porque la elocuencia
no es la verdad exactamente.
Debo mirar tu libro, tu foto
y la ya mustia flor
que me obsequiaste
y que una mueca muestra
en los antaños pétalos rosados.
Debo confesar que te marchaste
en los brazos del humo
del té y la manzanilla de la tarde.
Mas peor son las bombas
en el centro de la tierra,
la gente sin agua, luz y carburante.
Peor son los terremotos
y el cólera y el Armagedón
que pronostican.
Tú y yo somos felices.
Todavía escribimos nostálgicos poemas.
Mañana qué sera,
qué sera de los versos,
de tu horóscopo chino,
de planetas, cualidades, defectos,
de fábulas y antípodas
y dioses y embustes.
Qué serán tu bondad
real o fingida
qué será de mi orgullo
y de mis confusiones.
Qué sera de mi lucha,
emotividad y caprichos.
Qué sera de mis hijos.
Qué sera de mis discos
que hasta a ti molestan,
perturban, asustan
y ahora me roban.
Qué será de mis libros
aún en el silencio
por mediocres
y tontos.
Qué serán mis almendros,
mis vicarias, mis jazmines,
mis galanes de noche
y tantas hojas secas
en el rocío de un beso
casi imaginario
o de un otoño breve
y trascendente
de penumbra.
Se morirán de sed.
Qué serán, en fin,
las cosas que más quiero,
incluyéndote a ti,
el desconfiado.
Qué serán
cuando la muerte
nos pase a todos
con nuestra carga
de deudores.
Qué será de los que escogimos
la eterna muerte
de la muerte vivos
o la eterna vida
de los muertos vivos.