Miércoles 22 de abril
Mantengan abiertos los ojos y guárdense de toda suerte de codicia (Luc. 12:15).
La codicia es más que un simple deseo de poseer dinero u otras cosas, que podrían tener una utilidad y un propósito correctos. De acuerdo con varios diccionarios, se podría definir como un deseo distorsionado que se centra en bienes materiales o inmateriales, sea que pertenezcan a otra persona o no. A veces se manifiesta en un apetito insaciable de conseguir cosas por el mero hecho de tenerlas, independientemente de si uno las necesita o de cómo repercutirá eso en los demás. La persona codiciosa permite que el objeto deseado acapare su mente y sus acciones hasta el grado de convertirse en su dios. Ahora bien, recordemos que el apóstol Pablo equiparó la codicia a la idolatría y dijo que las personas dominadas por la avidez no heredarían el Reino de Dios (Efe. 5:5; Col. 3:5). Es interesante destacar que Jesús previno contra “toda suerte de codicia”. ¿Por qué? Porque la codicia puede adoptar diversas formas. w07 1/8 1:7-9
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