Novela inédita y de ficción.
De: Diana Margarita Cantón Martínez.
A veces
llamaba por teléfono a casa de mi suegra al número que todavía me sé y hablaba
con esta y o con la Hermana de Juan y le mandaba recados tontos como:
De: Diana Margarita Cantón Martínez.
Capitulo” El golpe bajo”
“Juana de Los Caprichos había dejado a mi madre su dirección
en una de las calles de los mártires, para que yo fuera a hablarle.
Allá me dirigí ya algo indignada. Pero no la encontré. Y los
curiosos vecinos me hablaron de las locuras que hacía: dejaba el niño solo, la
casa abierta ( como en aquella ocasión ), no solo para buscar los mandados a
la bodega, sino que se iba y volvía cuando le parecía, sin decir nada a nadie.
Miré por la ventana y la puerta al interior de la sala y parte de los cuartos de
la casa, vi el cuadro con la foto de la boda de ella con mi novio, colgada en
la pared!.” El mundo se me vino encima”. La gente se deshinibió fácilmente
conmigo al decirles que era una prima de ella que venía a verla.
De allí me dirigí al Círculo Infantil cansada de esperarla, pensando en encontrar solo a
Juan, y no a la pareja. Llegué como a las cinco, y estuve allí sola, ansiosa,
como hasta las seis de la tarde, dando paseitos y buscando su figura hasta que
asomara por la calle.
Aquella escena acabó de decepcionarme, cuando los vi juntos
en busca del fruto común, no de brazos, pero juntos indudablemente. Ella se esmeró
en decirme y hacerme ver que estaban unidos hasta en la cama, que él vivía con
ella. Le llamaba ”Mi Chiny”delante de mi ( zalamería que usaba él conmigo en la
intimidad y que nunca le devolví ni en privado, mucho menos en público). No es
mi estilo!. A solas lo llamaba por su nombre entre suspiros y le decía:
-Juan…, te amo…..
Juana trató de dejarme claro que no renunciaría a él, que no
volvería a La Habana conmigo, ahora menos que nunca, tendría que quedarse a su
lado, pues ya eran dos niños, una recién-nacida y con problemas graves, que
todavía estaba en el cunero del Hospital de Maternidad ,tras los cristales en Prematuros.
El se vio en una situación muy embarazosa y comprendió mi molestia. Me
preguntó:
-Qué hizo ella?. Te dañó?.
Lo que había hecho –al parecer-él no lo sabía. Se lo tuve
que contar después. Me pidió:
-Por favor, ten calma, no te enfades, espera. Tengo que irme
con ella y aplacarla. Es capaz de cualquier disparate. No puedes ni imaginarte!.
Y en efecto, se fueron los dos con el hijo común para la
patriótica calle, y yo regresé a mi desierto destruída.
Por supuesto que le respondí a ella con altivez cuando me preguntó:
-Es cierto que” metiste la pata”?.
-No te interesa. Son asuntos nuestros!.
Trataba de hacerse la Buena, la comprensiva, de modo
hipócrita, humillándome. La dejé con la duda!?.
En mi casa, por supuesto que lo negué todo: el embarazo que nunca
existió, aunque después confundí a Juan diciéndole que lo había interrumpido
con ayuda de otras personas en La Habana, cuando estuve varios días sola, sin
que apareciera. A mis padres negué la pérdida de mi virginidad, cosa que sé que
mi papá nunca creyó, pero si no lo hubiera negado, hubieran obligado a Juan a
casarse conmigo, y mi orgullo y mis convicciones de entonces, no me habrían
dejado tampoco ser feliz. Además, entendí que era mejor romper por el bien de
aquellos inocentes, en especial de la niña.
También rezone que la situación de Juan era bien compleja:
elegir entre sus hijos, en especial de la discapacitada y yo, que ya tenía diecisiete años, desde entonces más
“loca”, “loca”, “loca”…-como dice la canción.
Pore eso, aunque
fue difícil y lento el desmontaje de aquel Amor disparejo, comprendí que se
imponía y que tenía que tener entereza.
-Dile que no
quiero verlo más, que venga a recoger el vaso del vino que se llevó del
restaurante, la camisa de listas rojas y blancas, la verdecita de bordaditos en
las mangas-que me trajo para que se las lavara “y aprendiera a tener un esposo”.
Pero Juan
acababa convenciéndome siempre? De sus
razones y verdades, hasta que todo se fue apagando poco a poco con el tiempo y
la distancia.
Llegó un
momento en que hasta cambiaron el número de teléfono alegando-dijo su mama:
-Alguien
llamaba mucho aquí a molestar, después no respondía y colgaba o decía cosas aterrorizantes.
Pore so cambiaron el número.
Por supuesto
que nada tenía yo que ver con aquello, incluso solo llamaba a veces cuando
andaba de paso por la ciudad de los pinos tristes. Jamás lo hice desde la
capital.
Parece que
otra loca andaba en el camino de Juan de los Cielos.