Busquen lo que es bueno, y no lo que es malo [...]. Odien lo que es malo, y amen lo que es bueno (Amós 5:14, 15).
Hace aproximadamente veinticinco años, La Atalaya dio una amorosa advertencia sobre las series de televisión. Hablando del sutil efecto que pueden tener las populares telenovelas, la revista mencionaba: "Se emplea la búsqueda del amor para justificar cualquier tipo de conducta. Por ejemplo, cierta joven soltera que está embarazada dice a una amiga: ‘Pero yo amo a Víctor. No me importa. [...] ¡El llevar dentro de mí su hijo compensa todo lo que yo tenga que hacer!’. La suave música de fondo dificulta el calificar de incorrecto el derrotero de ella. A la telespectadora también le agrada Víctor. Siente compasión por la muchacha. ‘La comprende.’ ‘Es asombrosa la manera como una razona’, declaró una telespectadora que más tarde recobró el juicio. ‘Sabemos que la inmoralidad es incorrecta. [...] Pero me di cuenta de que mentalmente estaba participando en ello’". Pues bien, ¿qué justificación puede tener un cristiano para elegir entretenerse con personas a las que jamás se le ocurriría invitar a su casa?
No comments:
Post a Comment