Tomado de Baracutey Cubano.
Tomado de http://www.ddcuba.com
Hoy, lunes, comenzó su eternidad
Raúl Rivero
Madrid
01-08-2011
Nadie quería más a Cuba que Eliseo Alberto Diego, 'Lichi'.
Es un oficio peligroso y sin porvenir dedicarse a hacer versos del poeta caído. Lo bueno, cuando uno de esos hombres sufren el breve sobresalto de la muerte, es compartir la huella que su viaje nos deja en la memoria. Me gustaría que en España se recuerde a Eliseo Alberto Diego, muerto ayer domingo en Ciudad de México a los 59 años, con estas palabras que dejó escritas: "Lo único imperdonable es el olvido. Tarde o temprano, los cubanos nos volveremos a encontrar, bajo la sombra isleña de una nube. Hay que estar atentos: el toque de una clave se escucha desde lejos".
(Eliseo Alberto Diego, 1951-2011. (NOTICIASMVS))
Si, ya se sabe en el mundo de entero que el autor de La eternidad por fin comienza un lunes, Caracol Beach, Esther en alguna parte, El Retablo del Conde Eros, Importará el trueno y Las cosas que yo amo, no volverá a llegar sin previo aviso y a cualquier hora del día o de la noche a la puerta de su amigos para tomar por asalto los salones y las mesas cálidas de las cocinas para empezar a reconstruir una Habana desvanecida, sensual, tristona y rota.
No sé si lo volverán a esperar las muchachas queridas que ahora son señoras dispersas y azoradas. Sus viejos amores cantados como si fueran aventuras ajenas y distantes, como si el dolor de los poemas hubiera crecido en una carne y unas venas que no fueran las suyas. Como si las rupturas y las soledades, las aventuras sin cauce ni ilusión, fueran unas espinas que se han tenido que sacar uno de los personajes de sus historias.
Después de esta catástrofe privada, los amigos de todas las edades que viven en el inmenso mapa de las encrucijadas de la poesía y las amargura del exilio, se verán obligados a releer sus libros, repasar los correos, revisar las fotos y a convocarlo —con un poco de humo y una sublevación de azúcar— para que su humor y su manera de reinventarnos las viditas vividas, ayuden a que las personas que lo quisieron en Arroyo Naranjo, en México y Madrid no se sientan más solos todavía.
Se le va a recordar en la intensidad de unos episodios familiares y de amigos que van desde Pello el Afrokán hasta Roque Dalton, de José Lezama Lima al Benny Moré y Gastón Baquero y Celia Cruz. Leyendas que ya tienen sus versión definitiva porque Lichi no podrá modificarlas, como no podrá agregarle ni un punto ni una coma a la historia de su abuela materna como condiscípula, amiga cercana y corresponsal hasta finales del siglo pasado, de la señora Rose Kennedy, la madre de dos políticos norteamericanos asesinados el siglo pasado.
Habrá tiempo y sueños y materia para querer a ese habanero fino, llano, irónico y un poco llorón que juraba que su padre, el poeta Eliseo Diego, muerto también en México en 1994, entra a menudo en silencio en las habitaciones de su amigos y se pone a ver televisión. Y al hombre que se murió ayer con esta oración en la cabecera de la cama: "Nadie quiere más a Cuba que yo".
Publicado en El Mundo. Aparece con autorización del autor.
Hoy, lunes, comenzó su eternidad
Raúl Rivero
Madrid
01-08-2011
Nadie quería más a Cuba que Eliseo Alberto Diego, 'Lichi'.
Es un oficio peligroso y sin porvenir dedicarse a hacer versos del poeta caído. Lo bueno, cuando uno de esos hombres sufren el breve sobresalto de la muerte, es compartir la huella que su viaje nos deja en la memoria. Me gustaría que en España se recuerde a Eliseo Alberto Diego, muerto ayer domingo en Ciudad de México a los 59 años, con estas palabras que dejó escritas: "Lo único imperdonable es el olvido. Tarde o temprano, los cubanos nos volveremos a encontrar, bajo la sombra isleña de una nube. Hay que estar atentos: el toque de una clave se escucha desde lejos".
(Eliseo Alberto Diego, 1951-2011. (NOTICIASMVS))
Si, ya se sabe en el mundo de entero que el autor de La eternidad por fin comienza un lunes, Caracol Beach, Esther en alguna parte, El Retablo del Conde Eros, Importará el trueno y Las cosas que yo amo, no volverá a llegar sin previo aviso y a cualquier hora del día o de la noche a la puerta de su amigos para tomar por asalto los salones y las mesas cálidas de las cocinas para empezar a reconstruir una Habana desvanecida, sensual, tristona y rota.
No sé si lo volverán a esperar las muchachas queridas que ahora son señoras dispersas y azoradas. Sus viejos amores cantados como si fueran aventuras ajenas y distantes, como si el dolor de los poemas hubiera crecido en una carne y unas venas que no fueran las suyas. Como si las rupturas y las soledades, las aventuras sin cauce ni ilusión, fueran unas espinas que se han tenido que sacar uno de los personajes de sus historias.
Después de esta catástrofe privada, los amigos de todas las edades que viven en el inmenso mapa de las encrucijadas de la poesía y las amargura del exilio, se verán obligados a releer sus libros, repasar los correos, revisar las fotos y a convocarlo —con un poco de humo y una sublevación de azúcar— para que su humor y su manera de reinventarnos las viditas vividas, ayuden a que las personas que lo quisieron en Arroyo Naranjo, en México y Madrid no se sientan más solos todavía.
Se le va a recordar en la intensidad de unos episodios familiares y de amigos que van desde Pello el Afrokán hasta Roque Dalton, de José Lezama Lima al Benny Moré y Gastón Baquero y Celia Cruz. Leyendas que ya tienen sus versión definitiva porque Lichi no podrá modificarlas, como no podrá agregarle ni un punto ni una coma a la historia de su abuela materna como condiscípula, amiga cercana y corresponsal hasta finales del siglo pasado, de la señora Rose Kennedy, la madre de dos políticos norteamericanos asesinados el siglo pasado.
Habrá tiempo y sueños y materia para querer a ese habanero fino, llano, irónico y un poco llorón que juraba que su padre, el poeta Eliseo Diego, muerto también en México en 1994, entra a menudo en silencio en las habitaciones de su amigos y se pone a ver televisión. Y al hombre que se murió ayer con esta oración en la cabecera de la cama: "Nadie quiere más a Cuba que yo".
Publicado en El Mundo. Aparece con autorización del autor.
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Conversando con Eliseo Diego
Conversando con Eliseo Diego