Violencia de género
Augusto Cesar San Martin
La Habana, Cuba, septiembre, www.cubanet.org -Cuando Yuneisi supo que su novio acostumbra maltratar a las mujeres, intentó dejarlo. El novio, Boris Vásquez Wilson, de 35 años, trató de impedirlo con la amenaza de que se suicidaría después de matarla.
Yuneisi Toca Blanco, de 29 años de edad, tenía pánico al carácter violento de su pareja, pero confiaba en la policía para romper aquella relación intimidante. Una noche, aprovechó la ausencia del novio para recoger sus pertenencias y marcharse. Pero el receloso Boris se apareció de improviso y consideró la decisión de su pareja como una traición.
“Cuando entró por la puerta y vio mis tarecos recogidos, los ojos se le inyectaron de odio, pensé que me iba a matar”, cuenta Yuneisi, llorosa, al recordar aquel momento.
Después de amenazarla con un cuchillo, Boris agarró a la joven por el cuello y trato de asfixiarla. “La sacó a piñazos para el pasillo, gritaba que la iba a matar”, declara una testigo residente en su edificio, ubicado en la calle Vives, Habana Vieja. Cuando el padrastro del agresor intervino para evitar un desenlace fatal, la joven escapó, mientras el criminal la emprendía a puñaladas contra el padrastro, de 57 años.
La primera reacción de Yuneisi fue correr hacia un teléfono público para llamar a la policía. En ese momento, aún confiaba en la fuerza pública del orden. Después de dejar malherido al padrastro, Boris se apresuró tras la víctima principal. Antes que la muchacha pudiera marcar el 109, número de urgencias de la policía, el agresor destrozó el teléfono público.
Con el rostro desfigurado por la golpiza, Yuneisi corrió en busca de ayuda, hacia la calle Monte, en el mismo municipio Habana Vieja. Cuando fue auxiliada por un agente del orden, el agresor se dio a la fuga.
En la Estación de Policía, ubicada en la calle Dragones, comenzaron las investigaciones policiales. Con un celular de dudosa fidelidad fotográfica, un policía tomó fotos del rostro desfigurado de la víctima.
Con las declaraciones de Yuneisi, más las del malherido padrastro, la policía levantó actuación contra Boris, y comenzó su persecución. Después de tres días, el prófugo se entregó a las autoridades policiales, quienes le tomaron declaración y lo dejaron en libertad.
“Desde entonces, no deja de merodear por mi casa de forma amenazante”, refiere Yuneisi. Cuando la víctima intentó reclamar a los oficiales de la policía, por el acoso de Boris, le advirtieron que al agresor no le podía pasar nada.
Según la oficial a cargo, debían esperar veinte días después de los hechos para que el peritaje de Medicina Legal dictaminara si existían secuelas de las agresiones. Hasta entonces, la investigadora policial considera que al acusado no se le pueden instruir limitaciones.
Yuneisi siente miedo de caminar por la calles de su barrio. No se atreve a reclamar las pertenencias que dejó en casa de su ex novio, por temor a represalias. El miedo, la impotencia y el rencor hacia las autoridades que la dejaron en manos de su agresor, la hacen llorar con frecuencia. Después de ser agredida por su pareja, suma la coacción de la policía a los temores con los que convive.
Mientras, Boris Vásquez Wilson se vanagloria de sus hazañas, entre ellas, la de andar en libertad bajo la acusación de lesiones “menos” leves, tipicidad delictiva que no condena el alcance de su conducta antisocial.
La violencia de género es un creciente fenómeno social, especialmente entre los jóvenes, sin respuesta en la sociedad cubana. A la policia cubana parece preocuparle más reprimir pacíficos disidentes políticos que proteger mujeres indefensas.
Augusto Cesar San Martin
La Habana, Cuba, septiembre, www.cubanet.org -Cuando Yuneisi supo que su novio acostumbra maltratar a las mujeres, intentó dejarlo. El novio, Boris Vásquez Wilson, de 35 años, trató de impedirlo con la amenaza de que se suicidaría después de matarla.
Yuneisi Toca Blanco, de 29 años de edad, tenía pánico al carácter violento de su pareja, pero confiaba en la policía para romper aquella relación intimidante. Una noche, aprovechó la ausencia del novio para recoger sus pertenencias y marcharse. Pero el receloso Boris se apareció de improviso y consideró la decisión de su pareja como una traición.
“Cuando entró por la puerta y vio mis tarecos recogidos, los ojos se le inyectaron de odio, pensé que me iba a matar”, cuenta Yuneisi, llorosa, al recordar aquel momento.
Después de amenazarla con un cuchillo, Boris agarró a la joven por el cuello y trato de asfixiarla. “La sacó a piñazos para el pasillo, gritaba que la iba a matar”, declara una testigo residente en su edificio, ubicado en la calle Vives, Habana Vieja. Cuando el padrastro del agresor intervino para evitar un desenlace fatal, la joven escapó, mientras el criminal la emprendía a puñaladas contra el padrastro, de 57 años.
La primera reacción de Yuneisi fue correr hacia un teléfono público para llamar a la policía. En ese momento, aún confiaba en la fuerza pública del orden. Después de dejar malherido al padrastro, Boris se apresuró tras la víctima principal. Antes que la muchacha pudiera marcar el 109, número de urgencias de la policía, el agresor destrozó el teléfono público.
Con el rostro desfigurado por la golpiza, Yuneisi corrió en busca de ayuda, hacia la calle Monte, en el mismo municipio Habana Vieja. Cuando fue auxiliada por un agente del orden, el agresor se dio a la fuga.
En la Estación de Policía, ubicada en la calle Dragones, comenzaron las investigaciones policiales. Con un celular de dudosa fidelidad fotográfica, un policía tomó fotos del rostro desfigurado de la víctima.
Con las declaraciones de Yuneisi, más las del malherido padrastro, la policía levantó actuación contra Boris, y comenzó su persecución. Después de tres días, el prófugo se entregó a las autoridades policiales, quienes le tomaron declaración y lo dejaron en libertad.
“Desde entonces, no deja de merodear por mi casa de forma amenazante”, refiere Yuneisi. Cuando la víctima intentó reclamar a los oficiales de la policía, por el acoso de Boris, le advirtieron que al agresor no le podía pasar nada.
Según la oficial a cargo, debían esperar veinte días después de los hechos para que el peritaje de Medicina Legal dictaminara si existían secuelas de las agresiones. Hasta entonces, la investigadora policial considera que al acusado no se le pueden instruir limitaciones.
Yuneisi siente miedo de caminar por la calles de su barrio. No se atreve a reclamar las pertenencias que dejó en casa de su ex novio, por temor a represalias. El miedo, la impotencia y el rencor hacia las autoridades que la dejaron en manos de su agresor, la hacen llorar con frecuencia. Después de ser agredida por su pareja, suma la coacción de la policía a los temores con los que convive.
Mientras, Boris Vásquez Wilson se vanagloria de sus hazañas, entre ellas, la de andar en libertad bajo la acusación de lesiones “menos” leves, tipicidad delictiva que no condena el alcance de su conducta antisocial.
La violencia de género es un creciente fenómeno social, especialmente entre los jóvenes, sin respuesta en la sociedad cubana. A la policia cubana parece preocuparle más reprimir pacíficos disidentes políticos que proteger mujeres indefensas.