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Thursday, November 22, 2012

Por: Diana Margarita Cantón Martínez.




Novela La Violación.



Capítulo 2: Diarios novelados.





-Buenos días, Norma. Cómo se siente?.

-Bien y mal, Doctor Nadium.

-Qué quiere decir?.

-Bien porque he dormido casi corrido una semana. Mal porque no he podido escribir nada. Estoy aturdida, con la mente casi en blanco.

-Era necesario, Norma. Usted debe descansar un poco.

-Así lo he hecho. He sido obediente aún en contra de mi voluntad.

-No desea conversar entonces hoy?.

-No puedo, pero le tengo algo aquí mejor.



La señora abrió el closert, extrajo una grande y raída maleta negra y empezó a sacar libretas gruesas enumeradas del 1 al 50 y a dárselas al experimentado galeno, agregando:



-Qué año prefiere leer primero?.

-Creo que me interesa el año 1970. Me llevo esa, después se la devuelvo y hablaremos cuando se recupere un poco.





“Juan de Los cielos me llegó una mañana de enero: alto, delgado, trigueño; con una barba larga y roja, que unos meses después descubriría que tenía continuidad en el pubis.

Yo tenía diesciseis años y él treinta.

Trabajábamos cerca uno del otro en la Región Becas, en Miramar, en La Habana, en escuelas diferentes.

Me lo presentó mi Antigua profesora, aquella mulata a la que los muchachos apodaron “achatada en los polos y abultada en el Ecuador”, no porque impartiera Geografía, sino por la forma de su cuerpo. Había sido su monitora y me quería mucho.

Mi futuro pretendiente estaba en La Escuela al Campo movilizado en la Zafra de Los Diez Millones, “los que iban, de que iban, iban”, pese a los malos augurios de aquel profesor de Economía del Instituto de Superación Educacional que lo desaparecieron del mapa enseguida.

Mi machetero no me dio exactamente las primeras clases de Comunismo, pero sí las de Heterodoxia y sobre todo las más importantes lecciones de Amor (Amor completo, no dividido. De ese Amor de cuerpo, mente, corazón literal y figurativo, espíritu, psiquis interrelacionados-como debe ser el Amor). Al menos así creía entonces que sería aquella relación.

Así de Hermosa.

Su cuerpo lo descubrí atlético en junio, no aquel amanecer luminoso. Estábamos ya desnudos en un albergue del Instituto Nacional de la Industria Turística y comprendí que sus espaldas eran anchas y que dormía con un hombre fuerte; casi me asombraron sus espaldas-tanto como lo rojizo de sus bellos en contraste con su cabellera castaña.

Pero no me gusto desde el principio. Su cabeza alguien me dijo luego parecía ser de yunque: era más ancha arriba que abajo. Sus ojos, su boca, no tenían nada spectacular; aunque eso sí: carismático, agradable, atractivo para la Amistad y las relaciones humanas en general. Un tipo muy sociable y divertido. Así era!.

Mi mejor amiga de entonces cuando lo conoció casualmente en el portal de la Tienda El Bazar Cubano me dijo:

“Está buenísimo, durísimo. No por gusto te tiene así”.

Regresábamos esa tarde-noche de tomar helados Coppelia, y lo encontramos allí en aquella esquina tan esbelto como una palma real. Ella era santera y nosotros comunistas. Me di cuenta mucho tiempo después. Yo iba a su casa en Buena Vista y me quedaba y todo, pero siempre andaba en Babia cuando aquello. Era tan alegre y confiada. Era una época de bellas promesas creibles. No había aún desilusión ni en el Amor ni en la Política”.