Barnet tiene razón
JOSÉ PRATS SARIOL | Arizona | 13 Abr 2014 - 9:59 am. Tomado de Diario de Cuba.
Miguel Barnet tiene razón. Sus palabras en la apertura del VIII Congreso de la UNEAC se adhirieron a la realidad. Sobre todo cuando afirmó que la cincuentenaria organización debe "contribuir a restañar el tejido espiritual de la nación".
¿Sabrá el autor el significado de "restañar"? Porque el diccionario es muy preciso: "Volver a estañar, cubrir o bañar con estaño por segunda vez". Y añade en segunda acepción: "Detener una hemorragia o el derrame de otro líquido".
Tiene, entonces, razón: la oficialista organización restaña, detiene el tejido espiritual de la nación. Porque en efecto: baña con estaño los residuos de la cultura cubana que sobreviven a la devastación. El miembro del Comité Central del Partido Comunista no pudo ser más exacto.
Estoy muy sorprendido: otras partes de su discurso también se acercaron a lo razonable. Es algo insólito. Digno de archivarse. Confieso que no podía creer sus palabras. Dijo: "La UNEAC es el Moncada de la cultura". ¿Sabrá Miguel Barnet lo que ocurrió en Santiago de Cuba cuando el asalto al cuartel Moncada, aquel 26 de julio de 1953? ¿Habrá leído que Fidel Castro ni siquiera entró al cuartel y se replegó más rápido que un avestruz?
Porque entonces la UNEAC, honrando la memoria del Moncada, sobre todo la del otrora Máximo Líder, se caracteriza por huir, escapar de los problemas objetivos del país. Es decir, ni siquiera enunciarlos y mucho menos debatirlos sin miedo, sin censura. Si acaso tergiversarlos, posponerlos, manipularlos hacia el futuro, que bien sabían los gallegos bodegueros –como algún personaje de Barnet— que ese "futuro" era un cartel del teatro bufo, que para fiar estaba el mañana…
Los alrededor de 300 delegados al Congreso —fieles a las palabras de Miguel Barnet, con aliento moncadista— no abordaron la crisis de credibilidad que sufre el Gobierno, el amargo choteo con que le responden los cubanos de a pie ante cada nueva ley que promulga para sobrevivir con el poder y dejárselo a las familias elegidas, es decir, a la elite guerrillera y sus alrededores pragmáticos, con menos escrúpulos que un antiguo hacendado de Birán.
De sorpresa en sorpresa… Miguel Barnet —al lado de la momia de Machado Ventura— dijo, al parecer sin pestañear: "Comenzó un capítulo nuevo nunca antes transitado por los escritores y los artistas cubanos". Y agregó, aquí sí que con un razonamiento impoluto, sin puto: "No existe en ningún otro rincón de la Tierra una organización como la nuestra".
Nada que objetar, aunque tal vez en Corea del Norte, aun en China o Vietnam… Pero qué va, como la UNEAC ninguna. Así lo avala Human Rights Watch, cuyos archivos de violaciones cometidas por la Seguridad del Estado contra escritores y artistas cubanos han requerido la adición de más memoria a su disco duro. O las denuncias de Periodistas sin Fronteras —con videos, fotos y documentos— que apoyan ese carácter único que Barnet declamó.
Y lo del "capítulo nuevo" —si la frase no fuera un cliché— merecería un "sin lugar a dudas". ¿O es que alguien no se da cuenta de hacia dónde van las aperturas al capital extranjero, con más facilidades que las concedidas cuando don Tomás Estrada Palma a las empresas de los Estados Unidos, mientras la Enmienda Platt afeaba a la naciente República? ¡Qué paradoja! ¿O la próxima unificación de monedas, la desaparición de la libreta de racionamiento, los salarios y valores agregados de gerentes y altos funcionarios, no prometen un "capítulo nuevo", inédito, de "marxistas" desigualdades, que se añaden a las impuestas por las remesas, sobre todo contra la población afrocubana?
Lo que califica de "nuevos escenarios económicos" es un ejemplo de la autenticidad de su discurso. Para la UNEAC —ya se ve— significará en el cercano plazo la pérdida de subvenciones, el cierre de ayuda a miembros desvalidos y un etcétera que merecen, que han sabido ganarse de amanuenses, ujieres.
Miguel Barnet hace bien en detestar la definición de intelectual que diera Octavio Paz: un marginal que ejerce la razón crítica contra los diversos poderes. Ella no le hubiera permitido un discurso tan razonable, "con confianza (…) en la política cultural de la Revolución”.