Las arañas se mecen en el techo
y muestran la lengua
cada noche
porque no puedo tumbarlas
de su trono
porque el negro cielo
se me pulveriza
porque carezco de paraguas
para detener los aguaceros.
Al Este de Itaca
hay flores marchitas
que me aguardan
para resucitar
entre inéditas páginas,
hay oídos prestos
a escuchar mi canto.
Allá está Ulises
decidido a impedir
que lo aten al mástil.
Hay teatros y cines
donde pastar mi espíritu.
Allá Vivaldi es un fondo
mágico a los versos,
al latido de un corazón
que no lo aplastan los desastres,
a un beso tierno
en la frente,
a un vuelo de cisne
en aire de profeta inusitado.
Allá vibra la tela
y la serpiente
puede morder
a la inocencia
que llega a su destino
con el sol.
Al Este de Itaca
puede el candor
estocar la lucidez.
O las verdades
estar en los jardines,
en la rosa.
y muestran la lengua
cada noche
porque no puedo tumbarlas
de su trono
porque el negro cielo
se me pulveriza
porque carezco de paraguas
para detener los aguaceros.
Al Este de Itaca
hay flores marchitas
que me aguardan
para resucitar
entre inéditas páginas,
hay oídos prestos
a escuchar mi canto.
Allá está Ulises
decidido a impedir
que lo aten al mástil.
Hay teatros y cines
donde pastar mi espíritu.
Allá Vivaldi es un fondo
mágico a los versos,
al latido de un corazón
que no lo aplastan los desastres,
a un beso tierno
en la frente,
a un vuelo de cisne
en aire de profeta inusitado.
Allá vibra la tela
y la serpiente
puede morder
a la inocencia
que llega a su destino
con el sol.
Al Este de Itaca
puede el candor
estocar la lucidez.
O las verdades
estar en los jardines,
en la rosa.