala, el pasillo y el comedor, fueron reemplazados por lozas de cerámica de diferentes diseños, y sus colores juegan con los de las paredes de cada pieza. El baño, de poceta y ducha, dejó lugar a una amplia bañadera con relucientes azulejos de cerámica forrando las paredes. En los dos cuartos las ventanas de madera fueron sustituidas por otras de metal y cristal, que hermetizan las habitaciones, para combatir el infernal calor habanero gracias a los aparatos de aire acondicionado.
En la sala no muy grande reina un multi mueble lleno de adornos de porcelana barata. Sobre el sofá, un enorme panda de peluche hace compañía a las visitas, como invitado especial. La cocina, donde Yamilé exhibe con orgullo todos los equipos, parece más bien la vitrina de una tienda de electrodomésticos.
Este fenómeno hace patente su deseo de “negar el exterior”, expresado en la necesidad de reorganizar el espacio privado, redecorarlo con acumulación de objetos y aparatos nuevos, y simultáneamente aislarlo visualmente del desagradable mundo circundante.
No obstante, mi amiga no logra sentirse cómoda en su torre de marfil “primermundista”, pues el problema real está de la puerta hacia afuera, continúa intacto y ella no lo puede solucionar. Por mucho que decore y arregle su humilde casa, para entrar y salir de ella, Yamilé debe pasar por la calle donde está ubicada, muy similar a casi todas las calles de la ciudad; un deprimente ejercicio que implica sortear pestilentes charcos y baches llenos de agua sucia.
Da igual recorrer la calle Amargura, donde es difícil encontrar un metro cuadrado sin charcos y suciedad en un mediodía lluvioso. O caminar por Santos Suárez, antaño una barriada prestigiosamente pulcra, donde hoy es imprescindible mirar con atención cada paso que se da, para evitar caer en los numerosos huecos de las aceras, o en uno de los arroyos de aguas albañales que corren por las vías.
El de Yamilé no es un caso aislado. La perenne crisis cubana, que se agudizó en los años 90, ha dejado en muchos cubanos esa obsesión por cambiar el interior de sus hogares y hacerlos más lindos y cómodos (según sus gustos y paupérrimas economías), para refugiarse en ellos, con la ilusión de obviar toda la fealdad e incomodidad que reinan en el país.
La mayoría de los habaneros que remodelan sus casas, generalmente con dinero enviado por familiares desde el extranjero, invierten primero que todo en las cocinas y los baños. Ahora la furia entre los capitalinos son las cocinas abiertas, con arcos de medio punto para eliminar la pared que generalmente las separa del comedor. En los baños, el mayor símbolo de estatus es cambiar la consabida cortina plástica por puertas de corredera enmarcadas en metal, e instalar duchas “de teléfono” (de mano).
En el caso de los cubanos esta obsesión por decorar y crearse refugios de bienestar entre cuatro paredes, es mucho más que una moda o normal “tendencia en la decoración”; pienso que refleja la -quizás inconsciente- necesidad de negar la decadencia y la fealdad del entorno, en un país que se derrumba, sumido desde hace décadas en la más terrible y prolongada crisis material y social de su historia.
NOTICIA
Amenazada por promover ayudas para damnificados
LA HABANA, 29 de octubre de 2012 (nota enviada por la activista pro Derechos Humanos Martha Beatriz Roque), www.cubanet.org.-La Reunión de la Nación Cubana por la Democracia informa que una de sus miembros fue detenida y amenazada por intentar reunir recursos para los damnificados del huracán Sandy.
Rosaida González Escalona, residente en calle Gloria Ansardo 22, en Cacocum, Holguín, fue arrestada el pasado domingo 27, a las 7:30 am, y conducida a la oficina de la Seguridad del Estado de la localidad por habilitar una alcancía para recoger ayudas para los damnificados del huracán Sandy.
Allí la recibió el oficial de la policía política identificado como Joel, quien le dijo que ella no era misionera y que la entrega de recursos era una función exclusiva del Estado, que lo que estaba realizando era una actividad mercenaria.
Más tarde, se presentó en la oficina el mayor Claudio, jefe de la Policía del municipio; dijo que no había necesidad de que interviniera la Seguridad del Estado, que la próxima vez él mismo encausaría a la mujer bajo el delito de estafa.
Rosaida González estuvo detenida hasta las 3:00 pm de ese día.
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"Sólo la opresión debe temer al pleno ejercicio de las libertades"
José Martí
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Osmar Laffita Rojas (PD)
LA HABANA, Cuba, noviembre, www.cubanet.org -Aunque cause risa, los defensores incondicionales del sistema vigente en Cuba aseguran que es perfecto y capaz de prevenir, enfrentar y liquidar la corrupción dondequiera que se manifieste. Sin embargo, en los hechos ocurre todo lo contrario.
Muchos directivos de empresas y ministerios, cansados de su mísera existencia, no pueden resistirse a la tentación de robar cuanto por sus manos pasa, empezando por los miles de dólares que tienen que depositar en las arcas del Estado.
No pocos de estos funcionarios lanzan al cesto de la basura el engavetado Código de Ética, vigente desde el 16 de julio de 1996, así como su militancia partidista, el honor y la probidad a la que están públicamente comprometidos.
Liberados de esas ataduras morales, han echado a funcionar un eficiente entramado de enriquecimiento ilícito, producto de una larga cadena de actividades ilegales en la que se vende y compra todo.
Este enriquecimiento de tipo mafioso se ha logrado gracias a las componendas y a la tapadera colectiva, que por lo general no se detecta por la falta de control y la permisibilidad.
Por lo general, explotan sólo cuando ya resultan demasiado escandalosas. Es el caso de la reciente explosión en la empresa Habaguanex, una de las principales fortalezas del imperio de Eusebio Leal Spengler, Historiador de la Ciudad y principal administrador de las 300 instalaciones que controla dicha empresa en el casco Histórico de La Habana Vieja, Patrimonio Mundial de la Humanidad.
Este inesperado y gigantesco geiser, que ha salpicado a todos, fue el resultado de los desenfrenados desvíos de recursos y robos en que están implicados gerentes, funcionarios y trabajadores de Habaguanex, articulados todos en una cuasi organización mafiosa, que controlaba los negocios ilegales de dicha empresa.
Como consecuencia de esa larga cadena de corrupción, se conoce que una alta funcionaria de Habaguanex, fue separada de su cargo y enviada a casita, en Plan Pijama, a la espera de las sanciones correspondientes, o del impune olvido. Para ocupar su puesto, se nombró al que fungía como gerente de la agencia de turistaxis Fénix.
La funcionaria, que llevaba más de 20 años trabajando con Eusebio Leal, además de riquezas, ganó fama por su proceder despótico y autoritario, y por la manera implacable en que trataba a sus subordinados. Cuando Doña Bárbara, como era conocida, visitaba algún establecimiento, muchos de sus empleados temblaban.
Debido al mismo problema de los robos y desvíos de recursos, otro alto funcionario de Habaguanex, conocido como Manolito, está preso en espera de juicio. Se le imputa, entre otras cosas, que no ejerció el debido control sobre la distribución del combustible asignado al transporte de la empresa.
Los vehículos de Habaguanex tienen una cuota mensual de 200 litros de combustible, autorizada por Leal, pero el desorden era tal, que muchos funcionarios y gerentes gastaban cerca de 600 litros de combustible en los autos a ellos asignados.
No se chequeaban las hojas de rutas. En la práctica, estos vehículos era casi propiedad de los funcionarios a los que estaban asignados, quienes no respondían ante nadie e iban al lugar que se les antojara y con los más diversos fines personales.
El mayor desfalco de combustible ocurría con autos particulares de funcionarios y gerentes que trabajaban en Habaguanex. La empresa, desde su creación, tiene normado que estos vehículos no están autorizados a recibir combustible. Pero a los vehículos que eran dados de baja en la empresa, por diferentes causas, nunca se les quitó la asignación de combustible. Los corruptos se las arreglaban para que aparecieran como si estuviesen en servicio activo, y ese combustible se distribuía entre el círculo de favorecidos que tenían carros particulares.
Más de 20 gerentes de establecimientos dirigidos por Habaguanex están presos, en espera de juicio, por corrupción. Los hoteles y hostales enclavados en el Casco Histórico están sometidos a una rigurosa auditoría.
Los delincuentes de cuello blanco vendían por la izquierda gran parte de las mercancías asignadas a sus tiendas, establecimientos gastronómicos y hoteles, las cuales no se contabilizaban. Un elevado volumen de mercancía que llegaba a los almacenes, era comercializado sin que fuese declarado.
Los directivos de Habaguanex, hoy presos o en “plan piyama”, no estaban ajenos de lo que ocurría. Se supone que recibían, por trasmano, parte de las jugosas ganancias de sus subordinados.
Por supuesto, la mayoría de estos funcionarios defenestrados eran (o decían ser) fervorosos comunistas, defensores del régimen. Hasta el momento la prensa oficial no ha hablado del asunto, pero es tal la magnitud del escándalo, que en toda La Habana se comenta.
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Atrincherados entre cuatro paredes
Lucas Garve
LA HABANA, Cuba, noviembre, www.cubanet.org - Al visitar a una amiga, he sufrido un shock por el contraste entre el interior de su casa y el exterior, una calle llena de fango, porque el pavimento desapareció hace buen rato y ahora es un tosco terraplén.
Desde que atravieso el jardín bien cuidado, separado del exterior por una cerca de malla metálica y un muro de plantas que impiden ver hacia afuera, ya se respira otro aire. Mi amiga Yamilé dedica mucho tiempo al embellecimiento y cuidado de su casa, mantenida por los euros que sus padres le envían cada mes desde España.
Una brigada de albañiles remodeló la casa a su gusto. Los mosaicos descoloridos del piso de la sala, el pasillo y el comedor, fueron reemplazados por lozas de cerámica de diferentes diseños, y sus colores juegan con los de las paredes de cada pieza. El baño, de poceta y ducha, dejó lugar a una amplia bañadera con relucientes azulejos de cerámica forrando las paredes. En los dos cuartos las ventanas de madera fueron sustituidas por otras de metal y cristal, que hermetizan las habitaciones, para combatir el infernal calor habanero gracias a los aparatos de aire acondicionado.
En la sala no muy grande reina un multi mueble lleno de adornos de porcelana barata. Sobre el sofá, un enorme panda de peluche hace compañía a las visitas, como invitado especial. La cocina, donde Yamilé exhibe con orgullo todos los equipos, parece más bien la vitrina de una tienda de electrodomésticos.
Este fenómeno hace patente su deseo de “negar el exterior”, expresado en la necesidad de reorganizar el espacio privado, redecorarlo con acumulación de objetos y aparatos nuevos, y simultáneamente aislarlo visualmente del desagradable mundo circundante.
No obstante, mi amiga no logra sentirse cómoda en su torre de marfil “primermundista”, pues el problema real está de la puerta hacia afuera, continúa intacto y ella no lo puede solucionar. Por mucho que decore y arregle su humilde casa, para entrar y salir de ella, Yamilé debe pasar por la calle donde está ubicada, muy similar a casi todas las calles de la ciudad; un deprimente ejercicio que implica sortear pestilentes charcos y baches llenos de agua sucia.
Da igual recorrer la calle Amargura, donde es difícil encontrar un metro cuadrado sin charcos y suciedad en un mediodía lluvioso. O caminar por Santos Suárez, antaño una barriada prestigiosamente pulcra, donde hoy es imprescindible mirar con atención cada paso que se da, para evitar caer en los numerosos huecos de las aceras, o en uno de los arroyos de aguas albañales que corren por las vías.
El de Yamilé no es un caso aislado. La perenne crisis cubana, que se agudizó en los años 90, ha dejado en muchos cubanos esa obsesión por cambiar el interior de sus hogares y hacerlos más lindos y cómodos (según sus gustos y paupérrimas economías), para refugiarse en ellos, con la ilusión de obviar toda la fealdad e incomodidad que reinan en el país.
La mayoría de los habaneros que remodelan sus casas, generalmente con dinero enviado por familiares desde el extranjero, invierten primero que todo en las cocinas y los baños. Ahora la furia entre los capitalinos son las cocinas abiertas, con arcos de medio punto para eliminar la pared que generalmente las separa del comedor. En los baños, el mayor símbolo de estatus es cambiar la consabida cortina plástica por puertas de corredera enmarcadas en metal, e instalar duchas “de teléfono” (de mano).
En el caso de los cubanos esta obsesión por decorar y crearse refugios de bienestar entre cuatro paredes, es mucho más que una moda o normal “tendencia en la decoración”; pienso que refleja la -quizás inconsciente- necesidad de negar la decadencia y la fealdad del entorno, en un país que se derrumba, sumido desde hace décadas en la más terrible y prolongada crisis material y social de su historia.
NOTICIA
Amenazada por promover ayudas para damnificados
LA HABANA, 29 de octubre de 2012 (nota enviada por la activista pro Derechos Humanos Martha Beatriz Roque), www.cubanet.org.-La Reunión de la Nación Cubana por la Democracia informa que una de sus miembros fue detenida y amenazada por intentar reunir recursos para los damnificados del huracán Sandy.
Rosaida González Escalona, residente en calle Gloria Ansardo 22, en Cacocum, Holguín, fue arrestada el pasado domingo 27, a las 7:30 am, y conducida a la oficina de la Seguridad del Estado de la localidad por habilitar una alcancía para recoger ayudas para los damnificados del huracán Sandy.
Allí la recibió el oficial de la policía política identificado como Joel, quien le dijo que ella no era misionera y que la entrega de recursos era una función exclusiva del Estado, que lo que estaba realizando era una actividad mercenaria.
Más tarde, se presentó en la oficina el mayor Claudio, jefe de la Policía del municipio; dijo que no había necesidad de que interviniera la Seguridad del Estado, que la próxima vez él mismo encausaría a la mujer bajo el delito de estafa.
Rosaida González estuvo detenida hasta las 3:00 pm de ese día.
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