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Sunday, February 20, 2011

La U.M.A.P:



Las Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP) fueron campos de trabajos forzados que existieron en Cuba entre 1965 y 1968. Allí estuvieron unos 25.000 hombres, básicamente jóvenes en edad militar que por diversos motivos se negaban a hacer el servicio militar obligatorio (miembros de algunas religiones) o bien que eran rechazados en las Fuerzas Armadas Revolucionarias (homosexuales).

Durante una acción policial a gran escala por todo el país, miles de jóvenes son arrestados en sus casas y llevados por la fuerza en trenes, camiones y autobuses hasta la provincia de Camagüey, donde son concentrados en diversos estadios deportivos. Luego se les traslada hacia zonas agrícolas, para realizar trabajo forzado, sobre todo en el corte de caña. Se albergan en barracas insalubres, ubicadas en campamentos cercados con alambre de púas, que son custodiados por efectivos de las (FAR).

Raúl Castro, entonces Ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, declara en abril de 1966 que en el «primer grupo de compañeros que han ido a formar parte de las UMAP se incluyeron algunos jóvenes que no habían tenido la mejor conducta ante la vida, jóvenes que por la mala formación e influencia del medio habían tomado una senda equivocada ante la sociedad y han sido incorporados con el fin de ayudarlos para que puedan encontrar un camino acertado que les permita incorporarse a la sociedad plenamente»[cita requerida].

Ante las protestas de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, de organismos internacionales y de intelectuales extranjeros de renombre, son cerradas las UMAP. El documental Conducta impropia, de Néstor Almendros y Orlando Jiménez Leal, testimonia el acoso sufrido por los que fueron confinados en esos campos.

Mariela Castro miente en Suiza sobre las UMAP.

En estas mismas páginas, en una edición reciente, exponíamos, creo que con datos incontestables, la homofobia que siempre ha marcado a Fidel Castro a la vez que aclarábamos que el dictador de Cuba (no “cubano”, no creo que merezca ese gentilicio) sí estaba al tanto de la creación de las UMAP, contrario a lo que afirmara recientemente el gran marrullero de Birán en una especie de mea culpa en la que se adjudicaba la responsabilidad de aquel engendro pero, a la vez, la esquivaba argumentando su dedicación a otros asuntos más importantes que debía atender por aquella época.

Ahora la sobrina del dictador, Mariela Castro, afirma en una entrevista aparecida en el portal de la Agencia Suiza para el Desarrollo y la Cooperación, que no está de acuerdo con su tío, un “caballero de su época y con (…) espíritu quijotesco” porque éste haya “asumido la responsabilidad [de la creación de las UMAP] por ser el máximo líder”. Y agrega Mariela Castro que “Fidel no era el genio de la lámpara para descubrir que la homosexualidad no era una patología, como establecían la psiquiatría y otras miradas científicas en el mundo; mientras las autoridades eclesiásticas la satanizaban, y coincidían en que había que cambiar a estas personas con terapias, charlas o como fuera”. “Para colmo —añade la sexóloga—, existía el criterio de que el trabajo ayudaba al hombre a adquirir valores humanos, y dominaban los que apuntaban a tener una actitud dura hacia la homosexualidad, sobre todo con la homosexualidad masculina, para ayudarlos a ‘hacerse hombres’.”

Dice además la sobrina de Castro I —que quizás debería mejor, digo yo, en lugar de andar de visita por Suiza y otros países de alto rango, darse una vuelta por las zonas más humildes de Guantánamo, por ejemplo, donde las casuchas de los más pobres se están desplomando— que “La cultura homofóbica y machista, heredada fundamentalmente del dominio colonial español, ha condicionado las relaciones humanas y las decisiones políticas. La creación de las Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP), es un reflejo del manejo social de esos prejuicios”. Es decir, al paso que sugiere la hija de Raúl Castro, hasta Cristóbal Colón deberíamos llegar para argumentar el porqué de las UMAP. Así que como en Cuba se estaba construyendo “una experiencia inédita en este continente”, y la Isla “estaba amenazada internamente por la lucha de clases, por atentados terroristas organizados y financiados por Estados Unidos, la Invasión de Bahía de Cochinos” y otras desgracias que cita la experta, pues “el máximo líder estaba elaborando soluciones a partir del diálogo con la población” (entre paréntesis: ¿alguna vez hubo, realmente, diálogo?, ¿o fueron monólogos?, y, lo que más me llama la atención desde el punto de vista de la lógica más elemental: ¿alguien, una sola persona quiero decir, puede dialogar con toda una población?). “Fidel ni siquiera estaba al tanto de las UMAP”, aclara la doctora Castro. Esto, claro, nadie lo cree de un dictador que estaba al tanto aun de lo que podría ganar un limpiabotas (no olvidemos que en 1968, cuando el hijo descarriado de Birán lanzó la llamada Ofensiva Revolucionaria, hasta los limpiabotas desaparecieron).

Mariela Castro afirma haberse entrevistado con miembros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias y del Ministerio del Interior “en aquel tiempo [de las UMAP]”, los cuales le han comentado “que, tan pronto llegaron a la máxima dirección de la revolución las quejas de la población con relación a las UMAP, se hizo una investigación minuciosa desde la dirección política de las FAR sobre lo que estaba pasando, que llevó a la clausura de las UMAP, en 1968”. Miente. Ninguna población se quejó, para eso no existía —ni existe hoy en día— un mecanismo establecido. Mejor es que dijera la verdad: los aviones espías estadounidenses detectaron los campos de trabajo forzado de las UMAP, luego de lo cual se creó una reacción internacional.

Llama la atención que, quien ahora parece una ministra de ultramar representante de las bondades de la dictadura cubana, centre su respuesta sobre el tema UMAP casi únicamente en los homosexuales. A saber, de los aproximadamente 25 mil o 30 mil seres que se hallaban en las UMAP, sólo el 20% eran homosexuales. Allí estuvieron campesinos humildes que profesaban alguna religión, religiosos de distintos credos, artistas y profesionales de la talla de Silvio Rodrigues, Noel Nicola, Pablo Milanes que disentían del comunismo y que no querían servir en el Servicio Militar Obligatorio, además de borrachines y hombres que no eran partidarios del trabajo “duro”, entre otros. Estos eran los “delitos” que habían cometido esos hombres que, en muchos casos, sobrepasaban ampliamente la edad del Servicio Militar Obligatorio. Los homosexuales, en mi opinión, ni siquiera habían cometido algunos de estos “delitos”.

Mariela Castro, sin embargo, muestra su veta noble:
“Pero estos tres años [que duró las UMAP] fueron suficientes para dejar lastimados a muchos seres humanos, que mientras no elaboren lo vivido, no van a procesar ese sufrimiento”. Creo que 45 años es una buena cantidad de tiempo para “procesar ese sufrimiento”, pero hay sufrimientos difíciles de “procesar”. Se le olvida a la entrevistada que aún es más difícil “procesar” un “sufrimiento” cuando éste, curiosamente, sigue siendo una mancha que se debe arrastrar de por vida: aquellos que estuvieron en las UMAP y aún viven en Cuba, tienen en su expediente la triste condición de “ex soldado” UMAP; es decir, siguen siendo victimarios, no víctimas. Quizás los únicos que pudieron “procesar ese sufrimiento” son los que ya han muerto.

Pero pedir perdón por las UMAP “sería una gran hipocresía”, afirma la psicóloga, “es como quitarse la responsabilidad de encima”. Según ella, hasta “los españoles tendrían que pedir perdón por la reconcentración de Weyler”. En realidad, creo yo, el perdón lo piden los caballeros, las personas, instituciones y gobiernos nobles, de clase. No esperamos semejante cosa de una dictadura comunista. Pero ésta no debe esperar tampoco el perdón de los que sufrieron en las UMAP, ni de los cubanos que han sufrido por otras tantas causas.

Fuente: Félix Luis Viera, México DF | 13/10/2010