Por: Diana Margarita Cantón Martínez. Diciembre 30 de 2009.
Estoy otra vez fascinada por la nieve,
las ventanas, los poemas escritos y grabados,
la caída pertinaz de finos copos,
el espacio claro e insondable,
los autos, trailers, árboles y cercas cubiertos
y por la ausencia de una cámara
propia, verdadera y potente
para atrapar y congelar
esta belleza matinal
que me circunda,
esta luna diurna.
Parecen muñecos puros
los arbustos y raras plantas
de verdor invencible siempre,
en todo tiempo.
Estoy otra vez fascinada
por este vecindario
sumergido en blanco
auténtico y romántico.
Pero él insiste en la añoranza
por siete niños
sobre la columbina hueca
halando las tres mantas de saco
cada noche sin nieve,
o por el canastero de dulces,
la canasta y hasta por los azotes
del padre bueno y bruto
que en las frías madrugadas
los llevaba al ensarte de las hojas
de la transfiguración,
del padre que nos regaló
sus últimos mameyes
hace años.
No comments:
Post a Comment