Libro bíblico número 44: Hechos
Escritor: Lucas
Dónde se escribió: Roma
Cuándo se completó: c. 61 E.C.
Tiempo que abarca: 33–c. 61 E.C.
EN EL cuadragésimo segundo libro de las Escrituras inspiradas, Lucas da un relato de la vida, la actividad y el ministerio de Jesús y sus seguidores hasta el tiempo de la ascensión de Jesús. El registro histórico del cuadragésimo cuarto libro de las Escrituras, Hechos de Apóstoles, continúa la historia del cristianismo primitivo mostrando cómo se funda la congregación como resultado de la operación del espíritu santo. También describe cómo crece el testimonio, primero entre los judíos y luego pasando a gente de todas las naciones. La mayor parte del contenido de los primeros 12 capítulos 1-12 es sobre las actividades de Pedro, y los 16 capítulos 13-28 restantes relatan las actividades de Pablo. Lucas estuvo en asociación íntima con Pablo, pues lo acompañó en muchos de sus viajes.
2 El libro está dirigido a Teófilo. Puesto que se le llama “excelentísimo”, es posible que Teófilo fuera un funcionario, o puede que con “excelentísimo” solo se exprese alta estima. (Luc. 1:3.) El relato registra con exactitud histórica el establecimiento y desarrollo de la congregación cristiana. Empieza con las apariciones de Jesús a sus discípulos después de su resurrección y luego narra sucesos importantes del período desde 33 hasta alrededor de 61 E.C., de modo que abarca un total de aproximadamente 28 años.
3 Desde tiempos antiguos la escritura de Hechos se ha atribuido al escritor del Evangelio de Lucas. Ambos libros están dirigidos a Teófilo. Al repetir en los versículos de apertura de Hechos los sucesos con que concluye su Evangelio, Lucas enlaza los dos relatos y así indica que son obra del mismo autor. Parece que Lucas completó Hechos alrededor de 61 E.C., probablemente hacia fines de una estadía de dos años en Roma en compañía del apóstol Pablo. Puesto que los sucesos que describe llegan hasta ese año, Hechos no pudo haberse completado antes de esa fecha, y el hecho de que la apelación de Pablo a César se deja sin haberse decidido indica que Hechos se completó para ese año.
4 Desde los tiempos más antiguos, Hechos ha sido para los escriturarios un libro canónico. Partes del libro se encuentran entre los papiros manuscritos más antiguos que existen de las Escrituras Griegas, en particular los papiros Michigan núm. 1571 (P38), del siglo III o IV E.C., y Chester Beatty núm. 1 (P45), del siglo III. Ambos papiros indican que Hechos circulaba junto con otros libros de las Escrituras inspiradas y por lo tanto era parte del catálogo desde fecha temprana. El modo de escribir de Lucas en el libro de Hechos refleja la misma exactitud notable que, según ya dijimos, distingue su Evangelio. Sir William M. Ramsay clasifica al escritor de Hechos “entre los historiadores de primer rango”, y explica así lo que esto significa: “La condición primera y esencial del gran historiador es la verdad. Lo que dice tiene que ser fidedigno”*.
5 Como ilustración de la exactitud informativa tan característica de los escritos de Lucas, citamos a Edwin Smith, comandante de una flotilla de buques de guerra británicos en el Mediterráneo durante la I Guerra Mundial, quien escribió en la revista The Rudder de marzo de 1947: “Las naves antiguas no eran timoneadas como en estos tiempos modernos con un solo timón articulado sobre el codaste, sino mediante dos remos o paletas grandes, uno a cada lado de la popa; de ahí la mención de estos en número plural por san Lucas. [Hech. 27:40.] [...] En nuestro examen hemos visto que cada declaración que hace san Lucas sobre los movimientos de esta nave, desde que zarpó de Bellos Puertos hasta que quedó varada en Malta, ha sido verificada por prueba externa e independiente del tipo más exacto y satisfaciente; y que sus declaraciones en cuanto al tiempo que estuvo a la mar el barco corresponde con la distancia recorrida; y, finalmente, que su descripción del lugar al cual llegaron cuadra con el lugar tal como es. Todo lo cual muestra que Lucas en verdad hizo la travesía según la describe, y además ha probado que fue un hombre cuyas observaciones y declaraciones pueden aceptarse como confiables y fidedignas en grado máximo”*.
6 Los hallazgos arqueológicos también confirman la exactitud del relato de Lucas. Por ejemplo, excavaciones hechas en Éfeso han desenterrado tanto el templo de Ártemis como el teatro donde los efesios se amotinaron contra el apóstol Pablo. (Hech. 19:27-41.) Además, se han descubierto inscripciones que confirman lo correcto de que Lucas usara el título “gobernantes de la ciudad” y lo aplicara a los funcionarios de Tesalónica (17:6, 8). Dos inscripciones encontradas en Malta muestran lo correcto de que Lucas se refiriera a Publio como “el hombre prominente” de Malta (28:7)*.
7 Además, los varios discursos que Pedro, Esteban, Cornelio, Tértulo, Pablo y otros dieron, como los registra Lucas, son todos de estilo y composición diferentes. Aun los discursos de Pablo, pronunciados ante distintos auditorios, cambiaron de estilo para adaptarse a la ocasión. Esto indica que Lucas registró solamente lo que él mismo oyó o lo que otros testigos oculares le informaron. Lucas no era ningún novelista.
8 Se sabe muy poco de la vida personal de Lucas. Él mismo no era apóstol, pero estuvo asociado con los que lo eran. (Luc. 1:1-4.) En tres ocasiones el apóstol Pablo menciona a Lucas por nombre. (Col. 4:10, 14; 2 Tim. 4:11; File. 24.) Durante algunos años fue el compañero constante de Pablo, quien lo llamó “el médico amado”. En el relato hay un cambio continuo entre las formas “ellos” y “nosotros”, lo cual indica que Lucas estaba con Pablo en Troas durante el segundo viaje misional de Pablo, y que quizás se quedó atrás en Filipos hasta que Pablo regresó unos años después, y que entonces se juntó de nuevo con Pablo y lo acompañó en su viaje a Roma, donde Pablo sería sometido a juicio. (Hech. 16:8, 10; 17:1; 20:4-6; 28:16.)
CONTENIDO DE HECHOS
9 Los sucesos hasta el Pentecostés (1:1-26). Al abrir Lucas su segundo relato, el resucitado Jesús dice a sus ansiosos discípulos que se les bautizará en espíritu santo. ¿Será restaurado el Reino en este tiempo? No. Pero ellos recibirán poder y serán testigos “hasta la parte más distante de la tierra”. Al ser elevado Jesús fuera de su vista, dos hombres vestidos de blanco les dicen: “Este Jesús que fue recibido de entre ustedes arriba al cielo, vendrá así de la misma manera” (1:8, 11).
10 El día memorable del Pentecostés (2:1-42). Todos los discípulos están congregados en Jerusalén. De repente un ruido como el de una brisa impetuosa llena la casa. Lenguas como de fuego descansan sobre los que están presentes. Se les llena de espíritu santo y empiezan a hablar en diferentes idiomas acerca de “las cosas magníficas de Dios” (2:11). Los espectadores quedan perplejos. Ahora Pedro se pone de pie y habla. Explica que este derramamiento del espíritu acontece en cumplimiento de la profecía de Joel (2:28-32), y que Jesucristo, ahora resucitado y ensalzado a la diestra de Dios, “ha derramado esto que ustedes ven y oyen”. Heridas en el corazón, unas 3.000 personas abrazan la palabra y son bautizadas (2:33).
11 El testimonio crece (2:43–5:42). Jehová continúa uniendo diariamente a ellos los que se van salvando. Fuera del templo, Pedro y Juan se encuentran con un paralítico que nunca en su vida ha caminado. “¡En el nombre de Jesucristo el Nazareno, anda!”, ordena Pedro. Inmediatamente el hombre ‘anda y salta y empieza a alabar a Dios’. Pedro entonces exhorta al pueblo a arrepentirse y volverse, “para que vengan tiempos de refrigerio de parte de la persona de Jehová”. Enojados porque Pedro y Juan enseñan sobre la resurrección de Jesús, los líderes religiosos los arrestan, pero las filas de los creyentes crecen hasta que son unos 5.000 hombres (3:6, 8, 19).
12 El día siguiente se hace comparecer a Pedro y Juan ante los gobernantes judíos para que estos los interroguen. Pedro testifica con franqueza que la salvación solo viene mediante Jesucristo, y cuando a Pedro y Juan se les ordena que dejen de predicar, responden: “Si es justo a vista de Dios escucharles a ustedes más bien que a Dios, júzguenlo ustedes mismos. Pero en cuanto a nosotros, no podemos dejar de hablar de las cosas que hemos visto y oído” (4:19, 20). Se les pone en libertad, y todos los discípulos siguen hablando la palabra de Dios con denuedo. Debido a las circunstancias, los creyentes juntan sus bienes materiales y hacen distribuciones según la necesidad que exista. Sin embargo, cierto Ananías y su esposa, Safira, venden una propiedad y en secreto retienen parte del precio mientras aparentan que han entregado toda la suma. Pedro los desenmascara, y ellos caen muertos por haber obrado falsamente contra Dios y el espíritu santo.
13 Nuevamente los indignados líderes religiosos echan a los apóstoles en la cárcel, pero esta vez el ángel de Jehová los pone en libertad. Al día siguiente se les lleva otra vez al Sanedrín, donde se les acusa de ‘llenar a Jerusalén con su enseñanza’. Los apóstoles contestan: “Tenemos que obedecer a Dios como gobernante más bien que a los hombres”. Aunque se les fustiga y amenaza, ellos no ceden, y ‘todos los días en el templo, y de casa en casa, continúan sin cesar enseñando y declarando las buenas nuevas acerca del Cristo, Jesús’ (5:28, 29, 42).
14 El martirio de Esteban (6:1–8:1a). Esteban es uno de los siete varones asignados por espíritu santo para distribuir alimento a las mesas. Además, da testimonio vigoroso de la verdad, y su apoyo de la fe es tan celoso que sus opositores, enfurecidos, hacen que se le lleve ante el Sanedrín acusado de blasfemia. Al presentar su defensa, Esteban primero cuenta de la gran paciencia que tuvo Jehová con Israel. Luego, con denodada elocuencia, va al grano: ‘Hombres obstinados, siempre están ustedes resistiendo el espíritu santo, ustedes que recibieron la Ley según fue transmitida por ángeles, pero no la han guardado’ (7:51-53). Esto es demasiado para ellos. Se precipitan sobre él, lo sacan de la ciudad, y lo matan a pedradas. Saulo observa con aprobación.
15 Persecuciones, y la conversión de Saulo (8:1b–9:30). La persecución que empieza ese día contra la congregación en Jerusalén los esparce a todos menos a los apóstoles por todo el país. Felipe va a Samaria, donde muchos aceptan la palabra de Dios. Se envía allí a Pedro y Juan desde Jerusalén para que los creyentes reciban espíritu santo “mediante la imposición de las manos de los apóstoles” (8:18). Un ángel entonces dirige a Felipe al sur, al camino que va de Jerusalén a Gaza, donde él encuentra a un eunuco de la corte real de Etiopía que va en su carro leyendo el libro de Isaías. Felipe le explica el significado de la profecía y lo bautiza.
16 Mientras tanto, Saulo, “respirando todavía amenaza y asesinato contra los discípulos del Señor”, parte hacia Damasco para arrestar a ‘los que pertenecen al Camino’ allí. De repente una luz del cielo fulgura a su alrededor, y Saulo cae a tierra cegado. Una voz del cielo le dice: “Soy Jesús, a quien estás persiguiendo”. Después de pasar Saulo tres días en Damasco, un discípulo llamado Ananías le ministra. Saulo recobra la vista, se bautiza, y llega a estar lleno de espíritu santo; se convierte en un predicador celoso y hábil de las buenas nuevas (9:1, 2, 5). Ha sucedido algo asombroso: el perseguidor se ha convertido en perseguido y tiene que huir por su vida, primero de Damasco y luego de Jerusalén.
17 Las buenas nuevas van a gentiles incircuncisos (9:31–12:25). Ahora la congregación ‘entra en un período de paz, siendo edificada; y como anda en el temor de Jehová y en el consuelo del espíritu santo, sigue multiplicándose’ (9:31). En Jope, Pedro levanta de la muerte a la amada Tabita (Dorcas), y allí recibe el llamado de ir a Cesarea, donde un oficial del ejército llamado Cornelio lo espera. Pedro predica a Cornelio y su casa y ellos creen, y se derrama sobre ellos espíritu santo. Al percibir “que Dios no es parcial, sino que, en toda nación, el que le teme y obra justicia le es acepto”, Pedro los bautiza... son los primeros conversos gentiles incircuncisos. Más tarde Pedro explica este nuevo suceso a los hermanos de Jerusalén, y estos glorifican por ello a Dios (10:34, 35).
18 Mientras las buenas nuevas siguen esparciéndose con rapidez, Bernabé y Saulo enseñan a una muchedumbre bastante numerosa en Antioquía, ‘y es primero en Antioquía donde a los discípulos por providencia divina se les llama cristianos’ (11:26). Nuevamente estalla la persecución. Herodes Agripa I hace que se dé muerte a espada a Santiago el hermano de Juan. También arroja a Pedro en prisión, pero de nuevo el ángel de Jehová libra a Pedro. ¡Qué mal le va al inicuo Herodes! Por no darle gloria a Dios, muere comido de gusanos. Por otra parte, ‘la palabra de Jehová sigue creciendo y difundiéndose’ (12:24).
19 El primer viaje misional de Pablo, con Bernabé (13:1–14:28)*. Bernabé y “Saulo, que también es Pablo”, son apartados y enviados desde Antioquía por espíritu santo (13:9). En la isla de Chipre muchos creen, entre ellos el procónsul Sergio Paulo. En tierra continental de Asia Menor los misioneros Bernabé y Saulo visitan seis o más ciudades en circuito, y por todas partes se repite la misma historia: Se hace patente una clara división entre los que gustosamente aceptan las buenas nuevas y los opositores testarudos que incitan a chusmas a arrojar piedras contra los mensajeros de Jehová. Después de nombrar ancianos en las congregaciones recién formadas, Pablo y Bernabé regresan a Antioquía de Siria.
20 Se resuelve la cuestión de la circuncisión (15:1-35). Debido a los muchos no judíos que entran en la congregación, surge la cuestión de si se debe circuncidar a estos. Pablo y Bernabé llevan el asunto a los apóstoles y ancianos en Jerusalén, donde el discípulo Santiago preside y hace arreglos para enviar la decisión unánime mediante una carta formal: “Al espíritu santo y a nosotros mismos nos ha parecido bien no añadirles ninguna otra carga, salvo estas cosas necesarias: que sigan absteniéndose de cosas sacrificadas a ídolos, y de sangre, y de cosas estranguladas, y de fornicación” (15:28, 29). El estímulo de esta carta hace que los hermanos de Antioquía se regocijen.
21 El ministerio se extiende con el segundo viaje de Pablo (15:36–18:22)*. “Después de algunos días” Bernabé y Marcos parten hacia Chipre, mientras que Pablo y Silas pasan por Siria y Asia Menor (15:36). El joven Timoteo se une a Pablo en Listra, y ambos viajan hacia Troas, en la costa del mar Egeo. Allí Pablo tiene una visión de un hombre que le suplica: “Pasa a Macedonia y ayúdanos” (16:9). Lucas se une a Pablo, y juntos toman un barco hacia Filipos, la ciudad principal de Macedonia, donde a Pablo y Silas se les echa en prisión. El resultado de esto es que el carcelero se hace creyente y se bautiza. Después de ser puestos en libertad, Pablo y Silas pasan a Tesalónica, y allí los judíos, envidiosos, incitan una chusma contra ellos. Así que de noche los hermanos envían a Pablo y Silas a Berea. Aquí los judíos muestran una disposición noble al recibir la palabra ‘con suma prontitud de ánimo, y examinar con cuidado las Escrituras diariamente’ para confirmar las cosas que aprenden (17:11). Pablo deja a Silas y Timoteo en esta nueva congregación, como había hecho con Lucas en Filipos, y sigue hacia el sur, a Atenas.
22 En esta ciudad de ídolos, los altivos filósofos epicúreos y estoicos se mofan de Pablo llamándolo “charlatán” y “publicador de deidades extranjeras”, y lo llevan al Areópago o Colina de Marte. Con hábil oratoria Pablo argumenta a favor de buscar al Dios verdadero, el “Señor del cielo y de la tierra”, quien garantiza un juicio justo mediante aquel a quien Él ha resucitado de entre los muertos. La mención de la resurrección divide a su auditorio, pero algunos se hacen creyentes (17:18, 24).
23 Después, en Corinto, Pablo se aloja en casa de Áquila y Priscila, y se une a ellos en el oficio de hacer tiendas de campaña. La oposición a lo que él predica lo obliga a salir de la sinagoga y celebrar sus reuniones en la casa contigua a la sinagoga, en casa de Ticio Justo. Crispo, el presidente de la sinagoga, se hace creyente. Después de estar 18 meses en Corinto, Pablo parte con Áquila y Priscila hacia Éfeso, donde deja a estos y prosigue hacia Antioquía de Siria, con lo cual completa su segunda gira misional.
24 Pablo vuelve a visitar las congregaciones en una tercera gira (18:23–21:26)*. Un judío llamado Apolos viene a Éfeso desde Alejandría, Egipto, y habla denodadamente acerca de Jesús en la sinagoga, pero a Áquila y Priscila se les hace necesario corregirle en cuanto a su enseñanza antes de que prosiga a Corinto. Pablo ahora está en su tercer viaje, y con el tiempo llega a Éfeso. Al enterarse de que los creyentes aquí han sido bautizados con el bautismo de Juan, Pablo explica lo que es el bautismo en el nombre de Jesús. Entonces bautiza a unos 12 hombres, y cuando pone las manos sobre ellos, estos reciben el espíritu santo.
25 Durante los tres años que Pablo pasa en Éfeso, ‘de manera poderosa la palabra de Jehová sigue creciendo y prevaleciendo’, y muchos dejan de adorar a la diosa patrona de la ciudad, Ártemis (Artemisa) (19:20). Airados por la pérdida de negocio que pueden esperar, los fabricantes de templetes de plata provocan un alboroto tan grande en la ciudad que toma horas dispersar a la chusma. Poco después Pablo parte hacia Macedonia y Grecia, y de paso visita a los creyentes.
26 Pablo pasa tres meses en Grecia antes de regresar por Macedonia, donde Lucas se reúne con él. Juntos cruzan a Troas, y aquí, mientras Pablo discursa hasta tarde en la noche, un joven se queda dormido y cae de una ventana del tercer piso. Lo recogen muerto, pero Pablo le devuelve la vida. Al día siguiente Pablo y los que van con él parten hacia Mileto, donde Pablo se detiene en su viaje a Jerusalén, para celebrar una reunión con los ancianos de Éfeso. Les informa que no volverán a ver su rostro. Entonces, ¡cuán urgente es que tomen la delantera y pastoreen el rebaño de Dios, “entre el cual el espíritu santo los ha nombrado superintendentes”! Pablo les recuerda el ejemplo que ha puesto entre ellos, y los exhorta a permanecer despiertos y no refrenarse de dar a favor de los hermanos (20:28). Aunque Pablo recibe advertencias de no poner pie en Jerusalén, no retrocede. Sus compañeros al fin consienten en dejarlo ir, diciendo: “Efectúese la voluntad de Jehová” (21:14). Hay gran regocijo cuando Pablo informa a Santiago y a los ancianos respecto a la bendición de Dios sobre su ministerio entre las naciones.
27 Pablo es arrestado y sometido a juicio (21:27–26:32). Cuando Pablo se presenta en el templo en Jerusalén, se le da un recibimiento hostil. Los judíos de Asia alborotan a toda la ciudad contra él, y los soldados romanos lo rescatan precisamente a tiempo.
28 ¿A qué se debe todo el alboroto? ¿Quién es este Pablo? ¿Qué delito ha cometido? El desconcertado comandante militar quiere saber estas cosas. A causa de su ciudadanía romana, Pablo se salva de que lo azoten, y entonces lo llevan ante el Sanedrín. ¡Ah, un tribunal dividido entre fariseos y saduceos! De modo que Pablo plantea la cuestión de la resurrección, y así pone a unos contra otros. Cuando la disensión se hace violenta, los soldados romanos tienen que arrebatar a Pablo de en medio del Sanedrín para que no lo despedacen. Secretamente, de noche, se envía a Pablo al gobernador Félix en Cesarea con una fuerte escolta de soldados.
29 Acusado de sedición por sus opositores, Pablo se defiende hábilmente ante Félix. Pero Félix se demora con la esperanza de recibir dinero como soborno por poner en libertad a Pablo. Pasan dos años. Porcio Festo sucede a Félix como gobernador, y se ordena un nuevo juicio. Una vez más se hacen acusaciones graves, y nuevamente Pablo declara su inocencia. Pero Festo, con el fin de ganarse el favor de los judíos, sugiere otro juicio ante él en Jerusalén. Esto hace que Pablo diga: “¡Apelo a César!” (25:11). Pasa más tiempo. Finalmente, el rey Herodes Agripa II le hace una visita de cortesía a Festo, y de nuevo llevan a Pablo a la sala del tribunal. Tan poderoso y convincente es el testimonio de Pablo que Agripa se ve impulsado a decirle: “En poco tiempo me persuadirías a hacerme cristiano” (26:28). Agripa reconoce también la inocencia de Pablo, y que se le podría haber puesto en libertad si no hubiera apelado a César.
30 Pablo va a Roma (27:1–28:31)*. Se pone al prisionero Pablo y a otros en un barco para la primera etapa del viaje a Roma. Debido a los vientos contrarios, el progreso es lento. En el puerto de Mira cambian de barco. Al llegar a Bellos Puertos, en Creta, Pablo recomienda pasar el invierno allí, pero la mayoría aconseja hacerse a la mar. Apenas se han hecho a la mar cuando vientos tempestuosos los azotan y los empujan sin misericordia. Después de dos semanas la nave finalmente se despedaza en un bajío cerca de la costa de Malta. Como lo había asegurado antes Pablo, ¡ninguno de los 276 a bordo pierde la vida! Los habitantes de Malta les muestran extraordinaria bondad humana, y durante ese invierno Pablo cura a muchos de ellos mediante el poder milagroso del espíritu de Dios.
31 La siguiente primavera Pablo llega a Roma, y los hermanos salen al camino para recibirlo. El verlos hace que Pablo ‘dé gracias a Dios y cobre ánimo’. Aunque todavía es prisionero, Pablo puede quedarse en su propia casa alquilada con un soldado de guardia. Lucas concluye su relato diciendo que Pablo recibía amablemente a todos los que venían a él ‘y les predicaba el reino de Dios y enseñaba las cosas respecto al Señor Jesucristo con la mayor franqueza de expresión, sin estorbo’ (28:15, 31).
POR QUÉ ES PROVECHOSO
32 El libro de Hechos confirma con su testimonio, que se añade al de los relatos evangélicos, la autenticidad e inspiración de las Escrituras Hebreas. Al acercarse el Pentecostés, Pedro indicó el cumplimiento de dos profecías que “el espíritu santo habló de antemano por boca de David acerca de Judas”. (Hech. 1:16, 20; Sal. 69:25; 109:8.) Pedro dijo también a la sorprendida muchedumbre del Pentecostés que ellos en realidad estaban contemplando el cumplimiento de profecías: “Esto es lo que se dijo por medio del profeta Joel”. (Hech. 2:16-21; Joel 2:28-32; compárese también Hechos 2:25-28, 34, 35 con Salmo 16:8-11 y Sl 110:1.)
33 Para convencer a otra muchedumbre fuera del templo, Pedro hizo referencia de nuevo a las Escrituras Hebreas, pues citó primero a Moisés y luego añadió: “Y todos los profetas, de hecho, desde Samuel en adelante y los que siguieron en sucesión, cuantos han hablado, también han declarado estos días patentemente”. Después, ante el Sanedrín, Pedro citó Salmo 118:22 para mostrar que Cristo, la piedra que ellos habían rechazado, había llegado a ser “cabeza del ángulo”. (Hech. 3:22-24; 4:11.) Felipe explicó al eunuco etíope cómo se había cumplido la profecía de Isaías 53:7, 8, y el eunuco, al recibir aquella iluminación, solicitó humildemente el bautismo. (Hech. 8:28-35.) De igual modo, cuando Pedro habló a Cornelio acerca de Jesús, testificó: “De él dan testimonio todos los profetas” (10:43). Cuando se debatía el asunto de la circuncisión, Santiago apoyó la decisión que había tomado diciendo: “Con esto convienen las palabras de los Profetas, así como está escrito” (15:15-18). El apóstol Pablo se apoyó en las mismas autoridades (26:22; 28:23, 25-27). La evidente aceptación inmediata de las Escrituras Hebreas como parte de la Palabra de Dios por los discípulos y sus oyentes sella con aprobación inspirada esos escritos.
34 Hechos es sumamente provechoso al mostrar cómo se fundó y cómo creció la congregación cristiana bajo el poder del espíritu santo. Por todo este dramático relato observamos las bendiciones de expansión que da Dios, el denuedo y el gozo de los cristianos primitivos, su postura intransigente ante la persecución, y su buena disposición para servir, ejemplificada por Pablo al contestar los llamados de pasar a servir en el extranjero e ir a Macedonia (4:13, 31; 15:3; 5:28, 29; 8:4; 13:2-4; 16:9, 10). La congregación cristiana de hoy día no difiere en nada de aquella, pues está estrechamente enlazada en amor, unidad e interés común mientras habla “las cosas magníficas de Dios” bajo la guía del espíritu santo (2:11, 17, 45; 4:34, 35; 11:27-30; 12:25).
35 El libro de Hechos muestra exactamente cómo debe efectuarse la actividad cristiana de proclamar el Reino de Dios. Pablo mismo fue un ejemplo, cuando dijo: “No me retraje de decirles ninguna de las cosas que fueran de provecho, ni de enseñarles públicamente y de casa en casa”. Entonces añade: “Di testimonio cabalmente”. Esta idea principal de ‘testificar cabalmente’ la notamos a través del libro, y resalta impresionantemente en los párrafos de conclusión, donde la devoción intensa y sincera de Pablo a su predicación y enseñanza, hasta en cadenas de prisión, se destaca en las palabras: “Y él les explicó el asunto, dando testimonio cabal respecto al reino de Dios y tratando de persuadirlos respecto a Jesús, tanto por la ley de Moisés como por los Profetas, desde la mañana hasta el atardecer”. ¡Que siempre manifestemos esa entrega tan completa a un solo propósito en nuestra actividad del Reino! (20:20, 21; 28:23; 2:40; 5:42; 26:22).
36 El discurso de Pablo a los superintendentes de Éfeso contiene mucho consejo práctico para los superintendentes de hoy. Puesto que han sido asignados por espíritu santo, es sumamente importante que ‘presten atención a sí mismos y a todo el rebaño’, y lo pastoreen tiernamente y lo protejan de los lobos opresivos que procuran destruirlo. ¡Esta no es ninguna responsabilidad fácil! Los superintendentes tienen que mantenerse despiertos y edificarse con la palabra de la bondad inmerecida de Dios. Mientras trabajan para ayudar a los que son débiles, “tienen que tener presentes las palabras del Señor Jesús, cuando él mismo dijo: ‘Hay más felicidad en dar que en recibir’” (20:17-35).
37 Los otros discursos de Pablo también brillan con la clara expresión de principios bíblicos. Por ejemplo, tenemos la argumentación clásica de su discurso a los estoicos y epicúreos en el Areópago. Primero cita la inscripción “A un Dios Desconocido”, que nota en un altar, y usa esto como motivo para explicar que el único Dios verdadero, el Señor del cielo y la tierra, quien hizo de un solo hombre toda nación de hombres, “no está muy lejos de cada uno de nosotros”. Luego cita las palabras de los poetas de ellos: “Porque también somos linaje de él”, y muestra cuán ridículo es suponer que ellos surgieron de ídolos inertes de oro, plata o piedra. Así Pablo establece con prudencia la soberanía del Dios vivo. Solo en sus palabras finales saca a relucir la cuestión de la resurrección, y aun entonces no menciona a Cristo por nombre. Comunicó su punto de la soberanía suprema del único Dios verdadero, y como resultado algunos se hicieron creyentes (17:22-34).
38 El libro de Hechos estimula el estudio continuo y diligente de “toda Escritura”. Cuando Pablo predicó originalmente en Berea, porque los judíos de aquel lugar “recibieron la palabra con suma prontitud de ánimo, y examinaban con cuidado las Escrituras diariamente en cuanto a si estas cosas eran así”, recibieron encomio como personas “de disposición más noble” que otras (17:11). Hoy, como entonces, este examen cuidadoso de las Escrituras en compañía de la congregación de Jehová, que está llena del espíritu, redunda en las bendiciones de convicción y fe firme. Mediante tal estudio uno puede alcanzar un entendimiento claro de los principios divinos. Tenemos una magnífica declaración de algunos de estos principios en Hechos 15:29. Ahí el cuerpo gobernante de apóstoles y hermanos de edad madura de Jerusalén dio a conocer que aunque la circuncisión no era un requisito para el Israel espiritual, había prohibiciones claras contra la idolatría, la sangre y la fornicación.
39 Aquellos discípulos primitivos estudiaban en verdad las Escrituras inspiradas y podían citarlas y aplicarlas según fuera necesario. El conocimiento exacto y el espíritu de Dios los fortalecieron para enfrentarse con persecuciones violentas. Pedro y Juan dejaron un dechado para todos los cristianos fieles cuando con denuedo dijeron a los gobernantes opositores: “Si es justo a vista de Dios escucharles a ustedes más bien que a Dios, júzguenlo ustedes mismos. Pero en cuanto a nosotros, no podemos dejar de hablar de las cosas que hemos visto y oído”. Y cuando se les llevó de nuevo ante el Sanedrín, el cual ‘les ordenó positivamente’ que no siguieran enseñando sobre la base del nombre de Jesús, ellos dijeron sin vacilación: “Tenemos que obedecer a Dios como gobernante más bien que a los hombres”. Este denodado testimonio redundó en una excelente testificación para los gobernantes, y llevó a que Gamaliel, famoso maestro de la Ley, hiciera su muy conocida declaración a favor de la libertad de adoración, que condujo a que los apóstoles fueran puestos en libertad (4:19, 20; 5:28, 29, 34, 35, 38, 39).
40 El glorioso propósito de Jehová respecto a su Reino, que corre como una hebra de oro por toda la Biblia, se destaca muy prominentemente en el libro de Hechos. Al comienzo se muestra a Jesús durante los 40 días que precedieron a su ascensión ‘diciendo las cosas acerca del reino de Dios’. Fue en respuesta a la pregunta de los discípulos sobre cuándo sería restaurado el Reino que Jesús les dijo que primero tenían que ser testigos suyos hasta la parte más distante de la Tierra (1:3, 6, 8). Comenzando en Jerusalén, los discípulos predicaron el Reino con firme denuedo. Las persecuciones llevaron a que se lapidara a Esteban y esparcieron a muchos discípulos a nuevos territorios (7:59, 60). Se registra que Felipe declaró “las buenas nuevas del reino de Dios” con mucho éxito en Samaria, y que Pablo y sus compañeros proclamaron “el reino” en Asia, Corinto, Éfeso y Roma. Todos estos cristianos primitivos dieron verdaderos ejemplos de confianza inquebrantable en Jehová y en su espíritu sustentador (8:5, 12; 14:5-7, 21, 22; 18:1, 4; 19:1, 8; 20:25; 28:30, 31). Al contemplar nosotros su celo y valor indomables y observar cuán abundantemente bendijo Jehová sus esfuerzos, tenemos un maravilloso incentivo para ser fieles y ‘dar testimonio cabal respecto al reino de Dios’ (28:23).
[Notas a pie de página]
St. Paul the Traveller, 1895, página 4.
Citado en Awake! del 22 de julio de 1947, páginas 22, 23; véase también ¡Despertad! del 22 de julio de 1971, páginas 27, 28.
Perspicacia para comprender las Escrituras, volumen 1, páginas 201, 761, 762; volumen 2, página 748.
Perspicacia para comprender las Escrituras, volumen 2, página 747.
Perspicacia para comprender las Escrituras, volumen 2, página 747.
Perspicacia para comprender las Escrituras, volumen 2, página 747.
Perspicacia para comprender las Escrituras, volumen 2, página 750.
[Preguntas del estudio]
1, 2. a) ¿Qué sucesos y actividades históricos se describen en Hechos? b) ¿Qué período abarca este libro?
3. ¿Quién escribió el libro de Hechos, y cuándo se completó su escritura?
4. ¿Qué prueba que Hechos es canónico y auténtico?
5. Ilustre la exactitud del informe que da Lucas.
6. ¿Qué ejemplos muestran cómo confirman la exactitud de Hechos los hallazgos arqueológicos?
7. ¿Cómo muestran los discursos puestos por escrito que el registro de Hechos es verdadero?
8. ¿Qué nos dicen de Lucas y de su asociación con Pablo las Escrituras?
9. ¿Qué puntos se declaran a los discípulos al tiempo de la ascensión de Jesús?
10. a) ¿Qué cosas memorables suceden el día del Pentecostés? b) ¿Qué explicación da Pedro, y con qué resultado?
11. ¿Cómo hace prosperar Jehová la obra de predicar?
12. a) ¿Qué respuesta dan los discípulos cuando se les ordena que dejen de predicar? b) ¿Por qué reciben castigo Ananías y Safira?
13. ¿De qué se acusa a los apóstoles, cómo responden, y qué siguen haciendo?
14. ¿Por qué sufre martirio Esteban?
15. ¿Qué resultado tiene la persecución, y qué experiencias tiene Felipe en la predicación?
16. ¿Qué lleva a la conversión de Saulo?
17. ¿Cómo llegan las buenas nuevas a gentiles incircuncisos?
18. a) ¿Qué sucede después en Antioquía? b) ¿Qué persecución estalla? ¿Logra su objetivo?
19. ¿Cuán extenso es el primer viaje misional de Pablo, y qué se logra en él?
20. ¿Mediante qué decisión se resuelve el asunto de la circuncisión?
21. a) ¿Quiénes se unen a Pablo en su segundo viaje misional? b) ¿Qué sucesos distinguen la visita a Macedonia?
22. ¿Qué efecto tiene el discurso hábil de Pablo en el Areópago?
23. ¿Qué se logra en Corinto?
24, 25. a) Al tiempo de comenzar Pablo su tercer viaje, ¿qué sucede en Éfeso? b) ¿Qué conmoción señala el fin de la estadía de tres años de Pablo allí?
26. a) ¿Qué milagro efectúa Pablo en Troas? b) ¿Qué consejo da Pablo a los superintendentes de Éfeso?
27. ¿Qué recibimiento se da a Pablo en el templo?
28. a) ¿Qué cuestión plantea Pablo ante el Sanedrín, y con qué resultado? b) ¿Adónde lo envían entonces?
29. Acusado de sedición, ¿qué serie de juicios o audiencias tiene Pablo, y qué apelación hace?
30. ¿Qué experiencias tiene Pablo en su viaje hasta Malta?
31. ¿Cómo se recibe a Pablo al llegar a Roma, y en qué se ocupa allí?
32. Tanto antes del Pentecostés como durante este, ¿cómo testificó Pedro en cuanto a la autenticidad de las Escrituras Hebreas?
33. ¿Cómo mostraron Pedro, Felipe, Santiago y Pablo que las Escrituras Hebreas son inspiradas?
34. ¿Qué revela Hechos sobre la congregación cristiana? ¿Ha variado esto algo hoy día?
35. ¿Cómo muestra Hechos la manera como había de darse el testimonio, y qué cualidad respecto al ministerio se destaca?
36. ¿Qué consejo práctico de Pablo aplica con vigor a los superintendentes hoy día?
37. ¿Mediante qué argumentación prudente logró comunicar Pablo su punto en el Areópago?
38. ¿En qué bendiciones redunda la clase de estudio que se estimula en Hechos?
39. a) ¿Cómo se fortaleció a los discípulos para enfrentarse con las persecuciones? b) ¿Qué testimonio denodado dieron? ¿Fue eficaz?
40. ¿Qué incentivo nos da Hechos para dar un testimonio cabal sobre el Reino?