Homenaje de
La Habana Elegante
a Rubén Martínez Villena
La pupila insomne de Rubén Martínez Villena
La Habana Elegante había pasado por alto --fuerza es que lo reconozcamos-- el centenario del natalicio de un gran poeta cubano, y habanero por añadidura: Rubén Martínez Villena. Desafortunadamente, el revolucionario ha hecho olvidar al poeta, algo que ocurre con bastante frecuencia entre nosotros. Si a ello añadimos que la obra literaria de Martínez Villena es relativamente exigua, entonces el olvido parecería justificado. Pero no lo es, ciertamente. Y ahora La Habana Elegante se honra festejando el Centenario del poeta -sin dudas grande- que fue Martínez Villena.
¡Oh mi ensueño, mi ensueño,
vanamente me exaltas!;
¡Oh mi inútil empeño
por subir donde subes!
Estas alas tan cortas
y esas nubes tan altas,
y estas alas queriendo
conquistar esas nubes!
Rubén Martínez Villena
La crítica cubana --dicho sea de paso-- no le ha hecho a Rubén la justicia que merece. Cintio Vitier lo antologó en su conocida recopilación de la poesía republicana Cincuenta años de poesía cubana (1902 -- 1952), editada por la Dirección de Cultura del Ministerio de Educación en 1952. Allí, dice Vitier que como "poeta, Rubén Martínez Villena fue sin duda uno de los temperamentos más penetrantes de este período", y señala, entre sus características, "la ironía sentimental", un "lánguido y morboso pesimismo", cierta "agudeza lírica y metafísica" y "la inflexión y el fuego, de los Versos libres de José Martí" en algunos de sus poemas. Curiosamente, Vitier no incluye algunos de los --sin dudas-- mejores sonetos de Martínez Villena (El cazador, La medalla del soneto clásico) lo cual --a su vez-- nos priva de ofrecérselos a nuestros lectores. Cintio Vitier volverá a referirse a Villena en su recientemente editada Lo cubano en la poesía, pero con criterios muy parecidos a los que recoge en la antología mencionada. También el húngaro Mihály Dés recogió algunos textos de Villena en Noche insular / Antología de la poesía cubana, publicada por la prestigiosa Editorial Lumen en 1993. En 1974 la Editorial de Ciencias Sociales publicó en 1974 la biografía Rubén Martínez Villena, de Ana Núñez Machín, quien obtuviera con ella el premio nacional Enrique Piñeyro de la UNEAC en 1970. Ese libro --ya difícil de conseguir hoy-- nos ha proporcionado un valioso material para la realización de este modestísimo homenaje.
Rubén Martínez Villena nació el 20 de diciembre de 1899 en Alquízar, La Habana. El 20 de mayo de 1900 la familia se traslada a la ciudad y es bautizado en la parroquia de Regla. En 1910 el padre (Luciano R. Martínez Echemendía) es nombrado superintendente de escuela de La Habana, y Rubén comienza a escribir sus primeros versos. Ingresa en el Instituto No.1 de La Habana y allí cursa el bachillerato en Letras y Ciencias, graduándose en 1916. Inmediatamente comienza a trabajar como maestro auxiliar en la escuela Hoyo y Junco con un salario de $25.00 mensuales. En septiembre del mismo año de 1916 matricula en la Escuela de Derecho de la Universidad de La Habana. Los primeros versos conocidos son unas décimas ("Peñas arriba") escritos en 1917. Conoce a Juan Marinello y escribe en julio su primer artículo en prosa conocido: Luis Padró, como homenaje a su maestro recientemente fallecido. Hacia 1918 comienza a trabajar en el bufete Ortiz, Jiménez Lanier, Barceló, como auxiliar. Más tarde será secretario particular de Fernando Ortiz. En 1920 inicia la peña literaria de Café Martí junto a Andrés Núñez Olano y Enrique Serpa. Colabora en publicaciones como: Castalia, Atenea, Smart, Civilización, Ariel y Chic, donde publica sus versos. Al año siguiente conoce a José A. Fernández de Castro, Regino Pedroso, Emilio Roig de Leuchsenring y a Nicolás Guillén. Un año más tarde se recibe de abogado y aparece en la revista Chic su primer cuento publicado: En automóvil.
En 1923 comienza a perfilarse el revolucionario. Participa en la conocida Protesta de los 13 que tuvo lugar el 18 de marzo. El día 21es encarcelado por primera vez. Escribe el Mensaje lírico-civil al poeta José Torres Vidaurre. Entra a formar parte del Grupo Minorista. En octubre conoce a Julio Antonio Mella. Será su abogado defensor en el juicio que se le sigue a Mella en 1925 por injurias al Presidente Zayas. Inicia, en 1925, la polémica con Jorge Mañach a causa del artículo de éste Nuestro Rubén. Viaja a los Estados Unidos y a Rusia en 1930, año que arrecia la persecusión de la dictadura machadista. En Rusia ingresa en el sanatorio. Al confirmarle en 1932 los médicos que no sanará, decide regresar a Cuba. Nace su hija Rusela. Pasa por Nueva York, donde reside apenas dos meses. Llega a Santiago de Cuba en 1933, y se dirige a La Habana. Se esconde en casa de su amigo Enrique Serpa. Dirige, estando ya muy enfermo, la huelga general que derroca a Machado. Ingresa en el sanatorio La Esperanza. Muere el 16 de junio de 1934 con los pulmones destrozados por la tuberculosis.
En su carta respuesta al artículo Nuestro Rubén de Jorge Mañach, quien había ironizado acerca de la valía literaria de Rubén, éste le responde: "Yo destrozo mis versos, los desprecio, los regalo, los olvido: me interesan tanto como a la mayor parte de nuestros escritores interesa la justicia social". La Habana Elegante, que rindió merecido tributo durante un año a Jorge Mañach, se adelanta ahora para descalificar la dolorosa ironía de éste y el juicio del propio Rubén sobre sus versos. La brevedad de la obra de Rubén la hace más valiosa y querida para nosotros. Es hora ya de crear espacios en que esta y otras muchas fracturas del alma de la nación puedan al fin resarcirse. Ese es el que proponemos, el que propugna La Habana Elegante que es, en sí misma, un espacio itinerante y aglutinador. Con este homenaje a Rubén, a Nuestro Rubén, hemos querido amistar las manos de Rubén y de Mañach. ¿Quién se nos une?
SONETO
Te vi de pie, desnuda y orgullosa,
y bebiendo en tus labios el aliento,
quise turbar con infantil intento
tu inexorable majestad de diosa.
Me prosternó a tus plantas el desvío
y entre tus muslos de marmórea piedra,
entretejí con besos una hiedra
que fue subiendo al capitel sombrío.
Suspiró tu mutismo brevemente,
cuando la sed del vértigo ascendente
precipitó el final de mi delirio;
y del placer al huracán temiendo,
se doblegó tu cuerpo como un lirio
y sucumbió tu majestad gimiendo.
SINFONÍA URBANA
l
CRESCENDO MATINAL
Una incipiente lumbre se expande en el oriente;
uno tras otro, mueren los públicos fanales.
Ya la ciudad despierta, con un rumor creciente
que estalla en un estruendo de ritmos desiguales.
los ruidos cotidianos fatigan el ambiente:
pregones vocingleros de diarios matinales,
bocinas de carruajes que pasan velozmente,
crujidos de maderas y golpes de metales.
Y elévase en ofrenda magnífica de abajo
el humo de las fábricas -- incienso del trabajo -- ;
rezongan los motores en toda la ciudad,
en tanto que ella misma, para la brega diaria,
se pone en movimiento como una maquinaria,
movida por la fuerza de la necesidad.
2
ANDANTE MERIDIANO
Se extingue lentamente la gran polifonía
que urdió la multiforme canción de la mañana,
y escúchase en la vasta quietud del mediodía
como el jadear enorme de la fatiga humana.
Solemnidad profunda, rara melancolía.
La capital se baña de lumbre meridiana,
y un rumor de colmena colosal se diría
que flota en la fecunda serenidad urbana.
Flamear de ropa blanca sobre las azoteas;
los largos pararrayos, las altas chimeneas,
adquieren en la sombra risibles proporciones;
el sol filtra en los árboles fantásticos apuntes
y traza en las aceras siluetas de balcones
que duermen su modorra sobre los transeúntes.
ALLEGRO VESPERTINO
¡Ocasos ciudadanos, tardes maravillosas!
Pintoresco desfile de la ciudad contenta,
profusión callejera de mujeres hermosas:
unas que van de compra y otras Que van de Venta.
Tonos crepusculares de nácares y rosas
sobre el mar intranquilo que se adosa y se argenta,
y la noche avanzando y envolviendo las cosas
en un asalto ciego de oscuridad hambrienta.
(Timbretear de tranvías y de cinematógrafos,
música de pianolas y ganguear de fonógrafos.)
¡La noche victoriosa despliega su capuz,
y un último reflejo del astro derrotado
defiende en las cornisas, rebelde y obstinado,
la fuga de la tarde, que muere con la luz!
MORENDO NOCTURNO
Un cintilar de estrellas en el azul del cielo
y una imponente calma de humanidad rendida,
mientras el mundo duerme bajo el nocturno velo,
como cobrando fuerzas para seguir la vida.
Alguna vaga y sorda trepidación del suelo
rompe la paz augusta que en el silencio anida,
y la lujuria humana, perennemente en celo,
transita por las calles de la ciudad dormida.
Ecos, roces, rumores... Nada apenas que turbe
el tranquilo y sonámbulo reposar de la urbe;
y todo este silencio de noche sosegada,
en donde se adivinan angustias y querellas,
es el dolor oculto de la ciudad callada
¡bajo la indiferencia total de las estrellas!
EL ENIGMA DE LA AMANTE HORRIBLE
Abrió la mano trágica; me tomó del cabello;
me suspendió a la altura de su boca entreabierta;
y todo el cuerpo flácido colgante de mi cuello,
se balanceó en su risa, como una cosa muerta.
Un coro de pavuras, en un grito reacio,
se me subió a los labios atropelladamente;
y Ella miró tan hondo, tan fijo, tan despacio
que su mirada horrible me barrenó la frente.
¿Cuál es la meta negra de sus designios rojos?
Aún hoy sufro en el puño férreo que no se encorva
sus mordeduras cálidas y sus ósculos fríos.
Yo la miro hasta el fondo lóbrego de los ojos,
y sólo hallo en sus ojos mi propia imagen torva
mirándose en el fondo lóbrego de los míos.
1923
EL GIGANTE
¿Y qué hago yo aquí donde no hay nada
grande que hacer? ¿Nací tan sólo para
esperar, esperar los días,
los meses y los años?
¿Para esperar quién sabe
qué cosa que no llega, que no puede
llegar jamás, que ni siquiera existe?
¿Qué es lo que aguardo? ¡Dios! ¿Qué es lo que aguardo?
Hay una fuerza
concentrada, colérica, expectante
en el fondo sereno
de mi organismo; hay algo,
hay algo que reclama
una función oscura y formidable.
Es un anhelo
impreciso de árbol; un impulso
de ascender y ascender hasta que pueda
¡rendir montañas y amasar estrellas!
¡Crecer, crecer hasta lo inmensurable!
No por el suave
placer de la ascensión, no por la fútil
vanidad de ser grande...
sino para medirme, cara a cara,
con el Señor de los Dominios Negros,
con alguien que desprecia
mi pequeñez rastrera de gusano
áptero, inepto, débil, no creado
para luchar con él, y que no obstante,
a mí y a todos los nacidos hombres,
goza en hostilizar con sus preguntas
y su befa, y escupe y nos envuelve
con su apretada red de interrogantes.
¡Oh, Misterio! Misterio! Te presiento
como adversario digno del gigante
que duerme sueño torpe bajo el cráneo;
bajo este cráneo inmóvil que protege
y obstaculiza en dos paredes cóncavas
los gestos inseguros y las furias
sonámbulas e ingenuas del gigante.
¡Despiértese el durmiente agazapado,
que parece acechar tus cautelosos
pasos en las tinieblas! ¡Adelante!
Y nadie me responde, ni es posible
sacudir la modorra de los siglos
acrecida en narcóticos modernos
de duda y de ignorancia; ¡oh, el esfuerzo
inútil! ¡Y el marasmo crece y crece
tras la fatiga del sacudimiento!
¡Y pasas tú, quizás si lo que espero,
lo único, lo grande, que mereces
la ofrenda arrebatada del cerebro
y el holocausto pobre de la vida
para romper un nudo, sólo un viejo
nudo interrogativo sin respuesta!
¡Y pasas tú el eterno, el inmutable,
el único y total, el infinito!
¡Misterio! Y me sujeto
con ambas manos trémulas, convulsas,
el cráneo que se parte, y me pregunto:
grande que hacer? Y en la tiniebla nadie
oye mi grito desolado. ¡Y sigo
sacudiendo al gigante!
1923
INSUFICIENCIA DE LA ESCALA Y EL IRIS
La luz es música en la garganta de la alondra,
mas tu voz ha de hacerse de la misma tiniebla;
el sabio ruiseñor descompone la sombra
y la traduce al iris sonoro de su endecha.
El espectro visible tiene siete colores,
la escala natural tiene siete sonidos:
puedes trenzarlos todos en diversas canciones,
que tu mayor dolor quedará sin ser dicho.
Dominando la escala, dominador del iris,
callarás en tinieblas la canción imposible.
Ha de ser negra y rauda. Que a tu verso le falta
para expresar la clave de tu angustia secreta,
una nota inaudible, de otra octava más alta,
un color, de la oscura región ultravioleta.
EL CAMPANARIO DEL SILENCIO
Yo tuve un campanario monumental, en cuyas
campanas di la música de mis anhelos nobles;
aleccioné mis bronces en risas de aleluyas,
ángelus melancólicos y lágrimas de dobles...
Después la irremediable necesidad del toque
forzó el pregón metálico de mis impulsos bajos;
y de mi torre a vuelo, con el continuo choque,
saltaron las cansadas lenguas de mis badajos...
Y hoy sufro de mis versos volteando en el silencio,
campanas mutiladas; no más que yo presencio
la danza de mis bronces en ímpetu insensato;
y oigo -- bajo mis sienes -- inexorable y rudo
clamar, en un glorioso vértigo de rebato
¡el toque inverosímil del campanario mudo!...
PAZ CALLADA
Largolento en monorritmo de "A"
Y esta perenne abulia; esta inercia del alma
que no siente: ni espera ni rememora nada:
ni una ansiedad siquiera para el futuro: calma;
calma: ni una nostalgia de la vida pasada.
Pausas que se dilatan en la quietud amarga;
el mismo tema diario se repite y se cansa;
la materia inactiva se degenera en larga
putrefacción creciente, como de linfa mansa...
Y esta es la paz callada. Ni un ímpetu de ala.
Tan solo el verso arrastra su cansancio y escala
penosamente el duro silencio, se levanta
sobre el labio en un gesto de sonrisa macabra,
mientras la mano en garfio me estruja la garganta
¡para exprimir la gota de hiel de la palabra!...
MOTIVOS DE LA ANGUSTIA INDEFINIDA
Mi vida: una semilla en un surco de mármol.
(Verso sin consonante)
¡Oh, consciente impotencia, para vencer la empresa
de traducir al verso la aspiración informe!
Angustia irremediable: conservar inconfesa
la tragedia monótona del vivir uniforme! ...
¡Y temer el ansiado reposo; donde cesa
esta resignación a seguir inconforme
de todo: de sí mismo, del labio que se besa,
de la verdad pequeña y del Enigma enorme!
Sufrir el infructuoso cerebralismo insano,
-el cruel distanciamiento del espíritu hermano,
la maldición de Palas en la gracia de Apolo...
Y en el continuo esfuerzo hacia lo inasequible
quedar, al fin, aislado, ¡perpetuamente solo,
igual que un verso de consonancia imposible!
La Habana Elegante
a Rubén Martínez Villena
La pupila insomne de Rubén Martínez Villena
La Habana Elegante había pasado por alto --fuerza es que lo reconozcamos-- el centenario del natalicio de un gran poeta cubano, y habanero por añadidura: Rubén Martínez Villena. Desafortunadamente, el revolucionario ha hecho olvidar al poeta, algo que ocurre con bastante frecuencia entre nosotros. Si a ello añadimos que la obra literaria de Martínez Villena es relativamente exigua, entonces el olvido parecería justificado. Pero no lo es, ciertamente. Y ahora La Habana Elegante se honra festejando el Centenario del poeta -sin dudas grande- que fue Martínez Villena.
¡Oh mi ensueño, mi ensueño,
vanamente me exaltas!;
¡Oh mi inútil empeño
por subir donde subes!
Estas alas tan cortas
y esas nubes tan altas,
y estas alas queriendo
conquistar esas nubes!
Rubén Martínez Villena
La crítica cubana --dicho sea de paso-- no le ha hecho a Rubén la justicia que merece. Cintio Vitier lo antologó en su conocida recopilación de la poesía republicana Cincuenta años de poesía cubana (1902 -- 1952), editada por la Dirección de Cultura del Ministerio de Educación en 1952. Allí, dice Vitier que como "poeta, Rubén Martínez Villena fue sin duda uno de los temperamentos más penetrantes de este período", y señala, entre sus características, "la ironía sentimental", un "lánguido y morboso pesimismo", cierta "agudeza lírica y metafísica" y "la inflexión y el fuego, de los Versos libres de José Martí" en algunos de sus poemas. Curiosamente, Vitier no incluye algunos de los --sin dudas-- mejores sonetos de Martínez Villena (El cazador, La medalla del soneto clásico) lo cual --a su vez-- nos priva de ofrecérselos a nuestros lectores. Cintio Vitier volverá a referirse a Villena en su recientemente editada Lo cubano en la poesía, pero con criterios muy parecidos a los que recoge en la antología mencionada. También el húngaro Mihály Dés recogió algunos textos de Villena en Noche insular / Antología de la poesía cubana, publicada por la prestigiosa Editorial Lumen en 1993. En 1974 la Editorial de Ciencias Sociales publicó en 1974 la biografía Rubén Martínez Villena, de Ana Núñez Machín, quien obtuviera con ella el premio nacional Enrique Piñeyro de la UNEAC en 1970. Ese libro --ya difícil de conseguir hoy-- nos ha proporcionado un valioso material para la realización de este modestísimo homenaje.
Rubén Martínez Villena nació el 20 de diciembre de 1899 en Alquízar, La Habana. El 20 de mayo de 1900 la familia se traslada a la ciudad y es bautizado en la parroquia de Regla. En 1910 el padre (Luciano R. Martínez Echemendía) es nombrado superintendente de escuela de La Habana, y Rubén comienza a escribir sus primeros versos. Ingresa en el Instituto No.1 de La Habana y allí cursa el bachillerato en Letras y Ciencias, graduándose en 1916. Inmediatamente comienza a trabajar como maestro auxiliar en la escuela Hoyo y Junco con un salario de $25.00 mensuales. En septiembre del mismo año de 1916 matricula en la Escuela de Derecho de la Universidad de La Habana. Los primeros versos conocidos son unas décimas ("Peñas arriba") escritos en 1917. Conoce a Juan Marinello y escribe en julio su primer artículo en prosa conocido: Luis Padró, como homenaje a su maestro recientemente fallecido. Hacia 1918 comienza a trabajar en el bufete Ortiz, Jiménez Lanier, Barceló, como auxiliar. Más tarde será secretario particular de Fernando Ortiz. En 1920 inicia la peña literaria de Café Martí junto a Andrés Núñez Olano y Enrique Serpa. Colabora en publicaciones como: Castalia, Atenea, Smart, Civilización, Ariel y Chic, donde publica sus versos. Al año siguiente conoce a José A. Fernández de Castro, Regino Pedroso, Emilio Roig de Leuchsenring y a Nicolás Guillén. Un año más tarde se recibe de abogado y aparece en la revista Chic su primer cuento publicado: En automóvil.
En 1923 comienza a perfilarse el revolucionario. Participa en la conocida Protesta de los 13 que tuvo lugar el 18 de marzo. El día 21es encarcelado por primera vez. Escribe el Mensaje lírico-civil al poeta José Torres Vidaurre. Entra a formar parte del Grupo Minorista. En octubre conoce a Julio Antonio Mella. Será su abogado defensor en el juicio que se le sigue a Mella en 1925 por injurias al Presidente Zayas. Inicia, en 1925, la polémica con Jorge Mañach a causa del artículo de éste Nuestro Rubén. Viaja a los Estados Unidos y a Rusia en 1930, año que arrecia la persecusión de la dictadura machadista. En Rusia ingresa en el sanatorio. Al confirmarle en 1932 los médicos que no sanará, decide regresar a Cuba. Nace su hija Rusela. Pasa por Nueva York, donde reside apenas dos meses. Llega a Santiago de Cuba en 1933, y se dirige a La Habana. Se esconde en casa de su amigo Enrique Serpa. Dirige, estando ya muy enfermo, la huelga general que derroca a Machado. Ingresa en el sanatorio La Esperanza. Muere el 16 de junio de 1934 con los pulmones destrozados por la tuberculosis.
En su carta respuesta al artículo Nuestro Rubén de Jorge Mañach, quien había ironizado acerca de la valía literaria de Rubén, éste le responde: "Yo destrozo mis versos, los desprecio, los regalo, los olvido: me interesan tanto como a la mayor parte de nuestros escritores interesa la justicia social". La Habana Elegante, que rindió merecido tributo durante un año a Jorge Mañach, se adelanta ahora para descalificar la dolorosa ironía de éste y el juicio del propio Rubén sobre sus versos. La brevedad de la obra de Rubén la hace más valiosa y querida para nosotros. Es hora ya de crear espacios en que esta y otras muchas fracturas del alma de la nación puedan al fin resarcirse. Ese es el que proponemos, el que propugna La Habana Elegante que es, en sí misma, un espacio itinerante y aglutinador. Con este homenaje a Rubén, a Nuestro Rubén, hemos querido amistar las manos de Rubén y de Mañach. ¿Quién se nos une?
SONETO
Te vi de pie, desnuda y orgullosa,
y bebiendo en tus labios el aliento,
quise turbar con infantil intento
tu inexorable majestad de diosa.
Me prosternó a tus plantas el desvío
y entre tus muslos de marmórea piedra,
entretejí con besos una hiedra
que fue subiendo al capitel sombrío.
Suspiró tu mutismo brevemente,
cuando la sed del vértigo ascendente
precipitó el final de mi delirio;
y del placer al huracán temiendo,
se doblegó tu cuerpo como un lirio
y sucumbió tu majestad gimiendo.
SINFONÍA URBANA
l
CRESCENDO MATINAL
Una incipiente lumbre se expande en el oriente;
uno tras otro, mueren los públicos fanales.
Ya la ciudad despierta, con un rumor creciente
que estalla en un estruendo de ritmos desiguales.
los ruidos cotidianos fatigan el ambiente:
pregones vocingleros de diarios matinales,
bocinas de carruajes que pasan velozmente,
crujidos de maderas y golpes de metales.
Y elévase en ofrenda magnífica de abajo
el humo de las fábricas -- incienso del trabajo -- ;
rezongan los motores en toda la ciudad,
en tanto que ella misma, para la brega diaria,
se pone en movimiento como una maquinaria,
movida por la fuerza de la necesidad.
2
ANDANTE MERIDIANO
Se extingue lentamente la gran polifonía
que urdió la multiforme canción de la mañana,
y escúchase en la vasta quietud del mediodía
como el jadear enorme de la fatiga humana.
Solemnidad profunda, rara melancolía.
La capital se baña de lumbre meridiana,
y un rumor de colmena colosal se diría
que flota en la fecunda serenidad urbana.
Flamear de ropa blanca sobre las azoteas;
los largos pararrayos, las altas chimeneas,
adquieren en la sombra risibles proporciones;
el sol filtra en los árboles fantásticos apuntes
y traza en las aceras siluetas de balcones
que duermen su modorra sobre los transeúntes.
ALLEGRO VESPERTINO
¡Ocasos ciudadanos, tardes maravillosas!
Pintoresco desfile de la ciudad contenta,
profusión callejera de mujeres hermosas:
unas que van de compra y otras Que van de Venta.
Tonos crepusculares de nácares y rosas
sobre el mar intranquilo que se adosa y se argenta,
y la noche avanzando y envolviendo las cosas
en un asalto ciego de oscuridad hambrienta.
(Timbretear de tranvías y de cinematógrafos,
música de pianolas y ganguear de fonógrafos.)
¡La noche victoriosa despliega su capuz,
y un último reflejo del astro derrotado
defiende en las cornisas, rebelde y obstinado,
la fuga de la tarde, que muere con la luz!
MORENDO NOCTURNO
Un cintilar de estrellas en el azul del cielo
y una imponente calma de humanidad rendida,
mientras el mundo duerme bajo el nocturno velo,
como cobrando fuerzas para seguir la vida.
Alguna vaga y sorda trepidación del suelo
rompe la paz augusta que en el silencio anida,
y la lujuria humana, perennemente en celo,
transita por las calles de la ciudad dormida.
Ecos, roces, rumores... Nada apenas que turbe
el tranquilo y sonámbulo reposar de la urbe;
y todo este silencio de noche sosegada,
en donde se adivinan angustias y querellas,
es el dolor oculto de la ciudad callada
¡bajo la indiferencia total de las estrellas!
EL ENIGMA DE LA AMANTE HORRIBLE
Abrió la mano trágica; me tomó del cabello;
me suspendió a la altura de su boca entreabierta;
y todo el cuerpo flácido colgante de mi cuello,
se balanceó en su risa, como una cosa muerta.
Un coro de pavuras, en un grito reacio,
se me subió a los labios atropelladamente;
y Ella miró tan hondo, tan fijo, tan despacio
que su mirada horrible me barrenó la frente.
¿Cuál es la meta negra de sus designios rojos?
Aún hoy sufro en el puño férreo que no se encorva
sus mordeduras cálidas y sus ósculos fríos.
Yo la miro hasta el fondo lóbrego de los ojos,
y sólo hallo en sus ojos mi propia imagen torva
mirándose en el fondo lóbrego de los míos.
1923
EL GIGANTE
¿Y qué hago yo aquí donde no hay nada
grande que hacer? ¿Nací tan sólo para
esperar, esperar los días,
los meses y los años?
¿Para esperar quién sabe
qué cosa que no llega, que no puede
llegar jamás, que ni siquiera existe?
¿Qué es lo que aguardo? ¡Dios! ¿Qué es lo que aguardo?
Hay una fuerza
concentrada, colérica, expectante
en el fondo sereno
de mi organismo; hay algo,
hay algo que reclama
una función oscura y formidable.
Es un anhelo
impreciso de árbol; un impulso
de ascender y ascender hasta que pueda
¡rendir montañas y amasar estrellas!
¡Crecer, crecer hasta lo inmensurable!
No por el suave
placer de la ascensión, no por la fútil
vanidad de ser grande...
sino para medirme, cara a cara,
con el Señor de los Dominios Negros,
con alguien que desprecia
mi pequeñez rastrera de gusano
áptero, inepto, débil, no creado
para luchar con él, y que no obstante,
a mí y a todos los nacidos hombres,
goza en hostilizar con sus preguntas
y su befa, y escupe y nos envuelve
con su apretada red de interrogantes.
¡Oh, Misterio! Misterio! Te presiento
como adversario digno del gigante
que duerme sueño torpe bajo el cráneo;
bajo este cráneo inmóvil que protege
y obstaculiza en dos paredes cóncavas
los gestos inseguros y las furias
sonámbulas e ingenuas del gigante.
¡Despiértese el durmiente agazapado,
que parece acechar tus cautelosos
pasos en las tinieblas! ¡Adelante!
Y nadie me responde, ni es posible
sacudir la modorra de los siglos
acrecida en narcóticos modernos
de duda y de ignorancia; ¡oh, el esfuerzo
inútil! ¡Y el marasmo crece y crece
tras la fatiga del sacudimiento!
¡Y pasas tú, quizás si lo que espero,
lo único, lo grande, que mereces
la ofrenda arrebatada del cerebro
y el holocausto pobre de la vida
para romper un nudo, sólo un viejo
nudo interrogativo sin respuesta!
¡Y pasas tú el eterno, el inmutable,
el único y total, el infinito!
¡Misterio! Y me sujeto
con ambas manos trémulas, convulsas,
el cráneo que se parte, y me pregunto:
grande que hacer? Y en la tiniebla nadie
oye mi grito desolado. ¡Y sigo
sacudiendo al gigante!
1923
INSUFICIENCIA DE LA ESCALA Y EL IRIS
La luz es música en la garganta de la alondra,
mas tu voz ha de hacerse de la misma tiniebla;
el sabio ruiseñor descompone la sombra
y la traduce al iris sonoro de su endecha.
El espectro visible tiene siete colores,
la escala natural tiene siete sonidos:
puedes trenzarlos todos en diversas canciones,
que tu mayor dolor quedará sin ser dicho.
Dominando la escala, dominador del iris,
callarás en tinieblas la canción imposible.
Ha de ser negra y rauda. Que a tu verso le falta
para expresar la clave de tu angustia secreta,
una nota inaudible, de otra octava más alta,
un color, de la oscura región ultravioleta.
EL CAMPANARIO DEL SILENCIO
Yo tuve un campanario monumental, en cuyas
campanas di la música de mis anhelos nobles;
aleccioné mis bronces en risas de aleluyas,
ángelus melancólicos y lágrimas de dobles...
Después la irremediable necesidad del toque
forzó el pregón metálico de mis impulsos bajos;
y de mi torre a vuelo, con el continuo choque,
saltaron las cansadas lenguas de mis badajos...
Y hoy sufro de mis versos volteando en el silencio,
campanas mutiladas; no más que yo presencio
la danza de mis bronces en ímpetu insensato;
y oigo -- bajo mis sienes -- inexorable y rudo
clamar, en un glorioso vértigo de rebato
¡el toque inverosímil del campanario mudo!...
PAZ CALLADA
Largolento en monorritmo de "A"
Y esta perenne abulia; esta inercia del alma
que no siente: ni espera ni rememora nada:
ni una ansiedad siquiera para el futuro: calma;
calma: ni una nostalgia de la vida pasada.
Pausas que se dilatan en la quietud amarga;
el mismo tema diario se repite y se cansa;
la materia inactiva se degenera en larga
putrefacción creciente, como de linfa mansa...
Y esta es la paz callada. Ni un ímpetu de ala.
Tan solo el verso arrastra su cansancio y escala
penosamente el duro silencio, se levanta
sobre el labio en un gesto de sonrisa macabra,
mientras la mano en garfio me estruja la garganta
¡para exprimir la gota de hiel de la palabra!...
MOTIVOS DE LA ANGUSTIA INDEFINIDA
Mi vida: una semilla en un surco de mármol.
(Verso sin consonante)
¡Oh, consciente impotencia, para vencer la empresa
de traducir al verso la aspiración informe!
Angustia irremediable: conservar inconfesa
la tragedia monótona del vivir uniforme! ...
¡Y temer el ansiado reposo; donde cesa
esta resignación a seguir inconforme
de todo: de sí mismo, del labio que se besa,
de la verdad pequeña y del Enigma enorme!
Sufrir el infructuoso cerebralismo insano,
-el cruel distanciamiento del espíritu hermano,
la maldición de Palas en la gracia de Apolo...
Y en el continuo esfuerzo hacia lo inasequible
quedar, al fin, aislado, ¡perpetuamente solo,
igual que un verso de consonancia imposible!