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Monday, June 22, 2009

Yoani escribe desde la Isla de Cuba:



Nos espera un verano incierto, donde se anuncian cortes eléctricos, alza de precios y en el que hasta se pronostica una estampida migratoria. Sin embargo, muchos cubanos ante el dilema de solucionar sus dificultades cotidianas o intentar cambiar algo, prefieren concentrarse en la sobrevivencia personal. Organizan la escapada en el marco de las fronteras nacionales, evadiendo las leyes o lo que es lo mismo, delinquiendo.


No son sólo aquellos que entran por la ventana de un almacén en la noche, o los que arrebatan una mochila a un inocente turista, sino también el almacenero que altera las facturas o el custodio que viola el sello del contenedor que debe proteger.


Hay una forma de infringir las leyes, socialmente aceptada, que consiste en robarle al Estado. Dentro de ella se mueve el camarero que aumenta los precios o introduce en el restaurante insumos adquiridos por su cuenta para venderlos como si fueran “de la casa” y el bodeguero que cambia la lista de consumidores del mercado racionado para disponer de mercancías sobrantes.


La línea de la ilegalidad la pasa también el encargado de la recepción de un hotel que -en combinación con el administrador- vende una habitación que nunca registra, el taxista que hace un viaje sin activar el taxímetro o el tornero que confecciona una pieza “por fuera” de su plan de producción.


El aduanero deja pasar objetos prohibidos, el policía no pone una multa, la funcionaria de una oficina municipal del instituto de vivienda acelera un trámite, el maestro sube una calificación y el inspector se vuelve ciego ante las infracciones que debe reportar.


Con las ganancias resultantes de esas “fechorías” refuerzan las paredes de la burbuja que los resguarda de los discursos, pero que también los disuade de protestar públicamente.


El fruto de tantas ilegalidades termina sobre los mostradores de las tiendas en divisas, se materializa en esa lámpara recargable que este verano alumbrará algunas casas. Mientras, afuera, a quién le importa que reine al apagón.

Junio 21st, 2009 Categoría: Generación Y





San Lázaro es el santo de llagas y perros, que tiene su día el 17 de diciembre. Su nombre lo lleva una calle larga en Centro Habana, llena también de cicatrices y animales abandonados. No tiene la magia de la avenida que bordea el malecón y entre sus fachadas despintadas discurre la vida de miles de personas. Durante algunos años, ese fue el camino que más usaba para ir hacia el Vedado, de ahí que le tenga el afecto que genera lo conocido.


Recorrerla es hacer un viaje por la Habana real, esa que los anuncios turísticos se empecinan en mostrarnos con otros colores.


Hace algunas semanas, hice este video que hoy les muestro porque tengo el presentimiento de que un día pasaré y todo se verá distinto en esta calle.


Mi augurio no viene –esta vez– desde el pesimismo ni de creer que más de la mitad de las casas se vendrán abajo antes de que empiecen a ser reparadas. San Lázaro sanará y se sacudirá los colores ocres que hoy la visten. Allí estaré con mi cámara, para mostrársela entonces.


* Música tomada del disco
“Libre” de Boris Larramendi.

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